Chereads / El Susurro de las Flores / Chapter 47 - Di mi nombre (Parte 3)

Chapter 47 - Di mi nombre (Parte 3)

Luciel yacía arrodillado frente a Justitia reuniendo todas las almas que podia, hasta que vio en aquel pozo la imagen de lo que Justitia había pasado, lo que había pensado. Decía su nombre como todas las demás almas. Una lagrima transitó su rostro cuando el dolor de Max se hubo quedado pegado en su alma.

No había nada que pudiera hacer ahora. Ningún milagro lo traería de vuelta.

—¡Justitia! —Gritó sorprendida Agony.

—Max... —Murmuró Luciel al incorporarse.

Bouwúphl dio de lleno en el mandoble de Sergius. El mentor Centelleaba en ondas rojas que lo cubrían por completo. Aquel golpe parecía no ser suficiente para inmutar su rostro Ka'òl. Y las gruesas cejas rojizas se ceñían ensombreciendo su furia.

Agony desenfundó su espada. Sus extremidades brillaron y su cuerpo entero se cubrió de un verde opaco y oscuro, que ondeaba como las hojas de los árboles. Y dio una zancada que la impulsó hasta llegar a la espalda de Bouwúphl.

—¡Espera! —Gritaron Luciel y Sergius.

Un muro de piedra cortó el paso de Agony. Ella partió de un puñetazo. Del otro lado la recibió la cola de la bestia que ahora era Bouwúphl. El golpe la hizo salir disparada hacia la catedral enterrando su cuerpo en las escaleras. Tosió fuertemente dejando salir liquido carmín desde la boca.

Mikai la mujer ataviada en morados y negros, cerró la mano rasgando el aire las uñas. Un alarido humano retumbos de vuelta en la plaza. Y la mujer apuntó su mano hacia Agony.

Luciel advirtió enseguida que se trataba de magia negra. Ningún mago en sus cabales la usaría tan a la ligera. Ninguno que apreciara la vida. Él sabía que cada alarido era un alma desgarrada, dominada y forzada a la voluntad de lo que se quiera hacer. Solo para destruirlas en el proceso, era todo lo contrario a lo que Luciel hacia con sus milagros. Pero aquella magia tenía una ventaja muy grande, rapidez. No debía reunir, no debía pedir. Solo forzar su voluntad sobre las almas. Los espíritus y almas en el ambiente se arremolinaron cerca de Luciel mucho más rápido, huyendo de la cercanía de Mikai.

Se hundió en el pozo de su mente aferrando el lazo de Sahely. El espectro de su alma salió despedido como gruesos hilos azules llegando en un instante frente a Agony. Un escudo de estambre cubrió la verduzca luz que chispo desde la mano de Mikai.

—¡Sácala de aquí! —Ordenó Sergius.

Cada porrazo de Sergius de su ya de por si enorme mandoble negro. Eran amplificados por su Saeya. Su deseo formaba la ilusión de un garrote incrustado de rubíes filosos de por lo menos tres metros de largo y tan grueso como un árbol. Sus extremidades se estiraban en gigantes manos y pies que empujaban a la bestia Bouwúphl fuera de su espacio personal. Los golpes que lanzaban ambos destruían todo cuanto tenían cerca suyo. Y el suelo se quebraba cada que uno paraba los ataques del otro.

Poena brincó sobre Mikai para golpearla con el martillo en el mismo instante que Luciel cubrió a Agony. En cada arco que Poena creaba para atacar, La mujer rasgaba el aire como si espantara moscas. El suelo y las paredes detenían los ataques con deformaciones de la piedra, mientras ella caminaba a la plaza de espaldas.

Cuando llegó Luciel donde Agony comenzó a deslizarse. El murmullo de Alastor insistía en entrar en acción. Rogaba a las almas seguir pegándose a él. Los protegería de ser usados por lo menos, de que los hicieran desaparecer por completo. Mantendría el alma de Max consigo hasta que se fueran.

Cargó a Agony y expulso almas pidiendo que la sanaran lo suficiente para que conservara la vida. Ser tan vago en el pedido las consumió muchas más de las esperadas. Gritó por el apoyo de los Lanceros y caballeros que yacían fuera para que se la llevaran. Agony seguía inconsciente por aquel golpe y en cierta forma él creía era lo mejor, Los brazos de ella estaban lacerados como si hubiera sufrido grandes quemaduras.

El color turquesa tomo cada fibra de su ser brillando tanto como su molestia. «Calma, déjame entrar —Insistió Alastor» Los dos enemigos tenían muy controlados a Sergius y Poena. «Max debió haber hecho lo imposible para esperar tanto» No había razón para sumirse en pensamientos. Ni si quiera el cambio radical que sufrió el vínculo con Sahely. Fijó su objetivo en ayudar a Sergius. Aquella bestia que le daba la espalda no era ningún Shaeyvah, podia intuir era un deseo de Saeya.

