«No estén apegados al dinero; más bien confórmense con lo que tienen en el presente; Dios es el que te dice: "Nunca te dejaré ni te abandonaré".«.
Hebreos 13: 5.
Último año de secundaria es un honorable título en la institución, donde se comienzan a separar los alumnos en cuestiones de sus habilidades o metas para la universidad. Por lo tanto, mientras David y Saúl se encontraban en literatura –ya que ambos se relacionaban a una clase general de muchas universidades–, Jonatán se encontraba en el laboratorio de química en el último piso del edificio –debido a su decisión de aplicar para el área de salud–.
Los estudiantes observaban el desánimo en el instructor de laboratorio, este igual al resto de colegas sentían un vacío sin la presencia de Levi –quien al ser el más joven era quien mantenía la diversión entre ellos–. Para los alumnos, el no contar con la presencia de Levi, había desarrollado una complicación en los temas y en la actitud de los docentes por lo mencionado con anterioridad: Último año de secundaria es la introducción a la vida universitaria. Sin Levi, los docentes comenzaron a manifestarse con rudeza como lo harían uno que otro licenciado universitario.
—Demonios, desde que Levi se fue todos los profesores se han convertido en zombies —murmuró un chico, observando desde el último mesón al instructor.
—El de lógica simbólica ya ni siquiera sonríe. Se ve tétrico.
Jonatán escuchó a medias la conversación, estando a un par de asientos de distancia. Ciertamente, había notado que la ausencia de Levi afectaba de sobremanera, más al ser en ayudante de este profesor en especial.
A Jonatán le interesaba el tema del día, rozando con el área que química orgánica, pero su desventaja era estar en los últimos asientos y tener, en su mayoría, compañeros altos. La única ventaja que poseía en esos momentos era la salida de emergencia.
—Profesor —llamó un estudiante con cierto aspecto de temor en su rostro—. Profesor, ¿es normal que esto burbujee?
Jonatán amplió la mirada, estupefacto al verlo huir hacia el corredor en busca de un extintor. Por supuesto, el resto de estudiantes se quedaron paralizados hasta que Jonatán huyó por la salida de emergencia. Fue suficiente para que reaccionaran a escapar del laboratorio.
La primera ley en química, sin importar si se es un experto o estudiante, es huir cuando el encargado huye también, ya que son reacciones que ni el mismo instructor es capaz de controlar porque está fuera de sus conocimientos. A cada alumno, desde un comienzo, se le indica que no intenten ayudar a algún herido y que no vuelvan la mirada hacia atrás hasta que estén seguros; si te nace ayudar a un caído, será bajo tu propio riesgo de quedar atrapado con el problema que los obligó a evacuar.
La mayoría de accidentes sucede por la irresponsabilidad del estudiante y en este caso, al ser de secundaria, será problema del instructor a pesar de que el culpable fue el estudiante por no seguir las instrucciones desglosadas en el pizarrón. Hay cosas –más en un laboratorio– que no pueden ser una broma y menos, cuando la química orgánica aplica al ser tan explosiva en ciertas reacciones.
Saúl y David, observaron a todos los estudiantes que venían desde arriba. El profesor, al ver al instructor corriendo en primer lugar con el extintor –en caso de que un estudiante llegase a ameritarlo– sintió que el rostro se le empalideció. Lo siguiente fue escuchar la explosión del primer frasco, porque era seguro que habría una reacción en cadena con los demás –si el resto llegaba a la misma temperatura que el primero–.
Luego de unas horas se concluyó que los estudiantes no volverían hasta el lunes y ese día era jueves, ya para terminar la jornada. No ocurrió nada grave, de hecho, a pesar que todos los frascos explotaron no causó ningún daño material al laboratorio; sin embargo, la sustancia podría causar alergia a ciertos estudiantes por lo que era mejor si se cancelaban las clases del viernes, para tener todo el fin de semana y limpiar adecuadamente.
David aprovechó la oportunidad para visitar a Paris, la cual se encontraba enferma según un último mensaje de texto por la noche. Caminar un par de cuadras parecía hacerle un bien al no tener al entrenador exigiéndole correr; pero la tranquilidad del momento y el estar solo fue difícil. Si David debía pensar detenidamente en cuántas personas tenía de su lado, solo podría contar con Esther al ser la única quien seguía hablándole.
