La luz de un momento a otro cesó, dejando paso a la oscuridad. En este momento, Kuro se sentía como si estuviera suspendido en el aire, y era incapaz de moverse o de hablar.
Sin embargo, frente a sus ojos, dos figuras aparecieron a la lejanía, aunque estas eran tan grandes que cubrían la mayor parte de su vista.
Eran dos ojos rojos brillantes que lo miraban fijamente, y debajo de esta una luz en forma de boca se formó, brillando del mismo color.
-Una anomalía... perfecto.
La voz de aquel ser resonó y causó un eco dentro de la mente del chico.
-Un buen recipiente... espero que sirvas de algo.
Su voz era increíblemente grave, a tal punto que al escucharla te hacía temblar, aunque a su vez, brindaba un sentido de calma, algo realmente extraño.
Tras esto, la oscuridad fue disminuyendo de forma progresiva, y por un momento el chico se cegaría con la cantidad de luz que había en el lugar donde se encontraba.
Luego de unos segundos, logró adaptarse y mirar bien el lugar.
Estaban en una sala de gran tamaño. El suelo de mármol reluciente brillaba con la luz de diversos colores de la luz que atravesaba las ventanas tintadas. Grandes pilares de cuarzo conectaban el suelo con el techo en forma de arco, habiendo docenas que se extendían desde la entrada de la sala hasta el final de la misma.
Al final de la misma, frente a Kuro, se encontraba la razón de dicha sala. Tras varios escalones, arriba de una plataforma se encontraban dos tronos de gran tamaño, decorados en oro y con telas rojas. Sentado en el trono izquierdo se encontraba un señor que miraba la situación con algo de aburrimiento. A su lado, sentada en el otro trono, que conste, era un poco más pequeño y delgado, se encontraba una señora con rostro preocupado, y a su lado, una chica mucho más joven que se encontraba cansada.
Alrededor de Kuro habían alrededor de veinte personas en capuchas blancas, aunque en el suelo habían como diez que parecían estar desmayados.
-¿Qué es todo esto? -preguntó una voz familiar.
Al analizar de donde provino, Kuro se encontró con que a su lado estaba el grupo de sus compañeros, y Kenta apenas había sido el que había preguntado aquello.
-Alan. -la voz del rey causó un eco que se extendió por toda la sala.
-Ajam, si, disculpe su alteza -expresó una de las personas encapuchadas, y prosiguió a quitarse la misma, revelando bajo esta a un hombre que parecía estar cerca de la edad de los chicos -. Alan Quintash, a sus órdenes. Síganme un momento, les explicaré todo en el camino.
Luego de decir estas palabras el joven comenzaría a caminar en dirección a la puerta que se encontraba en el lado contrario de la habitación. El grupo, tras mirarse entre ellos confundidos, caminaron detrás de él.
Hubo total silencio hasta que habían salido al pasillo. Caminando por la gran alfombra roja, Kuro estaba estupefacto ante la decoración nítida del lugar. Grandes candelabros, ornamentos dorados, esculturas perfectas en mármol y cuarzo. En fin, todo un palacio de lujos.
-Perdonen el silencio, la familia real se encuentra en luto así que me encargaron su bienvenida. -expresó el chico, aún sin detenerse. A pesar de esto, de vez en cuando giraba su cabeza para verificar que el grupo seguía allí.
-¿Luto? -preguntó Kumiko, la misma escondiéndose detrás de Kenta.
-Hace unos meses el heredero al trono desapareció de la nada, y a pesar de los esfuerzos constantes de todo el país, nunca fuimos capaces de encontrarlo... -explicaba el chico.
-Que pena. -expresó Kuro debido al silencio que se había formado.
-Entonces hace dos semanas nos llegó una carta... -hubo un silencio antes de continuar -"Tenemos al príncipe". Resumiendo un poco la misma, nos extorsionaron para salvar al príncipe... pero fuimos engañados.
Alan nuevamente se quedó en silencio, pero frente a una puerta, el mismo tomó varios segundos, tras los cuales abriría dicha puerta.
Cientos..., no, miles de cadáveres estaban acostados uno al lado de otro. No se veían recientes, pero las heridas que todos tenían demostraban la crueldad de sus atacantes.
-Un solo demonio fue capaz de aniquilar la mitad de nuestro ejército... por eso u-
-Espera, ¿un demonio? -interrumpió la peliverde, Yui.
-Les explico mientras caminamos.
Al decir esto, Alan salió de la habitación en la que se encontraban, por lo que el grupo se dirigió a donde sea que los llevaban.
-Verán, como habrán podido notar, están en un lugar completamente diferente a su hogar -comenzaba a explicar, mientras que Kuro y sus compañeros prestaban atención -. Fueron invocados a este mundo por medio de un ritual increíblemente costoso.
Luego de descender por unas escaleras extensas Alan llegó hasta la entrada principal, y con un suspiro disimulado, abrió la puerta.
Los rayos de sol cegaron temporalmente al grupo, y a medida que se adaptaron salían lentamente del palacio.
Frente a ellos de encontraba una especie de balcón construida con ladrillos de piedra, y siguiendo hacia al frente, luego de un par de metros, se encontraba un descenso por medio de unas escaleras increíblemente largo.
