Luna estaba pasando los días más negros de su vida, ya que con la partida de Diego y Gimena sus planes quedaban arruinados. Por tal razón tenía que hacerlo regresar tal como su amigo se lo dijo, solo que no se le ocurría nada para obligarlo. No sabía qué hacer y eso solo aumentaba su malhumor.
Estaba en el living pensando en la forma de traerlo nuevamente a su lado. Juan llegó en esos momentos, había ido a verla.
— ¿Qué quieres?
— Lograste alejar a Diego de tí, espero que te sientas felíz ahora.
— ¿A eso viniste? ¿A decirme idioteces?
— No veo cómo puedas recuperarlo ya que no amas nada ni a nadie. Venir fue un error.
Cuando él quiso irse ella lo detuvo ya que no tenía nada ni a nadie a quien recurrir. Y tenía que revertir la situación si o si.
—Espera por favor, no te vayas. Quiero que mi marido regrese, quiero a Diego de vuelta y a mi hija también. Por favor Juan, ayúdame a lograrlo.
Éste la miró sin responder ya que seguía pensando que era otra persona y no la verdadera Cristal. Seguía dudando de ella por su tan opuesta actitud hacia su familia.
Pero ella fue insistente, le rogó tanto que él acabó accediendo ya que sentía lastima después de todo sufrió un terrible accidente que casi la mató.
— Está bien, ambos son mis amigos después de todo. Además él te ama con locura pero....Cristal deberás hacer todo lo que te diga ¿De acuerdo?
— Perfectamente
— Primero tenés que dejar de vestirte como una loca, usa la ropa de antes. Vuelve al blanco, es el primer gran paso a realizar.
A Luna no le gustaba nada eso pero sabía que Juan tenía razón, tuvo que tragarse su orgullo y hacer lo que Juan le decía.
Fue al cuarto y se puso esas faldas largas blancas hasta los tobillos y una de esas remeras blancas también que le cubría todo. Se peinó lo más sensillamente posible y no se maquilló.
Mirándose al espejo se sentía una estúpida con ese atuendo, pero era conciente que no le quedaba otra opción. Suspiró profundamente. Cuando salió, Juan la vió y sonrió complacido.
— Muy bien, ahora vamos a ver a tu marido. Verás cómo se impacta.
Diego estaba en su cuarto mirando a su hija dormir en su cuna, cuando Eugenia una amiga de Cristal y suya, entró. Diego se asombró ya que no esperaba que ella vaya a verlo y mucho menos que entre a su cuarto.
—¿Eugenia? ¿Cómo entraste?
—Por la puerta
— Muy graciosa ¿Qué haces aquí?
Ella se sentó a su lado tomando una actitud tímida. Eugenia siempre se sintió atraída por Diego, solo que él jamás la vió como alguien que no sea una amiga. Sin embargo ahora que él y Cristal se separaron vió su oportunidad.
Eugenia siempre los observó desde las sombras desplegar su amor con intenso dolor. Ahora que él la abandonó, estaba solo. Y ella no lo dejaría escapar.
— Diego yo....yo quiero....quiero verte felíz y....y bueno....creí que casándose con Cristal lo serías pero....veo que me equivoqué.
— Eugenia yo...
— Si la dejaste fue porque no pudiste más.
— Yo también creí que casándome con ella sería felíz. Pero fue un error.
Eugenia fue acariciándole el rostro con ternura, pero él la miró fijamente y le preguntó:
—¿Qué haces Eugenia?
Ella no le respondió pero siguió acariciando su negra cabellera. Él cerró los ojos para sentir sus caricias más cerca, ella le dió un casto beso en la boca. Diego no solo se dejó besar sino que también la besó.
Aquel momento para Diego nada significaba, era tan solo algo pasajero con que se desahogaría, mientras que para ella ese romántico momento significaba la vida misma.