Los católicos tienen a los sacerdotes, los judíos los psicólogos, ¿y yo? ¿Quién era mi confesor en estos tiempos de tribulaciones? Una pequeña chica de lentes gruesos y cabello recogido que dejó Hopewell este año en búsqueda de un futuro mejor... a unas calles, en la Academia Trudeau.
Dalia Aquino es su nombre, y su juego... bueno, ninguno en realidad: ella tiene el concepto de diversión de una monja que estudió contabilidad, pero su consejo siempre fue inteligente, sin ella quizá me hubiera atorado en el primer año, y lo necesitaba más que nunca.
—¿Estás despierta? —le pregunté por mi teléfono, en un mensaje en Facebook, a la agradable y profesional hora de la 1 de la mañana.
—¿Harriet, es en serio? —me contestó—. ¿Estás loca? ¿Qué horas son estas de llamar?
—No lo sé, pero no te tardaste mucho en contestar, así que puedo deducir que sí estabas despierta.
—...
—¿Dalia?
—Sí, sí lo estoy —replicó—. ¿Qué pasa? Apenas es el primer día, ¿ya te metiste en problemas?
—¿Primer día? ¡Ojala! Lo que te voy a contar es técnicamente incluso de antes de empezar las clases.
—¿Qué pasó? ¿Algo en el campamento en Nueva York?
—Más bien... alguien en el campamento de Nueva York —contesté tras varios segundos de batallar si debía revelar este detalle o no.
—¿Te sentiste nerviosa?
—No.
—¿Le debes dinero a alguien?
—¿Bromeas? ¡La comida era gratis! ¡Si no me hubieran detenido en la aduana, hubiera llegado con exóticos bagels de la Gran Manzana!
—¿Con cocaína dentro de ellos?
—No... todos al menos.
—Bien... entonces, ¿te peleaste con alguien allá?
—...no... no. Diría que, más bien, lo opuesto a eso...
—Harry, eres mi amiga, y te quiero mucho, en serio —me escribió—, pero estoy un tanto ocupada y necestio que vayas directo al punto de todo este asunto.
—¿Qué? ¿Te estás desvelando otra vez jugando Stardew Valley? ¿Eso cuenta como "estar ocupada"?
—...las vacas no se ordeñan solas.
Y fue ahí cuándo me di cuenta que en realidad, no iba a encontrar solución en su consejo; es decir, claro, ella no es del tipo social, así que asuntos del romance y del corazón se limitan a su colección de mangas shoujo y juegos de citas, ¿de ahí en fuera? Llegó a tener algo medio parecido a un novio... y duró como, ¿qué? ¿Tres días?
Vale, sé que estoy sonando como una perra criticona, pero es que todos tenemos nuestra especialidad: si quieres pasar aritmética o la clase de ciencias, Dalia es tu chica. Pero esto, no; no es su fuerte. Ese es el fuerte de Josephine, pero por razones más que evidentes, acudir a ella no es una opción.
—Dal —escribí.
—¿Sí?
—Perdón por molestarte.
—Espera, Harriet, por favor —dijo—. ¿Estás bien?
—Sí —mentí, pero es que, ¿no mentimos todos cuando nos preguntan que si estamos bien"?
—Es que, ya que andamos conversando con sinceridad... verás, Harriet, tengo un problema, y es uno serio: el caso es...
Cerré mi celular: no, la solución, de encontrarla, no la iba a hallar en ella... igual tengo que tenerla lista para cuando empiecen los primeros parciales, ¿pero para esto? Es tan útil como como una maquina de hielo en Alaska.
Si necesitaba consuelo, un oído, un hombro comprensivo, debía quizá hacer el esfuerzo de encontrarlo en casa.
—¿Jake? —murmuré a mi primo, mientras él tomaba un tazón de cereal en el único sillón de la casa.
—No tengo dinero.
—Eres universitario: SÉ que no tienes dinero...
