«Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena».
Génesis 1: 3-4.
La siguiente clase era un verdadero dolor de músculos siendo educación física, la cual podía ser considerada una de las materias que David reprobaba constantemente en los últimos años.
—Creo que ahora no te tienes que preocupar de ser el más enano del grupo —Saúl susurró a David.
—Tampoco ser el más joven —añadió David a favor.
—¿Cuántos años tienes? —Preguntó Levi a Jonatán con curiosidad.
—Dieciséis —respondió con una sonrisa, meciéndose de un lado a otro.
—Ahora, me siento viejo —Saúl exclamó. Tanto él como Levi se rieron.
—¡Formen cinco filas! —Gritó el entrenador luego de soplar su chillante silbato—. Tú, vete a sentar y comienza a darme un resumen de la relatividad de Albert, que mi hijo lo necesita para mañana. —Señaló a Levi, quien se movió a su asiento muy lentamente.
—Uy sí, que chiste, terminaré en menos de media hora —le habló al adulto mientras pasaba a su lado.
—Quiero que lo ilustres.
—O sea, ¿qué estudia su hijo para que le pongan estos trabajos? Espere a que me quiten el yeso y no vera si...
—Me dijeron que hay un nuevo. —Ignoró a Levi en lo que leía una nota.
—¡Soy yo entrenador! —Saltó Jonatán con la mano alzada.
—¡Estupendo! —Expresó el hombre con asombro—. Fue un gran salto, ¿cuál es tu nombre, muchacho?
—Jonatán, señor.
—Bien, empiecen a calentar y luego los quiero ver corriendo por la pista.
En el momento que se formaron para correr, después del calentamiento, Jonatán empezó muy bien con el entrenador que lo tenía en la mira al ver la velocidad que había alcanzado en tan poco tiempo.
Luego de cuatro vueltas creyó que la suerte del joven acabaría, pero este no se detuvo por ningún motivo y tampoco demostraba signos de agotamiento; en realidad, Jonatán estaba tan lleno de energía ese día que se veía fresco. Al final de media hora, todos se estaban quejando del dolor en las pantorrillas ya que solo eran diez minutos de corrida.
—Ah, es cierto, disculpen a las doncellas. —El entrenador seguía observando a Jonatán que no había parado en todo ese tiempo—. Ya pueden detenerse.
—¡Pero no estoy cansado, entrenador! —Gritó Jonatán del otro lado de la pista—. ¡¿Puedo seguir corriendo?!
—¡Vamos a defensa personal! —Le gritó.
—Maestro... —Jadeó David al acercarse—. Él es hiperactivo... Creo que no le gustará defensa... Deme un momento, necesito respirar —pidió antes de que una terrible tos se adueñase de su garganta seca—. Ah, en realidad, no creo que sea buena idea. Si alguien lo llega a lastimar por descuido, podría reaccionar mal.
—¿Defensa personal? —Preguntó Jonatán al acercarse al entrenador.
—Creo que contigo utilizaré boxeo. —Frotó su mentón al verlo, sin observar la palidez en David por su elección—. Eres muy bajo, pero rápido y te ves fuerte.
—¿Boxeo? —Comenzó a dar saltos— Entrenador, entrenador dígame, ¿qué es el boxeo? ¿Puedo correr en el boxeo?
—Ah, Jonatán... Tranquilo, no puedes alterarte tanto... —David trató de relajarlo—. ¡Ah! ¡Calambre! —Se retorció antes de caer al suelo, mientras su amigo trataba de ayudarlo.
—Siento que al fin encontré a mi favorito —Murmuró el entrenador sin despegar la mirada del menor—. Tu hiperactividad no es ningún problema. Vamos a deshacernos muy bien de toda esa energía y fuerza fresca.
[. . .]
Todos se encontraban frescos, luego de una ducha fría, para la clase favorita de Saúl, educación artística, donde el talento bruto es el que cuenta en el escalón de los sueños y metas.
El profesor de la clase trabajó en el salón de usos múltiples para sus estudiantes, inmediatamente, Saúl fue a saludarlo y entablaron una pequeña conversación, mientras esperaban a que todos los alumnos estuviesen presentes.
—¡Buenas noticias, hoy tendremos danza! —Informó Saúl al regresar con su grupo de amigos—. Se supone que, como somos último año, se va a organizar un baile al final del año con el instituto vecino de señoritas. Tenemos que aprender a bailar vals.
—¡Oh, oh! Yo sé bailarlo. —Levantó la mano Jonatán mientras saltaba.
—¿Sabes bailar vals? —Preguntó Levi con un tono grave de voz, llamando la atención del contrario, como si estuviese siendo puesto a prueba.
