Diego, con Gimena en brazos, se sentó en uno de los sillones pensando en Cristal y en lo mucho que había cambiado. Ya no era la misma de antes, era otra persona y él no soportaba más. Menos aún sabiendo que ni siquiera quería a su propia hija.
Suspiró profundo mientras pensaba aquello cuando el mayordomo hizo pasar a Juan quien había ido a verlo. Frunció el ceño al ver a su amigo tan mal.
— Ella no es la misma Juan, es más....creo que es otra persona.
—¿A qué te refieres con eso?
— Ella cambió, ya no es la dulce y amable Cristal del pasado.
—¿Y qué es ahora para tí?
— Ella es...es tan fría ahora que...que pareciera que no es la misma persona. Con decirte que no siquiera quiere a Gimena.
— ¿Tan seguro estás?
— La escuché decirle cosas horribles a nuestra bebé, en su mirada se reflejaba el odio y el rencor que encerraba dentro suyo.
Juan se había dado cuenta de ello antes, solo que quería que su amigo lo descubra por sí mismo. Y ahora estaba comprobando que tanto sospechaba de ella. En verdad Cristal parecía otra persona.
— Sé que sufrió un terrible accidente y que esté confundida pero ¿Sabes Juan? Una cosa es que esté confundía y otra muy diferente es que actúe de la manera en que lo hizo y aún lo hace ella en éstos últimos días.
— Te entiendo Diego y te creo, después de todo he visto de primera lo que ella es y hace en éstos momentos. Comparto tu idea. Es otra persona, opino lo mismo. Al menos eso parece.
Diego le entregó a Gimena a la niñera para que la hiciera dormir. Era tarde ya. En tanto él y Juan siguieron conversando. Juan intentaba levantarle el ánimo a su amigo ya que le molestaba verla tan mal.
Luna, en la otra mansión, llamó a su misterioso amigo para contarle lo que había ocurrido. En verdad se sentía confundida ya que no sabía cómo actuar ni qué hacer para borrar esa sospecha de su mente. En verdad estaba muy asustada. Él la escuchó en silencio.
— En verdad la hiciste Luna, la fregaste como no tienes idea. Debiste actuar diferente.
— ¿Acaso crees que no lo sé? Te llamé precisamente para que me digas cómo hacer para remediar mi error.
— Primero que nada, tendrás que tragarte tu maldito orgullo o acabarás arruinándolo todo ¿Entiendes?
— Si, lo entiendo — dijo ella apretando los dientes.
Luna era conciente de sus defectos y en verdad no le resultaba posible cambiarlos. Pero al también era plenamente conciente de su actual situación y si quería seguir en marcha con el plan tendría que hacer un cambio radical.
— ¿Cómo va todo por allá?
— Tu hermana tiene más carácter de lo que todos creímos. Si bien sigue sin recordar nada, comenzó a imponerse en sus decisiones que incluyeron el cambio del club nocturno por un bar.
—¿Qué? ¿Y se lo permitieron?
— Si, porque descubrimos que como bar es muchísimo más redituable ¿Sabes?
— Maldita sea — exclamó ella furiosa al comprobar que mientras que a ella le iba fatal, a su maldita hermana le estaba llendo muy bien — ¿Y Daniel? ¿Cómo está mi hombre? — con esa pregunta remarcó su posesividad sobre él.
— Daniel sigue igual, tal como lo dejaste. No debes preocuparte por él, al menos de momento.
— Bien, no le permitas hacer lo que se le venga en gana ¿Entiendes?
— Perfectamente — él estaba en su casa desnudo completamente mientras hablaba con ella por celular — Y tú procura recuperar el control de la situación ¿Estamos?
— Estamos. Adiós.
— Hasta pronto Luna.
Cuando colgó dejó su celular sobre la mesa del tocador, luego miró al joven que lo esperaba desnudo en la cama.
Apetitosamente sensual. Sonrió con lujuria. Ese muchacho tenía diescinueve años. Tres menos que él, y aún era virgen. En verdad estaba exitado. Pero había llegado el momento de disfrutarlo a más no poder.
Daniel no hacía otra cosa más que admirar a Cristal y sentirse atraído por ella con cada día que pasaba. Su firmeza, su deseo de sobrevivir y preservar su propia escencia lo cautivaba cada vez más.
Manuel interrumpió sus pensamientos al llegar esa noche a su casa. Cristal estaba en su cuarto y él en la biblioteca.
— ¿Qué pasa Manuel? — Daniel se sintió incómodo por la forma en que su amigo lo miraba. Enigmáticamente silencioso — Dime ¿qué pasa contigo Manuel?
— Te veo mal y en verdad me frustra ya que no sé cómo ayudarte
— Te equivocas, no estoy mal.
—¿En serio? ¿Por qué estás tan nervioso entonces?
—Yo....no....demonios, de acuerdo. Me siento mal pero no sé....yo no....
— Es por Cristal ¿Cierto?
— Si, bueno es que....ella es tan terca que me enerva.
— ¿Y eso por qué? ¿Por no dejarse vivir la vida? ¿Porque, a pesar de todo, hace lo que su corazón le indica y no lo que los otros quieren imponerle?
Daniel lo miró sin responder. Cada palabra de su amigo le llegó al corazón. Manuel supo interpretar ese silencio y prosiguió:
— Amigo, tú deberías seguir su ejemplo y luchar por lo que en verdad quieres ¿No crees?
— Pero yo....yo hago lo que quiero hacer...
— Mentira, sabes muy bien que no es cierto.
— Estoy destruyendo la vida de mi hermano en porque se lo merece. Es lo que quiero hacer.
— Daniel por dios, esa mentira ni siquiera tú mismo te la crees.
—Tú....¿Quién te has creído que eres Manuel?
— Tu amigo, eso es lo que soy. Y los amigos se ayudan.
— Yo no necesito la ayuda de nadie.
— La necesitas y yo te voy a ayudar amigo. Sé que tú no deseas dañar a Diego, tu hermano. Eres una buena persona pero....
— No, no y no. Basta Manuel.
— Pero ella te obliga a...
— ¡Basta! Por lo que más quieras Manuel, nos digas nada más.
— Te está obligando a dañar a tu hermano cuando en realidad no deseas hacerlo.
— No pienso oírte más. Solo déjame en paz. Ahora vete de mi casa.
Diciendo aquello salió de la biblioteca muy angustiado para encerrarse en su cuarto, mientras Manuel apesadumbrado se iba a su casa. No pudo ayudarlo pero no sé daría por vencido.
Daniel camina angustiado en su habitación mientras decía:
— Se equivoca, nadie me obliga a nada. Soy yo mismo el que quiere destruirte Diego....yo mismo.
Pero las.lágrimas humedecieron su rostro, desesperado golpeó la pared con su puño derecho mientras murmuraba:
— Esa es la verdad, soy yo quien anhela su destrucción....la ruina de mi gemelo y de su esposa ya que ellos deben pagar....deben....pagar....
Se sentó en la cama sin creerse sus propias palabras, tal como Manuel le había dicho.
— Maldita sea....¿Por qué me sucede esto? Por favor....no...no quiero....yo no.... — la angustia amenazaba con asfixiarlo.