De cierta forma, parecía ser suficiente para David. Su madre era la persona más importante en su vida.
[. . .]
Paris se cubrió la boca para toser mientras salía del instituto. Se acomodó muy bien su suéter observándose por el reflejo del vidrio, ya que por ningún motivo se debía ver lo que ocultaba debajo del mismo. Se encogió al escuchar las risas de sus compañeras, las cuales no parecían ser dirigidas hacia ella, solo que para Paris era incómodo.
Se encontró con la sorpresa de ver a David, sentado en el césped con la espalda encorvada y un libro casi pegando con la punta de su nariz. Muchas de sus compañeras lo observaban como si fuese el único hombre del mundo; pero de cierta forma, era el único que parecía ser alcanzable para ellas. Así como el instituto de varones poseía una enfermera, el de mujeres tenía un enfermero a cargo y este, poco le importaba los sentimientos de las jóvenes que coqueteaban con él.
Paris se quedó un momento observando el comportamiento de sus compañeras. Algunas pasaban de largo la existencia de David, otras intentaban llamar su atención y este parecía ser otro enfermero apático –sin reconocer que era el libro lo que mantenía desenchufado a David–. Fue entonces que una de ellas se atrevió a acercarse más que cualquier otra y esa fue la estudiante francesa.
David se asustó con su presencia causando una simpática risita en Paris quien seguía observando desde lejos. No escuchaba nada, ni siquiera porque su compañera llegaba a ser escandalosa, pero eso no era lo que buscaba conseguir con espiarlos.
«Así es como se ve». Pensó, ladeando la cabeza en el intento de buscar un mejor ángulo de la situación. Observó sus manos, desde el dorso y las palmas hasta la punta de sus dedos. «Bueno... puedo intentarlo».
Paris volvió la mirada al vidrio de la puerta para arreglarse algunos mechones rebeldes. Había conseguido la información suficiente de ambos y para ella, era muy importante seguir practicando. Para la suerte de Paris, solo Levi había conseguido descifrar sus problemas.
David continuó leyendo una vez que la chica se marchó. Ella preguntó por la ausencia de Levi a lo que, simplemente, David indicó que no sabía nada al respecto.
—¿Qué haces aquí? —Preguntó con dulzura, sin forzar demasiado la voz.
—Hubo un intento de "homicidio" por parte del instructor de química, así que, no tendré clases hasta la siguiente semana, pero como hoy es jueves no será mucho el feriado.
—Esas cosas nunca han sucedido aquí. —Rió cuando David lo hizo igual—. Hoy tengo que ir a comprar un vestido, ¿quisieras acompañarme?
—Por supuesto. —Se estiró luego de haber pasado tanto tiempo encorvado—. ¿Tienes alguna cita?
—Oh, no, nada que ver —respondió avergonzada—. Se aproxima el reinado de las flores y soy la representante de mi salón.
—Ustedes parecen divertirse mucho más que nosotros —admitió entre risas—. La única participación que tenemos en relación a escoger, solo es cuando se hace el novio y la novia de los colegios hermanos.
—¡Oh, me encanta esa celebración! —Esbozó una amplia sonrisa, antes de unir sus manos—. Desde que soy una pequeña he soñado con ganar el concurso.
—¿Te parece si nos vamos ya? —Susurró, tomando su mochila para levantarse.
—¿Te encuentras bien?
—Sí, estoy bien. —Le sonrió ampliamente.— Simplemente, esa expresión me hizo acordarme de alguien.
No demoraron más. Con el primer autobús que llegó a la parada fueron al centro comercial, que al mismo tiempo era una de las terminales de buses. La construcción era enorme, pero jamás anticuada. Cada tienda era diferente y ninguna se encontraba vacía ya que el dueño del centro comercial se encargaba minuciosamente de elegir a sus clientes, alquilarles el espacio y seguir las ventas de lejos. El lugar siempre parecía estar lleno.
