Debo admitir que a menudo olvidaba lo joven que era; entre mi crecimiento a pasos agigantados y las confusas excentricidades de mi mente, no me sentía en absoluto como el cachorro que se supone que era, pero eso no significaba que no lo fuera. De esto me convencía cada vez que algo de mi entorno me maravillaba, cada vez que experimentaba algo nuevo. Novan, el nombre con el que al parecer se le llamaba a la época de nieve, me dejó tales impresiones contradictorias cuando la viví por primera vez.
No tengo idea de dónde saqué yo la expectativa de que Novan debía ser hermosa, una vista fantástica, pero tardé escasos 3 días en recibir un golpe de fría realidad. La nieve cayó un día de forma tan repentina que nos tomó a todos por sorpresa, a nosotros los más recientes cachorros aún más; el sol estaba a plena vista un momento, y al siguiente era cubierto por un gran vendaval de nieve que no permitiría siquiera un vistazo por los próximos meses. En cuestión de horas nuestra visión se había reducido a un punto en el que salir significaba perderse, ni hablar de ir a cazar. Fue una suerte enorme que durante los últimos días de sol encontráramos una cueva mucho más amplia; escondida en una hondonada a cierta distancia río arriba, por la entrada apenas cabrían 2 lobos uno junto al otro y estaba rodeada de arbustos. Cabíamos todos con espacio de sobra, la entrada estaba oculta y protegida del frío exterior, era maravilloso. Fue entonces cuando alabé la decisión de líder de seguir buscando un nido a pesar de ya tener la grieta.
En tales condiciones heladas comprendí con cada fibra de mi estómago porqué comíamos tan vorazmente cada vez que cazábamos. El hambre duele, muchísimo, y cuando tu cena no depende sólo de tu habilidad sino también de tantos factores externos como el clima, rivales o simple suerte, eres incapaz de saber cuándo podrás comer de nuevo.
Estuvimos encerrados por más de diez días, y para cuando pensé que moriríamos de hambre en vez de frío, la tormenta finalmente amainó un poco. No dejó de nevar, pero ya no cargaba tanta fuerza y nuestro campo de visión recobró parte de su capacidad. Apenas suficiente para poder salir a buscar el alivio para nuestros estómagos.
La manada entera avanzó por más de una hora, inútilmente. No me resultó extraño, considerando que la tormenta todavía arreciaba furiosamente, habría resultado más extraño encontrar presas fácilmente, por lo que cuando líder decidió que el grupo era demasiado grande y declaró separarnos en parejas y cazar presas pequeñas por nuestra cuenta, nadie protestó al respecto. Nos dividimos con fluída naturalidad, y terminé trotando en dirección a las zonas profundas del bosque con Nohl pisándome los talones. Los dolorosamente cortos días de sol que tuvimos antes de la tormenta fueron suficientes para familiarizarnos con nuestro territorio de caza, y había desarrollado una buena relación con Nohl, un entendimiento mutuo que él no tenía con los demás; yo tampoco conocía la razón, pero no tenía de qué quejarme. Funcionábamos bien, y eso era lo más importante.
Después de optar por la cacería en parejas, tuvimos algo más de éxito, encontrando liebres y otros animales pequeños; algunos reportaron haber visto boffels y derfens, pero era un suicidio cazarlos sólo con dos lobos presentes. Tomaría más que eso para llenar nuestros estómagos, pero al menos no aguantaríamos hambre, y no debíamos preocuparnos de guardar porciones desde que Jak y Kass eran ya adultos y parte del equipo de caza, dejando la grieta vacía en nuestra ausencia. Eso sí, debíamos invertir todo el día bajo la tormenta para obtener un botín decente. La poca visibilidad dejó las ocasionales cacerías nocturnas fuera de cuestión, y preferíamos acurrucarmos en una gran masa de pelaje que nos concedía precioso calor y noches de tan necesario sueño.
