¡La oficina acumula polvo! Febril trato de mantener limpio todo, pero es imposible, estamos a un kilómetro de la máquina de reciclar neumáticos más grande del país, los residuos producto de la licuación del caucho flotan en el ambiente, dado que nuestra oficina es la más pequeña de la compañía no tengo mucho de qué quejarme, con los cinco pisos y solo veinte empleados es un paraíso para los que son abandonados por sus departamentos, esto no me afecta, la mayoría deja su basura en casa y envejece tranquilamente mientras sus habilidades no dañan a la empresa, sólo yo parezco molesta por el polvillo o los discos de limpieza ― Insignificantes robots barredora/pulidora que recorren las paredes por la noche y los pisos en el día ― no tienen ningún concepto de las rejillas de ventilación, le he pedido a los especialistas en sistemas que lo resuelvan. Solo Iván, el cual es técnico a cargo de la medición y demografía de las llamadas de queja a nuestro departamento es el único que me ofrece alternativa, pero eso significaría modificar el software de los equipos y siendo productos adquiridos por la empresa no quiero, así que aquí estoy, con mi vestido de los que prometen 60% grafteno subida en una silla de oficina con el aspirador de bolsillo, retirando de las salidas de ventilación las asquerosas partículas de caucho y su olor de contaminaciones presentes y pasadas.
El proceso aunque lento me da que hacer, regularmente en días hábiles las preguntas o quejas que nuestro servicio debe resolver son nulas, antes teníamos trabajo desbordado, pero desde que los servicios de F.A.Q (Frecuent Asked Questions) que lo realiza un sistema automatizado, la necesidad de atender se fue reduciendo hasta quedar en los 20 talentos que no pueden salir de aquí por ser "perjudicialmente útiles en otras empresas". Eso hace a nuestro investigador el único que queda, alguien callado y aburrido, los especialistas en la infraestructura del sistema son neuróticos y llenos de conspiraciones, yo encargada de todo el proceso de mediación legal y emocional me veo reducida a espiar las motas de polvo con una desesperación que no hago ni en mi lecho.
La puerta se abre con un anti-climático susurro, completamente disonante a los gritos que dan los zapatos de Haggard, el suelo es en extremo neumático y él siempre usa calzado casual, los ecos apagados de cada pisada deberían entrar en términos de desesperación…
― ¿Qué demonios pasó en este último caso? ―Pregunta confundido.
― Sifuentes ¿pasó algo? ― Me ignora y se dirige a su depósito de emergencia, el que no había tocado en cinco años de que conozco su existencia. Ese depósito lo estableció cuando la presión por mantenernos sin renunciar y sin futuro ― ahí guarda unos cuantos narcolépticos que le recetaban cuando tuvo la lesión que lo mantenía en oficinas.
― ¡Sifuentes! ¿De dónde vienes?
― Necesito que reúnas a los de T.I. del servicio. Diles que ocupen y silencien la sala de juntas en treinta, ellos saben de qué hablo ― Se toma dos analgésicos con el contenido de un pequeño frasco, por el aroma asumo que es tequila y del bueno, algo malo debió de ser, esa botella es una semana de sueldo cuyo contenido desapareció en su garganta.
― ¡Agh! manda a pedir a nuestros contactos en la central que si tienen unos minutos me los brinden así como una cita a centro de envío... ¡Y que sea el federal! el caso lo amerita ― Dice histérico.
Mientras hago las llamadas la situación me corroe. No entiendo de dónde sale tanta premura, la gente que contacto ― de nuestro departamento ― se limita a sonreír con el nerviosismo de quienes no saben si por fin los sacarán de esta muerte en vida, el personal del centro de envío solo arguye que requiere autorizaciones, pero saben que nadie iría ahí, nadie quiere saber el secreto que nuestro departamento conoce y es la razón por la que no podemos salir de este purgatorio, el cual en realidad no es tan malo: Tenemos un ingreso, razonable para los niveles de inflación, ninguno de nosotros tiene una deuda de tarjeta, todas las absorbió Ouroboros para que en caso de marcharnos nos cobren de las liquidaciones haciendo más difícil una partida forzosa de nuestra parte.
En tiempos pasados una reunión tenía acompañamiento de té, galletas, algo que aliviara el agotamiento de cientos de reuniones de calidad o capacitaciones, hoy solo queda Admira, una secretaria contestona y guapa, la cual nunca quiso el cargo, su jefe la mantenía y ella se dejaba querer, pero él quedó encarcelado en un movimiento tonto, quien creería que una menor se ofrecería en un hotel de lujo solo por la cara, atrapado en una de las redadas contra los seguidores del amor joven; por lo que ella quedó sola en un lugar donde la publicidad sobre esto sería perjudicial, así que se encontraba aquí mirando profesionalmente feo a todos mientras en su pequeña cabeza busca cómo encontrar algún caballero que le brinde estabilidad financiera en lo que su juventud le permite ahorrar para su vejez, en fin vamos a ver qué necesita el jefe.
