César terminó su turno a las ocho de la noche, en ese momento, debido a que ya estaba llegando el Verano, todavía había sol. El chico tomó el camino que conducía hacia la derecha y cuando llegó a la entrada de las dos casas que había en ese lugar, intentó entrar en la que estaba a su izquierda, no obstante, estaba cerrada, lo que extrañó al guardia.
César, regresó a la bifurcación, y a continuación fue hacia el ayuntamiento, la recepcionista estaba cerrando el edificio con llave, mientras el resto de los habitantes llenaba la plaza del pueblo para ir a sus respectivos hogares, o en caso de algunos para ir a la taberna.
—Maber ¿Has visto a un chico de un metro setenta y algo y pelo corto negro? —preguntó César, después de acercarse a la recepcionista del ayuntamiento.
—¿Te refieres a Morgja? —preguntó la mujer para asegurarse de que no se trataba de algún otro visitante que entrara al pueblo y el guardia tuviera que encontrar a toda costa.
—Sí, venía a por el puesto de guardia ¿Lo ha conseguido?
—Por eso deberías venir a las reuniones del pueblo, deberías saber ya que se decidió que no se contrataría a un tercer guardia —explicó la mujer, tras respirar con fuerza por culpa de la ignorancia del chico por los asuntos que involucraban a todo el pueblo.
—¿En serio? Y yo pensando que iba a tener un compañero de trabajo —exclamó el chico, decepcionado por la noticia.
—Ya tienes a Taley, y ella al menos no abandona su puesto de trabajo si no es necesario —contestó la mujer, lanzándole una mirada penetrante que claramente le recriminaba sus actos durante el horario laboral.
—Eso es porque...Da igual, el caso es que Taley pasa completamente de mí, ella solo hace su trabajo y vuelve a su casa, me gustaría al menos tener a alguien con quien salir de copas o hablar de vez en cuando durante las rondas.
—Es decir, desatender vuestro trabajo —dijo la mujer, reinterpretando lo que quería decir el chico.
—No, yo...
—¿Qué voy a hacer contigo? —exclamó a continuación interrumpiendo a César, algo decepcionada por el comportamiento del chico—. No estoy segura, pero puede que Morgja esté en la posada, le he dicho que el Domingo voy a intentar que todos recapaciten lo de tener un tercer guardia y lo contraten.
—¿¡En serio!?¡Eres la mejor!
César le dio un beso en la mejilla a la mujer, y a continuación se fue rápidamente hacia la posada sin esperar a que la mujer pudiera decirle nada de vuelta, en menos de un minuto, el chico había alcanzado la entrada de la posada y entró a toda prisa, alterando a una chica, que en ese momento estaba de recepcionista.
La nueva recepcionista era una chica joven que hacía poco que había llegado a la edad para casarse, su mirada celeste era pura e inocente, similar a la de un niño, su pelo blanco estaba atado a los lados por dos tiras de tela atadas en forma de lazo; en cada una de sus orejas tenía un pendiente con forma de luna y llevaba puesto un vestido negro sin mangas con una pequeña apertura en el pecho y unas mangas sujetas por pequeños cinturones a la parte superior de su brazo.
La nueva recepcionista no dijo nada al principio, pero en cuanto vio que César intentaba entrar a la parte de la posada, se levantó y se puso delante del guardia para detener su paso; al estar de pie; se podía ver mejor la ropa que llevaba la chica;el vestido solo cubría hasta la parte superior del muslo, y cubriendo el resto llevaba unas medias sujetas al interior de su ropa por un par de tiras de tela que probablemente eran de un liguero.
—¿A dónde crees que vas? —preguntó la chica, con el ceño fruncido por el intento de César de violar las reglas del local.
—Voy a ver a un amigo, está hospedado aquí —contestó el guardia, intentando pasar a la parte de la posada, a pesar de que la chica lo estaba intentando bloquear con su pequeño cuerpo.
—Hoy solo hay un huésped, y Wilna me ha dicho que no lo había visto nunca, así que dudo bastante que sea tu amigo —comentó la chica, continuando con su insistencia en que el chico no pasara, resistiendo todo lo que podía la poca fuerza que este estaba ejerciendo para poder pasar a través de ella.
—Bueno, hemos hablado cinco minutos, pero va a ser el próximo guardia del pueblo, así que estoy seguro de que vamos a ser buenos amigos —explicó, pasando finalmente a la zona de la posada y comenzando a subir las escaleras mientras la chica lo seguía para impedir que molestara a su huésped.