Ocurrió días después, cuando apenas empezábamos a acostumbrarnos a aquel estilo de caza. Me había separado brevemente de Nohl, unos minutos apenas, persiguiendo una liebre especialmente escurridiza, cuando un aullido de mi compañero alcanzó mis oídos. Cargaba con notas de auxilio, emergencia y de la presencia de enorme peligro. Retransmití el mensaje con mi propio aullido,, con la esperanza de que hubiera alguien cerca, consciente de que mi asistencia podría no ser suficiente y que no había tiempo para ir en busca de ayuda, y me precipité en la dirección en que escuché aullar a Nohl.
No me resultó difícil encontrarlo, especialmente con lo llamativo que era su enemigo. Allí estaba el lobo negro, con las garras hundidas en la nieve, gruñendo a una enorme mole llameante. Era un oso, parado sobre sus patas traseras, cubierto en llamas que la nieve no podía apagar y que al oso no molestaban. Al instante supe que aquél era un magram, y que los dos de nosotros no podríamos derrotarlo.
No me detuve a pensar en los detalles finos.sobre lo que un magram era y me lancé al encuentro del oso; no tenía idea de cómo hacerle daño, viendo que era virtualmente imposible acercarme, así que me enfoqué en evadir sus ataques. Lo vi dejar caer su pata sobre mi posición antes de estrechamente esquivar hacia la derecha; cuando me volví me encontré con Nohl, que corría hacia el otro lado del oso, siguiendo mi estrategia como si la hubiera practicado.
Desafortunadamente, no teníamos medios para atacarlo sin acercarnos, así que mi idea no tenía mucho más futuro que el de agotarnos, y el oso flameante lo sabía; traté de esquivar hacia atrás un manotazo, pero de sus garras surgieron lenguas de fuego que me golpearon y me hicieron rodar. La nieve amortiguó la caída y evitó que el fuego me hiciera daño, pero me aturdió por un momento que habría sido fatal de no ser por Nohl aún llamando su atención. Resbalé sobre hielo crujiente al tratar de levantarme, y fue al darme cuenta de la presencia de hielo bajo la nieve que una idea tomó forma en mi mente.
Miré alrededor para confirmar mis sospechas: un gran claro cubierto de nieve, sin el menor indicio de vegetación por una buena distancia. Escuché atentamente y noté el crujido aquí y allá donde el oso caminaba. Le ladré a mi compañero, notificándole la presencia de agua y esperando que entendiera mis intenciones, y corrí para regresar a la batalla. Esta vez no sólo estaba evadiendo, sino que estaba guiando al enorme oso al lago congelado. Había reconocido el sitio cuando miré alrededor, era un lago de tamaño considerable alimentado por una ramificación del río junto al que vivíamos, ubicado río arriba, y era bastante profundo. Por supuesto, sabía que el oponente no era estúpido, y como esperaba, no permanecía sobre el hielo por más que unos segundos, siempre moviéndose antes de que el hielo cediera, pero ya tenía un plan para eso.
Llevó varios aterradores minutos de bailar con la amenaza mortal que prometía el oso, durante los cuales logramos llevarlo deliberadamente a pasar por el mismo punto reiteradas veces, debilitando el suelo cada vez más, hasta que calculé por el sonido de fractura que no resistiría otro pisotón; sentía la ansiedad de que el oso percibiera también el estado de la superficie, así que decidí tomar mayores riesgos.
Tomé un poco de distancia, dejando a Nok a cargo por un momento, y apuntando al oso, aceleré con todas mis fuerzas, di un salto y, poniendo cada pizca de fuerza que quedaba en mí, embestí a la bestia en la cabeza con todo mi cuerpo. El pelaje en mi cabeza y espalda se encentió en llamas, y caí pesadamente a sus pies. El fuego, como creí, se apagó al contacto con la nieve; es probable que sólo él pueda efectivamente bloquear la nieve de esa forma. Aun así, seguía muy consciente de mi peligrosa posición pero muy mareado para moverme; entré en pánico al darme cuenta de que no lo había hecho caer y traté de alejarme, pero en el momento siguiente una mancha de negro pasó sobre mí y golpeó en el mismo punto que yo hace unos instantes. Con mi cabeza aclarándose, noté que la embestida era algo menos fuerte que la mía, pero los dos golpes consecutivos por fin lo hicieron caer de espaldas sobre el lago congelado.
