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Chapter 6 - Capítulo V: Despiértenme Cuando Pase El Temor

El estadio se encontraba a reventar, y no había asiento o lugar desocupado; la multitud enloquecida gritaba mi nombre, "Harriet, Harriet"; les había deleitado con mis 20 mayores éxitos (incluyendo ese tema por el que gané el Oscar, y ese otro que sólo pegó en Japón por ser la canción de una serie de niñas mitad gato que combaten contra un Robot Lunar malvado), pero los muy hijos de perra imploraban por más.

Pero esta perra sólo podía dar un mensaje, al final, mientras los miembros de mi banda tocaban las notas finales de nuestro último concierto.

—No sólo no hubiéramos sido nada sin usted —comuniqué al micrófono a todos los espectadores, tratando de recordar el nombre de la maldita ciudad en la que ese recital estaba tomando lugar—, sino con toda la gente que estuvo a nuestro alrededor desde nuestro comienzo; algunos siguen hasta hoy: gracias... ¡totales!

Vale, no pude recordarlo, pero en retrospectiva, ¿no sonó increíble? Una frase que inmortalizaba mi lugar en la cultura popular y que me elevaba al nivel de los más grandes ídolos de la música, al máximo panteón al que puede aspirar cualquier persona en el carril de esta forma de arte.

Lastima que sólo era una fantasía.

—¡Harriet, Harriet despierta hija de puta! —escuché en voz de Fareed Diwari, mientras recorría los pasillos del colegio al día siguiente, justo antes de mi primera clase.

—No mamá, no te delataré con Hacienda —dije, no sé si en broma si de en mi cabeza apareció un recuerdo olvidado.

—¡Hablo en serio! ¿Cuento contigo o no?

El señor Dirawi aquí presente, del tercer y último año de Hopewell High, desea contratar mis servicios; al principio, le pregunté, "Bien, ¿cuántos gramos quieres?", pero luego me aclaro que los servicios a los que se refería eran para componerle su música porque desea lanzarse a la presidencia estudiantil en el colegio; un cargo simbólico sin poder real, por supuesto, pero a ellos les sirven carne real durante el almuerzo, así que no puedo decir que no hay incentivos decentes.

—Vale, pero ya me conoces —indiqué—; no soy barata.

—La mitad ahora, la otra al terminar, y ESCUCHARÉ lo que hayas compuesto antes de cerrar el trato; no quiero sorpresas, como que sólo me enviaste una vieja canción de Evanescence de las que nadie se acuerda.

—¿O sea, una canción de Evanescence?

—Eso le dolerá a cientos de emos más o menos por el año del 2005, pero sí.

¿Quién es él en todo caso? Lo conocí el año pasado en una fiesta (a la que no me invitaron, pero al carajo, recuerden: si llevan pizza y se hacen los pendejos, entrarán dónde sin pizza no): uno de los chicos más populares del colegio, bien parecido, viste con más estilo que, bueno, YO (usaría el término metrosexual pero dos chistes criticando la cultura de mediados de la década pasada son demasiado), y formó parte del equipo de fútbol.

Ahora, parece que quiere cambiar; supongo que no tuvo nada que ver nuevas revelaciones sobre las contusiones cerebrales que tienen aquellos que juegan el deporte durante mucho tiempo... que le haya pasado en link a un documental como tres veces a la semana pudo influir también.

—Verás, querida —me dijo con su brazo por encima de mi hombro, inclinado para hablar más cerca de mí oído—, necesito realmente músculo para poder ganar esta elección; es el siglo XXI, es verdad, y la gente debería ser más abierta, pero no tienes idea de la cantidad de prejuicio que aún entre los jovenes existe a la idea de un presidente de origen musulman. Detesto cómo me ven, detesto que si traigo una mochila piensen que ahí tengo alguna bomba mortal.

—La única bomba mortal que traes es el almuerzo que te hace tu madre.

—¡Yo te lo advertí! —me advirtió la advertencia —. ¡Ah, pero a fuerza querías robarte mi comida!

Me llevó de poco a poco al salón de música; algo que debí haber notado, pero perdí la noción del tiempo y del espacio cuando me dijo cuánto pagaría. ¿Qué cantidad? No, no lo diré; mas que nada, por dos motivos: el primero, no quiero humillarme dado que para algunos de ustedes no será tanto y no quiero que vean cuán urgida de plata estoy en realidad. La segunda, y la más importante, es que esto hará que el libro sea menos fechable, por aquello de que, ya saben, la inflación: lo que parece mucho hoy no será mucho en unos años.

