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Chapter 45 - Di mi nombre (Parte 1)

Luciel no paraba de pensar que Justitia tuvo que haber venido con ellos. Todo cuanto había pasado ese día no era más que un problema tras otro. Llegar a Ilyberk no era ningún descanso, llegar al puerto era solo el inicio de sus problemas. Quería poder pensar en el lugar más que solo como una ciudad que cruzo durante su misión. Poder hablar sobre las vistas, la gente, las canciones después. Un recuerdo y no solo una parada donde la marea subió hasta el cuello.

Dejó su comida a medias.

—Iré por ahí, antes de regresar a la catedral ¿Está bien? —Preguntó Luciel a Sergius quien se hallaba extrañamente callado.

—Ve —Contestó Sergius agitando la mano —Solo no tardes demasiado... Si vas a atender tus asuntos hazlo rápido.

Luciel gruñó su molestia. Sergius había acertado, la urgencia se había alzado en varias ocasiones por la cercanía de Adelayn, y la última jornada de viaje en el camino no había tenido tiempo ni siquiera para aplacarse con su mano.

Luciel cubrió su cara y caminó un par de calles antes de preguntar por un prostíbulo. Tratar con las preguntas de las personas por la razón para esconder su rostro era mucho más sencillo que soportar la forma en que lo trataban al verlo. Sobre todo, las mujeres que se insinuaban sin miramientos. Extrañaba su privacidad en las posadas.

«—¿Crees que Justitia este bien? —Murmuró Lucy como un gentil eco.

—Debe de estarlo... puedo intentar hablar con el mas tarde. Airan dejo escrito que se acercó a él en los baños. Parece estar más dispuesto a hablar ahora... ¿Tienes un mal presentimiento? ¿Instinto femenino acaso? —Pensó Luciel con humor

—Búrlate lo que quieras, solo es una sensación —Contestó Lucy

—Si fuera tan malo aparecería otra visión —Pensó Luciel

—No sabemos cómo funcionan, no confíes en que aparecerán siempre —Espetó Alastor»

Era sorprendente para Luciel lo habituado que se había vuelto a todo el proceso que significaba tener sexo con prostitutas. Solía elegir a aquellas chicas que guardaban algún parecido con sus antiguas parejas, Sahely, Camelia e incluso la primera con la que tuvo aquella noche en Astyel, Jean. Intentaba no mostrar su rostro por el periodo más largo posible. En una ocasión pudo llegar hasta la habitación afirmando que estaba deforme y era asqueroso verlo.

En Ilyberk la capucha no duró demasiado tiempo, y muchas mujeres querían subir con él. Al dejar en claro que solo quería una, continúo buscando hasta que vio una mujer de cabello platinado y bajita justo como Sahely. Decía llamarse Lida.

Subió con ella de inmediato dando trompicones en su mente pues Airan ya había aparecido. Comenzó a prepararla apenas cruzaron la puerta. Ella insistía que lo hicieran sin más ya que creía Luciel tenía prisa. La acariciaba como a uno de sus recuerdos por las noches. La embestía con todo su libido contra la ventana. La muchacha se divertía mencionando que nadie había sido tan bruto con ella, ni tan gentil. Los dedos de los pies de Lida se resbalaron en el éxtasis arrancando la cortina de su lugar. Su cuerpo quedó suspendido en los brazos de Luciel y sus jadeos empañaban el vidrio.

—¿Qué es eso?... —Jadeo Lida con el poco aliento que le quedaba. Su dedo índice señalo fuera.

Humo de colores adornaba el cielo en dirección a la costa. Un león se formó en el cielo. El león de Gabriel, la cresta del sagrado imperio. «¡Justitia!»

—Debo irme —Anunció Luciel depositando a Lida en la cama.

—Sabía que tenías prisa —Reclamó ella

—Que nadie se acerque a la costa, dile eso a todos —Luciel Juntaba ropa en sus brazos apurado.

Se vestía al caminar, aspiraba y exhalaba queriendo entrar a un estado de calma. «Estará bien, estoy cerca» Se dirigía a la puerta solo con los pantalones y las botas.

—¿Es malo? —Cuestionó Lida agachando la cabeza bajo las sábanas.

—Mucho, probablemente, avisa a todos. Que nadie vaya a la costa —Advirtió Luciel duramente antes de abrir la puerta.

—Avisaré... Regresa cuando quieras

Luciel corrió con todo lo que poseía en las manos. Se colocaba la ropa como podia, pero no se detenía por nada.