La sala tiene un aire de tensión, nadie se había reunido aquí desde que notamos el objetivo de los jefes, los encargados de T.I. Siempre tienen la expresión de saberlo todo, Luca es el jefe y sus dos apoyos solo siguen sus instrucciones, la apariencia dista mucho de lo que sabíamos sobre los especialistas de tecnologías, los tres son sobrios, delgados y nervudos, cuando pregunté sobre su falta de comidas chatarras temí que fueran veganos; veganos vengativos, pero me dijeron que tenían que mover muchas piezas en los sitios y servidores, por lo que nunca permitió que ninguno de ellos fuera flojo con el ejercicio físico. Eran esnobistas y terriblemente paranoicos, ellos dieron con los secretos primero, pero cuando el resto los descubrimos ya estaban recluidos, nadie los aceptaba; no tienen cómo controlarlos, ni drogas, mujeres o tecnología, según ellos aman lo que hacen y lo que saben, no les interesa tener el nuevo procesador si por ello deben renunciar a su capacidad de usarlo en lo que se les dé la gana, lo único es su aroma: Huelen a colonia de bebé, estoy segura de que usan alguna suerte de fetiche con alguna serie de entretenimiento para niños.
Yo no me encuentro en la cima a pesar de que mi título lo implica, llegué aquí por culpa de las malditas cuotas de género, no pude imaginar lo estúpidos que fueron los legisladores, buscando encontrar un trabajo a las mujeres… quisieran o no, así que saliendo de trabajar dependiendo de su aptitud, eran enviadas a todos los puestos administrativos habidos y por haber, solo algunas que estudian fuera de la zona céntrica podían buscar algo que no las hicieran sentir como una máquina más, profesiones médicas, docentes, que requirieran un mínimo de inmersión o sacrificio fueron sutilmente retiradas bajo el argumento de que iban en detrimento a la condición de mujer, así que el personal médico que se titulara como tal y fuesen mujeres tenían la obligación de estar siempre asistidas por una computadora… ¡Bravo por hacernos inválidas sociales!. Yo llegué aquí así, psicóloga y especializada en el comportamiento de la sociedad ante la robótica, me pareció una carrera de alto prestigio, pero cuando llegué a mi oficina noté que aun cuando daba todas mis recomendaciones éstas eran invalidadas en el momento que fueran en contra de los beneficios femeninos o bien en búsqueda de equidad, cuando un suicidio me llevó a ver la cara sin alma de todas las secretarias que redactaban los mismos documentos que un sistema por voz hacía, reventé y terminé aquí, donde después de dos años me contaron el destino que nos aguardaba.
El jefe de investigación entra. Como siempre no observa a nadie, él asegura que para engañar a los ojos solo basta un instante y que nos aprecia lo suficiente como para evitar vernos y mentirnos, su andar es enérgico, como cuando empezamos a trabajar aquí, algo muy fuerte tuvo que haber ocurrido para que él no entregara reportes y en cambio solicitara la junta.
― ¿Señor? todos están reunidos ― Lle doy la indicación porque, a pesar de ser la jefa del departamento, nunca he dudado de sus habilidades, sería estúpido mantener mi posición sin escuchar ni comprender al resto ― Podemos comenzar ― Todos se quedan en silencio.
― Gentes… somos el apéndice, eso es nuestro departamento ― Su introducción aunque cruda no está fuera de los comentarios que regularmente hace en público o murmura en su cubículo ― Fuera de nosotros el resto del edificio no tienen ni una sola razón de queja: Viven, cobran, se jubilan y mueren en una calma semejante al coma… ¡Tramposos en su propia inmundicia! Alguien interrumpe:
― Jefe… ¿A qué debemos tanta elocuencia? ― Luca nunca ha sido rebelde pero siempre hace un poco de mofa de la amargura de Haggard.
― Si quiere puedo ponerle un poco de picante a su vida ― Le responde amenazante y la voz de Sifuentes se tornó peligrosamente taciturna - Si descubro que vuelves a poner cápsulas de aroma en los sintetizadores del baño o escenas xenofílicas en las pantallas del ascensor… vamos a platicar de tu conexión ilegal a la red T5 sin protección ― Le dice de nuevo en forma amenazante.
