Ya han transcurrido varios días desde lo sucedido en el mirador, situación la cual evito recordar pues el simple hecho de hablar de ello provoca que mi piel se erice y no precisamente por lo bonito o agradable del recuerdo.
Durante este tiempo la intranquilidad ha tomado parte en mi vida a pesar de que constantemente Lina y yo nos encontramos protegidas por Lyall ya que aquel sin mediar palabra u objeción alguna se instaló en nuestras vidas sin siquiera pedir permiso y hemos tenido que terminar aceptado dicha situación.
Ahora bien, aunque en silencio me alegra tener a Lyall cerca no dejo de sentir que algo grande mucho más de lo que podamos manejar está sucediendo tras las sombras y me aterra el solo hecho de pensarlo pues soy consciente de que yo no sería capaz de tener tal situación bajo completo control puesto que probablemente ante mi debilidad quedaría expuesta ante el peligro.
Así pues, en silencio me veo en la obligación de tragarme en seco mi preocupación y por ello no puedo evitar preguntarme si estuvo bien el hecho de que yo me alejara en esta ciudad.
Tras haber tenido un inició de día por demás decir agitado gracias a Lyall y sus exigencias como de costumbre, finalmente el gran Atlante nos da la bienvenida.
Ya ha pasado la mañana y la tarde casi termina, el sol incluso se encuentra en los últimos minutos de destello brillando en el ocaso tras los últimos minutos del atardecer empezar a correr dando aviso a que la noche se aproxima.
Como todos los días cada uno de nosotros tanto mis compañeros, Lina y yo nos encontramos dando los últimos detalles al restaurante en cuanto a su organización se refiere antes de que las puertas del Gran Atlante sean abiertas completamente al público tras el reloj casi marcar las siete de la noche hora en que los comensales empiezan a transcurrir por tan icónico lugar.
Lina y yo desde hace un rato nos encontramos dando los últimos toques a unas mesas continúa acomodadas en un rincón próximas al bar, riendo y conversando rememorando algunas situaciones las cuales nos habían tocado vivir tanto aquí con los comensales como en casa con Lyall así que las risas provenientes de nosotras eran casi imposibles de evadir o incluso disimular.
Los pocos minutos faltantes se apresuraron a transcurrir con gran velocidad, por lo que antes de que nos diéramos cuenta el reloj marcaba con gran énfasis las siete en punto.
Lina y yo presumiendo la rápida aparición de los primeros comensales nos disponemos a acomodar nuestros uniformes para a fin de cuentas encontrarnos completamente presentables.
Así que yo en mi caso tras dirigirme hasta un rincón cercano a una maseta de interior cercana a la puerta que da rumbo a la cocina, allí ordeno mi vestimenta prestando completa atención a que todo se encontrara en su lugar.
La noche se encontraba calmada y el flujo de comensales era considerablemente bajo, vamos que no se encontraba para nada aquel sentimiento de agobio que se produce cuando el restaurante se encuentra a casa llena provocando que se sintiera un halo de paz.
Así que, tiempo después siguiendo el orden ya establecido entre los meseros por fin mis primeros comensales arribaron al restaurante, aquello para mí fue algo de mucha emoción pues tras llevar algunos días en pleno entrenamiento al fin se me había permitido servir como mesera puesto para el que había sido a fin de cuentas seleccionada.
Así que con todo el cuidado y la delicadeza del mundo sin dejar de lado ningún detalle importante ofrecí mis servicios a aquellos comensales, cada uno de sus deseos hablando gastronómicamente fueron concedidos por mí sin rechistar tarea que me tomo alrededor de una hora en completar bastante rápido la verdad.
Tiempo después su despedida llego así que por ende no muy se marcharon me dispuse a terminar de organizar aquella mesa para que cualquier nuevo comensal que apareciese pudiera acomodarse y así por ende ser atendido.
Así sin más me dispuse a organizar todo en aquella mesa con gran velocidad y acomodando todo en el carrito el cual utilizábamos para transportar, acomodé cada uno de los elementos de la bajilla que habían sido anteriormente usados sustituyéndolo de seguido por unos limpios, antes de dirigirme a mi destino la cocina.
Ahora bien, segundos después con cual tranquilidad regrese al gran salón como si no hubiera pasado nada totalmente despreocupada, sin saber que allí ya me aguardaba una sorpresa.
Así pues, atravesé la puerta de acceso mientras que aun llevaba la cabeza un tanto agachada tras encontrarme enderezando un tanto mi uniforme que tras estar constantemente moviéndome de vez en cuando se arruga, algo normal que puede ocurrir.
Completamente despreocupada, camino y atravieso los pasillos entre las primeras mesas y por simple curiosidad no puedo decir que se debió a nada más pues estaría mintiendo busco con la mirada a Lina para ver donde aquella se encontraba, valla error cometí y la sorpresa ante lo que vi no tardo en hacerse notar en mi rostro.
Perpleja me quede al notar a quien Lina se encontraba sirviendo y quien de forma descarada desde su asiento poso sus ojos en mi al tiempo que elevaba su mano izquierda para hacer un extraño saludo con sus dedos al moverlos en zip zap como doncella en certamen de belleza.
— Otra vez no — replique tras ver a Bastrii allí.
