Así que... mi amor de verano se cruzó con mi amor oficial, y todo lo que pude decir era "Qué me parta un rayo" (ya vimos que la Tierra no sería muy cooperativa en tal aspecto).
—Oh, disculpa —Levi dijo tras ser cuestionado por Jo—, creo que tú y yo no hemos sido presentados.
—¿Harriet? —la rubia me miró, supuse que para ser yo la que tomara las riendas de las formalidades.
—C-claro, claro, como no... em, Josephine, Jo, él es Levi, él es... lo conocí en lo del campamento de Nueva York.
—¿Oh, es músico también?
—Harriet y yo hemos hecho algo de música juntos, se podría decir.
Le pise el pie.
—¡Harriet! —Jo exclamó—. ¿¡Por qué fue eso!?
Estaba tan nerviosa que la coordinación motriz me estaba fallando, y terminé cometiendo tal acto contra mi noviecita.
—P-perdón —dije —, es que me pareció haber visto una cucaracha.
—Creo que mejor las dejo —Levi indicó—, para que arreglen sus... asuntos.
—¡Sí! —grité, con la misma dicha que cuando el juez de delincuentes juveniles descartó mi caso por falta de evidencia—. ¡N-nos vemos después!
—Mucho gusto... ¿Josephine, verdad?
—Claro, ¡nos vemos Levi! —Jo se despidió al tiempo que se apoyo en mi hombro para caminar hacía una banca cercana, a un costado de las escaleras hacía la entrada.
—Dejame echarle un vistazo —dije después de que ella se sentó—. ¿Cómo aguantas los tacones en todo caso? Yo sólo los uso cuando necesito pasar una materia, Dalia no me ayudó y de paso uso el vestido con más escote que tenga en mi ropero.
—Despacio, despacio por favor —me indicó.
Le quite el calzado poco a poco; reveló un pie con un pequeño moretón, y una ligera hinchazón en el dedo gordo.
—Mi tía tiene un montón de pomadas y cremas para esto —le dije—. No te preocupes; en la tarde, te la llevo a tu casa, quedarás bien al instante; la mayoría tienen etiquetas en serbo-croata y uno no debe ponerse más de seis gramos, pero aún si te pasas, bueno, no es la gran cosa no tener hijos, ¿verdad?
—No si sigues con esa actitud —respondió—. ¿Y... realmente viste una cucaracha?
—¿Crees que estoy mintiendo acaso?
—¿Sobre la cucaracha? Esto es Hopewell: cuando no ves por el piso cucarachas, ves ratones, ratas, escorpiones, o ese moho verde limón que dicen que se comió a esos estudiantes alemanes de intercambio.
—Eso es una leyenda urbana, nunca se comprobó nada... aunque algunos dicen que en el edificio D se puede escuchar de noche gritos diciendo Scheitz! Scheitz!.
—Esa eras tú, queriendo asustar al equipo de atletismo.
—¡Oye! ¡Nunca nadie las había visto correr tan rápido! ¡Eso las hará mejores! ¡No nos molestaría alguna medalla que engalane nuestra vitrina de trofeos aparte de "El Mejor Papá del Mundo" que compramos para que no se viera tan ojete el lugar todo vacío!
—¿De dónde conoces a ese chico? —preguntó.
Podría estar conectada a un tanque de oxígeno de 24 millones de metros cúbicos (o como sea que se mida esa mierda) y aún así hubiera sentido que el aire de la habitación, de la escuela, del mundo no me bastaba.
—Del campamento —contesté, intentando mantenerme calmada, aun cuando por dentro sentía la misma estabilidad que un reactor de Chernobyl.
Noté una pequeña carcajada, y agitó su rostro; sus mejillas se enrojecieron también un poco, apenas un tono o dos, pero bastaba para ser perceptible a mis ojos.
—¿Qué? —pregunté.
—Es lindo.
—¿Cómo dices?
—Jajaja, es... ya sabes que los chicos no son lo mío.
—Me di cuenta hace un tiempo, pero, ¿lo dices en serio?
