Chereads / El Protector De Maran / Chapter 4 - Capítulo 3:

Chapter 4 - Capítulo 3:

Después de seis días viajando, Morgja ya casi había llegado a su destino, a lo lejos podía divisar una enorme muralla, que fácilmente llegaba a los 40 metros de alto, lo que dejó al chico impresionado por el hecho de que estuviera rodeando un pueblo. Cuanto más se acercaba a la muralla más imponente se veía.

Al llegar a la entrada, el chico pagó al conductor y se bajó del carruaje, para que a continuación este se fuera por donde había llegado. Lo primero en lo que se fijó el chico al ver la entrada fue que aunque en ese momento estaba despejada de escombros, la puerta de la muralla con todo lo que hubo encima en el pasado estaba derrumbado dejando vía libre a quien quisiera entrar. Al lado de la entrada había un gran cartel en el que ponía el nombre del pueblo, "Maran", Morgja tomó aire y comenzó a caminar siguiendo el camino de tierra que conducía al interior de la muralla. Mientras seguía el camino, el chico pudo ver a lo lejos una atalaya que se sostenía sobre tres patas colocadas en triángulo, en uno de los lados de la pirámide tenía trozos de madera que servían para subir a lo alto.

—¡Espera un momento! —gritó un chico, en cuanto Morgja llegó cerca de la atalaya, el chico estaba asomándose por uno de los laterales de la torre, su pelo rubio asomaba por debajo del casco que llevaba puesto en ese momento. Morgja se detuvo enseguida para comprobar qué era lo que quería el que suponía era un guardia—. ¿¡Quien eres!? —preguntó el chico, gritando de nuevo por la distancia que había entre él y Morgja.

—¡Me llamo Morgja, he venido a ofrecerme a ser guardia del pueblo! —gritó el chico de vuelta, esperando que el guardia que estaba en ese momento en la atalaya no se hubiera presentado para el trabajo en el tiempo que le había costado llegar allí.

—¡Entiendo, espera un momento! —gritó el chico de nuevo, dejando de asomarse por el lateral de la atalaya, enseguida el chico comenzó a bajar la atalaya y en menos de tres minutos estaba delante de Morgja. De cerca, Morgja pudo ver que el guardia tenía los ojos verdes y llevaba un peto, hombreras, coderas, brazales, y rodilleras de acero—. Hola, soy César, sígueme, te llevaré al ayuntamiento.

César comenzó a caminar hacia el pueblo, el cual podía verse desde allí, pasando de largo un camino que conducía hacia la derecha, al pasar delante de él, Morgja intentó divisar lo que se encontraba al final, pero solo pudo ver un par de casas, una delante de otra.

—¿Está bien que abandones tu puesto? —preguntó Morgja, al ver la despreocupación con la que el guardia caminaba hacia el pueblo sin detenerse a comprobar si lo estaba siguiendo o no.

—No te preocupes —contestó el chico, quitando importancia a lo que le había preguntado Morgja—. ¿De donde eres?

—Lakkonia.

—¡Guau!¿¡Eres de la capital!?¿¡Y has venido a este pueblucho a ser guardia!? —gritó el chico, impresionado tanto por la procedencia de Morgja como por el hecho de que había recorrido más de 1000 kilómetros para ser guardia en un pueblo sin importancia.

—Sí, y…

—¿Se te da bien la magia? He oído que los de la capital sois unos genios que dominan toda clase de magias —preguntó el chico sobreexcitado, interrumpiendo lo que Morgja estaba a punto de decir.

—Que va, soy un carente —contestó el chico, refiriéndose a que había nacido sin la capacidad de usar cualquier tipo de magia.

—¿En serio? Otro más, parece que este pueblo es un imán para ellos —exclamó César, decepcionado por la respuesta que le había dado Morgja.

—¿Otro más?

—La guardia de noche también vino de fuera y es una carente, a parte, casi todo el pueblo lo es —contestó, antes de detenerse en una zona completamente recubierta por baldosas de piedra, y que tenía una fuente en el centro—. Bueno, esta es la plaza del pueblo, y justo ahí tienes el ayuntamiento —dijo, señalando un gran edificio de madera justo enfrente de la plaza—. Ahora me tengo que ir, si me ven faltando a mi deber como guardia me echarán la bronca, nos vemos —comentó, comenzando a correr de vuelta hacia la atalaya.

