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Ibunoch: Pesadilla de los Caídos

Hanzol443
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Synopsis
La voluntad de un individuo puede llegar a ser sorprendentemente poderosa y resiliente, dependiendo de qué deseo la impulse. Podemos tomar por ejemplo a Carn, un joven que nació enfermo, y hasta el momento de su muerte deseó, desde lo más profundo de su ser, explorar el mundo más allá de las paredes de su casa; tal poderoso deseo fue suficiente para que su alma vagara por el mundo por años, desvaneciéndose lentamente, hasta que con lo último de su existencia, decidió darle otra oportunidad a una pobre criatura cuya vida se apagaba, sin saber que su acto final de piedad sería el primer hilo de una gran serie de coincidencias que bordarían el destino de una leyenda. Sigue a este joven lobo en su camino, tratando de sobrevivir, descubriéndose a sí mismo e involucrándose en toda clase de eventos que lo llevarían, de una forma u otra, a convertirse en un ser digno de mitos y leyendas.
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Chapter 1 - Lamento

Desperté empapado y golpeado a la orilla del desbordado río; la lluvia seguía cayendo, aunque para entonceshabía disminuído bastante, pero los relámpagos aún iluminaban el cielo en repetidos parpadeos. Traté de recordar qué había ocurrido, pero mi cabeza dolía al pensar. La manada estaba en medio de una migración, y debíamos cruzar el río... iba tratando de mantener el paso de mi madre, y —cierto, soy un cachorro, ¿Porqué eso me sorprende?— me resbalé cuando traté de cruzar por mi cuenta y... ¡Oh no! ¡Madre! ¡Ella saltó a rescatarme! Me invadió la ansiedad y la necesidad de encontrarla, pero cuando volteé y contemplé el río, caí en cuenta de la realidad de mi situación.

Recordé oír a un miembro de la manada decir que no era la primera vez que cruzaban este sitio, pero normalmente era apenas un riachuelo tan poco profundo que incluso yo podría ponerme de pie en el fondo con algo de esfuerzo, y en sus momentos de inundación aún no era demasiado problema llegar al otro lado, al menos para los adultos. Esta vez, sin embargo, la cuenca estaba más desbordada de lo que nunca habían visto, y arrastraba todo tipo de obstáculos, desde ramas y troncos hasta rocas enormes que no tenían dónde anclarse, y el lecho del río estaría a no menos de 3 metros de profundidad. Hasta yo era capaz de adivinar que era imposible cruzar, pero el líder decidió recorrer la orilla en busca de un camino, y lo encontró: una serie de rocas gigantes atascadas a unos minutos río arriba. Todos se emocionaron y decidieron intentarlo, pero... La superficie estaba horriblemente resbaladiza, y perdí el equilibrio...

A decir verdad, en el fondo sabía que era imposible que ella sobreviviera, pero no soportaba la idea de perderla. De hecho, era muy consciente de que ella era la razón de que incluso yo siguiera vivo, ya que ella me protegió de la corriente con su propio cuerpo. Aún así, si había una remota posibilidad de que, como yo, ella encontrase su camino a la orilla, debía intentarlo.

Traté de correr, pero fallé al instante; no lo noté antes por la confusión del despertar, pero tenía una herida de apariencia bastante grave en mi pata trasera izquierda. Adiviné que no estaría corriendo en ningún momento próximo, pero no me di por vencido y avancé cojeando río abajo, con la esperanza de estar en la orilla correcta.

El retumbar de los truenos y el destello de los relámpagos me mantuvo nervioso constantemente, por lo que llevaba quizá una hora caminando cuando noté que el aguacero se había convertido en una llovizna. Agradecí el cambio, ya que facilitaba la labor de buscar los posibles rastros de mi madre, si existían, y redoblé mis esfuerzos; aún así, tardé otra hora en olerla. Casi olvidé mis propias heridas cuando corrí en la dirección del olor, en busca del calor maternal por el que ya estaba desesperado. Pero por supuesto, la realidad es cruel.

Apenas la reconocí al verla: su cuerpo, cubierto de suciedad y barro por el agua, había sido arrojado, flácido, a tierra en una pequeña bahía que la fuerte corriente no había afectado más allá de la suciedad y una leve corriente,, protegida por aquellos árboles de raíces extrañas que crecen del lecho del río. Estaba completamente cubierta de rasguños y moretones, y dos de sus patas se doblaban en ángulos extraños. Lo supe antes de siquiera acercarme, ya no había vida en ella. Inexplicablemente, pude ver unas extrañamente familiares partículas flotando alrededor de ella, como niebla que se dispersa. No sabía qué era aquello, pero mi intuición me dijo que no era.nada bueno.