Indudablemente su sola presencia provocaba que la intranquilidad que experimentaba ya de por si en el momento aumentara por cuatro su intensidad haciéndome incluso suponer que, tras encontrarme con él, probablemente alguna nueva guerra, accidente, conflicto o hazaña se avecinaba, en vista de que nuestros esporádicos encuentros están llenos de tan inusuales situaciones.
Su presencia era evidente que producía en mí una gran ansiedad, era notable la incomodidad que su solo ser era capaz de provocarme, así que tras verle de forma tímida e inquieta me di la vuelta y en silenció me marché.
Yo para nada quería tener contacto o rose con su persona, aun menos quería ver su rostro y notar aquellos ojos tan pecadores y lujuriosos que son capaces de quebrantar mi cuerpo.
Así que, en un intento de huida, aunque fallido completamente me dirigí hasta el bar pues sin dudas pensé que allí estaría a salvo de su presencia por los menos algún tiempo prudente o hasta que fueran servidas sus primeras porciones.
Ya luego de que aquello ocurriera y siendo consciente de que no podía abandonar por tanto tiempo mi puesto sabía que debía luego que ingeniármelas para incorporarme a mi labor, pero ya sabemos que la vida a veces no es siempre justa y precisamente allí aquella me dio a entender que ante todo yo no era precisamente su preferida.
En aquel lugar me encontraba a fin de cuenta de espalda al gran salón ayudando a organizar algunas cosas en el bar junto al camarero ante todo haciendo tiempo antes de regresar.
Estaba completamente enfocada en mi mundo sumergida en mis pensamientos cuando de la nada sentí que la mano de una persona era introducida por mi costado derecho.
Ante aquella sensación una sensación de escalofríos recorrió mi cuerpo mientras que aquella mano con gran fuerza me sostuvo y con un simple tirón me hizo girar sobre mi propio eje haciendo que chocara con fuerza contra el pecho de la persona que solicitaba tan inapropiadamente mi presencia.
— A ti te andaba buscando.
Con tal movimiento no pude evitar unirme al pecho de aquella persona que inmediatamente me sostuvo con firmeza.
Cuando al fin reaccione ante tal conmoción confirme de quien se trataba de nada más y nada menos que Dominieck quien se encontraba justo allí con una expresión para nada amigable en tanto algo intimidante, pero no por aquello cedería ante él.
Mi intención era mantenerme lo más lejos de su persona y sin dudas buscaría cumplir con tal objetivo, aunque eso significase llevarle por completo la contraria.
Aquel hombre con ímpetu clavo sus ojos con tanta fuerza en mi ser que podía sentir como el peso de quizás su alma inquieta intentaba manipular a la mía.
— Por favor me podría soltar — exclame con una voz un tanto ronca y débil.
— Porque lo debería de hacer.
— Porque está prohibido tal trato en este restaurante, en todo caso de seguir con tal comportamiento me veré en la obligación de pedirle que por favor salga a menos de que prefiera ser vetado del Gran Atlante.
— No me hagas reír, tu sacarme a mí o incluso vetarme.
— No necesariamente seré yo que lo haga, más por eso las leyes se establecen.
Como pude tras forcejear un poco contra aquel, liberé mi brazo de sus manos e inmediatamente le di la espalda, por nada del mundo iba a permitir darle más que pensar a los que allí se encontraban así que intenté alejarme lo más que pude.
Lo dije lo intenté más no lo conseguí pues sin importarle nada más, ni siquiera mi posible malestar nuevamente tomo mi brazo para obligarme nuevamente a darle la cara.
— Ya basta por favor, déjeme en paz.
— No Emma no te voy a dejar hasta que hablemos.
— Esta equivocado, usted y yo no tenemos nada de qué hablar así que por favor retírese.
Intenté soltarme valla que lo hice, pero por más que insistía no podía hacerlo.
Aquel para ese momento se había encargado esta vez de infringir la suficiente presión como para que yo no pudiese escapar y arrastrándome por todo el salón ante la vista entrometida de los allí presentes me condujo hasta la cocina mientras dos de sus posibles matones nos seguían.
Aquel sin dudas actuaba en aquel lugar como si ya conociese desde antes cada uno de sus rincones pues sabia a la perfección hacia dónde dirigirse y que caminos tomar.
Por lo tanto, una vez dentro en la cocina Dominieck me guio con especial insistencia hacia la puerta que conduce a la salida trasera que da acceso un pequeño callejón privado donde los empleados suelen salir a tomar aire fresco y allí me empujo con especial recelo cerrando la puerta tras de sí.
— ¿Qué es lo que te sucede? — grité con miedo pues desconocía por completo la razón de su actuar.
Dominieck tras hacerme salir de esa manera tan impulsiva, guardo silencio y agacho su cabeza sin dudas daba la impresión de que había algo que le venía molestando algo que indudablemente por alguna razón tenía que ver conmigo.
Yo no sabía que hacer mucho menos que decir así que tras dirigirme a un rincón me acomode sobre una pila de viejas cajas de madera y desde allí le vi dar algunos pasos intentando quizás pensar mientras que de vez en cuando llevaba su mano derecha hasta su cabeza para intentar masajear los laterales como si estuviera envuelto bajo los efectos de algún dolor o tormento.