—Algo; y creo...
—¿Qué?
Me miró sonriente directo a los ojos; casi quedó hipnotizada por esas esferas celestes, pero, también en un espectáculo de talentos el año pasado; al menos podía confiar que Jo no me iba a hacer cacarear y bailar al son de una polca sinaloense.
—Llámame paranoica —dijo—, pero creo que le gustas.
—¡Cállate! —exclamé en mi acento más falsamente indignado y juguetón posible.
—Puede ser sólo mi imaginación; pero, se le nota en sus ojos.
—¿Esos ojos de avellanas frescas del más prohibido de los bosques?
—Eh... ¿y batallabas con las lecciones de poesía?
—¿Dije o lo pensé? —lo pensé... digo, lo dije.
—Ya, ya, no pasa nada Harry —replicó tras resoplar—. ¿Qué? ¿Acaso crees que soy tan insegura y celosa? Ver a un chico no va a destruir nuestra relación... ver a otras chicas, OBVIO QUE SÍ, ¿pero con un varón? No es la gran cosa sólo con ojear el menú.
Claro, eso era sencillo de decir; el problema es que hice algo más que sólo ojear el menú: de hecho saboreé la comida, y a poco estuvo de entrarle al plato fuerte.
—M-me da mucho gusto que confíes en mí.
—Siempre amor —me besó en la mejilla—, pero dos cosas: una, por favor, NUNCA traiciones esa confianza.
—E-enterada —dije, y procedí a tragarme un nudo en la garganta tan grueso que hubiera sido preferible hacerle sexo oral al negro ese del Whatsapp—. ¿Y lo segundo?
—Amor, yo sé que te gusto y todo, ¡pero deja de manosearme debajo de la falda! —exclamó, colorada—. ¡Al menos, esperemos a casa! ¡O... a las duchas después de la clase de gimnasio!
Por lo pronto, evadí esa bala... pero el problema es que, siempre y cuando ambos fueran a la misma escuela, el arma con el que me disparan no es un revolver, sino una ametralladora.
Durante el descanso, acompañé a Josephine a las canchas de la escuela; se veían las chicas aspirantes a entrar al club de animación y porristas, ansiosas, en ropas deportivas, listas par dar sus piruetas frente a un jurado que casi me hacía sentir que preferiría mil veces volver al juzgado de lo familiar.
—¿Crees que podré? —Jo me preguntó, ya en sus shorts y una playera más holgada —. ¿Crees que lograré entrar?
—Se trata de saltar y gritar al mismo tiempo; si puedes hacer ambas, estarás del otro lado.
La rubia no lo tomó de la mejor manera, o bueno, eso me indicó su rostro; pero ella siempre fue más ecuánime que yo, y en ese momento no fue la excepción.
—Las haces sonar como si fueran solo, idiotas que hacen escándalo sólo porque sí —ella dijo.
—No, la estás confundiendo con mi familia.
—Harry —suspiró—, me queda claro que esto es algo que no crees...
—N-no, no es tanto eso...
—Sé honesta Harriet.
Al menos le debía honestidad... bueno, no en lo de Levi, eso si pudiera me lo llevaría hasta la tumba, el infierno, el Vallhalla, Xibalba, Kolob, si es que pudiera salirme con la mía. Pero deben de saber que no todos los crímenes tienen el mismo grado.
—Escucha, a ti te gusta esto, y como dije, te apoyaré... no importa si, un montón de ojos pervertidos se la pasan ojeandote las tetas y el culo... digo, yo hago eso, ¡PERO ES QUE ESAS TETAS Y CULO SON MÍOS!
—¿Es entonces por celos?
—Puede ser —ladeé mi rostro.
—Vamos Harriet —me tomó de la cintura, y acercó su rostro al mío—, no digo que no hay motivos para sentirse mal, pero es que si esperaras a que todo el género masculino no nos vea con lujuria... entonces, vamos a esperar MUCHO tiempo.
—Supongo.
