La vida de Aran era relativamente buena, tenía comida, seres queridos, y un lugar donde dormir. Siendo sinceros aquello ni se acercaba a lo ideal de un niño pequeño de 5 años que tenía juguetes, ropa nueva, entre otras cosas. Sin embargo, para Aran era suficiente pues sabía bien que debía "ser buen niño" y no quejarse o ser berrinchudo, honestamente, en ese lugar llamado iglesia no había nadie que no consintiera.
Habían pasado 2 años desde que Shura había entrado al jardín de niños, en poco tiempo debía empezar la escuela básica y no sabía si estaba listo para eso. Sobre todo porque no sabía si la sacerdotisa lo ayudaría.
Debajo de un árbol estaban los 3 sentados, por su parte Aran estaba con la mente distraída pues pensaba en la escuela y su situación en general. El era pequeño pero conocía bien su realidad, sabía que no tenía muchas opciones.
Nina y Anty observaban a su preocupado pequeño, intuían que es lo que pensaba pues a ellos también les preocupaba. Tenían que reconfortarlo.
**Shura bebé, se que te preocupa, pero eres un niño bueno. Esa vieja bruja te va a ayudar, no te portas mal.**
**Si, seré un niño mucho mas bueno para que me ayude** Dijo determinadamente Aran
**Ya lo eres y estamos orgullosos de ti** Mencionó Anty
Era una situación emotiva en la que ellos como padres apoyaban moralmente a Aran, definitivamente no debía ser interrumpida por nadie. Sin embargo, la monja Rosa le había dicho al niño que se tenían que apurar, pues de no ser así llegarían tarde y lo que menos quería era un regaño de la sacerdotisa.
**Me tengo que ir a la escuela. ¿Los veo al rato?**
**Claro bebé, te esperamos justo aquí** Dijo Nina con una sonrisa.
De camino a la escuela Aran observaba sus alrededores, se había convertido en un hábito suyo, pues al ser capaz de ver cosas que otras personas no era imposible evitar admirar todo lo que veía.
Una vez llegaron a la escuela Rosa lo dejó para regresar a la iglesia.
En esos 2 años que habían pasado Rosa se había vuelto fría, trataba de forma grosera a Aran y no tenía ni tantita paciencia. Simplemente había roto su promesa y sus excusas para si misma se basaban en la actitud extraña del niño. Ella no podía soportar tanta extrañeza, no importaba cuanto le recordase a su hermano, no podía aceptarlo.
-Cuídate, otra monja vendrá por ti cuando salgas.- Dijo Rosa
-Bien. Adiós.
Aran entro a la escuela, sus pasos eran tranquilos y precisos, sabía que debía hacer todo bien en la escuela si es que no quería ser regañado, principalmente por la idea de tardar en ver a sus padres debido a eso además de lo que le pudieran decir a la sacerdotisa.
De repente, el mismo niño que siempre lo molestaba lo empujo por la espalda haciéndolo caer el suelo. Eran niños de una edad alrededor a los 5 años ¿De donde habían aprendido tanta maldad?
-WOOW ¡Strike one! ¿Viste como cayó?
-Ja, ja, ja. ¡Eres el mejor! Tu fuerza es indudable. El pobre tonto ni si quiera se levanta, ¿Es idiota?
Ellos lo habían tirado tan fuerte que su codo derecho chocó con la esquina de una piedra y su pie se dobló como los pies no se doblan. Estaba tan lastimado que hasta sus rodillas se habían raspado a tal grado que se veía la piel debajo y ni hablar de sus manos y su rostro, ambos estaban polvorientos con pequeñas raspaduras.
Los ojos de Aran se comenzaron a llenar de lagrimas, su cuerpo temblaba levemente por el dolor. No se imaginaba la razón por la cual le hacían eso, no lo merecía. ¿Acaso ellos no querían ser sus amigos?
Sin dudarlo y aunque el no había podido escuchar sus burlas, pregunto mientras volteaba lentamente para poder leer los labios del niño malcriado.
-¿Por qué me hacen esto?
-Es muy obvio. Nos caes mal porque no tienes papás. Mi mami dijo que los niños sin hogar son solo una molestia que quita dinero. También me dijo que a ti te mantienen con lo que reciben de la iglesia.
Sin saber como responder Aran se quedo callado conteniendo las ganas de gritar que si tenía papás y que eran mucho mejores que los suyos.
No pudo más, era solo un niño que quería amor y aunque no era tan simple como el de los demás y era mucho mas complicado de explicar dijo con gran valentía lo que sentía.
-T, tu no sabes nada. Yo si tengo papás y ambos me aman. No puedes verlos, pero ellos me están esperando en casa.
- Que gracioso eres. ¡Ellos están muertos!
-¡NO!
De repente, una de las maestras vio a Aran tirado y escuchando el contexto de lo sucedido decidió apoyar al niño malcriado. Su decisión tenía poca y al mismo tiempo mucha coherencia.
-¿Qué le estas diciendo a tu compañero Aran? No seas exagerado y levántate. Además, el tiene razón, la iglesia te mantiene.
Al leer lo que los labios de su maestra habían dicho las lagrimas simplemente brotaron aun más. Su mente se puso en blanco, el dolor de repente desapareció y como pudo se levantó. Sin dudarlo un segundo salió corriendo de ahí empujando a todo el que interpusiera a su paso.
Ningún encargado lo detuvo, no les importaba, pero sobre todo, no podían ponerse del lado de Aran pues ellos recibían su pago de la mamá de aquel niño grosero.