«¿Cómo cayeron los héroes en medio del combate?
¿Cómo Jonatán fue herido de muerte en esas cumbres?
Por ti estoy apenado, Jonatán, hermano mío, por ti, a quien yo tanto quería.
Tu amistad era para mí más maravillosa que el amor de las mujeres».
2-Samuel 1: 25-26.
Luego de esas dos semanas Levi comenzaba a pensar claramente en los errores cometidos por su confesión. En su mente, todo iba a estar bien sí se declaraba; sin embargo, David no le dirigía la palabra, por más que quisiera acercarse lentamente, David huía sin descuido de su lado y justo en la hora de literatura, donde debían trabajar en pareja, David dejó todo el trabajo en sus hombros dedicándose solo a leer e ignorar su presencia.
Levi, tenía sus propios problemas familiares y añadir a David en la montaña, lo mantuvieron ansioso y débil los siguientes días.
—¿Levi Nikolayevich Magomedsharipov, cuándo planeas hacerte un hombre judío?
Levi suspiró al escuchar la voz de su padre, exigiendo como siempre, completar las tradiciones judías.
—Ya cumplí los dieciocho, eso me hace mayor de edad en éste país —respondió, dejando las bolsas de basura en su lugar—. ¿Sabes? La gente no puede pronunciar bien mi nombre, deberías abstenerte de regañarme diciéndolo completo.
—¡No puedes bromear con algo tan importante como el Bar Mitzvá...! —Se cruzó de brazos, frunciendo los labios en lo que desviaba la mirada—. Bueno, no esperes que las personas puedan pronunciar un nombre ruso. ¡Es toda la herencia que te puedo dar!
—Debí hacerlo a los trece, ¿por qué te preocupas tanto ahora? ¡Fue tu culpa que no lo hiciera, gracias a tu herencia rusa!
—Deja que lo piense... —Sarcásticamente le dijo, antes de murmullar pensativo. Siguió a Levi hasta la entrada de la casa, donde su hijo empezó a lavarse las manos—. ¡Oh, sí! ¿Será porque mi hijo se acuesta con quien sea que se le cruce? ¡No me culpes, te divertiste mucho ese día; pero tú tienes más culpa en esto que yo!
—Tú no me criaste así de puto. —Sacudió sus manos y se giró, para verlo fijamente—. Además de que no lo he hecho, está el hecho de que no me quiero unir a cualquiera.
—¡Exacto! Sí, ahora ya estamos hablando mi idioma. —Se le acercó más para inclinarse hacía delante y quedar a la altura de su hijo—. Debes conseguir una mujer pura, para que ambos sean uno solo en lo que Yahveh pide, o mejor aún ser uno con Yahveh y...
—No quiero ser rabino —interrumpió con una holgazana voz—. No somos ortodoxos, bueno, al menos yo no quiero serlo. Estoy conforme en mi lugar.
—Pero...
—Mira, si quieres un rabino, hazlo tú. —Arqueó ambas cejas y se llevó las manos contra el pecho—. Voy a encerrarme en un laboratorio, en una universidad de física elemental y verás mi nombre en la wikipedia como un físico, matemático y químico judío reformista. —Abrió la puerta de la casa—. ¡Eso es lo que yo quiero, antes de que el internet arruine a la wikipedia!
—Entonces, ¿no piensas casarte?
—Tal vez —desvió la mirada, ingresando lentamente—. Si mi pareja acepta cambiarse de religión, te invitaré; pero si no, entonces espero que estés bien con verme a mí en la iglesia de mi pareja, porque me casaría bajo sus leyes.
—¡No! ¡Eso jamás! —Gritó, sin embargo, Levi cerró la puerta una vez que lo vio acercarse—. ¡Malcriado, casi me das contra la nariz, hijo de...!
—¡¿Hijo de qué?! —El hombre se encogió al escuchar la voz de su esposa—. ¡Nikolay Magomedsharipov, ¿hijo de qué, le ibas a decir?!
