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Chapter 42 - Un largo camino recorrido (Parte 1)

La calzada principal de piedra blancuzca delimitaba el lugar por donde todos los carromatos y carretas viajaban. Marcaba un camino recto hasta el centro de la ciudad, en una pulcritud que no tenía cabida contando la cantidad de caballos que transitaban junto a las personas. Las paredes de los edificios se separaban por pisos y escaleras de madera clara que recorrían de arriba a abajo, de izquierda a derecha, trazando en barandales la seguridad de todos quienes compraban por ellos. En muchos de los edificios dichas escaleras y caminos de madera se extendían por varias calles, conectaban atreves de los balcones. Donde los muy variopintos extranjeros miraban por encima del hombro todo aquello que pasaba por la calzada.

Al cabo de unas cuantas calles Justitia sintió un cierto mareo por la cantidad de personas que tenía cerca suya. Creía no poder enfocar a nadie con todo el movimiento que captaban sus ojos.

­­­—¡Nosotros debemos irnos! —Anuncio Adelayn alzando una mano —Los buscaremos más tarde, para agradecerles como es debido. Estarán en la catedral supongo.

La joven se acercó a Luciel lo suficiente como para que el bullicio no dejara escuchar que decían entre ellos. Al alejarse del grupo, Niall y Eoin le ofrecieron a Justitia una despedida con la mano y una sonrisa. Extrañaría la ayuda de esos dos con los cuidados del cachorro, pero tomaría los consejos que le dieron «Primero el nombre» También algo para agradecerles, un obsequio. En la ciudad encontraría de todo.

Los transeúntes cuchicheaban la interacción de ambos grupos con expresiones agrias. Poena los espanto con un gruñido, pero en esta ocasión Sergius lo detuvo de seguir.

—Aquí no —Ordenó con un ceñudo rostro dirigido a los civiles —Les explicare en cuanto lleguemos. ¡Vamos!

El reflejo de la luz marcaba su destino. Una catedral, vestigio de que este país había pertenecido al sagrado imperio de Gabriel en alguna ocasión. Sus altas torres grises rodeaban la edificación circular convirtiéndola en una corona de dagas, que hacía relampaguear el sol con los vitrales que la cubrían. Una docena de pilares se alzaban justo en frente, tan alto como la propia catedral de Betsaida.

Desde la plaza de la catedral podía verse perfectamente un formidable puente recubierto con piedra que se perdía en el mar de Shára al horizonte. Como un titánico muelle que no tenía fin.

El gentío los evitaba en su mayoría, y los únicos que llegaban a dirigirles la palabra no eran más que vagabundos diseminados por la muchedumbre, quienes pedían la ayuda de Gabriel para llevarse algo de comer a la boca. Justitia, al igual que Luciel soltaban monedas de vez en cuando a los más jóvenes, hasta que el propio Sergius los hubo de detener.

—No pararan de venir —Dijo Sergius en un suspiro —Hay mejores formas de ayudarlos... Esas monedas se las quitaran de las manos en cuanto se alejen de ustedes

Justitia captó en la lejanía todos los ojos de depredadores. Atentos a ellos y los niños con relucientes monedas en sus manos. Eran las mismas miradas que se aprovechaban de él cuándo niño, de su debilidad. No hubo tiempo para protestas de ninguno de los dos.

La catedral de Betsaida ocupaba un gran terreno cerca de la costa. Los pilares delimitaban una plaza de piedra blanca caliza formando una media luna. Y en cada uno yacían grabados los nombres y armas de los doce discípulos de Gabriel. Aquel lugar era liberador. Justitia no comprendía como la gente evitaba pasar el rato en una plaza como aquella, caminar por ella no era sinónimo de entrar a rezar.

Al poco, una decena de guardias y personas del clero se acercaron corriendo a recibirlos. Los despojaron de la montura y los cachorros, insistiendo que ellos se harían cargo de su equipaje. Los guardias acallaron sus preguntas justo antes de formularlas, pues no querían ser descorteces con un pacificador, mucho menos un grupo de ellos. Justitia no pudo evitar sentir una presión en su corazón cuando aquel cachorro se separó de él, sin apartarle la mirada ni un segundo se despidió. «Mas tarde tendré listo tu nombre, lo prometo»

Un hombre ataviado en ropajes monásticos, con la calva reluciente y el rostro puntiagudo se adhirió al grupo que avanzaba por la plaza. Sus manos se movían frotándose entre sí con un sudor que relucía casi tanto como su cabeza. Dijo llamarse Worzak.

—Vuestro paquete ha llegado a buen arribo mi señor Sergius —Dijo Worzak en Dá'inara y dio una mirada a los demás pacificadores —Mis señores, disculpad estos modales míos.

—Corta la ceremonia —Masculló Sergius con desagrado —¿Dónde está el arzobispo? No pensamos quedarnos demasiado en la ciudad, existe la posibilidad que alguien quiera robarla.

—¡Robarla! —Exclamó Worzak arrastrando los pies en el suelo. Carraspeo con una mano cubriendo boca —Disculpad... Disculpen. Si es así, buscare hacer los preparativos necesarios para que se la lleven.

—¿Tu harás los preparativos? —Preguntó Sergius con una desdeñosa mirada —Déjale eso al arzobispo.

—Por aquí —Señaló Worzak con la mano, dejándolos entrar al recinto principal donde había apostados por los menos unos 50 guardias. Todos en sus prístinas armaduras y una capa con el símbolo del león blanco. Al verlos entrar todos se pusieron firmes y saludaron. Solo Luciel les regresó un asentimiento, y Justitia lo imito poco después. —El antiguo arzobispo Dubrav'ko tuvo un accidente debido a la edad. Ya no puede encargarse de la catedral. Ahora soy quien decide todo lo que hay que decidir... por lo menos antes de que ustedes llegaran aquí...

—¿Eres un obispo? —Preguntó Sergius

—Vicario —Aclaró Worzak —Solo nos ha dado tiempo de avisar de la situación hace poco menos de semana. La sorpresa de tamaña tarea de proteger la... —Revisó la antesala con recelo y continuó —Espada, causó estragos en su débil cuerpo. Se que es algo que quieren mantener oculto, pero... Por lo menos ahora está sirviendo a Gabriel personalmente... Como decía, ningún obispo ha podido ser enviado en tan corto periodo de tiempo. Tendrán que tomar mi palabra de que me encargaré de todo hasta que uno nuevo aparezca.

Por las ventanas podía verse el jardín y los establos donde ahora estaban los cachorros. En los pasillos de la catedral se hallaban una gran cantidad de guardias apostados como decoración contra las paredes. Worzak los guio hasta una sala alejada del recinto principal.

La habitación tenía un exceso de dorado pegado a casi todo lo que había dentro de ella, incluso las sillas y utensilios que están regados por todos lados. La opulencia de la decoración lastimó la vista de Justitia. "¿Cómo puede alguien estar en un lugar tan brillante?" Contrastando con la habitación en el escritorio se hallaba una caja de madera, sucia y astillada, que pudo haber contenido cualquier cosa dentro.

Al acercarse la vieron.