—¡Sí sé! —Respondió determinado.
—¿Puedes hacer giros con las damas? —Nuevamente preguntó.
—¡Sí puedo! —Juntó sus puños.
—¿Bailarás con muchas señoritas en el baile?
—¡Sí! ¡Sí que lo haré!
—¡Entonces ve y consigue una pareja hoy!
—¡Eso haré! —Gritó antes de correr hacía el profesor.
—Ese niño es tan inocente —dijo Saúl al verlo tan animado—. Hasta siento pesar de que le vayan a pervertir la mente.
—No eres el único... —Añadió David entre suspiros.
—Por tres —concluyó Levi—. Aunque de santito no tiene, si casi me pide ver si estaba circuncidado.
—¡Atención! —El profesor llamó a todos y se reunieron a su alrededor, menos Levi que se fue a sentar—. Como deben saber ustedes son último año, así que, se estima de que tengan lo mejor en su fiesta de graduación y como tenemos a las encantadoras vecinas de la hermandad entre colegios, todos tendrán una pareja.
—¿Empezaremos a practicar hoy? —Interrogó un alumno.
—Sí, justo ahora. —Se volteó—. ¡Señoritas pasen adelante!
El grupo de mujeres ingresó desde la puerta de salida. Todas vistiendo su uniforme con la falda llegándole por debajo de las rodillas y con coletas altas en su cabello.
Muchos chicos murmuraron lo hermosas que se veían, pero David se quedó inmóvil en su lugar sin saber cómo sentirse. A él le parecían lindas, aunque no lo suficiente como para atraer su atención directa y había un varón aparte del mismo David que parecía pensar lo mismo que él, y ese era, aquel a quien humillaban todas las tardes al verlo salir tomado de la mano de su novio.
En ese momento giró su mirada hacia Levi, quien también observaba a las estudiantes, solo fue cuestión de segundos para que sus miradas se cruzaran ya que Levi apartó la mirada de las señoritas para verlo a él.
—Ya que todos están reunidos tenemos que aceptar la pequeña diversidad que siempre existirá en el mundo y es completamente aceptable en este instituto —informó el profesor, rompiendo la conexión entre los varones—. Nadie, no quiero que ninguno de ustedes, divulgue la privacidad del resto. Todo lo que se vaya a descubrir aquí, se queda en este salón, ¿entendido?
Al unísono todos aceptaron. Último año debía poner siempre el ejemplo a los otros cursos, aunque entre ellos mismos se atacasen a escondidas de los superiores.
—Levanten la mano los que no desean ser emparejados con su sexo opuesto, en pocas palabras, ¿quiénes pertenecen a la comunidad LGBT? No se queden cortos, hay más orientaciones y yo los acepto a todos por igual, pero necesito emparejarlos hoy.
Nadie levantó la mano por un lapso de minutos, hasta que el único varón confirmado levantó su mano.
—Vamos, no sean tímidos, prometo que no serán discriminados. ¡Anímense! —Pidió en lo que llamaba al joven para colocarse a su lado—. Lo siento, sí es algo personal y lo entiendo. Más de alguno aún deben seguir encontrándose en este mundo, por eso, tienen hasta mitad de año para cambiar de pareja conforme a como se sientan.
—Profesor, nosotras. —Un par de chicas levantaron con algo de desconfianza la mano.
—Si no hay problema quiero bailar con ella... —Aclaró la otra con igual temor.
—¡Muy bien, no se preocupen! Esto queda entre nosotros. —Sonrió el profesor—. ¿Alguien más?
—¡Aquí maestro! ¡Desde que preguntó estoy con la mano alzada! —Gritó Levi desde su asiento.
—Lo siento, no te vi. —Rió el señor antes de acercarse—. ¿Tienes pareja?
—No, pero como dijo, tengo hasta mitad de año, así que... —Apartó la mirada al reciente grupo de señoritas a las que llamó su atención—. Por ahora practicaré con cualquier dama que me toque.
—Estoy dispuesta a bailar con él. —Inmediatamente, una chica habló con un pronunciado acento francés—. Veo que estamos en las mismas condiciones, chico de cabello nocturno.
—Oh, la la, estudiante de intercambio. —Sonrió con la misma picardía que ella al escucharlo—. Nos llevaremos de maravilla, hay que contarnos chismes. —Logró hacerla reír, antes de que tomase asiento al lado de Levi.
—Profesor... ¿Importa la edad de la pareja? —Consultó el primero en sumarse, sintiéndose un poco avergonzado con las miradas de sus compañeros.
—No, el baile es de ustedes, solo se emparejan a quienes no quieren estar solos, además de que esto es tradición y por eso no se pueden negar.
