La cabeza de Sifuentes no deja de girar como una antena de señales, buscando un punto donde aferrarse, comprende que lo que vio no debería ser, no si su exilio laboral tenía sustento, no si la mentira era cierta.
En contra de toda indicación, las ventanillas del vehículo fueron bajadas, para un usuario de transporte normal, hacer esto mientras que su vehículo avanza a más de 200 Km/h es una invitación a un daño total en sus pertenencias y la vista, pero el modelo que emplea Sifuentes es un Tesla del año pasado, al momento que el aire comenzó a entrar, el sistema bajó la velocidad a 120 Km/h, permitiendo una brisa en lugar de un vendaval. La sensación de estar soñando nubla su vista, las llamadas (o por lo menos la petición para que las conteste) no dejan de aparecer en el recuadro del tablero, no solo es su asistente, el jefe de T.I., una del conmutador del departamento pero no importan, tenía en sus manos una de las vivencias que nadie debería de tener… ¡No era todo mentira! Después de años de estar confinado, parecía una situación de alucinación, como cuando en el pasado el GBH 3ero (de tercera generación) acompañaba a todos los que visitaban un rave, los tonos inimaginables de los techos en los complejos habitacionales, los cuales tienen prohibido el acceso al techo para que ahí diversas instalaciones de mantas LED o incluso de bloques plásticos con incrustaciones de celdas solares y cristales AMOLED muestran comerciales todo el tiempo. Los habitantes prefieren perder ese lujo de techo a cambio de recibir los subsidios que les permiten tener al menos un sustento constante sin lujos, menos de los artículos que promociona su vivienda esos que les provoca más calor, pero a cambio dan incentivos al consumo para quienes pueden pagarse viajar en el tercer nivel de los túneles de aire para transporte semi-aéreo, siluetas femeninas sin rostro, convergiendo y difuminándose entre diversos nombres de marcas, todo para anunciar e incitar sin violar los férreos reglamentos de los políticamente correctos analistas de publicidad, pero tantos colores cambiantes dan la sensación para Sifuentes de que la ciudad se ha convertido en un sitio extraño.
Una llamada de auxilio se enciende y tras unos segundos en la pantalla del parabrisas la imagen de su ex mujer aparece.
― Tu personal quiere saber porqué no les contestas ― El desdén era evidente en sus palabras; de ojos azul claro y rasgos filipinos, su ex mujer siempre parecía desdeñar a la humanidad sin pretenderlo ― estaba en mi sesión de yoga floral y sabes que si me interrumpen por que sí mis orquídeas se resienten, te pondré una demanda por acoso emocional ― Un guiño entre cómico y travieso lo despide antes de que el monitor quede transparente, un suspiro escapa de su boca, él sabe que ella es capaz de demandarlo, sobre todo porque quiere seguir subiendo en la zona femenina empresarial… por eso fue el divorcio en primer término.
"Terminal", enviar mensaje a oficina, contenido del mensaje: "No estén preocupados por mí, concéntrense en localizar puntos de fuga, existe la posibilidad de que la razón por la que estemos aquí sea un Schrödinger".
Por más que intenta no puede evitar recordar ¿qué otra cosa puede hacer? cuando los impulsos programados en sus muñecas pueden corregir el rumbo para mantenerse en la dirección de los túneles de corrientes de aire artificiales. Su trabajo fue complicado, tener en control la seguridad de una empresa que generó tanto odio en sus inicios; lo mantenía siempre sudando frío, con los ojos brincando de un rostro a otro, con la impresión de que una anciana pasando a su lado podría inmolarse sin previo aviso, de que el abuelo ese simpático con pantalones cercanos a las axilas y sonrisa cansina, en realidad no viene por informes, que, bajo su camiseta arcaica tiene implantes ilegales, piezas sintéticas añadidas a sus músculos, con impulsos y capacidades clones de algún luchador mixto de la tele y viene a enseñarles una lección sobre lo que es el temor de Dios, sin embargo él estaba aportando. Era (sin tener un conocimiento real de la tecnología involucrada) una parte importante sobre una nueva tecnología que les permitía lo que nunca antes pareció posible: Reencarnar. Su mano viaja de forma instintiva, un cigarro no aparece en el bolsillo, pero ahí lo espera un inhalador (despreciado por todos los que creían que no curaba la adicción, pero a Sifuentes eso no le importaba, él tampoco quería curarse, solo buscaba evitar enfermar por su vicio) mientras una solución al 2.5 de nicotina en glicerina pasaba por sus pulmones recordaba los actos religiosos, zelotes de todas las ideologías se les escuchaba gritar, amenazar o incluso atacar a las personas que asistían con la esperanza de tener un futuro.