Refunfuñó por los segundos que sentía haber desperdiciado. Y comenzó su danza con Caza del lobo. Pidió que cada movimiento lazara agua con la potencia para empujarlo, lastimarlo y cortarlo. La presión y la distancia podia calcularlas con cierta facilidad, los movimientos le ayudaban a darse una idea. Medias lunas se formaban en el aire luego del batir de su espada. Solo dos cortaron a Bouwúphl, y cuando la bestia esquivó los demás Sergius lo aporreo de lleno con aquel garrote estúpidamente grande.

El cuerpo de Bouwúphl voló hasta los pilares que aun seguían en pie, tirando todos en el proceso.

Sergius sonrió por un instante, y corrió detrás de la bestia.

Luciel se mantenía a la misma distancia entre los dos enfrentamientos. Poena era incapaz de acertar un golpe sobre la mujer, y ella tenía cara de solo estar jugando. La disyuntiva lo volvía a atacar. Sin embargo, la empujo fuera de su mente rápidamente.

Acecho del león fue suficiente para hacer a la mujer retroceder hacia las escaleras de vuelta, y que casi perdiera el equilibrio al llegar a las escaleras. Los rubíes que llevaba por ojos se posaron sobre Luciel.

—Niño bonito... ¿No quieres venir con nosotros? Te cuidare bien, lo prometo —El tono insinuante de Mikai escondía la burla que de sus palabras.

—Poena ataca a mi ritmo —Comentó Luciel ignorando a la mujer.

—Tu no me ordenas, puedo solo contra ella —Espetó Poena.

La afirmación que hizo luego de ver lo que había pasado con Max y Agony creo el suficiente enojo en la mente de Luciel para que el pozo se lo tragara al fondo del abismo.

Alastor surgió de él luego de un momento.

—No me importa si mueres, solo quiero detenerla a ella —Dijo tajante Luciel.

—No peleen por mí, soy suficiente mujer para tomar a ambos al mismo tiempo —Mikai rio fuertemente conservando el tono —Pero me temo he terminado aquí... ¡Bouwúphl nos vamos!

El martillo de Poena emprendió los movimientos en arcos de vuelta. Quebraba todo cuanto estaba a los lados de la mujer. Y Mikai hacia movimientos sutiles con las manos y pies en un lento vals que la movía primorosa en su defensa. Las deformaciones en la tierra que ella creaba se anunciaban con alaridos en cada ocasión.

Luciel se veía a impedido a actuar por todo el espacio que ocupaba Poena al atacar.

Las rocas se levantaban del suelo desde las cercanías de Mikai, y se disparaban como afiladas flechas sobre los dos pacificadores. Poena fue atravesado por un puñado, mientras Luciel se cubría con el escudo de estambre.

Mikai arrojó la sobrilla que portaba al aire. Y con ambas manos desgarró el aire en clamores de vidas que destruía. Sus manos tomaron un brillo verdusco, como de agua estancada. La silueta de una cadavérica mano humana apareció desde la espalda de ella, y castigó en el pecho a Poena.

Una cegadora luz se presentó en el peto negro que cubría a Poena, repeliendo el ataque.

Poena sonrió levantando el martillo por encima de su cabeza. Al dar un paso tambaleo sin poder sostener su propio peso. Poena dejó caer una rodilla en el suelo.

Mikai comenzó a reír de vuelta y con sus largas uñas negras cubiertas en la indecible magia de muerte perforaron el rostro de Poena. La cadavérica silueta reapareció echando el enorme cuerpo del pacificador por varios metros lejos de Mikai. Las venas de Poena sobresaltaron y tomaron un color obscuro. A la par su cuerpo comenzó a convulsionar sin emitir un solo ruido.

Luciel intervino de vuelta con el estambre de su alma. Los gruesos hilos se adhirieron a la muñeca de la mujer atrayéndola cerca suyo.

El cuerpo de Poena cayó de cara contra el suelo.

Para este punto, Luciel no tenía idea de cómo iba la batalla de Sergius y por lo que escuchaba no parecía tener ningún ganador. Aquella bestia ocultaba toda muestra de daño.

La mujer delante suyo lo retaba con los ojos de rubí.

—¡Oh! Uno de ustedes —Exclamó Mikai al estar frente a frente con Luciel —Están llenos de sorpresas, ¿Seguro no quieres venir conmigo?