Había una peculiar relación en la familia de Levi. Su difunta abuela, le heredó su casa a su querido nieto, donde Levi vivía ahora. Casualmente, sus padres vivían en la casa adjunta por lo que, con gran frecuencia, escuchaba las discusiones que tenían. Su madre, siempre las ganaba porque su padre, le tenía un enorme miedo desde que comenzó su segundo embarazo.
Tiempo después, Levi ya estaba listo para irse al colegio. No con los mejores ánimos del mundo, pero debía presentar los avances de sus tareas y ayudar a sus confiables colegas. Esa mañana, despertó sintiendo la necesidad de hablar con David, enfrentarlo y dejar las cosas claras. De no conseguir nada por su parte, había decidido cambiarse de colegio aprovechando que habían algunos que se encontraban de vacaciones aún.
—¿Qué pasó, tigre? ¿Te volvieron a enjaular? —Inquirió burlón, pasando un cepillo por su cabello.
—Muy gracioso —respondió su padre, desde la ventana más cercana—. Tienes suerte de que tu madre me regañó o te hubiese sacado de la casa.
—No te entiendo —confesó, dirigiéndole la mirada—. Se supone que eres un adulto y mi mamá, literalmente, te acaba de regañar como a un niño. ¿Qué? ¿Ahora te quitará los videojuegos por un mes?
—¡Ya se le pasará! ¡Lo mismo pasó cuando estaba embarazada de ti...! —Se encogió, ocultándose en el interior del cuarto al escuchar la puerta principal abriéndose. Su esposa se estaba marchando—. Se pone un tanto violenta, pero se le pasará. ¡Sigo teniendo el poder en mi vida!
—A ver, dile eso en la cara.
—¡Quieres que me deje descuartizado en la entrada! —Con lentitud, volvió a sacar la cabeza al escuchar el auto marchándose—. De todas formas, estábamos hablando de ti. ¿Cómo sigues con ese chico que tanto te enloquece?
—Hoy... Hoy planeo hablar con él, solo quiero que las cosas estén claras entre nosotros. No me gusta verlo sufrir... —Su voz se quebró en lo último—. Más bien, siento que ninguno de los dos merece esto. No quiero pasar mi último año de secundaria cargado como una mula por todos los trabajos que él se niega a avanzar conmigo. Sé que he pasado casi toda mi vida en ese colegio; pero ¿cómo quieres que lo eche? Si tengo la posibilidad de cambiarme y hacer algo por mí... No quiero esperar hasta que sea demasiado tarde.
—No comprendo, mejor, explícame cómo es posible que un simple chico te haga perder la razón.
—No puedo explicarlo... —Bajó la mirada al lavabo—. Solo lo siento. Él es esa persona a quien quisiera regalarle un Maguén David... Por favor, no me veas así.
—Estás totalmente perdido —suspiró, recargándose del marco de la ventana—. Es el primer muchacho que te hace hacer locuras.
—Que te escuchen mis ex, que les andas diciendo varones. —Su padre se sintió confundido ante el comentario, por lo que Levi cambió el asunto—. Y ¿qué? Si está prohibido amar la imperfección, incluso Yahveh cometería pecado por amar a los humanos... —Se tambaleó, perdiendo el equilibrio, sin poder sujetarse de algo terminó cayendo al suelo.
—¡¿Estás bien?!
—Solo estoy algo ansioso... —Alcanzó a informarle, antes de levantarse—. Dejé de fumar porque a él no le gustaba la idea de que me diera cáncer, aún no he pasado la etapa de estabilidad...
—No puedes ir así. Apenas te quitaron el yeso, pero en este estado tendrás uno nuevo y eso que el anterior te duró más de lo que debiste.
—Lo quiero ver... —Con ayuda de las paredes se suspendió—. Me vuelve un estúpido, me saca de mis casillas, pero tengo que verlo hoy.
—¡Puedes verlo mañana! No es como que se vaya a desaparecer.
