Las tres chicas siguieron sin rechistar a aquellas mujeres. Atravesaron un pasillo y una puerta que había a un lado del almacén y que llevaba al cuarto de baño. Era bastante grande, había cuatro lavabos, dos bañeras y varios utensilios de higiene personal, como jabones, peines, maquillaje, etc.
Al fondo había un armario sin puertas bastante grande, lleno de ropa blanca. Anaria y Saki lavaron un poco a las tres chicas, les peinaron el pelo y les pusieron un poco de maquillaje en la cara. Sacaron tres vestidos largos de color blanco del armario y las obligaron a ponérselos.
Andrea se miró en uno de los espejos, con el maquillaje habían tapado gran parte de sus ojeras, siempre las había tenido bastante pronunciadas. La habían dejado muy guapa con el maquillaje que le habían puesto. La sombra de ojos resaltaba sus ojos negros y le habían peinado su pelo castaño con una trenza a un lado. Con ese vestido blanco parecía una novia que se preparaba para casarse el día de su boda.
Ya vestidas, Anaria y Sakí sacaron a las tres chicas del almacén. Fuera hacia frío y seguía siendo de noche. Se encontraban en una especie de pueblo donde había bastantes estructuras o pequeños almacenes repartidos por aquel lugar. Había bastante gente, hombres y mujeres, se veían bastante jóvenes y vestidos con ropa de color oscuro o negra en su mayoría. Todos ellos tenían la piel pálida y rostro ojeroso, parecidos al de Saki y Anaria.
Todos se quedaban mirando a las tres chicas al verlas pasar. Algunos les dedicaban macabras sonrisas, otros simplemente se quedaban mirándolas fijamente. Aquel lugar era siniestro y daba bastante miedo.
Llegaron a una parte del pueblo donde había un pequeño escenario, todas esas personas parecían dirigirse allí. Anaria y Saki llevaron a las tres chicas hasta aquel escenario, Saki se quedó abajo con ellas y Anaria subió al escenario y se dispuso a hablar a la multitud.
—¡Hola a todos! Traigo a unas exquisitas invitadas que espero os complazcan , en especial a mi señor Bruno y mi señora Tania —dijo mirando a una mujer y un hombre que estaban sentados en unos sillones a un lado del escenario.
Anaria ordenó a Saki que subiera al escenario a las tres chicas. Y las colocó de manera que ambos pudieran verlas bien. Debían de ser los jefes de aquel pueblo. Bruno se puso en pie y asintió complacido.
— Como siempre, nunca nos decepcionas, Anaria. Me gustaría entregar está mercancía a mis hombres, te pagaré generosamente.
— Si las quiere son suyas, mi señor.
Aquel hombre asintió satisfecho y sacó una gran bolsa negra y se la entregó a Anaria. Ella miró el contenido de la bolsa y sonrió poniendo cara de gran satisfacción.
—Es un placer hacer negocios con usted, mi señor.
Anaria y Saki se marcharon de allí con su buena recompensa. Entonces Bruno se levantó y se acercó a examinar su nueva adquisición.
— ¡Julio, acércate! —grito Bruno—. Tú serás el primero en elegir.
De repente, salió de entre la multitud un hombre alto y corpulento. Era muy grande y de aspecto monstruoso. Llevaba a una chica vestida con lencería negra, atada con una cadena al cuello, de la que tiraba para que ella le siguiera.
Daba pena ver a la chica. Apenas podía andar y estaba llena de heridas y moratones. Tenía muy mal aspecto, parecía estar muy enferma. Julio llegó hasta el escenario, abrazó a la chica y la besó, entonces le mordió el cuello. Siguió absorbiendo de su cuello hasta que la pobre chica, tras dejar escapar un pequeño gemido, dejó de respirar. Entonces él la tiro desde lo alto del escenario al suelo y miró hacia donde se encontraban Andrea y las otras dos chicas con una pequeña risa malévola.
Andrea y las otras chicas se quedaron horrorizadas. Jamás hubieran creído que los vampiros existieran realmente, pero allí estaban, en un pueblo de vampiros y ellas iban a ser las próximas víctimas de esos monstruos. Su sentencia de muerte ya estaba escrita.
