«Jonatán contestó: "No lo pienses. ¿Crees tú que si llegara a saber que mi padre está en contra tuya no te lo diría enseguida?"».
1-Samuel 20: 9.
El olor de la medicina despertó el olfato de David. Algunos fármacos desprendían un dulce aroma, estos posiblemente, eran los jarabes para los niños de primaria; mientras tanto, un extremo olor a cítrico por las vitaminas estropeaban la armonía en la nariz de David. Estaban mareando su cabeza, mucho más de lo que podría estar en ese momento. Inhalar por mucho tiempo esa combinación de olores, en pocas palabras, estaban drogando al pobre David.
Lentamente, entreabrió los ojos siendo atacado por la luz natural del habitación. Intentaba levantarse para salir de ese lugar o estaría muy cerca de vomitar a causa de las nauseas por los olores de su entorno.
Se encontraba en la enfermería, una vez que decidió inspeccionar su alrededor. Las blancas paredes reflejaban muy bien la luz fuera de los ventanales. Sus ojos se abrieron con sorpresa al encontrarse a Levi, sentado sobre la camilla cercana a la suya. Él estaba cabizbajo, casi como si se hubiese quedado dormido esperando a que David despertase; sin embargo, la luz de su celular delató que se encontraba muy bien despierto y revisando lo que fuese que tuviese en ese momento.
A David le pareció curioso ver que en la camisa de Levi se encontraban unas peculiares manchas que no lograba visualizar bien. Levi mecía sus piernas por la altitud en que se encontraba y de vez en cuando su pie chocaba con la muleta.
—Te desmayaste —murmuró.
—¿Qué hora es? —Preguntó suavemente, luego de obtener fuerzas para reincorporarse en la camilla.
—¡Maldición! —Levi se sobresaltó asustado—. Te creía aún inconsciente. —Se rio nervioso al ver a David sorprendido.
«¿Acaso, estuviste practicando lo que me dirías al despertar?». David pensó mientras bajaba la mirada.
—Ya falta poco para el segundo receso —respondió Levi, luego de observar un momento su celular.
—¿Segundo? —Abrió ampliamente los ojos, estupefacto por reconocer lo que significaba.
—Sí, estuviste inconsciente tres horas de clases; aun así, no te preocupes, Saúl con Jonatán nos darán la copia de los temas al final de clases —expresó con seguridad, antes de guardar su celular para dedicarse a mantenerlo al tanto de la situación—. Ah, por cierto, inicié con esta cosa de literatura, ya avancé hasta la segunda página. —Tomó sus apuntes para mostrarle lo que había estado escribiendo en esas horas—. El resto tenemos que responderlo juntos. Le pregunté al maestro si podía, por eso avancé más de lo que dijo. Pareció interesarle mucho el tema que elegí, pero si quieres, podemos cambiarlo. Me da igual.
Levi se estiró, para poder alcanzar sus pertenencias. Por un momento se quedó callado, buscando a su alrededor un objeto que David desconocía, como para ayudar a encontrarlo. Levi brincó, soltando una pequeña risa al sentir el peso en su espalda.
—También traje tu mochila y pude salvar tu lonchera porque literalmente, me caíste encima, así que, solo se aplastó el jugo...
—Levi —interrumpió con ronquera.
—¿Sí? ¿Estás bien? —Le dirigió la mirada con preocupación, haciendo que David no pudiese mantener la suya fija en él—. ¿Llamo a la enfermera?
—¿Fue un sueño... lo de ayer?
—¿A qué te refieres con lo de ayer?
—Tu confesión —susurró apenado.
—¡Ah, eso! No, no fue un sueño, David.
—Entonces, ¿por qué actúas como si nada hubiese pasado? —Con lentitud volvió a dirigirle la mirada, encontrándolo tan tranquilo ante las preguntas—. ¿Por qué me observas tanto?
—David. —Su mirada parecía ser la misma de ayer, una seria y hostil, cuando la verdad recaía en que Levi se sentía herido—. Al finales del año pasado descubrí que me gustabas, aunque desde la mitad del mismo siempre te observaba. Ya hacía todo de lo que ahora ves diferentes. Cuando tú no me mirabas, yo te veía, pero ahora, estás tan paranoico que me miras a cada rato tratando de analizar mis acciones, como si yo te fuese a atacar.
—Pero...
—Ya me dijiste que no te gusto, que no eres homosexual y está bien, lo acepto. ¿Acaso creíste que el enamoramiento se me iba a pasar de la noche a la mañana? ¡No, por supuesto que no! Necesito mi tiempo.
David se quedó en silencio, simplemente, escuchándolo hablar sin ni siquiera oponerse a algo. Levi sentía tan incómodo los silencios entre ellos.
—Hoy, en definitiva no pensaba venir a clases porque lo menos que quería que pasara era incomodarte más de lo que estabas ayer, pero solo vine porque el profesor de química necesitaba ayuda con las pruebas de ácidos y ni siquiera vino.
—Te mirabas tan normal —exclamó en voz baja.
—¿Normal?