César entró a la habitación de Morgja sin llamar a la puerta, el chico todavía estaba dormido, así que el guardia llamó por él para intentar despertarlo, momento en el que la recepcionista llegó para intentar detenerlo, en ese momento, la chica había desistido en intentar detenerlo usando la fuerza, ya que era inútil, y lo estaba intentando a base de palabras, las cuales César ignoraba mientras se acercaba a Morgja para intentar despertarlo desde cerca. César iba a darle una bofetada a Morgja para intentar despertarlo, pero antes de que pudiera tocarlo, Morgja se despertó y le agarró el brazo para a continuación colocar su pierna izquierda en la nuca del guardia y la pierna derecha en su espalda, manteniendo el brazo de César entre ellas; antes de que César pudiera decir nada, Morgja colocó su mano izquierda debajo del codo del guardia y comenzó a hacer presión hacia abajo mientras con la mano derecha le empujaba el antebrazo hacia arriba.
—¡Para, para! —gritó el guardia, por culpa del dolor que le estaba provocando la llave que le estaba haciendo Morgja. A pesar de que solo la había escuchado durante el camino al ayuntamiento, Morgja reconoció la voz de César y se detuvo soltando el brazo del guardia—. Dios, casi me rompes el brazo —exclamó, moviéndolo para intentar mitigar el dolor que todavía sentía en su extremidad.
Un silencio incómodo invadió la sala, Morgja estaba esperando que César dijera algo, pero a su vez, él estaba esperando a escuchar un comentario de parte de Morgja por haber irrumpido en su habitación mientras este dormía; por otro lado, la recepcionista no sabía si sería bueno involucrarse o no, por temor a que su huésped se enfadara con ella por haber permitido que lo que para él era un desconocido entrara en su habitación e intentara despertarlo mediante una bofetada. Finalmente, la recepcionista se acercó a los dos chicos, y le pidió disculpas a Morgja por permitir que César lo despertara.
—No pasa nada —contestó el chico, intentando hacer ver a la chica que no estaba enfadado—. ¿Y bien qué querías? —preguntó, redirigiendo la vista hacia el guardia.
—Como vas a ser el nuevo guardia del pueblo, he pensado que podía enseñarte el pueblo y presentarte a los habitantes, bueno, a los que pueda, probablemente muchos de ellos ya estén en sus casas —explicó el guardia, manteniendo una sonrisa que indicaba que había asumido que Morgja iba a ser contratado después de la reunión que tendrían en dos días.
—Lo has dicho antes, pero pensé que era una excusa para venir aquí ¿Es cierto que va a ser un nuevo guardia del pueblo? Pensaba que se había decidido no contratar a ninguno más —preguntó la recepcionista, confusa por la diferencia que había entre lo que había entendido en la última reunión que habían tenido los habitantes del pueblo y lo que estaba diciendo César.
—Sí, bueno, Maber ha dicho que va a intentar convencer a todo el mundo de que lo contratemos, así que estoy seguro de que acabaremos siendo compañeros de trabajo y grandes amigos —contestó el guardia, mientras seguía sonriendo—. Bueno, ya que estamos aquí, aprovecharé para presentártela —dijo, conduciendo la mirada hacia Morgja—. Ella es la prodigio del pueblo, va a una academia de magia que está en una ciudad a dos horas de aquí, no es privada pero sigue siendo muy buena, se llama Elfle, y es dueña de esta posada, aunque solo trabaja por las tardes de lunes a viernes y los sábados y domingos todo el día.
—¿Entonces eres la más inteligente del pueblo? —preguntó Morgja, intentando descubrir si ese era el motivo por el que el guardia la denominaba la prodigio del pueblo.
—¿Qué? No, bueno, es cierto que sacó matrículas de honor en todas mis asignaturas, pero lo cierto es que es porque estudio mucho, aunque claro, si nos basamos solo en eso, supongo que sí puede decirse que sea la más inteligente del pueblo —contestó la chica, inflando el pecho con orgullo, lo cierto era que la chica tenía en muy alta estima su inteligencia y de hecho sí se consideraba la más inteligente del pueblo, aunque siempre que alguien mencionaba que lo fuera se comportaba de forma humilde y a veces incluso lo negaba.
—Aunque, ahora que Morgja va a formar parte del pueblo, probablemente te quite el título, él es de la capital, así que fijo que es muy listo —comentó el guardia. Elfle enseguida se molestó por culpa del comentario y miró con el ceño fruncido al que consideraba su nuevo contrincante por el título de persona más inteligente.
—Que va, yo no soy listo, solo terminé los estudios para los que están capacitados los carentes, y ni siquiera pude superar el notable —comentó el chico, tras sentirse amenazado por la forma con la que estaba mirándolo Elfle.
—Ah, ya veo —exclamó la chica aliviada, volviendo a sentirse la persona más inteligente en todo el pueblo—. En ese caso, si algún día necesitas ayuda con algo o tienes alguna duda puedes preguntarme.