—Al final del día, es deporte; no es nuestra culpa, ¿o qué? ¿Acaso quieres que yo me cubra estilo Talibán? ¿Como si fuera yo la culpable de que nos falten al respeto como mujeres?
—Cierto.
—¡Tenemos que destrozar la estructura patriarcal rígida del binarismo de los roles de género! Eso no va a cambiar de la noche a la mañana, y quizá no le toque ni a mí, ni mis hijas, ni mis nietas, ni las nietas de mis nietas... pero la lucha comienza hoy, y todo pequeño aporte sigue siendo un aporte.
Josephine, cuando no me convencía con su ternura, lo hacía apelando a mi lado feminista... eso que además, la enorme hipocresía de mi parte por sentirme celosa de que machorulos la vean mal cuando yo hice algo mucho peor.
No importa, el punto aquí es que yo sé bien cuando estoy derrotada.
—Jo, claro que puedes —le dije, con mis manos sosteniendo sus antebrazos—. ¿Vale?
—Vale.
—Un beso para la buena suerte.
Y le planté mis labios.
—¡Oye, al menos avisa! —me reclamó, sonriendo y con la cara enrojecida, tras mi otro gesto en nombre de la buena suerte.
Una nalgada... pero, recuerden niños, niñas, niñxs: antes de faltarle el respeto a una dama, asegúrense que están formales con ella y que a ella le gusta. Si tienen eso de su parte, todo se vale... va, no todo se vale, digo, que luego violaciones se han justificado con eso, pero...
...ugh, no me está saliendo lo que deseaba decir originalmente y creo que me estoy metiendo en peores problemas, el caso es que no sean pajeros, respeten a su pareja.
Me senté en las gradas, a esperar y desear (en serio) que escogieran a Josephine; si fuese por cuestión de, ya saben, el clásico estereotipo de la animadora, rubia y hermosa, claro que entraría en el equipo. Pero mi vida no es una tonta película americana de adolescentes... es un mal libro wattpadiano, pero eso es algo que trataré en su momento.
—¿Nombre? —preguntó la capitana de la cuadrilla, Elena Botsaris, en una mesa justo en el centro de otras participantes de su club.
—Josephine Hoult.
—¿Edad?
—15.
—¿Razón por la que está aquí?
—Pensé que el ejercito podría ayudarme arreglar mi vida, señor.
Las jueces se miraron confundidas unas a las otras; les hace falta ver más Bob, pero igual, no pude seguir escuchando: el sentido del humor nunca fue el fuerte de Jo, pero incluso considerando eso, se perdió un poco aquella conversación entre las conversaciones de varios presentas más, amigos, parejas de algunas de las otras aspirantes a entrar al equipo, y porque tengo un pavor patológico a los interrogatorios (viene de familia).
Y otra cosa me distrajo: Levi.
—¿Disfrutando de la vista? —él dijo.
Casi me caigo; ni siquiera noté su presencia.
—¡No hagas eso! ¡Me asustaste!
—¿Por qué? ¿Estás nerviosa?
—¡¿P-por q-qué t-tendría q-que e-estar n-nerviosa?! —pregunté nerviosa.
Me sonrió, mas de divertido, la situación no tenía nada. Era más bien, porque tenía conocimiento de ventaja frente a mí.
—¿La rubia, es tu amiga? —me dijo.
—¿Te refieres a Jo?
—Se ve agradable.
—¿Lo dices por los shorts?
—No; eso lo dices tú.
—¡Pues igual! ¿¡Qué quieres aquí!?
—Hablar con la verdad.
—¿La verdad? ¿Qué haces de la verdad? ¡Tú no puedes manejar la verdad! —exclamé, casi gritando.
—Ah, ¿parafraseando la película Cuestión de Honor?
—¿Eh, qué? No, era una referencia a un episodio de Los Simpsons —respondí—. Pero, nos estamos desviando del tema: ¿qué quieres decir?
Levi señaló a Jo mientras comenzaba su rutina.
—La rubia —dijo—, no es solamente tu amiga, ¿o estoy en un error?
