Alguna vez por la mente de todos se formuló la pregunta de ¿quién soy?, tal vez algunos hayan encontrado la respuesta, más no garantiza que sean felices, puede que hayan descubierto su verdadera forma pero en su destino están condenados a morir lentamente mientras viven atados a ser esclavos de la propia máscara que han creado a lo largo de sus vidas.
Un día cualquiera de otoño, nació una niña, rebosante de vida, sana y linda. Creció dentro de una familia de clase media, fue a la escuela, buenas calificaciones, llegó a la etapa donde a los 12 años llegó a la pubertad y cambió la niña dulce por una jovencita muy bella.
Pero el destino cambia tan rápido que todo lo bello termina rápidamente, así como las hermosas flores en la primavera se marchitan al llegar otra estación, sucede lo mismo con las personas. Todo sucede tan rápido que nadie logra darse cuenta de cuán dañados están, algunos solo esperan la muerte misma, vivir en una rutina aburrida sin tener descanso es agotador para cualquiera.
Ella no fue la excepción, su vida cambió, sus gustos cambiaron, todo su mundo a lo largo de su niñez desapareció, para vivir la realidad. Tuvo un hermano más, la vida parecía sonreírle amablemente, ahora tenía un pequeño niño como compañero de aventuras a quien sin importar qué lo amaría por el hecho de ser su hermano. Pasaron algunos años viviendo juntos en familia, sin embargo el dulce encanto de la vida terminó con el divorcio de sus padres, todo realmente sería caótico, triste y con muy pocos recuerdos de lo que alguna vez fue una adolescente feliz.
Vivió hasta los 23 años. Cansada tan cansada de todo, su familia, el trabajo que odiaba, estar en una soledad que parecía no terminar, tomó una decisión y era no seguir más, luchando día a día por vivir. Tres puntos importantes en su vida la llevaron a esa noche donde tomó su vida.
El primero fue el divorcio de sus padres, donde lo que alguna vez conoció dejó de existir, su lugar feliz desapareció, los días familiares, las sonrisas, la felicidad. Todo, absolutamente todo desapareció para nunca más volver.
El segundo es algo que la marcó, su mamá consiguió una nueva pareja, jamás sería su papá eso lo tenía claro, aún así trato de ser tolerante y llevarse bien con él. Ella tenía miedo de un completo desconocido, quien golpeaba a su mamá, que por él había descuidado a su hermano, dejándose llevar por el alcohol, sexo y deudas. Al final el miedo que le tenía tuvo explicación, pues se metió dentro de su habitación y abuso de ella estando media dormida, claro que le contó a su mamá pero no le creyó, fue en ese instante que para ella no sería más su figura materna sino una desconocida que alguna vez llamó mamá.
El tercera, fue la presión que su familia materna puso sobre sus hombros tantos años, llevándola a estudiar algo que odiaba así como conseguir un empleo que también odiaba.
La presión, la ansiedad, la tristeza, los recuerdos y el alcohol son un arma de doble filo, puede que algunas personas lo tomen como un punto de inflexión él tocar fondo y salir de ahí con una nueva versión de ellos más fuerte, pero hay quienes toman la decisión que marca el final de su destino, no sufrir más, no luchar más, solo descansar y es otra forma de valentía.
Ella fue una de las personas valientes que tomó la segunda decisión, sin ninguna despedida, sin importar que su hermano ya no pudiera abrazarla ni mucho menos verla, por única y última vez en su vida, con algo de alcohol en su sangre, sonrió amargamente, miró a la luna a través de su ventana, supo que lo más importante era descansar finalmente. Tomó el frasco de pastillas, tranquilamente se recostó en su cama, sacó la cantidad exacta de las píldoras blancas, dio un sorbo de agua y lentamente paso por su garganta, cerró los ojos y durmió.
Le encantaba soñar, pues casi siempre despertaba en un lugar extraño pero muy hermoso que le parecía tan familiar, alguna vez llegó a pensar que le encantaría vivir ahí, donde se sentía tan tranquila y feliz, pero claro solo era un sueño...