—Lo tendré en cuenta —contestó Morgja, poniéndose en pie—. Bueno César, vamos.
Al escuchar que Morgja iría con él sin quejarse, el guardia volvió sonreír de oreja a oreja y comenzó a caminar fuera de la habitación; Morgja lo siguió pero antes de que pudiera salir por la puerta Elfle le agarró la manga de la camiseta deteniéndolo.
—¿Qué pasa?
—Wilna me ha dicho que te hospedas con comida incluida, recuerda pasarte por la taberna antes de las diez, o si no, el chef se irá y yo tendré que hacerte la cena —contestó Elfle, de una forma que daba a entender que para ella era una molestia cocinar; la chica mantenía la vista fija en el suelo, y podía apreciarse como sus mejillas estaban ligeramente rojas.
—Lo tendré en cuenta —contestó Morgja, haciendo que Elfle le soltara la manga, dejándolo finalmente ir junto a César a ver el resto del pueblo y a conocer a sus gentes—. ¿Qué ha sido eso? —preguntó, en cuanto salieron de la posada, para que Elfle no escuchara que no había entendido la mitad de lo que le había dicho.
—Verás, te lo diré de esta forma, la última vez que Elfle cocinó para alguien acabó en el hospital, estoy seguro de que sabe que su cocina es horrible y no quiere obligar a nadie a comerla, pero, tampoco quiere dejar a nadie que ha pagado por ello sin cena —explicó el guardia, mientras caminaba hacia la tienda que estaba situada enfrente de la posada—. Aunque sinceramente, creo que lo mejor sería pasar por completo de ello, es decir, ya hace suficiente informando de la hora a la que se va el chef, si la gente no le hace caso y no llega a tiempo es culpa suya —comentó a continuación, atacando la decisión de la chica de intentar preparar la comida para los que no han podido llegar a tiempo para la cena.
—También podría devolver el dinero y pedir disculpas —propuso Morgja como alternativa a lo que hacía Elfle y decía César que tenía que hacer.
—Claro, podría, pero ¿Por qué iba a hacerlo?¿Cuando compras una entrada para el teatro te devuelven el dinero si no puedes ir? Pues esto es igual, el chef está de 7 a 10 de la mañana, de 12 a 3 de la tarde y de 7 a 10 de la noche para cualquiera que quiera comer, ya sea huéspedes de la posada o clientes de la taberna, eres tú el que tiene que adaptarse a sus horarios, no ellos a ti, y si no eres capaz simplemente no pidas dichos servicios —expuso el guardia, defendiendo su punto de vista y a la vez, dejando a Morgja sin argumentos para defender el suyo—. En fin, hemos llegado a lo que denominamos "La super tienda", pertenece a Reginleo, es la persona más rica del pueblo, vive en una mansión enorme con su familia al Suroeste del pueblo —explicó el chico, señalando la tienda, que con diferencia era la más grande de todo el pueblo—. Aquí venden cualquier cosa que no se venda en las otras tiendas, principalmente para no interponerse en las actividades económicas de los vecinos, además, no sólo puedes comprar las cosas que hay en la tienda, también tiene un servicio especial que te permite pedir cosas en concreto, es decir, si quieres algo que no está en la tienda, puedes encargarlo y Reginleo se ocupará de traértelo, aunque claro, como es un servicio especial cuesta más, pero, sin duda es mucho más barato que ir tú de ciudad en ciudad buscándolo.
—Ese tal Reginleo parece todo un mercader —exclamó Morgja, algo sorprendido por lo bien que había montado Reginleo su negocio en ese pueblo.
—Claro que lo es, incluso ha sido capaz de hacer negocios con los Nera y los Próvato.
—¿En serio? —preguntó el chico, cambiando por completo su expresión por una de decepción—. ¿Y sigue haciendo negocios con ellos?
—No, hizo negocios con ellos en una ocasión, y fue suficiente para no querer seguir haciéndolo, comentó algo de que no merecía la pena hacer negocios con gente que está cegada por la fama y el dinero, a todos nos pareció estúpido, pero es su vida y él y su familia son los únicos que tienen palabra en ese asunto —comentó el guardia, haciendo que la expresión de Morgja volviera a ser la que era.
Morgja no hizo ningún comentario al respecto, y entró a la tienda para comprobar si en ese momento el dueño se encontraba atendiéndola, y así poder conocerlo en persona, sin embargo, en su lugar se encontraba una chica de ojos verdes y pelo castaño recogido en una coleta; la chica llevaba una camiseta blanca y un peto de trabajo que en lugar de piernas tenía falda; en ese instante, la chica estaba colocando pequeñas bolsas con semillas en una estantería a la que apenas alcanzaba con su estatura, llevando la falda al límite de casi exponer lo que había debajo de ella. Al verla, César fue enseguida a hablar con ella olvidándose por completo de que en ese momento estaba haciendo de guía.