Morgja fue directo hacia el ayuntamiento, mientras lo hacía se fijó en que por allí no había nadie, aunque, teniendo en cuenta el tamaño del lugar asumió que era algo normal. Al entrar al ayuntamiento Morgja se topó de frente con un mostrador, detrás de él había una mujer de mediana edad con el pelo recogido en un moño, y gafas de color rojo, la mujer era delgada y bastante guapa para su edad, sus uñas eran largas y estaban pintadas de rojo.

—Bien…¿Quién eres? —preguntó, pensando que se trataría de alguien del pueblo, y cambiando lo que iba a decir en cuanto vio que se trataba de alguien de fuera, siendo un poco brusca, a pesar de que lo preguntaba sin mala intención.

—Me llamo Morgja, he venido por el puesto de guardia ¿Sigue disponible? —contestó el chico, sacando la hoja de periódico en la que salía el anuncio de uno de sus bolsillos y señalándole a la mujer el lugar en el que se encontraban.

—No, lo siento, tras la última reunión los vecinos se quejaron de que el alcalde pusiera este anuncio sin consultar, hubo bastante revuelo y al final se decidió que no contrataremos a nadie más y que seguiríamos con dos guardias como hasta ahora —explicó la mujer, dando todos los detalles sobre lo que había pasado, a pesar de que nadie se lo había preguntado y podía haber dicho solo que el trabajo ya no se encontraba disponible.

—Entiendo —contestó el chico, mostrando una expresión sonriente, a pesar de que por dentro estaba gritando.

—Lo siento, esto ¿Vienes de muy lejos? —preguntó la mujer con cara de lástima.

—De la capital.

—¿¡De la capital!? —gritó la mujer sorprendida, tanto por el hecho de que Morgja fuera de un lugar tan importante como por la distancia que el chico había recorrido para llegar hasta allí—. ¿Puedo preguntarte por qué querrías venir a ser el guardia de un pueblucho de mala muerte?

—Necesitaba trabajo y la oferta de vivienda era prometedora —contestó el chico—. En fin, tengo que irme, gracias por su tiempo.

A pesar de que Morgja se había mantenido sonriente todo el rato que habían estado hablando, la mujer sentía lástima por el chico, y miraba como este caminaba hacia la puerta mientras intentaba pensar en una idea para que todo el viaje hasta allí le hubiera servido para algo.

—¡Espera! —gritó la mujer, antes de que el chico saliera por la puerta, Morgja se dio la vuelta y miró hacia la mujer—. ¿Por qué no te quedas un par de días en el pueblo? Intentaré convencer a todos de contratarte en la próxima reunión.

—¿¡En serio!? —preguntó el chico, acercándose de nuevo al mostrador, su expresión había cambiado, a pesar de que mantenía la sonrisa con la que había estado hablando a la mujer todo el rato, se notaba que en ese momento lo hacía de forma genuina y no para ocultar sus verdaderos sentimientos.

—La próxima reunión será pasado mañana, espera hasta entonces en la posada, no puedo prometer que te vayamos a contratar, pero haré todo lo que esté en mi mano —contestó la mujer, intentando que el chico no confiara en que sería seguro que le iba a conseguir el trabajo.

Morgja asintió y salió por la puerta para darse cuenta de que no sabía donde se encontraba la posada, el chico miró hacia los lados, a su izquierda podía ver unos cuantos edificios que parecían ser tiendas y a su derecha unos que aparentaban ser casas normales. Morgja decidió ir hacia la izquierda, pensando que lo más probable era que los comercios estarían situados todos por esa zona. Justo delante del primer edificio el camino se dividía en tres, uno que iba directamente a la tienda, otro que seguía recto y el tercero, que se ubicaba al lado contrario del primero y seguía recto unos cuantos metros y después seguía hacia la derecha conduciendo a otra tienda. Unos metros más adelante el camino volvía a dividirse, esta vez solo hacia la izquierda del chico y de nuevo parecía conducir hacia una tienda, aunque era muy pronto para asegurarlo, el chico asumió que su idea de que la posada se encontraba en esa zona era cierta, y siguió caminando hacia delante hasta que se topó con el camino dividiéndose por tercera vez, de nuevo hacia los tres lados disponibles; delante suya conducía a un edificio que parecía ser un hospital, aunque una versión más pequeña al que estaba acostumbrado, a su derecha había una cuarta tienda, y finalmente a su izquierda un gran edificio, que tenía un cartel en la entrada en la que ponía "posada/taberna"