¿Era tan obvia? ¿Acaso se me notaba tanto? Es decir: ¿lo lesbiana? Claro, si tuve esos acercamientos con él, no creo que pueda decir que soy "exclusivamente" lesbiana, y todos conocemos las teorías del Doctor Kingsley que dijo que en realidad la gran mayoría de las personas somos bisexuales y que caemos en algún punto de una especie de espectro pero... va, no, no, eso no era lo importante: lo que sí era, que si Levi sabía eso, estaba en peores aprietos de los que pensé.
—¿Por qué lo dices? ¿Por verla con lujuria? —contesté—. ¿Has visto la primera fila de las gradas? ¡TODOS esos cerdos la ven así?
—Sé que sólo te referías a los de la primera fila, pero, ¿te acabas de llamar "cerdo" indirectamente?
—¡No dije que estaba por encima de ellos! ¡Todos somos cerdos en realidad! ¡Tú, yo, el cerdo de atrás que no deja de comer con el hocico abierto! ¡ASÍ ES O'BRIEN! ¡Te hablo a ti!
—M-mejor me voy —O'Brien dijo, guardando una bolsa de frituras en su mochila.
—Harriet —Levi me dijo, con una mirada alicaída—. No quiero hacerte pasar un mal rato, y soy yo el que en realidad no forma parte de todo este mundo... pero...
—Escucha, Lev, escucha —lo callé con mi índice sobre su boca—. Tuvimos suficiente para un gran recuerdo, y créeme, me llevaré eso toda la vida, pero no esperaba que este fuera a alargarse hasta el inicio de clases...
—¿Estás rompiendo conmigo?
—Soy una hija de puta, ¿bien? No te dije la verdad, y ahora mi relación formal pende de un hilo porque quise tener un gran amor veraniego, pero... amor no es lo mismo que "calentura", y siento que eso fue lo que pasó en realidad.
No me quedó más que decir tal verdad; no era algo agradable de oír, —qué va, ni hablar de comentar—, pero al menos una parte de esa balanza emocional sabía lo que en verdad sentía y pensaba.
—Entonces, ¿lo que fue... se fue? —me dijo.
Conservó su dignidad, pero estoy casi segura que escuché su voz romperse; aunque, también pudo ser sólo mi orgullo proyectando cosas que no estaban ahí.
—Me temo que sí —comenté.
—No crees que me cambié de escuela sólo para seguirte, ¿verdad?
—Claro que no —respondí—, pero, en mi mente, casi quería creer eso.
—Estamos en el mismo club, ¿crees que eso afectará nuestro desempeño?
—El show debe continuar Lev.
Él asintió.
—Será incómodo, quizá... quizá lo mejor sería salirme y... buscar algún otro.
—Lev, por favor —dije—. S-sí... será extraño —aseveré con mis mejillas enrojecidas. P-pero... podemos fingir que es como un campamento.
—Pero...
—¡VALE NO, MALA IDEA! —grité—. E-eso fue lo que nos metió en este problema en primer lugar.
Entonces, Levi se puso de pie.
—Al final, Lennon y McCartney se odiaban —dijo—. Pero, igual hicieron algunas de las mejores canciones de Los Beatles.
—¿Entonces... ahora nos odiamos?
—No. Pero, si ellos pudieron poner sus diferencias de lado para unos cuantos discos, creo que podemos evadir lo incómodo por un año escolar. ¿Después de eso? —cuestionó con sus manos en la nuca—. Lo sabremos en su momento.
Se alejó, sin voltear a verme una vez más. Francamente, no lo culpo.
—¡Harriet! —escuché gritando desde el campo de juego; era Josephine, saltando y agitando su brazo, sonriente de la emoción—. ¿Me viste?
No, no la vi; por tratar con Levi, me perdí de ella, pero le sonreí, asentí la cabeza, y fingí que no era así. Creo que, ahora que lo digo a alguien, eso es un poco una especie de microcosmos de cómo llegué a esto, pero con fortuna, había salido bien librada.
O eso creí.