El hielo no se partió de inmediato; creí por un momento que mi idea sería un fracaso, pero cuando la bestia trató de levantarse, grietas por fin se esparcieron desde donde se paraba, y al momento siguiente el suelo bajo sus pies colapsó, su figura radiante desapareciendo completamente bajo el agua. Aproveché la oportunidad para comprobar el estado de Nohl y huir, pero al alcanzarlo a la orilla del lago, descubrí que salió peor parado que yo: su frente sangraba, una de sus patas delanteras salió lastimada al caer, y por la confusión, mareos y dolor en su cabeza apenas podía pararse derecho. Me pregunté si sería mi cabeza realmente tan dura para no estar en las mismas condiciones, pero el movimiento en el agua me obligó a olvidar mis dudas y me enfoqué en alejarnos de allí. Nunca planeé derrotarlo, sólo quería comprar tiempo para que pudiéramos huir a salvo, pero incluso eso parecía ser imposible.
No habíamos avanzado mucho cuando el oso, con su pelaje rojizo ahora visto más claramente sin el fuego, salió pesadamente del agua, echando vapor por todo el cuerpo. Supongo que verlo congelado era mucho pedir. Traté en vano de acelerar cargando con Nohl, dominado ya por el miedo, sin planes de reserva y sin la voluntad de huir por mi cuenta, pero no había manera de arrastrar al lastimado Nohl conmigo. Justo cuando las lágrimas amenazaron con rodar por mis ojos, desesperado, un fuerte aullido de batalla alcanzó mis oídos, y el miedo que me invadía cesó en un instante. Le siguieron varios aullidos consecutivos, y tardé una fracción de segundo en recordar que, en efecto, yo había aullado por ayuda, y caer en la cuenta de que Nohl y yo habíamos estado luchando por escasos minutos, y que de alguna forma algún otro lobo había escuchado mi aullido de ayuda, habría buscado más camaradas. No habrían podido llegar en mejor momento.
Quienes habían llegado eran líder, Sax, y otros 2 lobos, uno marrón y otro gris oscuro, que no me habían dejado mucha impresión hasta ahora pero que eran parte del grupo de caza y conocía. Les había nombrado Fem y Leih, por ninguna razón en particular. Los cuatro inmediatamente acertaron la situación y rodearon al oso, que seguía echando vapor de su pelaje apagado. Ahora que temporalmente no tenía la protección del fuego, era más fácil hacerle heridas, y con 4 lobos más para atacar, la perspectiva era muy distinta así que dejé a Nok reposar a una distancia segura y me uní a los demás, entre más rápido acabáramos, mejor. Esta vez era líder quien lideraba el ataque.
Fue más difícil de lo que pensé, pero eventualmente lo hicimos caer. A mitad de la lucha llegó Erd con otros dos lobos, lo cual facilitó severamente la tarea, y poco después de derrotarlo, el resto de la manada apareció. Alguien debió predecir que aquí caería una gran presa, afortunadamente, porque no habríamos podido llevarlo de vuelta.
Aquella fue la primera vez que me enfrenté a un magram. Era consciente de que en el sitio del que veníamos eran comunes, pero yo aún era muy joven para luchar, y el líder mostró una habilidad suprema para evitar que nos encontrábamos con alguno inmanejable durante nuestra migración. Esa batalla me hizo comprender en los huesos lo implacable que era el mundo, y resolvió la duda que albergaba desde hace algún tiempo sobre cómo una manada de lobos se las arregló para poseer territorio en lo profundo de un bosque lleno de poderosos magrams donde sólo el más fuerte es capaz de sobrevivir; si con menos de diez lobos podíamos derribar un monstruo como aquel oso, ¿Qué habríamos logrado si fuéramos los treinta originales? Y si así era, ¿Qué tan grave fue el peligro para reducir la a este estado?
La carne tibia del oso llenó nuestros estómagos por primera vez en casi un mes desde que empezó la nevada, reduciendo severamente el estrés por conseguir algo de comida de los días que siguieron.
La tormenta de nieve se calmó en los días posteriores, y recuperamos una pequeña parte de nuestro estilo de vida. La peor parte de Novan había pasado.