¿En dónde andaba? Ah, sí: no se roben mi hierba.

Pero aparte...

—Claro, no te dejaré esta labor para ti sola —me dijo, mientras lo seguí inconscientemente hasta el aula de audiovisuales.

—¿Por qué quieres hacerme la carga menor, o por qué no confías en mí?

—Lo único que hice respecto a no confíar en ti fue cambiar el NIP de mi tarjeta.

—¡Sólo la tome prestada un fin de semana!

—Normalmente, alguien avisa cuando quiere algo prestado; de otro modo, se le llama "hurto".

—¡Ay, pero si te lo hubiera pedido, hubieras dicho que no! ¡Digo, Fareed, amigo, sé que estás bruto pero no te pases!

—Ya fue, ¡dile hola a tu nuevo compañero en esta labor!

Abrió la puerta del salón, y... vamos a jugar ahora a... ¿¡QUIÉN PODRÍA SER?!

¡Bien lectoras y lectoros! ¡Sean bienvenidos a una edición más de nuestro programa dónde tratamos de adivinar con antelación cuál es el giro sorpresa en este punto de la trama! ¡Es un juego que acabo de inventar pero por favor, les pido que finjan como si supieran de qué carajos estoy hablando porque ciertamente yo no!

Ahora, pasemos a jugar; sus opciones, son las siguientes:

1. Mi padre perdido, que por fin se fugó de la cárcel para verme.

2. Una reina de un país europeo que nadie conoce, que me dice que soy la heredera al trono porque romance.

3. Levi, el chico con el que tuve mis acercones veraniegos porque Dios me odia casi tanto como yo me odio.

¿Listos?

¡EXACTO, LA NÚMERO DOS!

—Soy la soberana Ekaterina de Monavakia —me dijo una señora en sus 60, con un vestido sencillo pero elegante, y un acento de algún punto del centro del viejo continente—. Sé que no me recuerdas, la última vez que me viste fue cuando apenas eras una bebé. Y debes tener muchas preguntas, pero necesito ir directo al grano porque tiempo no tengo mucho: tú, en realidad provienes de un antiguo linaje real... eres, mi nieta, y como tal, la siguiente heredera al trono.

Mis oídos apenas pudieron creer tales declaraciones; en todo casi, de ser cierto, debía responder de un modo a la altura de estas circunstancias.

—...¿te cae?

—¡Oh, pero basta de formalidades! —se lanzó a abrazarme—. ¡Los títulos no importan aquí! ¡Lo que sí es que por fin te encontré, después de tantos años!

Y aunque aquello fue, mega bizarro por decir lo menos, no mentiré; su contacto fue tan gentil, tan tierno, como aquel que nunca sentí de parte de miembro alguno de mi familia. ¿Yo, una princesa? Pss, ni en las fantasías más cursis de mi diario hubiera imaginado eso. Y no tenía ni la menor idea de qué iba a pasar a continuación, aunque tenía una ligera idea de qué podría ser, y no dudo que ustedes también: cambiar mi apariencia, aprender a comportarme en sociedad, a no decir tantas guarangadas, tener clase, estilo, quizá enamorarme de un chico de alguna línea real que al principio odie y tener que decidir si de verdad ese es el tipo de vida que deseo, pero...

...por lo pronto, a disfrutar de ese abrazo: amor familiar real, eso es algo que no veo expresado a mí persona todos los días.

—No sabemos cuánto tiempo soñé con este momento, mi querida Isabella.

—¿¡Isabella!? ¿Quién es Isabella? —pregunté.

—Espera —me soltó—, ¿no eres Isabella Constanza Prudencia Ortensía de Monakavia?

—No... Harriet.

—Ugh, ¡salón equivocado!

Después de salir por la ventana y trepar por las cuerdas de un helicóptero (la señora se mantiene en forma, eso que ni qué), vi que finalmente arribó al aula de audiovisual mi verdadero compañero, y la respuesta correcta real.

—Oigan, ¿escucharon un helicoptero? —dijo el moreno, agitado y sonriente—. ¡Oí que una chica de Hopewell High es una princesa y...!

—¿¡TÚ!? —señalé.

Sip, Levi, porque... bueno, ya les dije mis opiniones teológicas.

—¿Se conocen? —Fareed preguntó.

—P-puede decirse que sí —contesté sonrojada.

—Bueno, igual, les enviaré luego un archivo con más especificaciones de cómo espero que salga el tema —el aspirante a candidato nos indicó—, por lo pronto, si pueden ir discutiendo ideas de una vez, se los agradeceré, ¡salam camaradas!