—¡Tú no entiendes! —Le dirigió la mirada, una vez más estable—. Es a lo que me refiero, simplemente, lo siento dentro de mí. No tengo una explicación a todos estos sentimientos que me provoca. —Se inclinó para coger su mochila y luego volvió la mirada a su padre, quien estaba al tanto por si su hijo necesitaba ayuda—. Igual me ocurrió cuando me confesé, sentí que debía hacerlo; lo mismo sucedió cuando se desmayó, corrí por él hacía la enfermería... Si solo es un instante, por muy efímero que sea, si lo veo hoy, estaré bien.
—¡Levi! —Se escuchó a Saúl gritar fuera de la casa, luego de ello sonaron las bocinas de un vehículo.
—Te veré luego. Ánimos, con la suerte que tengo, es probable que me mande a la mierda de nuevo sin siquiera decirlo de esa manera. Después de todo, es lo que ustedes quieren, que sea normal.
[. . .]
La madre de Saúl conducía tranquilamente, mientras los dos varones conversaban en la parte de atrás. Hace un par de días, con el bajón de ánimo en Levi, Saúl ofreció amablemente pasar por él durante las mañanas.
—¿Hamlet? —Preguntó al ver el libro que sacó Levi de su mochila.
—Sí, al maestro le gusta torturarme con diálogos de teatro; fuera de eso, el libro es genial y tengo que terminar este capítulo para hoy.
—Por cierto, ¿cómo te va con David?
—Hoy le hablaré de eso, simplemente, comienzo a creer que podré hacer que exprese sus verdaderas emociones hacía mí y sí es malo, entonces no me queda de otra que aceptarlo.
—Oh, vamos, señor pesimista, tal vez tengas suerte.
—No lo creo. —Se acomodó en el asiento—. Últimamente solo habla de Paris, pero se puede notar que ella no siente nada por él.
—Habla primero con la chica —sugirió la madre de Saúl—. Usualmente, los hombres actúan protectores con quienes realmente les importan, si él te protege por encima de la chica, le interesas o viceversa.
—Exacto —exclamó Saúl para apoyar a su madre, aunque no había entendido completamente sus palabras—. Era exactamente lo que te iba a decir. —Estaba muy claro que mentía.
—Gracias por el consejo. —Continuó su lectura—. Lo tomaré mucho en cuenta, aunque no sé si ella me quiera hablar.
—Saúl, viendo a Levi leer, me hace recordar que tú no has terminado de leer tu libro.
—Ah, es cierto... —Buscó entre sus cosas hasta tomar el libro. Las manos le temblaban y comenzó a leer—. Jonatán es muy exigente con esto, no le gusta que me retrase.
—Él si te pondrá quieto. —Al unísono los dos le dijeron.
En un par de minutos Levi se encontraba sumergido en la lectura, pero al mismo tiempo concentraba sus pensamientos en lo que le diría a David. Él tenia planeado solo una conversación tranquila y observar sus acciones en su presencia, sin embargo, recordando que los horarios fueron cambiados por el estrecho horario del colegio vecino, ese día, Paris estaría presente.
Al llegar al colegio, se encontró la sorpresa de que las estudiantes ya estaban presentes, pero el azabache solo perseguía a la rubia con la mirada, más adelante hablaría con ella. La hermosa joven lucía su lindo suéter, solo que en esta ocasión, Levi notó algo sospechoso.
—¡Hola, hola, amigos! —Gritó el eufórico Jonatán—. Saúl, ¿por qué estas sudando?
—Ah, pequeño, je... Es una historia muy graciosa...
—No terminó de leer el capitulo —habló Levi al ver tanto parloteo innecesario—. Intentó terminarlo en lo que veníamos, pero no lo logró.
—De acuerdo. —El menor tomó asiento al lado de Saúl, sin presentar ningún disgusto—. A la próxima, intenta ser más puntual en tu lectura, ¿sí?
—Pero qué clase de magia judía usaste —le susurró Saúl a Levi.
—Se llama sinceridad, a los católicos les gusta mucho.
—¡Paris, hola! —A lo lejos se escuchó a David hablar.
—Levi, ¿estás bien? —Preguntó preocupado Saúl.