—De acuerdo, entonces... —Levantó la mano con timidez—. Mi niño es de tercer año... ¡De secundaria! ¡De secundaria! —Aclaró asustado al ver las expresiones desaprobatorias del resto.
—No sabía que habían maricas entre nosotros —murmuró un varón detrás de David—. Tiene lógica de las lesbianas, que siempre andan rodeadas de mujeres.
—Ahora todo es de moda, que asco —respondió el más cercano.
«Jonatán...». Pensó David, buscándolo en la multitud.
«¿Qué piensas de esto? ¿Te aborrece? ¿Lo odias? ¡¿En dónde estás?!... Dios, necesito ver tu expresión...».
«¿Esto es considerado una moda, con tanto dolor que trae? ¿Estoy mal como ellos? ¿Me perdí de algo entre líneas?».
«No... Yo no siento nada por los hombres... ¡Claro que no! Simplemente es mi entorno, ¡es culpa de mi entorno! Tiene que ser eso, solo necesito estar rodeado de mujeres y todo pasará, encontraré a la indicada. ¡Solo debo encontrar a la chica perfecta y todo se solucionará!».
Fue entonces que la luz se hizo presente y David, vio que era una hermosa estudiante rubia quien sonreía tímida, antes de acercarse a él.
—Hola, mucho gusto, soy Paris.
Paris, una joven chica de figura esbelta y movimientos agraciados. No se sabía si era permitido el uso de suéteres, más en la temporada en que se encontraban, pero ella utilizaba uno de color amarillo que cubría completamente sus brazos hasta la muñeca. No se veía nada de su cuello por la camisa del uniforme.
La mayor parte de los varones tenían sus miradas en la joven rubia; ya que, definitivamente, era la más hermosa de todo el bachillerato.
David observaba como la señorita francesa hablaba con Levi. Los dos parecían divertirse con el tema que hubiesen iniciado, riendo y haciendo una clase de ademanes entre ellos. A lo lejos estaba Jonatán con una chica más alta que él –se podría decir que mucho más alta–; sin embargo, Jonatán mantenía una mirada enérgica capaz de vencer todos sus obstáculos. Saúl se quedó con el grupo apartado, ya que él decidió que bailaría con su novia, por lo que la traería la próxima clase.
—¿Estás listo? —Paris preguntó dulcemente, esbozando una pequeña sonrisa.
—Estoy asustado, es mi primera vez haciendo esto —respondió con una pequeña sonrisa nerviosa, luego de apartar la mirada de Levi.
—También es mi primera vez —confesó tímida, acercándose más hacia David—. Si nos caemos, al menos, seremos el hazmerreír juntos.
—Los varones colocarán su mano en la cintura de su dama. —El profesor dio las instrucciones, parado en medio del salón—. Las señoritas, en el hombro de su acompañante y la mano de sobra las unen. Es fácil, dudo que no sepan bailar vals.
—Con permiso —David murmuró, observando su propia mano temblar al acercarse a la cintura de Paris.
David deseó terminar, en ese mismo instante, la clase. La hora se le hizo eterna y las risas de Levi no ayudaban mucho; a pesar de tener la pareja que todos envidiaban, no podía mantener su total atención en ella. Se preguntaba qué estarían charlando, por qué se reiría tanto con una desconocida o si Levi querría hacer el cambio de pareja más adelante.
Una duda llegó a su cabeza, preguntándose el por qué, durante todo el día, Levi había estado actuando tan natural como si no hubiese ocurrido nada entre ellos.
«¿Fue una broma?». Se desanimó con solo pensarlo.
—Pienso que fue una muy buena primera vez —comentó una animosa Paris al finalizar la canción—. Intentemos concentrarnos más en nosotros mismos. Admito que estuve un poco distraída en algunas vueltas y veo que tú también.
—Lo siento —expresó avergonzado, antes de llevarse las manos contra el rostro—. Podemos intentarlo de nuevo.
—David, la clase terminó —anunció risueña—. Llevamos bailando un álbum completo. Me gustaría intentarlo una vez más, pero quisiera descansar un poco antes de hacerlo —soltó un quejido, levantando un poco la pierna para alcanzar su tobillo—. ¿Nos sentamos juntos?
—Sí, claro...
David, no vio llegar a Jonatán, no hasta que fue tumbado contra el suelo por la fuerza en que se lanzó para abrazarlo. Paris se asustó pegando un grito.
—¡Vayamos a comer, David! ¡David, ya es recreo!
Las caricaturas te muestran estrellitas en estos casos, pero David estaba viendo dobles de Jonatán girando e interponiéndose uno sobre otro. Se sumó una Paris cuando se acercó para ver si se encontraba bien.