Aran había comenzado a practicar leer los labios desde aquel día, el era un bebé cariñoso que repetía lo que sus padres hacían. Sin embargo, tal acción tenía un objetivo detrás pues lo que realmente querían lograr era que Aran se volviera tan bueno leyendo labios que nadie descubriera que era sordo, no era que se avergonzaran de el simplemente pensaban a futuro.
En una parte alejada del cuarto de Aran, la sacerdotisa peinaba su largo y sedoso cabello. Su belleza sin duda alguna era deslumbrante, pero tal hermosura era proporcional a sus malas intenciones. En su recamara llena de lujos obtenidos con el dinero de creyentes aquella mujer arrogante se vestía con su uniforme de trabajo. Alegre y risueña era su sonrisa que encantaba a cualquier persona induciéndolos a hacer lo que ella quisiese, como si de magia pareciese. En otras palabras era una bruja total.
-Monjas... ¿Cuántos años tiene el mocoso?
-No lo se, ¿3?
-Mmm quien sabe. Parece de 2, como sea. Me preguntaba si ese niño no habla o algo así. No he escuchado su voz ni una vez desde que llegó aquí.
-Ninguna de las monjas a cargo de el lo ha escuchado hablar. Realmente no nos importa, así que no pensamos en ello.
-Mmmm intenten hacerlo hablar o balbucear. Algo debe funcionar, ¿Qué pensaría la gente de nosotros si un bebé que cuida la iglesia no habla? Seguro dirán que hay una maldición.
-Si mi señora- Dijeron todas al mismo tiempo.
Sin que ninguna pudiera notarlo el mejor médico espiritual que había diagnosticado a Aran con sordera se encontraba en la misma recamara que ellas. Con una sonrisa burlona en el rostro y unos ojos que definitivamente irradiaban mas que odio el ser se esfumo de ahí en un instante apareciendo al lado de Anty, Nina y Shura.
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En el suelo del cuarto oscuro y mohoso el equipo conformado por 3 espíritus se encontraba discutiendo la mejor manera de enseñarle a usar su voz a Aran. Honestamente, esa ni de chiste sería una tarea sencilla para ellos, mucho menos cuando no sabían mucho al respecto.
En este punto y después de algún tiempo de práctica Shura ya lograba entender algunas cosas que Anty y Nina decían.
La discusión sobre nuevas técnicas de estudio para Aran continuó el resto de la tarde. Cuando llegó la noche de alguna forma habían logrado encontrar una manera en la que todos estuvieran de acuerdo, pero sobre todo que funcionara.
La tarea de estos padres primerizos y el "medico de cabecera" era obvia, Aran ya sabía hablar pero solo el lenguaje espiritual, no el humano. Su obligación era enseñarle de todo, Shura sería un niño bilingüe, por el momento solo hablaba espiritual, pero ellos se encargarían de enseñarle el humano.
La determinación de los 3 fue sentida por Aran, quien miraba divertidamente todo aquello. Ciertamente no podría escuchar, pero las caras que hacían en el calor de la discusión le parecían graciosas, tanto así que soltó una carcajada. Una risa de esas contagiosas y tan características de los bebés, ruidosa pero llena de alegría, Shura no dejaba de reír al ver a su familia haciendo caras raras. En ese momento seguramente el niño pensó ¿Por qué hacen eso?
<<¡¿Escuchaste eso?! Shura se está riendo. Puede reír>> Grito Nina emocionado al saber que nada estaba perdido.
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<<...>>
En la emoción del momento los 3 olvidaron donde estaban mientras lanzaban al bebé entre los 3 para seguir haciéndolo reír. La felicidad continuaba, el ambiente era bueno, nada podía arruinarlo. Bueno... casi nada. La monja Rosa estaba de turno para revisar a Aran, entrando por la puerta destartalada su cuerpo y mente quedaron congelados ante lo que estaba presenciando. Tallando sus ojos revisó si no era cansancio o alucinaciones lo que provocaba que viera esa escena. Nuevamente para su sorpresa la escena seguía. La cosa es que había entrado de forma tan silenciosa para no despertar al bebé que ninguno de los 3 espíritus se dio cuenta de su presencia hasta que soltó el traste que llevaba en las manos.
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<< Yo creo que esta vez si lo hemos arruinado. Coincido en que ustedes son unos tontos>> Soltó sarcásticamente Anty bajando al bebé para colocarlo en la cama.
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Muy pocos humanos nacían con la habilidad de ver espíritus o criaturas mágicas. Rosa no era una de ellos, por lo que en lo que a ella respecta, la escena era de un bebé volando de un lado para otro y aterrizando en la cama. Claramente estaría confundida, nada de eso tenía sentido.
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-Y,yo, ¿Qué acabo de ver? Me estoy volviendo loca, o el bebé es raro. ¿Qué hago? ¿Le digo a la sacerdotisa, o no?.. No... no puede enterarse nunca. Yo... no importa si el bebé es raro, es un bebé, igual que mi hermano, son inocentes... No puedo ser un monstruo y arruinarle la vida. No soy así... No soy así... No soy así... No soy así...
Rosa estaba perturbada, pero convenciéndose a si misma de que la decisión que había tomado era la correcta se mencionaba esas palabras como un mantra. Recuperando la compostura arreglo su atuendo, recogió el recipiente que llevaba, y se dirigió al bebé. Bañó a Aran, lo cambió con ropa limpia y salió de ahí. De ella dependería la vida de Aran, si lo corrían por brujería, maldiciones, o lo que fuera, o no. En sus manos estaba la poca estabilidad de Aran.