—Sí, estoy perfecto. —Sonrió al saber que era cierto en esta ocasión.
—¡David! ¡Por aquí! —Jonatán agitó la mano—. ¡Ven! ¡Tengo galletas de avena!... —Se tomó un momento para revisar su mochila—. ¡Sí las traje!
—Gracias, pequeño —exclamó Levi mientras se retiraba cuando David llegó.
—De nada, —expresó confundido Jonatán, cerrando su mano varias veces como despedida.
—No, Jonatán. —A pesar de que David lo regañó al verlo, soltó una leve risa—. Tu despedida es más, como si estuvieses haciendo estrellitas, al igual que las niñas de kínder.
—Pero se diferencia del resto —interrumpió Saúl con una sonrisa, al ver la expresión en Jonatán—. A mí me gusta, es una despedida muy tierna como la misma persona que la hace —aseguró, antes de abrazarlo con fuerza.
—¡Mis galletas! —Se alarmó Jonatán.
—Oigan, ¿a dónde fue Levi? —Preguntó David al tomar la bolsa de Jonatán y proteger sus preciadas galletas.
—No lo sé, —respondió Saúl, tomando como objetivo mantener a David en el mesón—. Bueno, es la primera vez que lo mencionas desde hace un tiempo. ¿Qué pasó entre ustedes?
—Nada, Saúl —respondió evasivo, sin pasar a más en la conversación.
La rubia se encontraba sentada en una banca, leyendo un grueso libro con el titulo del mismo que los dos chicos leían para la clase de literatura. A Levi le interesó ver que estaba sola, sin ninguna clase de compañía y muy apartada del resto de señoritas. Levantó sus sospechas iniciales.
—Hola. Paris, ¿no? —Levi comenzó de forma amistosa.
—Oh, hola. —Sonrió amablemente mientras dejaba su separador entre las hojas.
—Lindo suéter —halagó, para ir adentrándose en lo que le interesaba.
—Gracias, lo tejió mi madre. —Una mueca se formó por una milésima de segundo antes de volver a sonreír.
—¿En serio? ¿Hace cuánto falleció? —Se acercó un poco más, al verla cambiar su expresión—. Mi abuela murió. —Sacó de su bolsillo un hermoso pañuelo de seda—. Cada vez que me preguntaban, hacía esa misma mueca que hiciste porque nadie comprendía lo doloroso que era para mí. Lo amo tanto, es de color celeste, mi favorito por cierto. Tiene en la esquina inferior izquierda mis iniciales y una estrella de David, ella escogió ese lugar porque soy zurdo.
—Mi suéter... tiene mi inicial aquí en la parte derecha. —Su mirada parecía nostálgica y relajada. Llegando a sentirse acompañada al escuchar la explicación de Levi—. Ella murió el año pasado. Sí, admito que es muy doloroso para mí —susurró.
—Te ves tan bien a pesar de un golpe tan bajo como lo es la muerte de alguien cercano. —Retrocedió un poco para ver si David continuaba con el resto.
—Puedo decir lo mismo de ti. —Sonrió al verlo sonreír a él.
—Bueno, yo fumo... ¡Corrección! Fumaba, ya llevo una semana. —Observó a su alrededor para luego volver a verla—. ¿Sabes? Yo sé que a ti no te interesa David y vine por eso, aparte de las sospechas que tenía con respecto a ti.
—¿Él, siente algo por mí? —Preguntó nerviosa, observándolo con incredulidad.
—Quién sabe. —Se encogió se hombros—. Paris, te has puesto pálida de repente. —Dejó de sonreír.
—¡Paris! —Gritó David con alegría, pero al ver a Levi enfrente y a la rubia empalidecer, se preocupó de inmediato—. ¿Qué le hiciste? —Interrogó molesto, rodeándolo para llegar con Paris.
—¡Nada! Solo estábamos hablando y sucedió.
—David... —Paris tartamudeó mientras se levantaba de su lugar— Yo no te gusto, ¿verdad?
—¡Levi, ¿qué fue lo que le dijiste?!