Cerró la puerta, y mi oportunidad de escapar discretamente también.

—¿Será tarde para saltar y tomar la cuerda del helicoptero?

—¿Dijiste algo? —Levi preguntó.

—N-nada... es sólo que...

—Harry, Harriet, detente, por favor, detente antes de decir alguna tontería.

—¿Cuándo he dicho tonterías? ¡NO RESPONDAS A ESO PUTO, QUE ES UNA PREGUNTA RICOTA!

¿Será "pregunta retórica", no?

—¿¡QUÉ TE DIJE!?

—Vale, ya, ya —Levi me contestó, calmado; justo lo opuesto a mí—, pero, ¿me puedo explicar? ¿Puedo presentar mi punto?

—Lo siento... sí, dale, dispara galán.

Tomó aire, cerró los ojos por un segundo, asintió, y comenzó a hablar.

—Creí que ya habíamos quedado en claro respecto a lo nuestro, y lo respeto.

—¿De verdad?

—Estas cosas... ¿pasan? Bueno, supongo que sí, y a pesar de todo —dijo tomando asiento en una silla a un costado del escritorio del aula—, creo que eres una gran música, y esto no sería una mala oportunidad para ambos.

No se inmutaba, no se sonrojaba, ni tartamudeaba, o sudaba: si lo decía, era en serio, con plena seguridad y convencimiento en sus palabras, y si él podía dejar de lado lo que fue, creí que también podría yo.

—También creo que eres muy talentoso —me acerqué diciendo, y del nervio, tocando con mi mano derecha mi antebrazo izquierdo—, y... siendo sólo por eso, creo que vale la pena intentar sacar esto a flote.

—Entonces, ¿lo intentamos?

—Lo intentamos.

Y empezamos a discutir sobre nuestras visiones para el tema de Fareed; no era la labor más compleja del mundo, y con suerte, jamás sería algo que destacará en nuestras hojas de vida como un punto importante en la carrera musical de ninguno de los dos más allá de ser un dato de trivia curioso que los fans obsesivos sabrán cuando él y/o yo seamos famosos en este medio.

Conversamos, y discutimos, pero no salió el tema del verano, y me sentí en paz; de verdad, aquello parecía sorteado finalmente.

Y la rutina casi se acentó por completo, cuando vi, aquella tarde-noche, después de medio hacer la tarea, tenía a Josephine a mi lado, viendo el televisor en el sillón de la sala de mi hogar; ella estaba acurrucada a mi lado, y las dos compartimos un tazón de rosetas de maíz.

Al principio, empezó a toquetear mis manos para robarme la botana, pero poco a poco sentí que jugueteaba con ella, y con suavidad y delicadeza en esa piel bronceada, empecé a sentir un espiritu más sugerente aparte del de, sólo querer estar a mi lado.

—¿Estás traviesa, Jo? —dije.

—Bueno, te ausentaste un buen tiempo —me dijo, casi susurrando—. ¿Es algo raro querer... sentirte más cerca?

¿Qué más cerca podíamos estar? Ustedes lo saben bien: cuando la distancia ya no nos separa, lo que nos separa es la ropa.

Entramos a mi habitación, y aprovechando que no había nadie en casa y no lo habría por lo que creí sería al menos una hora, nos dimos el gusto de deleitarnos en las artes del erotismo sáfico con lentitud y enfasis en complacer a...

...vale, follamos, cogimos, garchamos: ¿captan, no? Y fue mágico, especial, y romántico.

—¡La puta madre Jo, que no me metas el dedo por ahí! —grité al sentir... eh, bueno, no necesitan saber eso (y si necesitan saber eso: vayan a Deviantart).

—¡Lo siento, lo siento! —se disculpó, alzando su torso desnudo, mientras yo me encontraba boca arriba

—¡No te disculpas durante el sexo!

—¿Y después del sexo?

—De eso hablaremos después.

Acercó su rostro al mío, y nos empezamos a besar, sintiendo nuestras pieles desnudas y rosandose, y saboreando la dulzura de sus labios me di cuenta que...

...esta mierda no estaba funcionando.

Odio describir esto como algo mécanico, pero, de algún modo, ese se tornó en el adjetivo más apropiado; sí, había tenido acercamientos así con Jo, y durante algunas ocasiones, no sólo fue bueno, ¡FUE EXCELENTE! Perdía la consciencia y mi sentido del "yo" tras esos momentos que mezclaban lo tierno con lo carnal.

Pero esa noche... no. No estaba llegando a las notas altas.

Excepto... bueno, ya podrán darse una idea...