Nueva York fue en un muchos sentidos una contradicción: en algunos aspectos, tal como lo ponen en los medios, y en otros, completamente diferente, pero, ¿no se podría decir eso de toda ciudad?
Rentamos un apartamento justo en medio de Manhattan. ¡JODIDO MANHATTAN! No sé cómo le había ido en la vida, ¡pero ese hijo de puta de Ryan la había pegado en grande! Ah, y antes de que empiecen a pensar mal: NO. Esto no fue algo tipo "me dio un hogar, me invitó a salir, me sedujo poco a poco hasta que caí en las fauces del más apasionado de los amores"... digo, es mayor de edad, esas fauces serían bastante ilegales (aunque si el cabrón puede costear lugares así, CASI lamento que no lo haya intentado).
Además: no, no era la única del programa, dado que beneficiaba a varios más de otras escuelas poco afortunadas, así que tuve que compartir espacio con...
...bueno, ¿recuerdan esa parte de las fauces del más apasionado de los amores? Seee... aquí es dónde esto aplica:
—¿Cuál es tu nombre? —me preguntó el primer día en que me instalé, justo cuando estaba abriendo la puerta de mi dormitorio. La de él estaba justo frente al mío.
—Harriet.
—Bonito nombre —me sonrió.
—¿Qué hay de ti? ¿Tienes uno de esos... ya saben, que se llaman...?
—¿Nombres?
—Sep.
—Levi.
¿Sentí atracción de inmediato? No... pero, sentí atención de inmediato; moreno, cabello difícil de domar, y una sonrisa que parecía capaz de iluminar el día hasta una victima del campo de Plasnow... estoy segura que esa debió ser una de las analogías más inapropiadas de la historia, pero, bueno, uno no piensa bien en el momento, y alrededor de él, no parecía pensar bien de todo.
Claro, no soy una chica fácil, no es como si me hubiera entregado mi corazón de inmediato.
Entregué... quizá otra cosa.
—¡Más duro la concha de tu madre! —grité mientras me azotaba duro contra el muro —. ¡Y deja de verme a los ojos mientras empujas!
—¡Entonces deja de voltear la cabeza!
¡Bien! No fue precisamente así, sólo puse esa escena porque ahora podré poner "anal", "hot" y demás jaladas en las etiquetas de la historia para medio atraer audiencia tan virgen que podrían sacrificarlas fácilmente al Dios del volcán para detener su ira (por cierto: ¡HOLA QUERIDO AUTOR!).
No, la verdad no fue tan extrema; lo cierto es que congeniamos en algunas cosas, más de las que tenía en mente al principio, y sin duda más que el resto de mis compañeros en el campamento.
Y luego, una noche, tuvimos un pequeño evento; una sesión de grabación frente a un par de importantes ejecutivos de una disquera; realmente no había promesa de un contrato o algo por el estilo, pero, pss, ¿cuántos adolescentes podrían presumir eso? Pasará lo que pasará, tenía que aprovechar la oportunidad.
Todos fuimos llevados a un estudio a un par de calles de nuestro apartamento; y tuvimos la oportunidad de tocar, solo un fragmento de un pequeño cover de alguna canción que nos gustara, y una composición original.
—Muy bien linda, ¿cuál es tu nombre? —dijo una de las ejecutivas al otro lado del estudio, a lado de Ryan, un ingeniero de sonido manejando la consola, y un par de ejecutivos más.
Se veían expectantes; algunos más interesados que otros, pero sus ojos y oídos estaban abiertos para lo que tuviera que tocar, así que más vale que fuera bueno.
—Harriet —me aclaré la garganta, con mis dos manos a los costados de mi guitarra—, Harriet Milovic, de Toronto.
—La guitarra es tu instrumento, ¿no es así? ¿Cuáles son tus inspiraciones? ¿Tus influencias?
—Oh, bueno, piensen en casi toda gran mujer rockera: Patti Smith, Janis Joplin, Karen O, pero diría que mi mayor diosa es Joan Jett.
—Ella tiene mucha actitud, ¿crees tenerla también?
—La actitud es importante —respondí—, pero, no me gusta presumir; prefiero demostrar, no sólo hablar.
—Muy bien, cuando quieras querida.