—Nada, lo admito, no fue nada malo.
—¿Podrías responderme? —Se levantó del banco, aún más pálida y nerviosa.
—Ahí está... —Susurró Levi cuando Paris se inclinó, confirmó sus sospechas con el suéter.
—¡Levi suéltala! —Gritó David al escuchar a Paris chillar, cuando Levi la sujetó de los hombros. Sin pensarlo, abofeteó a Levi logrando que este soltara a Paris— ¿Estás bien? ¿Te hizo daño?
—Por favor, déjame sola... —Murmuró sollozante. Tomó sus cosas entre lágrimas y se marchó apresurada.
—¡¿Qué le hiciste?! —Le interrogó furioso. Levi mantenía su mano apoyada contra su mejilla, viendo a David con la mirada perdida—. ¡Levi! ¡Dime, ¿qué fue lo que le dijiste?!
—Ella no quiere nada contigo. —Señaló la dirección por donde huyó—. Ni siquiera pidió que le hablaras, porque ella...
—¡¿Y tú, cómo sabes eso?! Paris es una chica asombrosa, tenemos tantos gustos en común y comprueba con tus propios ojos... —Sacó su celular mostrando exactamente el correo—. Nos enviamos mensajes de textos. No puedo creerlo, hiciste todo esto por celos. ¡¿Podrías dejarme en paz?!
—¿Eso quieres? —Se acercó, pero David retrocedió.
—¡Sí, quiero que te alejes de mí! —Ese último grito, logró sobresaltar a Levi—. ¡Por favor, solo vete!
—Solo respóndeme esto, pero sé brutalmente honesto... ¿Tú, amas a Paris?
—Yo... —David dudó de la respuesta, ya que no sentía nada por una chica que acababa de conocer—. ¡Ya basta, Levi! ¡Eso no te importa, ni te concierne! ¡Lo único que necesitas saber de mí, es que te odio! ¡Te odio! ¡Eres un asqueroso y enfermo homosexual!
—Entiendo... —Sonrió muy ampliamente, antes de sobar su mejilla. Las lágrimas comenzaron a brotar sin su permiso, pero no las limpió y estas se acumulaban, cayendo de sus pestañas—. Ahora, entiendo.
—Levi... —Un dolor en su pecho estremeció a David.
—Jamás me han dolido los rechazos que tuve con personas anteriores, pero contigo fue diferente porque deseaba de todo corazón entregarte mi collar.
La punta de su nariz, el contorno de sus ojos y las orejas ya se había enrojecido. Levi, tomó un momento para mostrarle su la estrella de David que colgaba de su cuello.
—Siempre pensé en ti —admitió, pasándose las manos por las empapadas mejillas—. Es tan común ver este símbolo en todos los lugares judíos, porque somos uno con nuestro dios; pero en el momento que se lo regalas a una persona especial su significado cambia... Y es que yo... quería que me pertenecierás, al mismo tiempo de pertenecerte a ti. Construirnos cada mañana por nuestro bien.
Levi fue el primero en retirarse luego de secarse las lágrimas. La respuesta de David había afirmado todo lo que necesitaba. No entraría a clases, ni ese día o el resto del año. Cambiaría de colegio en las próximas semanas.
Caminó muchas cuadras para llegar a su casa, entró después de tocar el mezuzá –un pergamino judío colocado en el marco de la puerta– y sacó su pañuelo para secarse el sudor de la caminata.
Al subir a su habitación todos los animales que había rescatado a lo largo de las últimas vacaciones, lo recibieron felices. Caminó entre ellos para sentarse en el medio del cuarto y recibir la bienvenida de varias lenguas caninas, los ronroneos de los felinos –seguido de restregarse contra él–; en cambio, el pequeño hámster se subió a su cabeza con ayuda de los perros más grandes, sin que lo notase, hasta que chilló para hacerse presente de los demás.
—Ahora, les daré mucha más prioridad a ustedes. —Les sonrió a sus temporales mascotas—. Vamos a buscarles un amoroso hogar.