—Ahora me haces pensar en todas las cosas del año pasado. —Cubrió su rostro, avergonzado por las revelaciones y bajó la mirada—. Siempre era a mí, de los dos, yo era el primero al que me contabas todas las cosas, como si esperabas una aprobación de mi parte. Dios, ¿por qué no lo note antes? —Murmuró antes de suspirar con pesadez.
—¡Escucha! —Gritó furioso después de levantarse de la camilla—. El que te haya confesado mis sentimientos, no te da derecho de tratarme de menos... —Se acomodó las muletas, esbozando una mueca de dolor al doblar su pierna enyesada—. David, tú no eres así, jamás habías sido como esas personas que incitan a la violencia verbal. —Su mirada mostraba una combinación de decepción y tristeza—. Tú...
—¡Es que no puedo comprender por qué me lo dijiste ayer! Por qué en ese instante. ¡Pudiste haber esperado otro momento!
—¿Cabe en tu mente esa idea? —David se estremeció al escuchar las muletas—. Imaginemos que te lo haya dicho en otro momento. Dime, David, ¿la respuesta hubiese sido diferente?
La puerta se abrió con cuidado. La enfermera pasó a lo largo de pasillo llamando la atención de David, ignorando por completo la presencia de Levi frente a él.
—No me vuelvas a hablar —David pidió cansado.
La enfermera comenzó a escribir sobre una hoja, apuntando algunos detalles y sugerencias. Debía hacer el reporte de David e informarle lo sucedido. Tanto Levi como David, se quedaron inmóviles en su lugar.
—Señor Monroe, venga, por favor.
—Ya voy, enfermera —exclamó aliviado al tener que abandonar su incómodo ambiente.
—Llamé a sus padres. En sí, están muy sorprendidos con la noticia de tu desmayo y más por la hemorragia nasal que tuviste. Me contaron que ya sufrías de la presión, pero esto los alarmó totalmente.
—No, no, realmente no fue nada grave —protestó al sentarse frente a ella—. Mis padres exageraron la situación, esto no es nada nuevo, es de siempre —tartamudeó nervioso—. Me encuentro en perfecto estado...
—Tampoco debería mentir. —Arqueó una ceja y señaló los siguientes puntos—. Una persona en óptimas condiciones no se desmaya, no sangra y no vomita en el mismo día, casi en el mismo segundo.
—¡¿Vomité?!
—Ya me voy, enfermera —anunció Levi cerca de la puerta—. Gracias por revisarme la pierna. —La enfermera le dio un vistazo antes de que se marchase para luego, dirigir la mirada a David.
—Creí que te lo había dicho, al fin que él insistió en traerte aquí, aunque tuvo que apoyar su pierna enyesada —comentó con seriedad—. Tienes un gran amigo, estuvo chillando por el dolor, pero te trajo hasta acá y pidió que te atendiese antes que a él.
—Oh, dulce Señor. —Su respiración comenzó a agitarse—. ¡¿Por qué nadie lo detuvo?! Levi no debió...
—Fue imposible, según el profesor de literatura, en cuanto te desmayaste actuó rápido y te cargó en su espalda hasta aquí.
—Qué vergüenza. —Se apenó con solo imaginarse la escena.
—No deberías de sentirlo —objetó, buscando en su bolso en lo que hablaba—. Bueno, en mi opinión, fue dulce ver como te aprecia más que a su pierna. Le vomitaste, manchaste su uniforme con tu sangre, hiciste que viniese corriendo para ayudarte. Se estuvo quejando por el dolor, pero su prioridad fuiste tú. —La campana de receso sonó—. Deberías ir a comer, estás muy pálido.
—Gracias por todo, me retiraré. —David estaba sumamente exhausto, sin contar el cansancio mental de todo lo contado por la enfermera—. ¿Sí? ¿Algo más? —Preguntó al ser detenido.
—Toma. —Le entregó sus polvos de maquillaje, luego de encontrarlos en su bolso—. Veo que estabas muy dispuesto a ocultar todo signo de enfermedad; pero deberías ser más cuidadoso con tu salud. Te dejaré pasar esto solo por esta vez.
Esas simples palabras hicieron que sintiese un enorme peso en su espalda, uno que logró hacer temblar su cuerpo. Rápidamente, tomó el objeto para encerrarse en el baño que disponía la enfermería.
Entonces, lo vio en el espejo, su rostro masacrado por las noches sin dormir, aquellas ojeras marcadas como si fuese delineador escurrido y toda esa apariencia de enfermedad, que Levi tuvo que ver durante las tres horas en que estuvo inconsciente.
Al salir del baño, nuevamente con el maquillaje puesto, se dio la sorpresa de encontrarse Paris, hablando alegremente con la enfermera.
—¿Paris? —Preguntó David ladeando la cabeza.
—Oh, hola. —Le sonrió dulcemente.
—¿Qué haces aquí? Pensé que sólo venían por el baile y luego se marchaban.
—Se decidió que una vez a la semana se visitaría el colegio hermano. Después de todo que ustedes tienen dos horas de baile hoy, la siguiente es después del receso.