Luciel la ignoró y pidió para congelarla, un frio tan grande que recorriera aquel lazo. Un frio que la dejara sin poder usar su mano. Las almas se arremolinaron por su pedido en luces y voces que desbordaban el pozo de su mente. En ese momento la mano de ella tomo un color azul y comenzó a despedir escarcha hasta crear un cristal que recorrió hasta el codo de Mikai.

La mujer araño el lazo para alejarse.

Luciel la persiguió con Acecho del león fallando al cortar de vuelta la piedra que se interpuso entre ellos.

—Y además uno hábil.... ¡Bouwúphl rápido! —Mikai frunció el ceño impaciente.

Aquel cordón azul en que se habia vuelto su alma era difícil de dominar. Mucho más que la silueta que usaba antes. Era como si se negara a sus órdenes. «Lo hare moverse a mi gustó» En aquel pozo aferro el lazo de Sahely con ambas manos forzando su voluntad sobre él.

Luciel usaba ambas espadas como látigo al dejar salir dos largas cuerdas azules desde su alma. El lazo descargaba como un martillo sobre el suelo. Flagelaba a la mujer rasgándole la ropa cuando llegaba a atraparla.

La figura de la bestia que ahora es Bouwúphl apareció en su periferia. Sergius detrás abanicaba implacable su arma. La reacción de Luciel fue dirigir ambos látigos de su alma a Bouwúphl.

Mikai saltó, atrapo su sombrilla y cubrió el golpe con ella imbuida en un tono pálido de morado.

—¡Luciel! —Gritó Sergius con el cuerpo lleno de moratones y cortes. Respiraba trabajosamente —¡Toma a los demás y veté! ¡Es una orden!

La desesperada petición de su Sergius encendía los ahora iluminados edificios que había en su mente. El pozo se desbordaba cada vez más hasta convertirse la pequeña plaza de un pueblo. Iluminaba la ceniza, y las ascuas de su deseo encendían todo a su paso.

Si pensaba de más, moriría alguien.

—¡Bien! —Grito Luciel y en el pozo de su mente alcanzó con la otra mano el lazo celeste de camelia.

Su cuerpo desapareció en un instante.

Los ojos de la mujer y la bestia brillaron en los morados tonos de sus almas. Luciel saltó sobre Poena esquivando los ciegos ataques con saetas de piedra que Mikai disparaba.

Imaginó los mismos montículos de tierra formarse para protegerlo y pidió a las almas los apoyaran. «No es mi especialidad, pero será útil» Deseo por la fuerza para llevarse a los dos que seguían tendidos en el suelo. Y sus músculos se inflaron en una ilusión de musculo. Tiró a ambos a sus hombros con facilidad.

Soportó las ganas de mirar tras de él. Y corrió lejos de la plaza.

Sentía la respiración de ambos en sus hombros. Nada que no pudiera curar se recordaba a sí mismo. Dudó si sería necesario hacerlo ahora.

Al salir el gentío llenaba la calle. Los guardias que aun estaban cerca lo auxiliaron. Las preguntas de las personas y los soldados, la preocupación, el miedo que demostraban las expulso fuera de su mente en una exhalada. Revisó la calle notando gritos de más soldados y gente con la flor de lys en sus ropas acercándose.

Su alivio se mantuvo tanto como él en aquel lugar. Corrió de vuelta para apoyar a Sergius.

A la distancia, pudo ver a Sergius, este hacia espacio sin una sola oportunidad de atacar. Bouwúphl se apoyaba en los recién creados montículos de tierra para salir disparado y atacar a Sergius. La mujer se limitaba a lanzar saetas de piedra anunciadas en alaridos. Sergius fulguraba como encendido en fuego. Gruñía sinsentidos al arrojarse sobre ambos.

Luciel imaginó el sonido de sus botas amplificarse dirigirse, era difícil, pero no la primera vez que lo intentaba. Dio vuelta sobre si mismo recordando el látigo. Azoto el suelo con su lazo pidiendo a las almas por aquel sonido, uno que destruyera los obstáculos de Sergius. El látigo cortó el viento y la onda de sonido viajo hasta una de las paredes que protegían a Bouwúphl.

Aquella arma infundida en la furia de Sergius pegó de lleno a la bestia. Con un sonido seco, se escuchó el crujir de los huesos de aquella cosa.

Sergius sonrió victorioso.

Mikai desgarró el viento con su mano libre. Y la tierra debajo de Sergius lo consumió en espirales que atravesaban sus piernas como espinas. Luciel deseo alcanzarlo, protegerlo con el hilo de su alma. La bestia que ahora era Bouwúphl golpeo el torso indefenso de Sergius. Aquella parte de su cuerpo se desbarato como hielo golpeado por un martillo.

El cuerpo de Sergius cayó sin vida al suelo. Y su alma se quedó pegada a Luciel.