El palacio se encontraba en la punta de una montaña, por lo que aquellas escaleras, no solo le daban la vuelta a dicha montaña más de una vez, pero la vista que proporcionaban era increíble. Fácilmente estaban a más de cien metros sobre la ciudad.
-Oh... -pronunció Kumiko bajo su aliento.
Al acercarse a las escaleras para ver el panorama, todos cayeron en cuenta de la gravedad de la situación. Columnas largas de humo contaminaban el aire, mientras que intensas llamas quemaban casas y edificios enteros. Muchos pedazos de escombros denotaban la destrucción que había dado lugar allí, y el silencio que reinaba en la ciudad daba un adelanto de los sentimientos de los residentes del lugar.
-Bienvenidos al, como nos dicen ahora, Imperio Caído, Dimane: el mayor hogar a los humanos de todo el continente, y el más seguro para los mismos... bueno, era.
Tras aquel pesimismo por parte de Alan, Kenta extendió su mano hacia el mismo en forma de puño.
-No tengo ni la menor idea de lo que está pasando, ¡pero cuenta conmigo para lo que sea! -exclamó con una gran sonrisa decorando su semblante.
-¿En serio están dispuestos a ayudar? -preguntó Alan.
-Si Kenta dijo que si, entonces también digo que si. -respondió Kumiko, mientras abrazaba por la espalda al chico mencionado.
-Opino lo mismo, apoyo la decisión del presidente. -comentó Yui, estando algo alejada pero pendiente a la situación.
Entonces los ojos quedaron sobre Kuro. ¿Acaso estaban por darles la típica misión de "¡Acaba con el Rey Demonio, héroe!"? Sin lugar a dudas, el chico tenía cientas de preguntas, más no era el momento para estas.
-Si recibimos una buena explicación estaré dispuesto a ayudar.
Y con esto, Alan respondió al saludo de Kenta, y unas risas llenaron el silencio sepulcral del lugar.
- - -
Un tiempo adelante, todos se encontraban sentados en una mesa mediana. Kumiko, la pelinegra, sentada al lado de Kenta, como de costumbre, y al otro lado se encontraban Kuro y Yui.
-Es momento de explicarles bien todo lo que ocurre...
Y con esa frase daría inicio una de las típicas explicaciones que se dan en cuanto a este tipo de mundos de fantasía.
El deber del grupo era derrotar al Rey Demonio, como de costumbre.
Sin embargo, a diferencia de los típicos Reyes Demonio, desde la fundación de Dimane, los demonios siempre fueron un aliado de la raza humana.
El continente donde se encuentra nuestro protagonista es hogar a tres reinos diferentes.
El anteriormente mencionado, Dimane, nación de los humanos.
El Reino de Fuego, Diávolos, hogar de los demonios, y el primer reino que se creó de los tres. Estos suelen variar en cuanto a su apariencia, subraza, o incluso características. Sin embargo, los más comunes suelen parecerse a los humanos normales, aunque son superiores en inteligencia y en físico, además de poseer alas y una mejor afinidad mágica.
Finalmente, La Dinastía Santa, Esperance. Primariamente dominado por las Bestias, animales inteligentes con forma humanoide. Estos suelen tener capacidades físicas superiores a los humanos, e incluso que varios demonios, pero a veces resulta en una menor inteligencia comparado con las demás razas.
No obstante, a diferencia de los demás, este reino no discrimina en cuanto a raza, y tiene leyes en lugar para evitar la discriminación o segregación entre las mismas.
Por ende, es hogar a Bestias, Humanos, Demonios, y mezclas entre los mismos, y quien sabe qué más.
Hace miles de años que los tres reinos vivían en harmonia, manteniendo relaciones amistosas e intercambiando recursos y materiales. Sin embargo, hace varias generaciones que esto dejaría de ser así.
Todo comenzó con uno de los reyes de Esperance quebrando el balance de poder en su reino al remover leyes que mantenían en control el racismo en el lugar, por lo que día tras día la injusticia aumentaba.
Todo empeoró cuando, de un día para otro, la entrada de otras razas en Esperance fue prohibida, y todos aquellos que no eran reconocidos como Bestias por el rey fueron exiliados del lugar.
Viendo esto como una traición, Dimane y Diávolos llegaron a un acuerdo de atacar de forma conjunta a Esperance, con tal de que pusieran aquellas leyes de vuelta.
Pero no todo salió como era esperado, y debido a varias diferencias entre aquel Rey Demonio, y el líder del Imperio Humano, ambas partes acabaron luchando entre sí, destruyendo por completo, no solo sus ejércitos, pero también su alianza.
De ese momento en adelante las cosas se habían calmado un poco, aunque las tres naciones se negaban a hacer contacto con las demás, lo que nos lleva al presente.
El actual Rey Demonio se había cansado de tanta monotonía, por lo que decidió "jugar un poco" con los humanos.
Empleó una movida sigilosa y secuestró al príncipe, y tras meses de tortura continúa, un demonio personalmente entregó el cuerpo demacrado del príncipe.
En su furia, el rey humano intentó cobrar venganza, lo que resultó en el estado de la ciudad que los chicos pudieron ver hace rato.
-Y esto nos llevó a recurrir a uno de los rituales prohibidos, La Invocación, el arte de traer a personas de otro mundo al nuestro. -explicó Alan.
-¿Pero de qué sirve traer personas de otro mundo? -preguntó Kenta.
-Por su poder. -respondió Alan.