Aquel hombre se acercó a observar detenidamente a las tres chicas, se le veía que estaba muy satisfecho.
— Gracias mi señor por este honor— dijo el hombre monstruoso—. Elegiré con mucho gusto a una de estas tres joyas…
— ¡Padre, madre!- gritó un chico acercándose al escenario, que Andrea reconoció sin problemas— ¡No es correcto por vuestra parte poner por delante a este engendro antes que a vuestros propios hijos!
Era aquel chico del aparcamiento, el que había hecho dormirse a Andrea. Ella lo miró con odio apretando los puños. Miró a Sofía quien estaba igual que ella, mirándolo con odio y apretando los puños. Ambas se miraron, parecía ser que ella había pensado lo mismo, también lo odiaba porque había sido aquel chico el que las había dormido a ambas y por su culpa se encontraban en aquella situación
— Marcus, tú siempre dando la nota, hijo— le dijo Tania, la jefa de los vampiros, sonriéndole.
— Madre, ya han pasado varios meses desde que tuve a la última, creo que me toca elegir.
— Esta bien, pero más vale que te dure más que la última…
— Seguro que sí, esta es una mercancía de primera. Quizás hasta Jaume se anime a elegir a su primera chica- dijo entre risas señalando a otro chico que se acercaba.
El chico que se acercaba se parecía mucho a Marcus, aunque este tenía el pelo más corto que él y era algo más delgado. Se acercó hasta donde estaba Marcus y se quedó mirando a Andrea fijamente. Ella también lo miró, estaba claro que era un vampiro pero parecía diferente a los otros, no tenía aspecto de malvado, ni le miraba con esa sed de sangre como hacían los demás. Era difícil de explicar.
— ¡Venga hermano, anímate! Nunca has querido tener una esclava humana, pero ya va siendo hora… —Le dijo Marcus a Jaume— ¡Te dejo elegir a ti primero!
Aquel vampiro se quedó callado por un momento, estaba pensando bien en las palabras que le había dicho el que al parecer era su hermano. Después de pensarlo un rato volvió a mirar a Andrea. Parecía que había tomado una importante decisión.
— Vale… la elijo a ella —dijo Jaume señalando a Andrea.
Todos los vampiros que había a su alrededor parecieron quedarse asombrados por lo que Jaume había dicho. Incluso los jefes se levantaron de sus sillones a la vez que aplaudían y se les veía muy contentos.
— Por fin hijo ¡Pensábamos que este día no iba a llegar! —le dijo Bruno, su padre.
— ¡Estamos muy orgullosos de ti hijo! —dijo Tania, su madre.
— ¡No me lo puedo creer hermano! Después de tantos años negándote a esto, por fin te has decidido —dijo Marcus dándole unas palmadas a su hermano en la espalda.
Después de que Jaume eligiera a Andrea, Marcus eligió a Sofía y la chica que quedaba le fue otorgada a aquel vampiro de aspecto monstruoso llamado Julio. Marcus agarró a Sofía y como ella no quería irse con él, después de un leve forcejeo, la cogió en brazos y se la llevó. La pobre chica que tenía que irse con aquel monstruo intentó huir, pero Julio le colocó una cadena en el cuello y se la llevó tirando de ella y arrastrándola por el suelo. Andrea estaba quieta aún en el escenario, miró a Jaume quién no le quitaba la vista de encima, él le hizo señal con una mano de que le siguiera y ella se fue con él.
Lo siguió por el pueblo, atravesando calles rodeadas de casas hechas con lo que parecían placas metálicas. El pueblo parecía encontrarse en medio de un bosque. Pasaron por lo que parecía la entrada del pueblo, no había puertas ni nada que separase el pueblo del bosque.
Andrea sintió la gran tentación de salir huyendo al bosque. No se veía a nadie vigilando, quizás esa fuera su única oportunidad de escapar. Entonces Jaume la agarró del brazo, se había dado cuenta de como miraba hacia la entrada y de sus intenciones.
La guío sin soltarla hasta que llegaron a una casa muy alta, era más alta que el resto de casas y había que subir bastantes escaleras para llegar a la puerta de la entrada. Él le hizo señal de que ya habían llegado, esa era la casa se Jaume y ahora sería también el hogar de Andrea, viviría allí hasta su último día de vida.