Luego de entrar a la primera tienda de ropa, Paris se tomó su momento para escoger los mejores e ir al probador. David se quedó cerca, continuando con su libro en lo que esperaba. En cuanto Paris salió ambos soltaron una pequeña risa al verse.
—¿Nunca te quitas el suéter?
—Solo para lavarlo —respondió antes de dar un giro.
—Te ves fabulosa. Bueno... —Arqueó la cejas—. Seré honesto que de cintura para abajo, porque es todo lo que veo.
—Mi objetivo es combinar el suéter con el vestido, pero supongo que con este me veo fatal.
—Te sienta bien el amarillo. —Sonrió al ver el hermoso tono del vestido—. ¿Que tal si lo usas en la graduación? ¡Te verás increíble!
—Me siento cómoda con este —murmurlló, antes de observarse en el espejo—. Sí, lo compraré.
—Ahora solo resta conseguir el del reinado —expresó burlón, observándola sonreír.
—Supongo que no me queda de otra... Buscaré otro vestido y lo usaré sin el suéter.
—De acuerdo, aquí te espero.
—Eres el típico esposo americano de las series de la televisión. —Rio junto a él al ver los parecidos—. Te quedas esperando a que tu hermosa esposa termine las compras.
—Margaret, ¿dónde esta mi cerveza? —Imitó lo dicho con un tono profundo y autoritario.
—Basta, basta. —Sus risas comenzaron a llamar la atención de los compradores—. Ya regreso... querido. —Se rieron una vez más.
David se sorprendía de lo muy bien que ambos se llevaban. Se impresionaba por la facilidad con la que se hizo amigo de Paris, más al saber que ambos tenían gustos en común. Ambos parecían fluir sin incomodidades, a pesar de los leves accidentes en la clase de danza.
La sonrisa de David se desvaneció al recordar a Jonatán. Luego de leer tantas confesiones de personas dentro de la comunidad entendía un poco a la propia de transexuales; sin embargo, nunca se imaginó que Jonatán estaría viviendo tras un closet durante todos esos años. Para David, era casi seguro que la familia de Jonatán aceptaba su orientación y solo pensar en ello, lo hacia sentirse solo. Jonatán era como el pequeño porcentaje que obtenía un final feliz.
—David.
—¡Perdón! Me quedé... —Su mirada se amplió al ver a Paris.
—¿Qué te parece? —Esperaba desde la puerta por una respuesta, sintiéndose apenada con el vestido.
—Te ves... —David, no encontraba las palabras para expresarse.
—Deja que me cambie para que nos vayamos a otra tienda; este vestido es demasiado para mí. —Se giró, dándole la espalda al contrario.
—¡Oh, dulce Señor!
—¡¿Qué viste?! —Se alarmó, volviéndolo a ver con pena. Ambos se ruborizaron mientras Paris procuraba cubrirse—. ¿Qué fue lo que viste, David?
—Apoyo la noción de irnos a otra tienda, pero te juro que no vi nada malo. —Cubrió sus ojos, inclinándose hacia delante para evitarla a toda costa.
Paris poseía un hermoso cuerpo de modelo, de figura esbelta –gracias a su dieta–, lo suficientemente alta y de movimientos agraciados. David reconocía que era hermosa, pero con este último vestido afirmó que no se sentía atraído hacia ella.
A pesar de haber conseguido quitarse el suéter, el vestido cubría toda la parte frontal desde su cuello hasta los brazos por las mangas; sin embargo, al darse la vuelta David presenció un gran escote desnudando en forma de rombo el centro de su espalda. La tela moldeaba su figura quedando muy pegado a su cuerpo. David no quiso ser insensible, pero tal escena no fue de su agrado.
—Mis padres trabajan para esta empresa, pero jamás había entrado a una de sus tiendas —murmuró al ver el gran espacio que ocupaba.
—L'amore es el mejor lugar para encontrar de todo —comentó Paris, jugando con su bolsa de compras—. Un día espero poder trabajar en esta hermosa empresa de la moda.
—No sabía que te gustaba la informática. —Centró su vista en Paris, notándola muy confundida—. Voy a ser honesto, es la primera vez que entro aquí. Lo único que hacen mis padres es administración y distribución de pedidos.