Consciente de que era inútil, me acerqué y la acaricié con el hocico, sin respuesta. Su tranquilizadora y adictiva esencia era ahora abrumada por el hedor de la sangre y el lodo, pero sin importarme, me acurruqué junto a ella. Estaba fría y su pecho no se movía, pero ignoré aquellos detalles sin importancia. Aún me hacía sentir a salvo, aún podía dormir con ella. Sí, así es, todavía no...

Lágrimas rodaron por mis mejillas a la vez que el cansancio se apoderaba de mí y perdía la consciencia.

Un silencioso gruñido me trajo de nuevo a la vida. Sentí un empujón en mi costado, y me di la vuelta para encontrar un enorme lobo gris, sin una oreja, mirándome. Lo reconocí en seguida: uno de los cazadores de la manada. Él y el otro lobo que lo acompañaba fueron enviados en busca de mí y mi madre, pero no dieron con mi rastro hasta que la lluvia se detuvo. Tenía sentido que nos buscaran, desde que la cantidad de miembros de la manada se había reducido considerablemente cuando... Sentí una punzada de dolor en mi cabeza cuando trate de recordar la razón, pero no pude, mira recuerdos eran borrosos, pero estaba seguro de que algo malo ocurrió, y también estaba seguro de que era la misma razón por la que migrábamos. Me levanté y traté de caminar, pero mi pata trasera dolía aún más que antes. Fue entonces que sentí un mordisco en la nuca: el lobo gris me tomó del cuello. Me tomó por sorpresa, pero al instante recordé la diferencia de tamaño, y me dejé cargar, confiando completamente en los adultos. Colgando, eché una última mirada al cuerpo de mi madre, ya rígido, abandonado a la orilla del río. No quería dejarla de esa forma, pero sabía que no tenía opción; llevaba ya demasiado tiempo aquí, y ahora que la lluvia había cesado temporalmente, el hedor a cadáver atraería criaturas poco agradables a las que no se podían enfrentar con sólo dos de ellos, mucho menos protegiendo a un cachorro que aún no es capaz de valerse por sí mismo. Me tragué el dolor en el pecho y miré hacia adelante, hacia donde mis dos guardianes empezaban a correr sin el menor signo de titubeo.

Honestamente, yo no era más que un cachorro, tenía encima un par de meses, pero aún tenía que aprender a ser un adulto. Apenas estaba aprendiendo a usar el olfato y el oído, ni pensar en ir a cazar, y si normalmente no podía seguirles el ritmo, mucho menos cuando ni siquiera podía ponerme en pie.

El bosque era... Muy, muy húmedo, a decir verdad. La vegetación era casi demasiado verde y tupida, y aunque ahora no es tan densa como para evitar el movimiento, el terreno está siempre cubierto de niebla, pero también es algo bastante normal en la época de lluvias, el llamado ciclo Goran... Sufrí confusión al percibir información extraña y ajena en mi cabeza, pero el dolor de cabeza me impidió divagar en ello por más tiempo.

Los lobos avanzaron a una velocidad increíble, incluso tomando en cuenta que corrían por una apretada jungla y uno de ellos cargando un cachorro en el hocico. Corrieron por poco menos de una hora antes de detenerse al pie de un enorme árbol. El sitio no tenía nada realmente diferente del resto del bosque, excepto los lobos esparcidos a su alrededor, descansando. El lobo gris que me cargaba me bajó al suelo delante de un específico lobo que se había levantado a recibirnos. No se veía especialmente fuerte, de hecho el gris a mi espalda se veía más grande, pero al voltearme, lo vi con la cabeza baja, y entonces lo recordé. Él era el líder de la manada. No se veía mucho más fuerte que cualquier otro lobo alrededor, pero tenía un aura intimidante, noble y confiada a su alrededor que hacía difícil devolverle la mirada, y su pelaje blanco plateado sólo acentuaba aún más esa aura. Nervioso, lo vi agacharse y olerme. Su expresión se oscureció, y dejó escapar un lastimero aullido que me provocó escalofríos, pero al instante la tristeza me invadió, y de inmediato recordé. Este lobo es mi padre. Mi madre era la pareja del líder de la manada. Él debió haber olido lo que quedaba del olor del cuerpo de mi madre en mi propio pelaje. Quise acurrucarme cerca de él, pero me detuve después de dar un paso. Madre nunca me permitió demasiada cercanía a la figura que era mi padre, siempre lo estuve mirando de lejos. Sólo una vez salté sobre él para jugar, y aunque el líder no pareció molesto, ella me recogió de inmediato, me llevó lejos de él y me enseñó que debía verlo como líder primero y como padre después, y aquella lección grabada en mi mente me detuvo de intentar acercarme. Sólo me senté delante de él, con la cabeza baja.