El chico tomó el camino hacia la posada y al llegar hasta el edificio entró enseguida, de nuevo se encontraba en una sala diseñada para la recepción; la sala era cuadrada, y tenía una puerta tanto hacia la izquierda como a la derecha y justo delante de la entrada un mostrador, en el que estaba otra mujer, esta parecía ser mucho más mayor que la recepcionista del ayuntamiento, la mujer no era muy agraciada, y la gran cantidad de maquillaje que llevaba en el rostro no ayudaba a verla más hermosa, sus manos eran huesudas y al igual que la otra recepcionista terminaban en uñas largas que estaban pintadas de rojo; en cada uno de sus dedos llevaba un anillo que lucía una gema. La mujer golpeaba con sus uñas la mesa, creando un sonido rítmico mientras leía un libro.

—Disculpe —dijo Morgja, intentando llamar la atención de la mujer, la cual estaba absorta en su libro. Tras llamarla tres veces más, el chico colocó su mano delante del libro de la mujer, evitando que pudiera seguir leyendo.

—¿¡Qué…

En el momento en el que vio la mano, la mujer iba a gritarle al chico por obstruir su lectura, no obstante, en cuanto se dio cuenta de que era un cliente y no uno de sus vecinos, cambió su actitud y su ceño fruncido por una sonrisa que provocó un escalofrío al chico por lo horrible que era.

—¿En qué puedo ayudarle? —preguntó la mujer, manteniendo la sonrisa.

—Quiero hospedarme aquí durante dos días —contestó el chico, devolviendo la sonrisa a la mujer para no parecer descortés.

—¿Quiere que le preparemos la comida o prefiere arreglárselas por su cuenta? —preguntó la mujer a continuación, haciendo ver al chico que también ofrecían esa clase de servicios, algo que no era habitual en la capital.

—¿Cuánto costaría?

—20 Bamen sin comida 35 Bamen con comida.

Morgja comenzó a pensar en cuál era la mejor opción, solo le quedaban 35 Bamen, que era lo que le había sobrado del pago del carruaje, gracias a haber realizado el viaje en un día menos al que el chico había estimado, si elegía la habitación sin la comida, le sobrarían 15 Bamen, con lo que podría comprar comida y agua para 3 días, pero seguramente de una peor calidad y menor cantidad que la que le ofrecerían en esos dos días hospedado. Después de 5 minutos pensando en todos los pros y contras de las dos clases de alojamiento, el chico se decantó por la que le ofrecía comida, ya que hacía casi una semana que no comía cocina elaborada y que lo saciara por completo.

—Tiene que pagar por adelantado —dijo la mujer, estirando el brazo y abriendo la mano para que el chico depositara el dinero en ella. A pesar de que era la primera vez que le pedían pagar por adelantado, el chico no se quejó y sacó de la bolsa en la que guardaba el dinero, todo el que le quedaba, para a continuación colocarlo en la mano de la mujer—. Las habitaciones están a la derecha, en estos momentos están todas vacías, así que puede escoger la que prefiera —explicó a continuación, moviendo la mano hacia la derecha, para indicarle la puerta que tenía que tomar.

Morgja entró por la puerta que le había indicado la mujer y se topó con un pasillo largo con tres puertas a la izquierda y dos a la derecha, y una escalera hacia el piso superior. El chico se dirigió a la primera puerta de la izquierda, y justo al lado de esta vio un pequeño cartel en el que ponía "Mixtos", tras examinar las otras cuatro puertas, descubrió que esas puertas conducían a unos baños exteriores y a los aseos. A continuación, el chico subió las escaleras para ir a su habitación, en el piso de arriba había otra escalera hacia un segundo piso, y todas las puertas estaban situadas a la derecha, Morgja entró en la primera habitación, la cual conducía a un cuarto con una cama individual, un escritorio con una silla y un armario para guardar el equipaje, el chico se tumbó en la cama y se quedó dormido enseguida por culpa de haber pasado seis días durmiendo en el suelo.