—¡Oh, con razón! —Cubrió su boca, antes de toser—. El edificio principal está dividido en zonas, pero ¡me sorprende mucho saber en dónde se encuentran tus padres! —Caminaron al interior de la tienda mientras explicaba lo que ella conocía del lugar—. Se dice que es la parte más alta de la empresa y la última planta es donde se encuentra el dueño, y solo ahí trabaja la sección de subjefes junto a los candidatos para sustituir al dueño cuando se jubile.
«Ahora que lo pienso, Lucas también trabaja ahí, pero creo que...».
—¿Hay alguna área con cintas métricas o algo por el estilo? —Consultó al recordar la última ocasión en que vio a su tío.
—Esa es el área donde quiero trabajar —confesó con alegría—. Se encuentra en los primeros pisos, no es mucho, pero es muy importante para mí. Se encuentran los modelos para los comerciales o pasarelas, la sección de los italianos encargados de administrar las telas y materias primas ¡y por supuesto, los diseñadores franceses!
«Vaya, vaya, así que, Lucas trabaja en la parte más baja del edificio». Pensó con malicia.
—¿Tienes algún otro familiar trabajando ahí? —Preguntó con un brillo en sus ojos—. Me gustaría mucho si representa en ese área.
—Mi tío... —Tomó aire antes de soltarlo—. No estoy seguro de a qué área va, pero con su actitud malvada y pretenciosa, estoy casi seguro que está por esa sección.
—¿Tú crees que soy malvada y pretenciosa?
—¡No, no! —Agitó las manos y negó bruscamente con la cabeza—. ¡Mi tío es así! Siempre planea maldades en mi contra, es muy malpensado y siempre hace sentir mal a mis padres con su presencia.
—Lo más probable es que tenga una doble personalidad —comentó, buscando entre los cientos de vestidos disponibles en su talla—; porque nunca he escuchado que en esa sección sean de esa forma, ¡al contrario!, son el área más amigable y divertida.
—Definitivamente, ese vestido gris te hará ganar —aseguró al ver el que Paris alzó de su lugar.
—Ya regresó —informó encantada. Se veía mucho más feliz que en las otras tiendas.
Paris se observó en el espejo del vestidor una vez que se cambió. El vestido la hacia verse hermosa, elegante y no cabía duda que se había enamorado con su apariencia de cintura para abajo. En sí, el vestido lo compraría aunque tendría que conseguir un nuevo suéter que cubriese sus brazos y cuello. No pensaba salir a mostrarle a David, no era necesario.
Paris fue la primera en conseguir transporte a su hogar después de salir del centro comercial. David estaba esperando en la banca con el resto de personas, cuando vio el Chevy Malibu '64 pasar lentamente al primer túmulo de salida.
«¿Por qué?». Se preguntó al tener la atención del conductor, dejando que el auto pasase a medias. «¿Por qué el mundo es tan pequeño?». Se preguntaba cuando sus miradas se encontraron entre la oscuridad de la salida. «Levi... lo siento mucho».
Levi continuó su camino cuando su padre preguntó por su repentina parada. No obstante, observó una última vez a David antes de acelerar.
[. . .]
Al regresar a casa sus padres lo estaban esperando para cenar, a lo cual se negó sin dar explicaciones. Benjamín observó la preocupación en su esposa, por lo que suspiró luego de bajar –en primer lugar– el cuchillo sobre la mesa.
Hace un par de días que David no subía al techo de su casa, incluso en eso había perdido mucho ánimo por los actuales agobios. Dios no parecía ser fácil de convencer en pedir una simple conversación, señal o una manera de obtener respuestas. David, comenzaba a perder las esperanzas de obtener un consejo justo en ese momento de mayor necesidad.
Luego de esos últimos días sin verlo, justo cuando vio los grises ojos de Levi observarlo con sorpresa, su corazón se aceleró. La oscuridad de la noche parecía iluminarse con los faroles de su auto y ese par de hermosos ojos. David no podía resistir más, estaba tan cerca de perder la cabeza por esa duda constante. Un par de ojos logró estremecerlo, la sorpresa en su rostro causar que llorase todo el camino a casa y que su corazón, latiera dolorido con los recuerdos.