—Tienes razón. —Chocó su mano contra la frente al haber olvidado que pasó las tres horas desmayado—. Estaba pensando en otra cosa, que no me acordaba de las clases.
—Y tú, ¿qué haces aquí? —Preguntó amablemente con una pequeña sonrisa.
—Me sentía algo mal, pero ya pasó. —La enfermera solo suspiró, poniéndolo nervioso—. ¿Quieres venir conmigo a comer? Tengo un contenedor extra de comida en mi lonchera, podría compartirla contigo. Después de todo que entre colegios nos debemos apoyar, ¿no?
—¡Muchísimas gracias! —Sus ojos se iluminaron por un momento, antes de que, repentinamente, dejase de sonreír—. Oh, lo siento... Realmente me encantaría comer, pero llevo una dieta estricta.
—Espérame un momento —pidió a lo cual ella asintió. Fue por sus cosas para regresarse con ella—. Vayamos a la cafetería. Hay un vasto menú de comida, podrías escoger lo que quieras.
—De acuerdo —expresó tímida.
Luego de varios almuerzos viendo a Lucas haciendo malabarismo, en lo que distraía a Benjamín para servirle su bebida, Lucas dejó el maquillaje de la enfermera frente a sus narices sin que ella se percatase de ello. La enfermera se sorprendió con ello.
[. . .]
David había olvidado por completo ir con sus amigos, más con Jonatán quien debería ser el más preocupado de los tres. Con algo de ingenio, dejó a Paris esperando en la fila de la cafetería para escabullirse e ir con su mejor amigo.
—¡Chicos! —Gritó David, a lo cual Jonatán se zafó del agarre de Saúl para poder abrazarlo.
—¡David! ¡David! ¡¿Ya estás mejor?! ¡No pude leer tranquilo nuestros momentos en la Biblia! —David soltó un grito ahogado en cuanto Jonatán chocó contra él—. ¿Estás bien?
—Sí, tranquilo, ya me siento mucho mejor —respondió ahogado.
—¿Seguro? —Preguntó Saúl cuando se acercaron al mesón—. Fue tremendo susto el que nos distes a todos.
—Realmente, lo siento, pero estoy completamente seguro.
—¿Te ocurrió algo? —Jonatán dirigió su atención a la sonrisa de su amigo—. Estás muy sonriente.
—Bueno... —El nerviosismo en sus acciones fueron captadas por Saúl.
—Oh, vaya, vaya. —Saúl arqueó una ceja con picardía—. Tal parece que hoy, David anda muy rebelde. Primero el grupo de diez personas, luego lo ocurrido en la clase de literatura y ahora esto.
—¿Qué significa eso? —Jonatán consultó confundido por la pícara voz de Saúl.
—Bueno, verás Jonatán... Me encontré en la enfermería a mi compañera de baile y le pedí que comieramos juntos. Está esperándome en la cafetería.
—No perdiste tiempo, casanova. —Sonrió con malicia—. ¿Cómo se llama?
—Paris.
—Igual que la ciudad del amor —remarcó Saúl.
—Pero qué significa casanova. —Jonatán infló los cachetes al no comprender lo que sucedía en su entorno.
—Ven, pequeño, el tío Saúl te dará una clase privada y muy importante acerca del amor. Luego trabajaremos en la clase de literatura.
—Que alivio... —David expresó—. Estaba preocupado por saber con quién te había tocado, al menos los dos están juntos.
—Usted se me larga, que no debe andar haciendo esperar a una dama. —Saúl señaló al edificio con poder autoritario—. Ve a la conquista.
—Cuiden mi lonchera. —Lo dejó rápidamente encima de la mesa y corrió hacía la cafetería—. ¡Lo cocinó mi mamá!
—Levi, ¿vas a querer un poco? —Saúl estaba revisando los contenedores—. Se ve deliciosa y jugosa.
—No, gracias —bostezó, antes de recostar la cabeza en el mesón—. Perdí el apetito.
En la cafetería David buscaba a Paris con la mirada, logrando encontrarla en los primeros lugares de la fila. Su suéter la hacia resaltar de entre el resto de personas.
Al acercarse Paris sonrió al verlo, antes de hacerle espacio para que se colara en la fila. Continuaron la conversación que mantuvieron de camino a la cafetería acerca de los libros que estaban leyendo en ese momento.
—Tu dieta sí que es muy estricta. —Sonrió burlón al verla con un simple sándwich y un jugo pequeño.
—Estaré bien con esto. —Le devolvió una sonrisa cálida y le entregó la mitad de su sándwich.
—Paris, por casi te comes —señaló entre risas, tomando la mitad y apartando unos mechones sueltos de su cabello. Paris casi se lo llevaba con la comida—. Ya está.
—Gracias, David. —Sus mejillas se ruborizaron un poco antes de reírse.
Al finalizar el día, Paris le pidió su número de celular, por supuesto, David no se negó siempre y cuando ella le diese el suyo. Por supuesto, David hacía todo esto con la esperanza de corregirse. Iba a sentir algo por ella, aunque le costase.