El buitre se movía sigilosamente por la oscuridad de la noche valdiviana, ya antes otras ciudades habían sabido de sus hazañas, ¿un héroe salido de un comic? ¿O un villano, una mente retorcida, un delincuente desquiciado?. A él ya no le importaba aquello, se deslizaba por entre las sombras, equilibrándose perfectamente en los muros de cemento, siguiendo, asechando su presa, solo el destino sabría qué haría finalmente con ella, y siguiendo esta consigna continuó moviéndose como un espectro, rezando.
Soy el buitre
Soy el carroñero
Asechando
Esperando
Siendo presagio de muerte
Quitando esperanzas
Superviviendo
Alimentándome.
Entonces ocurrió, saltaron los engendros de la noche, energúmenos creados por la sociedad y la maldad humana, amenazaron con sus cuchillos a Talia, el buitre se lamió los labios, degustando su trofeo. Lanzo velozmente sin delatarse un puñado de bombas de humo, los delincuentes, confundidos, retrocedieron unos pasos, y fundiéndose en las sombras el buitre saltó sobre ellos, clavó sus puñales en las bestias y los desgarró en un vendaval de violencia.
Talia corrió, no se atrevió a quedarse mirando, corrió, embriagada por el alcohol y despierta tan solo por el miedo, el Buitre la persiguió hasta tumbarla al suelo.
-Se va si darle las gracias al Buitre, señorita-
Dijo dibujando una sonrisa invisible en su rostro enmascarado mientras devoraba con sus infernales ojos el rostro de su amada.
El extenso sonido del tren matutino terminó con su delirante y escabroso sueño, ¿o pesadilla?
Era momento de ir al trabajo.
Esos locos no sobrevivirían solos.