El auto no es de la compañía por eso no lo lleva directamente, el sensor lo hace dar una vuelta larga, hacia las zonas de interés humano donde los que ahí habitan trabajan todos los días para no morir, para poderse pagar un paquete de un millón y les permita ir con alguna de las compañías menores las cuales ofrecen enviar a diversos sitios menos complicados que las grandes naciones de los países, planetas y realidades que solo Ouroboros puede enviar. Incluso como Sifuentes sabía que había compañías que ocultaban la verdad a la vista, al menos eso parecía.
Después de haber sobrevivido y de paso salvado la vida del doctor que pudo enviar a una persona a otra realidad, él fue ascendido a gerente de seguridad; su esposa (la cual era un recuerdo borroso de cariño y un poco de pleitos de fin de semana) apareció de la nada, con un contrato en mano y la férrea decisión de nunca tener hijos, pero dos años después unos gemelos lo hicieron firmar un acta de violencia doméstica, a cambio los fetos llegaron a término, ella subió con las prestaciones otorgadas a supervisora de zona, él pagó su acción estando en una prisión domiciliaria, el juez sabía por qué lo hizo, pero como era un arreglo de terceros no lo podía impedir. Así que Sifuentes pasó un año en su casa, incomunicado mas allá de los alimentos que mandaba su sistema de pensión, para cuando salió lo esperaba un mundo que había aceptado los medios de envío a otros sitios tras la muerte, solo que para él ya no había lugar en la empresa, si no fuera por lo que escuchó en sus días protegiendo a la empresa ya no tendría trabajo ni medios para obtener uno en alguna empresa, no con su historial.
Fue una semana antes de enterarse que sería papá, un altercado en la zona donde eran "lanzados" los pacientes a otros mundos acudió corriendo, en la pantalla al señor de 90 años se le mostraba sonriente, pronto los dolores del cáncer terminarían; su familia observaba tras los cristales, el evento era publicitado y era importante que le vieran, el señor acordó que así seria para ahorrarse unos miles de dólares en concepto de bonificación por publicidad.
Los sonidos del lanzamiento se volvieron algo cotidiano para el supervisor de seguridad el cual no comprendía como el carillón que marcaba el envío efectivo había causado tantos gritos, al parecer el menor, tercer nieto del señor Hawdred consideró que su abuelo había sido muy tacaño por no haberle heredado la lancha de motor que el anciano vendió para poder pagarse nacer en un clan poderoso en su nueva realidad. Así que había metido una subametralladora escondida en su mochila, no era un arma letal para las medidas de seguridad, pero disparar 50 balas en menos de un minuto contra el anciano ocasionó que los cristales (los cuales solo se habían pensado para detener a la familia que no quería despedirse de su pariente) se reventaran, en la muñeca de Sifuentes su comunicador vibró, fue suave, pero indicaba el uso de la fuerza letal, él quería evitar muertes idiotas, por lo que cuando llegó se limitó a desarmar al adolescente, dos golpes en el rostro después; no quería muertes pero vaya que lo había hecho encabronar, especialmente si descubría que alguien había muerto, pero cuando buscó al técnico responsable este tenía una herida en el costado por uno de los pedazos de cristal, la herida era menor, sin embargo el odio lo hizo hablar de más, como la familia estaba gritando indignada, ante el arma, ante la interrupción pero sobre todo ante los golpes que recibió su criaturita nadie alcanzó a escuchar, pero Sifuentes, él estaba cerca, no tenía medios para evitarlo, ahí, entre cables, maquinaria y un anciano, con un fondo de amenazas para demandarlo, el técnico lo dejó muy claro.
― ¡Qué bien que lo haga! ¡Maldito mocoso, gracias a mi Dios que esto es una farsa y desde aquí puedo hacer que al viejo lo acosen los homosexuales toda su vida! ― murmurando esto y otras frases se alejó para que lo atendieran. Sifuentes calmó a las personas, llamó a seguridad, los sacó, llamó a los abogados de la empresa, la compañía contrademandó usando las grabaciones, cobró su bono de haber librado un riesgo sin comprometer la maquinaria, fue a su casa, le dio el dinero a su mujer y se fue a beber, aprovechó uno de los escasos "puentes laborales" dos días más tarde la curiosidad sin disipar lo hizo buscar al técnico, pero no lo encontró sino hasta después de dos semanas en un canal en las afueras del mercado, al parecer no tenía que decir nada de lo que Sifuentes escuchó.