Para mi sorpresa, sin embargo, un tirón en el cuello me levantó del suelo, fui cargado al pie del gran árbol y fui envuelto en brillante y empapado pelaje plateado. Tardé un par de momentos en procesar el hecho de que el líder —mi padre— se había echado a dormir y me acurrucaba entre su costado, cola y cabeza. Ambos estábamos empapados, pero sentí una calidez y amor que sólo había sentido antes de mi madre, pero ahora mezcladas con una fuerte nota de tristeza. Mi padre olía diferente y se sentía diferente, pero la sensación de seguridad y comodidad era la misma. Aquella tarde, por primera vez, sentí el cariño de mi padre, y me dormí en su abrazo.

***

Día 1 de Festo, año 911 de la era Suran

Un ajetreado día iniciaba en la gran ciudad de Iria, la capital del imperio del mismo nombre. La guerra no parecía haber siquiera rozado las vidas de sus habitantes, quienes realizaban sus labores diarias sin ninguna preocupación fuera de su rutina; aunque el hecho de que la ciudad estuviera casi completamente aislada de tierra firme probablemente contribuía.

De la zona más céntrica de la ciudad sobresalía un par de torres que flanqueaban un elegante edificio de un pristino color gris brillante: un templo dedicado al dios Irilio. En aquel templo residían sacerdotes, monjes, algunos de sus altos mandos, así como otras figuras importantes de liderazgo en la institución.

En la cima de una de aquellas torres, en una habitación de apariencia demasiado sencilla para el lujo del que realmente estaba hecha, y sobre una cama demasiado grande para la única persona que la usaba, se sentaba con las piernas cruzadas una hermosa mujer de largos y ondulados cabellos rubios, figura esbelta y alta estatura; vestía nada más que una bata de dormir traslúcida. Sería considerada una belleza impresionante, incluso agregando los cuatro cuernos, apuntando hacia arriba en formación de una corona natural, que crecían de su frente y sus sienes, que provocaban en sus espectadores más miedo que encanto. Sus ojos dorados, que hasta entonces permanecían cerrados, se abrieron de repente, y con una leve sonrisa, analizó en voz alta lo que acababa de ver.

– Bueno, tomó casi un mes, pero al fin desapareció esa señal plateada que me inquietaba, empezaba a temer que el equipo de transporte hubiera sufrido algún accidente. Sin embargo, ¿Qué es esto? Una señal oscura, mucho mayor, justo en la misma zona... ¿Es una coincidencia? No puedo estar segura hasta verla en persona, pero ya que carece de ese horrendo brillo... quizá pueda reclutarlo, sería un desperdicio tener que enviar otro morgram ahí de nuevo. Qué pena que no pueda ir de inmediato a conocerle.

Con movimientos fluidos se levantó de la cama, con la intención de dirigirse al baño, pero antes de poder llegar, un apresurado golpeteo en su puerta la detuvo en su avance.

– Adelante. –respondió, con ligera irritación en su voz. El obispo, que ingresó mirando hacia el suelo, percibió el enfado y, después de una rápida reverencia, se apresuró a dar el reporte que vino a dar. Ni siquiera su visión periférica alcanzó a la dama.

– Mi señora, perdimos la fortaleza de Cuenca Rocosa durante la noche.

La mujer frunció aún más el ceño.

– Explícate.

– Al parecer se las arreglaron para colarse durante la noche, acabaron silenciosamente con los vigías y masacraron a todos los soldados del interior que dormían. El reporte vino de uno de los supervivientes que tuvo la oportunidad de apoderarse de uno de los halcones mensajeros antes de huir, de otro modo nos habríamos enterado muchos días más tarde; el reporte no explica cómo se las arreglaron para ganar acceso, pero presumimos la presencia de un traidor.

– Envía otro Morgram de inmediato; asegúrate de que tenga la capacidad de barrer por completo ese maldito lugar, que ya estoy harta de luchar por él. Ordena un cambio de ruta: que las tropas avancen siguiendo el cauce del río Jahva.

– Como ordene, mi señora.

El obispo se retiró de inmediato, y nuevamente sola, la mujer dejó escapar un suspiro de fatiga antes de reanudar su camino al baño, preguntándose cómo podía sentirse tan agotada cuando apenas acababa de despertar.