A veces veía como casi un milagro el hecho que alguien de mi estirpe haya llegado a la educación superior sin sobornos, extorsiones o falsificar documentos, pero así como lo leían a él, mascando con la boca abierta, era lo mejor que nuestra familia tenía que ofrecer...
...que Dios nos agarre confesados.
—¿Entonces? —Jake me dijo—. ¿Qué sucede?
—¿Empiezas hoy lo del...?
—Trabajaré como interno en una planta eléctrica —respondió—, la paga es una miseria y está hasta en Lomas del Orto, pero era eso o hacer la pasantía en Hopewell High... y por cierto, ¿qué tal le va a la rojilla? ¿No la has molestado verdad?
—¡Claro que no! —volví a mentir.
—Más te vale; es mi novia, y tu futura... no sé, ¿concuña segunda? Y ella merece al menos un mínimo de respeto.
—Siempre trato de mostrarle el más mínimo respeto posible —contesté.
—Harry...
—Ya, ya; trataré de no hacerle la vida tan miserable a partir de ahora —dije—; es difícil ver a una futura miembro de la familia en posición fetal llorando en el comedor para maestros.
—Eso no está nada bien —dijo tras tomar una cucharada más de su cereal—, pero, quise decir, ¿qué pasa? ¿Algo te aflige?
¿Lo ven? Les dije que no era tan idiota; él de hecho puede reconocer cuando algo está fuera de balance; que no le importe el 99% del tiempo ya es un asunto diferente.
—Jackie —le llamé.
—No me llames Jackie.
—Como sea; tú y Allyson, ¿salen desde la preparatoria, verdad?
—Síp.
—¿Todo consecutivo? Digo, ¿jamás se han tomado "un tiempo" o algo así?
—Nop.
—...¿nunca le fuiste infiel?
—¿Fuera de ojear culos ocasionalmente? —Jake lo pensó—. Nop.
—¿Y... ella alguna vez te fue infiel?
—Harry, rata, más vale que me reveles de una vez cuál es el punto de todo este interrogatorio.
Él parecía ser diferente a la imagen clásica que tenía en mente: sólo porque tuviera pinta de chico malo no querría decir que fuera un chico mal (lo que lo volvía un chico malo fueron los problemas que se metió vendiendo hierba en sus días en la preparatoria, pero tomando en cuenta que varios de los maestros eran sus clientes, es fácil verlo más como una especie de servicio social a trabajadores mal pagados); ¿no había sido infiel? ¿Nunca se le habían ido los ojos por otra chica? Bueno... por los culos sí, pero, pss, ¿a quién no, verdad...?
¿...verdad?
Él seguía siendo el más maduro en mi unidad familiar; mi tía Maja apenas hablaba el idioma; emigró desde Serbia no hace tanto tiempo, y trato de no agitarle mucho un mundo en que las calles no están por encima de antiguos campos de minas. Ni siquiera siento que entienda de todo qué significa ser lesbiana o bisexual, pero oigan: una razón menos para enojarse conmigo. Sé que en el viejo país existe una "cura" para lo que tengo (no se descongelen, copos de nieve: tampoco creo que se pueda curar la marimachez, pero me tocó lidiar con estos parientes, ¿sí?), pero ni de chiste me voy a poner un collar de calabazas mientras me baño en sopa de tripas de pato silvestre... otra vez.
—¿Debía intentarlo? —pensé en ese momento, al verla entrar a la cocina —. ¿Qué tengo que temer?
La seguí, e intenté sacarle algo de jugo de sabiduría a esa naranja del viejo mundo.
—Tetka Maja —dije—. ¿Podemos hablar?
—Ahora no, querida, estoy algo ocupada —contestó mientras buscaba algo de entre las alacenas.
—Es que, puede que sea importante.
—¡Lo mío también! ¡El trabajo de una tría jamás termina!
—¿Tría?
—Ya sabes: la hermana de tu madre.
—¡TÍA! ¡Se dice tía, tía Maja!
—¿Que soy qué?