Mientras la mole de la empresa Ouroboros llena la pantalla de su auto, un mensaje entra en el sistema, las letras de color azul solo pueden ser emitidas por gente del mando medio, donde técnicamente él también tiene la autoridad, pero en la práctica nunca la ejerce, nadie la respetaría, pero de este departamento sí.
― ATENCIÓN: SUPERVISOR DEL ÁREA DE ATENCIÓN AL CLIENTE, SE LE INFORMA ES REQUERIDO POR EL DEPARTAMENTO DE RECURSOS HUMANOS, EL SUPERVISOR OPERATIVO LO ESPERA.
Un sudor frío lo recorre. La frase es la misma del pasado, donde se encontró sin su cargo, los papeles del divorcio con una cláusula de alienación parental, la cual lo dejó sin saber de sus hijos solo que ambos son saludables y viven en una casa que se encarga de mantenerlos fuera de la ideología de género, lo cual fue la única cosa que valió la pena en ese matrimonio tan moderno. Con una sonrisa que más bien se veía rígida enfiló el carro hacia el edificio pensando… ¿qué podría salir peor?
La bebida es disfrutada. Costó lo que un año atrás eran sus ingresos mensuales, pero hoy se puede permitir muchas cosas más, el jefe está de visita, por lo que toma un trago más y sale a recibirlo.
― ¡Sr. misterioso! ― Una mueca amarga corre en la boca del flamante propietario del sitio, nunca le han revelado el nombre de quien da tanto dinero, no importa ahora estamos juntos y hasta el fondo metidos.
― ¿Quiere dejarse de idioteces? ¿Los consiguió con mis requisitos? ― Un año no se notaba para muchos pero él sabía que su cuerpo se había resentido.
― ¡Claro!, aquí entre nos, todos los candidatos cumplen con su prescripción.
― Bien…veremos.
La sala sigue siendo la misma, la maquinaria poco hace para tranquilizar a las figuras que se debaten mientras son atadas.
― La nueva tecnología es muy útil, solo requirieron de cuatro horas después de la cirugía y ya están de vuelta ― además de que no se ve como trepanan las sondas un cráneo ― espero tengamos el triunfo deseado
― ...
― Adelante comiencen la prueba, nuestro inversor está impaciente.
Las luces se mantienen parpadeando por una hora, los ciclos continúan acumulándose, no hay tanta inquietud, pero es evidente que no están bien, las almohadas quedan empapadas y es claro que aun hay espasmos.
― Esto es lo mejor que puedo encontrar, no hay modo de que el Estado me permita recolectar nada más joven... pero sí podríamos apegarnos a los tratados de embarazos de alquiler, solo que estos son vigilados y no sería fácil disponer del aftermach.
― SHH
La siguiente hora fue angustiante, la cantidad de millones, los permisos de gobierno, los contratos tan rápidos y tan eficientes le daban a Jules Bosko una sensación de urgencia, si esto no funcionaba, si lo investigaban, si era usado de chivo expiatorio... las luces comenzaron a lanzar advertencias.
El personal fue a verlos de cerca ¿qué más podían hacer? no había procedimiento médico para lo que estaban haciendo, ningún estimulante podría hacerlos tener tantos niveles de adrenalina. Duró poco, diez minutos pasadas las dos horas el resultado del año anterior se repitió.
― Sr. Le dije que no puedo hacer nada para... ― pero la carcajada lo sacó de su diatriba.
― Genial, 200 revoluciones, una tasa de aceleración de casi el 40% sobre la prueba anterior... pero la tecnología aún no esta ahí.
― ¿Entonces?
― ¡Ignorante simio! ¿Tanto amas el dinero? Te seguiré dando para tus gustos idiotas. Estoy tan cerca y no lo entiendes, nadie en este mundo retrógrado lo entiende
― ¡Oiga!
― No tienes la mínima idea de ...
Beep... Beep... Beep
― ¡Hay alguien que sobrevivió! ― El anciano se precipita a la sala, no le importa caerse, llenarse de líquidos, no importaba, esto era mejor que su estimación más alta ― salven a esta persona, sus gemidos suenan bajos, por la cantidad de sangre ha perdido la vista y el oído, pero debe vivir, ella es quien nos llevará al nuevo mundo ― con mucho cuidado besa la frente de la agónica criatura ― ¡bien hecho, Mòlìhuā, bien hecho!