—David —Benjamín llamó con gravedad, tocando la puerta primeramente, suave.
David no deseaba enfrentarlo en ese momento, si tuviesen que hablar del porqué había estado usando maquillaje. En ese momento, solo deseaba salir por la ventana y encontrarse en su zona de confort.
Un repentino mareo invadió su cabeza evitándole la salida de su cuarto, ante eso sus ojos se abrieron ampliamente y trató de mantener la compostura. No era posible de que, después de tanto tiempo en la misma rutina, ahora sería privado de ir al techo. Si Dios lo abandonaba era el final de todo.
Benjamín regresó con las llaves de repuesto al no obtener una respuesta por parte de David. No necesitaba esperar golpeando insistentemente la puerta, solo entraría y hablarían de lo que tuviesen que enfrentar en ese momento. En cuanto abrió la puerta, Benjamín se espantó al verlo intentar salir por la ventana –lo cual tomó como un intento por suicidarse saltando–.
—¡David, ¿qué demonios estás haciendo?!
De igual forma, no esperó ninguna respuesta para entrar apresuradamente y abrazarlo con fuerza para traerlo devuelta al interior del cuarto. Una vez que se encontraron en el suelo con el corazón latiendo con fuerza, Benjamín escuchó el sollozo de su hijo.
Esther llegó alarmada por el grito de su esposo. No logró comprender qué estaba pasando, por qué su hijo estaba llorando y la causa del mismo para ocultar su rostro. Benjamín intentaba hablar con él, encontrar las respuestas, pero David no estaba dispuesto a responderle.
—David, ¿qué sucede? —La dulce voz de Esther logró llamarlo, calmando su angustia—. Responde, por favor, responde qué sucedió.
—Solo quería... subir al tejado —balbuceó, sin permitirse dirigirle la mirada.
—David...
La pareja quedó horrorizada. Esther hizo su mejor esfuerzo en quitarle las manos del rostro y lo único que se encontraron, fue el maquillaje corriéndose con las lágrimas. Benjamín se levantó furioso, golpeando contra la pared a puño cerrado.
—¡Te lo dije! —Gritó con fuerza, asustando a David—. ¡Te dije que algo malo ocurría!
—Benjamín, por favor, no te alteres —pidió con suavidad, tratando de calmar a un nervioso David.
—¡Esther míralo! —Cubrió su boca al ver lo mal que se miraba su hijo, tan enfermo como si lo hubiesen descuidado durante años—. Llamaré a tu hermano, Esther, lo siento —expresó entrecortado al verlo detenidamente.
—Lo sentimos, en verdad, lo lamentamos mucho —expresó titubeando, llegando a abrazarlo—. No me daba cuenta de lo mucho que estaba afectando. Sé que trabajamos demasiado, pero nunca lo pensé...
—Mamá, no... —Con la respiración agitada, el menor se aferró con mucha fuerza de su progenitora haciéndola sentir lo mucho que estaba temblando—. No es eso...
—¿Puedes decirme qué sucede? Habla conmigo. —Al instante David negó con la cabeza—. Lo hablaremos cuando estés preparado, tesoro. Tú sabes que siempre estaré de tu lado.
—Por favor, mamá... —Susurró casi inaudible, dejando escapar sus lágrimas con intensidad—. No digas algo que tal vez no vayas a cumplir.
—David...
—¡Seré un chico bueno! ¡Seré un chico bueno! ¡Te prometo que seré un chico bueno! —Lloró dolorosamente con cada recuerdo que tenía de sus amigos, quebrándose entre los brazos de su madre—. Leeré la Biblia, haré todas las tareas de la casa, seré un buen estudiante, haré todo lo que quieras...
Ocultó su rostro en el pecho de su madre, soltando todas sus lágrimas sobre su hermoso vestido. Las arcadas comenzaron su aparición y David se aferró de los hombros de Esther, sintiendo su cuerpo estremeciéndose con la necesidad de vomitar todo. David estaba ahogándose sin encontrar la manera de llenar sus pulmones nuevamente de aire; sin embargo, no dudó en volver la mirada en su madre.
—No me odies, mamá, por favor... No me dejes solo... Seré un chico bueno.