El letrero que había sobre el estrecho pasadizo indicaba claramente que había llegado a su destino, pero, como podría una sociedad secreta delatarse de esa forma, la idea le provocaba cierto escozor intelectual.
Siegger toco varias veces al portón metálico, hasta que por el otro lado abrieron una pequeña rejilla a la altura de los ojos.
-Contraseña- dijo el guardia con tono seco y severo.
-¿Contraseña?- pregunto el buitre revisando el mapa que el loco Ralph le había pasado.
-Pase- pronuncio inmediatamente el guardia cerrando la rejilla y abriendo el sonoro portón oxidado.
Siegger caminó lentamente por el pasillo, por dentro se veía igual que por fuera. El pensamiento de que había cometido un error al tomar con seriedad a un loco invadió su aguda mente más de una vez.
-Por aquí- indicó el guardia que lo había escoltado en todo momento.
Al abrir la siguiente puerta la sorpresa del buitre fue fatal, sintió una presión en el pecho que por poco lo tumbo fulminado al suelo. Era Talia, sentada en una ornamentada silla de madera, vestía un ajustado traje de cuero que jamás le hubiera imaginado vestir y estaba acompañada por un sequito de gente rara.
-¿Talia?!- exclamó Frank desesperado.
-Si...- respondió ella con desdén;- esa soy yo, pero aquí dime oráculo-.
-tu...- dudó un momento;-¿cómo es posible?-.
-Supongo que mereces una explicación-respondió con frialdad;- a los 15 años la Sociedad me reclutó...-.
-La popular y agraciada Talia, ¿en una sociedad de raritos?, sabes quién soy, esto debe ser una trampa- vociferó Siegger, asumiendo otra vez la posición de Buitre, su sonrisa confiada se retorció en furia, ira, nadie aquí saldría ileso;- esto es una locura, ¡trajiste la policía acá!, ¿colaboras con ellos?-.
-Tengo un poder especial, cómo tú- continuó Talia haciendo caso omiso a los alardeos y amenazas de su antiguo compañero de universidad;- no podemos dejar que el Gremio de Asesinos se haga con los portadores de magia-.
-¡Talia!, ¿magia?¿poderes?, ¡eso no existe!, ¡dejen esta maldita broma de una vez y salgan a matarme!- gritó exigiendo una explicación a la mujer que amaba, la desesperación de no entender la situación parecía aplastarlo, primero aquella consulta, la presencia de aquel monstruo que lo perseguía, y ahora... ¿Talia?.
-Tranquilízate Siegger, no hay ninguna trampa, ningún policía- pronunció esbozándole una leve sonrisa;- el Gremio de Asesinos ha existido desde los comienzos de la civilización, han reclutado forzosamente a aquellos individuos que pudiesen usar "magia", esta magia es sencillamente una habilidad especial que nace del alma, como mi "clarividencia" o tu "súper oído". Con este poder el Gremio ha guiado el destino de la humanidad. Hace 200 años, cuando la revolución industrial estaba en su apogeo, se formó la Sociedad del Árbol Eterno, un conjunto de personas que mediante el entrenamiento y el reclutamiento de usuarios de magia tratarían de hacer frente al Gremio, en el noble intento de salvar al mundo y la humanidad del camino del materialismo y falsa moralidad que reina en el mundo capitalista-.
El Buitre guardó silencio, procesando rápidamente toda esa información, parecían patrañas, pero algo dentro de sí le parecía familiar, aun así, no podía creer que por más de 12 años Talia le hubiera ocultado aquello, entonces su juego de acechar y cazar era absurdo, ella siempre estuvo en una posición más arriba que él, no importaba cuantos Diplomas y Doctorados acumulase, ni cuantos cementerios llenase de cruces, siempre fue y sería inferior a ella, como Frank Siegger, como el Buitre.
Respiró hondo.
Se calmó.
-Me dices que todo aquello que decía, por aquello que tú y tus amigos me aborrecían, que mi declaración de que todo se reducía a un problema demográfico, que la vanidad del humano no le haría posible subsistir a sí mismo- se llevó una mano al cabello y lo peinó como pudo, mientras su sonrisa se torcía y ampliaba, dando paso un recital de carcajadas que a cualquiera hubiera sonado repulsivo;-me dices, que siempre estuviste de acuerdo conmigo, que siempre tuve razón para ti-.
-Exactamente- le respondió Talia, tratando de no mirar su grotesco espectáculo.