Tenía una gran canción, ¡una canción perfecta! ¡Maravillosa! Quizá la mejor composición que había hecho hasta entonces, dentro de mi joven carrera, fue el punto más alto del despliegue de mis habilidades creativas...
...pero, en ese momento, mis dedos se quedaron paralizados; conocía las notas, conocía los acordes, y había tocado a Matilda (así le llamo a mi guitarra) miles de veces a lo largo de los años, ¿¡por qué no podía entonces tocar!? ¡Ese era justo el instante correcto para hacerlo!
Respiré hondo, trate de imaginar a los ejecutivos desnudos, pero luego pensé que era una menor de edad rodeada de un montón de adultos sin ropa, y me puse más nerviosa todavía; lo hubiera arruinado, de no ser porque llegó justo en ese momento mi caballero en brillante armadura.
¿Un hoodie gris oscuro cuenta como armadura, verdad?
En sus manos, tenía un viejo teclado Yamaha, algo dañado, pero seguía escuchándose bien por lo que pude presenciar en los días anteriores; y comenzó a tocar algunas notas en este.
Más específicamente hablando, MIS notas.
—¿Qué haces? —le dije murmurando, o bueno, quizá en realidad no lo dije, pero estoy segura que mis labios se movieron en ese momento.
—Sólo sigue la corriente —contestó, y de eso sí estoy segura de haberlo oído.
Me dio el ritmo, y con calma, hice una cosa a la vez; no toque de inmediato, en su lugar, canté al ritmo de la melodía:
—Si supieras todo lo que ocurrió / la historia de este corazón / ¿Igual saldrías con alguien como yo?
Y entonces, él cantó el siguiente verso.
—Si conocieran lo que dejé atrás / que uno más uno no siempre son dos / ¿Igual saldrías con alguien como yo?
OK, no... ¡PERO HUBIERA SIDO ALTO MOMENTO! ¿Verdad?
La verdad es que el me siguió el ritmo con su teclado, y finalmente, tras romper un poco mi estrés, pude tocar; no fue mi actuación más destacada, pero tampoco fue la peor, y en la escala del 0 al 10, quizá fue un 8, y como se dice en mi casa: 6 es el pase, el resto es para presumir.
—Muchas gracias señorita Milovic —la ejecutiva me dijo tras finalizar mi canción—, nada mal, estaremos en contacto con usted.
Eso casi siempre es código para "no llame, nosotros NO le llamaremos", pero entonces no me pareció la gran cosa; había disfrutado toda la experiencia, desde el ir al aeropuerto de Toronto para de hecho TOMAR un avión y no sólo para defraudar a los turistas diciendo que les vendo la Torre CN,
Y tenía que agradecer a alguien de al menos conseguir esa calificación decente.
—Muchas gracias Levi —le dije, una vez finalizado el evento para todos, mientras convivíamos en una fiesta en el apartamento aquella noche—, pero, ¿estuviste entonces escuchando mi canción, no?
—No te sientas tan especial Harry —contestó—; tu cuarto está frente al mío, y esa progresión es muy fácil de hacer...
—¿En serio?
—...OK, puede que haya escuchado un poco, ¡PERO TODOS PRACTICAMOS! ¡De seguro escuchaste la mía! ¿No?
—¡Claro! —mentí, la verdad es que estaba tan ensimismada en mi composición como para ponerme a oír las de los otros, pero tanto aquí como al fisco, ¿a quién daña una mentira blanca?
Igual, me salvó el pellejo, y hartos un poco de conversaciones insulsas de personas que en realidad no importaban, salimos a un balcón que daba a la calle principal.
Y, como las películas, fue hermoso; en Nueva York, hay tanto que ver, pero sus luces diría yo, son un fenómeno en sí mismo; lamentaba un poco el escuchar una fiesta mucho mejor en un bar en esa misma calle, pero ya saben, todavía no tener 18, y en todo caso, estaba algo cansada, tenía un vuelo que tomar al día siguiente, e igual quería sólo reposar mi mente y disfrutar de una experiencia más cara a cara con cierta persona.
—¿Es el tuyo? —Levi preguntó tras escuchar la alarma de mi celular.
