Desde temprano tuve claro que los lobos no necesitamos más reconocimiento de nuestra identidad como individuo más allá de nuestra esencia y lo que percibimos, pero al poco tiempo empecé a sentir la necesidad de pensar en mis camaradas por algún nombre o apodo. Al líder no le di un nombre, ya que llamarlo "líder" era suficiente y lo más adecuado; el lobo gris que me encontró hace un par de meses le asigné Sax, Erd al otro que nos siguió ese día, y a los otros dos cachorros que entrenan conmigo, un macho y una hembra, los etiqueté de Jak y Kass. Jak tenía un pelaje marrón oscuro con manchas claras que bordeaban el color mostaza, y Kass... Tenía el mismo pelaje que Ron. No es de sorprenderse, pues es mi hermana.
No la reconocí al principio, pero hubo otros 3 cachorros aparte de mí que madre amamantaba, pero de 2 de ellos no volví a saber nada desde que iniciamos la migración. Considerando que sólo quedábamos 3 ahora, y uno era de padres diferentes... Decidí no darle muchas vueltas al tema, no importaba a esas alturas. Ya había fijado en mi cabeza la teoría de que algo muy malo pasó entonces.
A Kass la vi de nuevo cuando volví del río, pero no la reconocí hasta que mi olfato fue suficientemente agudo y recordé su esencia de cuando éramos amamantados por mi madre. Era una buena memoria para mí, pero ella no parecía reconocerme mucho desde el inicio de la marcha. Honestamente tampoco me molestaba, yo tampoco me sentía muy cercano a ella más allá del sentido de pertenencia a la misma camada.
Hacía más de dos meses que vagábamos en busca de un territorio en el que asentarnos. Desde que recuperé mi condición física, me adelanté a Jak y a Kass en el entrenamiento, y pronto me fue permitido salir también con el grupo de caza, aunque no participara activamente todavía. Sólo observaba de lejos y aprendía de las acciones, su estrategia y comportamiento. Cuando los veía abalanzarse sobre un boffel y derribarlo, no podía evitar pensar en lo imposible que sería una hazaña como esa si no fuéramos una manada, y sentía como me picaban las patas por unirme a ellos; pero conocía mis límites, y cualquier interferencia que cometiera sólo me convertiría en un lastre durante la caza. Al menos me permitían participar del banquete, aunque por supuesto que era el último en comer. Las lluvias ya habían bajado de intensidad, y aunque aún llueve todos los días, ya tenemos más tiempo para movernos mientras no llueve.
Ese día, mientras descansaba después de volver al campamento, buscando una siesta que no alcanzaba, observaba mis alrededores con aburrimiento, y me enfoqué en las motas de luz filtradas por los árboles que caían cerca de mí. Un fenómeno poco común que señalaba que la peor parte de las lluvias había pasado; como si no significara nada, recordé la brillantez que vi alrededor de madre el día del accidente. Había olvidado aquel recuerdo casi por completo, pero cuando lo recordé, sólo entonces fui consciente de que era una irregularidad; traté de descartarlo como un sueño o mi imaginación, pero sabía que no lo era, era algo que no se suponía fuera visible. Cuando me enfoqué en la idea y recordé la sensación en mí, pude ver que algo parecido brillaba en los lobos a mi alrededor, pero más compacto, más... Completo y entero. Sería eso signo de la muerte? No lo entendía enteramente, pero podría ser importante recordarlo, por si acaso. Esas partículas extrañas se comportaban de forma diferente en cada lobo, agresivo en unos, casi adormecidos en otros, algunos parecían querer desaparecer, otros daban daban la impresión de gran tenacidad, algunos más brillantes que otros; también podía ver ese brillo a mi alrededor, en los árboles y la maleza, aunque más tenue. Luego se me ocurrió mirarme a mí mismo, sólo para encontrar que las luces en mí se veían algo más puras y oscuras, más oscuras que ningún otro al punto que era difícil seguir viéndolas como luz, con un rastro de frialdad, y a la vez crecía tan lentamente que casi lo pasé por alto.
Fue entonces que una sola palabra surgió de la nada en mi mente: "gram". Sin saber explicar cómo, entendí un par de cosas en ese instante: que aquél era el nombre de ese brillo, y que, empezando por el hecho de que podía verlo, yo era diferente al resto de mi manada. No deje que la idea me asustara, pero algo de ansiedad sí me invadió, inevitablemente.
Con una repentina sed, me levanté y busqué el riachuelo del que nos habíamos estado abasteciendo los últimos días. Me incliné a beber agua, pero me quedé contemplando mi reflejo mientras lo hacía, y noté un pequeño cambio entre lo que veía y la imagen que recordaba de mi apariencia. Mi patrón de pelaje era de un gris brillante, un poco parecido al de mi padre pero más opaco. En el reflejo que me devolvía la mirada, aunque todavía era gris, en las raíces empezaba a ver un negro que no debería estar ahí. Me asaltó el miedo, pero comprendiendo que no había mucho que pudiera hacer al respecto a excepción de esperar que el progreso me diera una explicación, traté de calmarme y volví con la manada. No era un cambio evidente aún, así que no había problema de momento; asumí que con algo de tiempo pronto sabría si aquello era malo o bueno. Al menos no creí que hubiera nada mal con mi cuerpo.
Al volver, me planteé buscar el sitio del que me levanté antes, pero con cierta reluctancia a estar solo ahora, busqué alguno de los lobos que estuviera receptivo. Si bien yo no lo hacía con frecuencia, no era extraño entre nosotros retozar y jugar a menudo unos con otros. El olfato me llevó hasta Nohl, uno de los miembros del grupo de caza con el que no interactuaban mucho, pero su pelaje que alternaba negro y blanco en bellos patrones me atraía mucho; era joven, pero seguía siendo un adulto, y generalmente no me involucraba mucho con adultos aparte de líder. Titubeé un momento, pero me le acerqué por detrás, me acosté y puse mi cabeza a reposar sobre su cadera. Él no se movió más que un ligero temblor por el contacto repentino; debió notar fácilmente que yo estaba nervioso, pero me dejó descansar con él. Auxiliado por la compañía, mi mente se tranquilizó y caí en un estado de sueño que tanto necesitaba, los estresantes pensamientos desvaneciéndose en la nada.