Alfred se le acerca muy intrigado a Hayden al notar la expresión de preocupado que tiene en el rostro. —¡Oye Alquimista! ¿qué te dijo el instructor que tienes esa cara?
—Nada importante, solo que el mismo me iba a matar si yo hiciera algo que a él no le agrade.
El exmilitar comenta sorprendido con la actitud radical y extremista del maestro. —Joder.... pero que forma de pensar tan absurda tiene ese hombre. Que tengas el mismo poder que el sujeto ese que mencionó no significa que te vayas a convertir en un criminal o lo que quiera que haya sido. Es casi como decir que porque yo me parezca a alguien acabe comportandome igual a él—niega con la cabeza—Bueno, yo que tú no le daría demasiada importancia chico, también puede que lo haya hecho para demostrar que él puede acabar con todos nosotros en cualquier momento si algo le disgusta o hasta tal vez fue solo para burlarse al infligirte miedo, que estoy seguro que lo consiguió si ese era su plan. En fin y al cabo aquí está más que demostrado que estos sujetos son unos psicópatas y a esas personas nunca se les puede saber cuáles son sus verdaderas intenciones. Lo que te recomiendo es que te distraigas en otra cosa y así trates de olvidar el mal momento— Entonces se marcha tras darle una pequeña palmada en la espalda para darle ánimos.
Yo me le acerco para tratar de calmarle también. —Es verdad Hayden; todos estos tíos son unos dementes, no le tomes importancia a lo que dijo.
El joven me responde con mucha seriedad y seguro de lo que afirma. —Eso no fue ninguna broma, ni demostración de poder, ni nada que se le parezca. Lo pude ver claramente en sus ojos después de hablarme al oído, cosa que recuerdo como si lo tuviera todavía en frente. Esa mirada penetrante con la intención bien clara de matarme no hay quien la pueda negar. Hablaba en serio Irán, si cualquier cosa que haga por lo mínima que sea y a él no le agrade no va a dudar ni un segundo para atravesarme el corazón igual que a ese antiguo amigo suyo.
Yo le respondo con franqueza. —Para serte sincero yo que no lo tenía en frente como tú también lo pude notar, como estoy seguro que Alfred también lo notó. Pero preferimos en tratar de calmarte en vez de hacer que te preocupes más.
—Yo lo sé Irán. Yo sé que tú y Alfred solo tenían buenas intenciones. Pero en algo ustedes si tienen razón. No tengo porqué preocuparme demasiado; solo tengo que ser yo mismo y demostrarle que yo no soy ni semejante a esa persona con la que me compara.
Le digo muy alegre por su forma tan madura e inteligente de reaccionar dándole una palmada en el hombro. —Bien pensando Hayden, esa es la mejor forma de actuar. Vamos a comer algo, después a descansar y así se te olvidan las absurdas amenazas de aquel ignorante.
En ese momento recuerdo que Elizabeth estaba herida y que como mínimo tengo que advertirle sobre lo sádica que es la sanadora. —Adelántate que yo voy para allí ahora. Es que tengo que ir a ver algo rápido y regreso.
—Esta bien Irán, ve y haz eso que te urge en este momento—responde en un tono poco expresivo por lo sucedido que todavía le da vueltas en la cabeza.
Voy corriendo a donde se encuentra Elizabeth y le hablo muy preocupado mientras recobro aire por la carrera además de que suspiro por el alivio de que todavía no se fuera a la enfermería. —Que suerte que todavía estás aquí.
Ella responde con su habitual desconfianza bien plasmada en el tono de su voz como en sus algo cautivadores ojos verdes. —¿Suerte? ¿Por qué? ¿Qué deseas de mí?
—Nada, nada, no quiero nada de tí. Solo vine a advertirte de la persona que te va a atender ese brazo.
—¿Y qué tiene esa dama que aparenta ser tan amable como bella que es?
Le comento con seriedad. —Te aseguro que su belleza y su carácter no están para nada acor...
Elizabeth al ver como corto mis palabras de inmediato me pregunta algo anonadada. —¿Irán? ¿Te pasa algo? ¿Qué me ibas a decir que no terminaste? ¿Irán, por qué tienes esa cara de tonto?
Me veo obligado a detener mis palabras al sentir como que algo a lo que no puedo ver, me aprieta la garganta al punto de no dejarme casi ni respira, escucho una suave y calmada voz rebosante de cinismo la cual es inconfundible ante mis oídos.
Es ella, con esa cara de falsa inocencia y amabilidad a unos metros detrás de mí que me habla con cinismo. —Irán chico, no deberías estar hablando mal de las personas a sus espaldas, eso es algo muy feo. Y más aún después de que yo te ayudé tanto con tus heridas hace poco. Eso es nada más que ser muy mal agradecido chico. ¿No es así?— Me pregunta al caminar lentamente hasta delante de mí y mirarme con unos ojos aterrados a la par que siento como la fuerza ejercida en mi garganta aumenta.
Ya casi me encuentro al desmayarme y no me queda más remedio que decir con mucha dificultad por la falta de aire. —Es verdad, por favor discúlpame. Jamás volveré a hablar mal de tí.
—Bien— responde con una sonrisa.
Me libera de su poder y caigo de rodillas haciendo lo posible por recuperar todo el aire que me falta.
Ella toma la mano de Elizabeth mientras le pide que la acompañe. —Ven niña que yo te voy a tratar ese brazo.
Elizabeth responde confundida mientras me observa. —De acuerdo, vamos entonces—justo después surge el portal que las hace desaparecer de inmediato frente a un "yo" que no fue capaz de advertir a su amiga.
Al recuperar el aliento digo al mismo tiempo que le doy un puñetazo a una pared cercana. —¡Maldita sea esa demente! Y pensar que tiene un poder tan peligroso que me sometió así de fácil. Temo por el bienestar de Eli. Pero ella se le nota que es fuerte, lo superará estoy seguro.
Voy directo al comedor tratando de reunirme con el preocupado Hayden, sitio el cual está repleto de comida fresca y exquisita que está ahí intacta como arte de magia que de seguro ha de ser así.
Mientras busco entre la multitud, noto algo en los aquí presentes que no me explico la razón por la que no me había dado cuenta antes.