—Sólo... ugh, ¿qué buscas de todas formas? ¿Qué es tan importante de todos modos?
—Una bosnia del centro me miró feo, y ahora necesito un remedio contra el mal de ajo.
—¿Mal de ajo? —agité mi cabeza —. ¿No será "mal de ojo"?
—¡No! ¡Ajo! ¡Esa verdurita que se le pone a las sopas! —me contestó—. Le apestaba la boca y ugh, todavía me da asco cuando me acuerdo; ¿hay agua mineral o sal de uvas o algo?
—Eh, no, pero... te dejo dinero si quieres salir a comprar una cuando me vaya.
—¿Mal de ojo? ¿En serio Harriet? —mi Tetka no lo dejó ir tan fácilmente—. ¡Sé que hablo chistoso y practico la adivinación y todo eso, pero tampoco te pases!
—Lo sé, l-lo siento tía.
Miré al reloj; debía partir ya, antes de enloquecer todavía más.
—¿Te llevo? —me preguntó Jake, al verme ya con los libros a punto de llegar a la puerta.
—Me subí a tu carcacha el fin de semana porque los taxis desde el aeropuerto cuestan más ovarios de los que puedo vender —contesté—. Cuando necesite un nuevo aventón para allá, te lo haré saber.
—Como quieras, pero mucho ojo, que algún día la "carcacha" podría estallar y ya no estará ahí para ti.
—¡Eso es justo lo que me preocupa!
Cerré la puerta, confirmando que en las paredes de mi hogar no encontraría consejo, y caminé hacía Hopewell High.
Encontrarme con Jo justo a la entrada de la escuela siempre era un placer... y luego lo arruiné; ahora, casi sentía que podían los demás olfatear mi transgresión. Y tener que mentir por omisión a esa preciosa cara, era una tortura... claro, ese era el plan y quizá me hubiera salido con la mía de no ser que el idiota amor de verano me siguió a casa.
—¡Hola, Harry! —se me lanzó, y me besó en una mejilla.
En ese momento me pregunté, ¿era muy tarde para pensar en un plan B? ¿Fingir sarampión? ¿Sífilis? ¿Hacer retroceder el tiempo para no tomar el avión de vuelta a casa?
Y tales pensamientos se profundizaron cuando vi a Levi acercarse a nosotros. ¿Trágame tierra? Ni eso sentía que bastaba: trágame agujero negro, y borra mi recuerdo de la existencia con las piedras del infinito o algo, ¡no sé! ¡Cualquier cosa para salir de su rango de visión y del rango de visión en que debo pagar las consecuencias de mis actos!
Pero, claro, tarde o temprano iba a pasar: mis dos amores se iban a conocer...
—Hola, Harriet —él me dijo.
—¿Harriet? —la rubia me indicó, interrumpiendo el abrazo—. ¿Lo conoces?
Y AHORA PARA ACABAR, UN MENSAJE MUY ESPECIAL:
Hola, soy la Madre Tierra; dependiendo de su cultura, me conocen como Gaia, Gea, o Pachamama en mis días locos por los Andes... ah, y por cierto, MUCHA PRECAUCIÓN si un local les ofrece ciertas plantas para quitarse el vértigo.
Como sea; año tras año, miles de adolescentes invocan mis poderes para sacarlos de sus situaciones de mayor vergüenza, ¿y saben? Por un lado, agradezco esa confianza pero, por el otro... ¿No pueden molestar a otra persona?
Quizá tengan suerte y haya un terremoto, pero eso no depende de mí, sino de recursos humanos; en realidad, yo casi no tengo poder alguno respecto a quién tragar y a quién no: los accionistas mayoritarios en mi compañía son parte de un consorcio chino representando a Alibaba y me dejaron más como una figura simbólica.
Así que, por favor, PAR FAVAR, les pido, molesten al cielo: ese holgazán casi no hace nada, ¡ya viene siendo hora que haga algo de trabajo también!
Atentamente
La Tierra