—Hola Jachell ¿Qué tal estás? —preguntó el guardia, apoyándose sobre la estantería que estaba justo al lado a la que estaba ordenando la chica.
—Ocupada, puede que tú hayas terminado de trabajar, pero yo sigo en ello —contestó la chica, de forma arisca, colocando finalmente el último de los paquetes de semillas en la estantería.
César siguió a la chica hacia el mostrador, y se apoyó en él, comenzando a hablar con ella, mientras lo hacía, Morgja se dedicó a mirar la tienda; el mostrador se encontraba justo al fondo de la tienda y se podía ver directamente desde la entrada, a la derecha había varias estanterías vacías, al lado de una a la que le quedaban un par de libros; el chico no estaba seguro, pero, sacó como conclusión que en ese pueblo una de las mayores formas de entretenimiento era la lectura, algo muy distinto a la capital, donde solo había dos tipos de personas que leyeran, los que querían presumir de cultura ante los demás, y los estudiantes sin amigos, no importaba en qué curso estuvieran. A su izquierda estaban los productos como las semillas y comida para animales, tras ver la escasa variedad de mercancía del local, el chico había dejado de comprender cómo Reginleo había conseguido llegar a ser el hombre más rico del pueblo.
—¿Sólo vendéis libros, semillas y comida para animales? —preguntó Morgja, acercándose al mostrador y llamando la atención de la chica, que hasta ese momento había tenido el ceño fruncido por la insistencia de César en hablar con ella.
—N-No, también conseguimos cosas por encargo ¿Ne-Necesitas algo en concreto? —preguntó la chica, algo nerviosa por tener que relacionarse con un desconocido.
—No, solo me preguntaba cómo el dueño podía ser el más rico del pueblo, a parte de los libros no veo nada que pueda darle un gran beneficio —contestó el chico, mirando a su alrededor, y viendo que detrás del mostrador la chica tenía distintos tipos de dulces y chucherías para los niños, los cuales, seguían sin suponer una diferencia en el dinero que conseguía el dueño.
—Pu-pues verás, la tienda es lo que menos dinero le proporciona, la tiene co-como punto de localización, l-lo que realmente le da dinero, son los encargos, y las exportaciones, to-todos los vendedores del pueblo son sus proveedores, creo que tienen algo así como un acuerdo 40% para él y un 60% para ellos, parece poco, pero hay que tener en cuenta que mientras ellos solo ganan el dinero de los productos que le dan, el dueño lo gana de todos los productos en general, lo que viene a ser el doble de lo que gana el resto, por no hablar que no consigue el mismo dinero por exportar una docena de espadas que por exportar una docena de lechugas —contestó la chica, tranquilizándose a medida que iba hablando, hasta poder dirigirse a Morgja con normalidad.
—Entiendo, bueno, César ¿Vamos al siguiente lugar? —preguntó el chico, alejándose del mostrador y esperando a que el guardia le diera una respuesta.
—¿Qué?¿Ya? Pero acabamos de llegar, y estoy casi seguro de que todas las tiendas están cerradas en este momento, además, todavía no te la he presentado —comentó César, intentando quedarse el máximo tiempo posible en la tienda y seguir intentando hablar con Jachell.
—¿Sí todas las tiendas están cerradas qué sentido tenía ir a despertarme para hacerme de guía y presentarme a todo el mundo? —preguntó el chico, molesto por la respuesta que le acababa de dar el guardia. Antes de que César pudiera contestarle, Morgja suspiró con fuerza, y volvió a acercarse al mostrador, para que el guardia pudiera presentarle a la chica—. Vamos, haz las presentaciones.
—Ella es Jachell, la gerente, administra esta tienda, toma los encargos de la gente e informa a Reginleo de lo que tienen en el almacén, lo que necesitan conseguir, y alguna vez la tienda ha vendido cosas distintas gracias a sus recomendaciones, el problema es que triunfó tanto que todos en el pueblo adquirieron dichos productos y tuvo que dejar de venderse porque ya lo tenía todo el mundo que lo quería —explicó el chico—. Él es Morgja y va a ser el…
Antes de que César terminara de hacer las presentaciones, comenzó a escucharse una campana a lo lejos, alertando al chico y haciendo que se fuera rápidamente del lugar con una expresión seria en el rostro y sin dar ninguna explicación.
—¿Qué pasa? —preguntó Morgja, al no entender muy bien lo que estaba ocurriendo en ese momento.
—Monstruos, y parece bastante serio, si no Taley no tocaría la campana para avisar de que es peligroso salir a fuera y pedir ayuda a César —explicó la chica.