—Sí, c-creo que sí —contesté tras revisar en mi pantalla que acababa de recibir un mensaje.
—¿Es alguien en casa?
—Una amiga nada más —dije tras guardar de nuevo en mi bolsillo el aparato.
Mi atención se enfocó rápido de nueva cuenta en él; ¡Señor! Bajo la luna y los carteles de neón y LEDS su rostro se veía todavía mejor.
Y es aquí dónde debería culpar al alcohol, excepto que no se sirvió alguno; lo que pasó, pasó de manera consiente, consensual y toda la cosa; me gustaría decir que no noté cómo nuestros rostros lentamente se acercaron entre sí, pero ustedes apenas me conocen, e igual saben que mentiría al hacer tal declaración.
Y así como así (o tal vez no), nos besamos; primer, con brevedad, y luego... je, sentí sus poros, su fragancia, su calor; en sus labios, se impregnó mi labial, y en mi piel, su perfume... ¿qué clase de chico usa perfume en todo caso? El tío es más sofisticado que yo...
Parloteó algo más, mi mente estaba perdida para ese momento; casi, CASI se nos ocurre dormir en la misma habitación, pero teníamos chaperones, y no nos lo iban a permitir. De no estar, ¿quién sabe qué hubiera pasado?
O más bien, creo que sé muy bien lo que hubiera ocurrido, y en parte es algo que agradezco, y en otra, algo que lamento y hasta maldigo.
Pero, tras el vuelo de regreso a Toronto, él tomó su ruta, y yo la mía; ¿qué debía hacer? ¿Intentar agregarlo a Facebook, seguirlo en Instagram? No es que tuviera algo de malo, a estas alturas casi todos tienen un amigo en otra parte del país, sino que del mundo, pero el detalle era que no era precisamente amistad lo que quería, o lo que iba a obtener.
Tenía una vida en mi viejo terruño, y a pesar de no ser perfecta, me había acostumbrado a ella; amigos que podía ver todos los días, una escuela que había aprendido a medio sortear, y...
—¡Ahí está! —escuché gritando de una rubia figura en la puerta de entradas internacionales del aeropuerto —. ¡Harriet, Harriet por aquí!
Mi humilde séquito: Dalia, una amiga del colegio que sin ella no sé cómo hubiera pasado de año (y no sé cómo carajos haré para pasar el siguiente ahora que fue transferida a una escuela de hecho decente); mi primo Jake, y su novia Allyson. Y Josephine, la chica de cabellos dorados en cuestión.
—¡No sabes cómo te extrañe! —dijo a mí oído tras pegarse a mí, tras un salto de dicha que claro que tuve que abrazar.
Casi lloraba, tanto ella como yo; no fue tanto el tiempo, ni la distancia en realidad, pero en ocasiones, hasta un segundo puede parecer un siglo: lo fue en aquella sesión con los ejecutivos, y lo fue al estar separado de mi Jo.
—¿Nuevo labial? —dije tras recibir el beso más cariñoso que ella me había dado desde que la conocía—. No sabe mal.
—Ni tú —me contestó.
Al final, esa era mi vida; en un breve resumen, en todas esas personas, estaba... yo. Y Levi quedó atrás.
Y puede que en realidad, eso era lo mejor; fue mi aventura de verano, pero toda estación tiene un fin; la cálida brisa fue sustituida de a poco por los frescos vientos del norte que iban anunciando la entrada del otoño, así como un regreso al mundo que conocía y que me había forjado.
—Bienvenida perra —me dijo mi primo, tras acercarme a él y al resto del grupo, caminando abrazada de Jo.
—Gracias pendejo —contesté.
—¿Algún recuerdo de Nueva York? —la pelirroja pareja de mi primo me preguntó—. ¿Algo interesante que contar?
¿Algo interesante? Sí. ¿Pero lo iba a contar? ¡Oh claro que no! Ni bajo la pena de tortura.
—Cosillas por ahí —respondí.
Entonces, sonó mi celular.
—¿Quién es amor? —Josephine me preguntó.
—Sólo... un amigo del campamento.
Ni siquiera dudó o cuestionó mi respuesta; todos nos subimos a la carcacha al auto de mi primo, y regresamos a nuestro barrio.