― ¡Sí, jefe! ― Nadie sabe cómo descubre lo que hacen, creo que en la vida entenderé la profundidad de código que usan, una vez los vi activar la vejiga sintética de un supervisor con un poco más de ínfulas que de talento ― Pero no me sacó de mi partida de cartas solo para esto, usted no es así.
― A partir de ahora quiero información de ustedes, tanta que no podrán divertirse… Se acabó tu proyecto de horas extra, todas las van a desquitar ― Su voz sube de velocidad, es una carga eléctrica que lo consume y pugna por salir, lo desconozco ― ¡Desempolven sus hurgones! usad medios pagados si aún queda alguno ― Esto no puede retrasarse.
Para este momento todos están estupefactos, los hurgones son programas ilegales, creados en el transcurso de las guerras corporativas, cada uno de ellos especializados en encontrar hilos de información y tejer una red que permita saber todo lo que ocurre tras los cortafuegos de las empresas, están prohibidos desde hace veinte años, pero los T.I. tienen la actitud de que no son ajenos a estos programas.
― ¿A quién vamos a investigar? ― La pregunta viene de la persona menos esperada, Admira se encuentra con una sonrisa muy preocupante ― Algo así me parece tiene que ser ultra secreto.
― Vamos a descubrir el mayor secreto de nuestros enemigos ― Todos se sueltan a decir lo que les vienen a la mente, Luca calla pero sus asistentes viajan de conspiración en conspiración sin contar con venganzas contra sus compañeros de juerga e incluso una que otra trabajadora sexual mal pagada, nadie lo toma muy enserio pero mientras más ven el rostro de Haggard callan ― vamos a descubrir qué es Ouroboros.
Las luces parpadean en el ordenador, la amplia habitación contiene bastantes figuras brincando en su lugar, a pesar de sus amarres las figuras se convulsionan confinadas en pequeños espacios, siluetas con cables que sobresalen de pequeñas cabezas, los cuales se pierden en el muro.
Los datos transfieren las emociones, los párpados brincan cuando miles de experiencias ocurren, es un evento planeado pero las dudas que tienen los propietarios de estas vidas siguen ansiosos, ya tenían un negocio, uno bastante lucrativo, pero esa cosquilla del dinero los llevó a tratar de aventar el asunto un poco mas adelante, total, nadie hablaría y todos (ellos) recibirían ingresos que les permitirían ampliar el mercado, siempre había materia prima para este tipo de cosas, claro tendrían que dar una respuesta positiva primero.
― ¿Seguro que no quedarán dañados?
― Es la tercera vez que lo preguntas, nadie lo sabe.
― ¿Entonces cómo lo resolvían antes?
― Antes no teníamos gente preguntando ― la voz aun era vivaz a pesar de las manchas hepáticas.
― Lo sé pero debe entender que mi negocio ya era rentable ― ojos brillosos no se despegan de la pantalla, ahí representaciones de tiempo se desplazan de forma aleatoria ― estoy de acuerdo que podríamos trabajar pero las comisiones que me entrega son... usted me entiende.
― ¿Crees que eres el único? ¡Solo eres el más avaro! Pero descuida van 20 ciclos y parecen sostenerse.
― Claro, claro, podría decirme cuántos clientes tenemos.
Las alarmas detienen la conversación, algunas de las figuras empiezan a sangrar de sus ojos, los medidores vitales brincan de un lado a otro en un intento de mostrar cambios que no están dentro de los límites de sus sensores, el monitor comienza a dar líneas planas, no hay más en las ondas encefálicas.
― ¿Están?
― Sí.
― ¿Estamos en problemas?
― ... No.
― ¿Entonces qué pasará con ellos?
― Dispón de sus carcasas.
― ¿Me va a pagar la compensación?
Nadie le contesta, el enviado revisa datos, murmura y maldice un poco.
― Necesito más jóvenes.
― Pero estos son los más apropiados, casi son entregados a la sociedad, sus zonas de recolección no existen, es más fácil esconderlos.
― No importa, solo soportaron 30 ciclos, a una velocidad de transferencia menor, para propósitos prácticos, requiero al menos 200.
― Pero solo estoy a cargo de estos, necesitaría permisos especiales para poder atraer y conservar más jóvenes.
― Eso no es problema.
Las luces bajan de intensidad, hay amarres que se liberan, alguien arroja agua en pisos cubiertos de sangre y todo lo que alguna vez fue vida, ahora unos limpiadores automatizados borran su existencia de forma metódica, a la hora no queda rastro.