Todos aparecemos en otro gran salón de forma rectangular con diferentes accesos a otras habitaciones.Se aprecian dentro de ellas, camas de paja, unas al lado de otras cómo todo un dormitorio clásico, en dos de las ocho entradas disponibles.En otras dos se pueden ver largas mesas con abundante comida cómo carne de cerdo, pavo, pescado, ensaladas de todo tipo y frutas también, además de vino en botellas de vidrio, un verdadero festín digno de un rey, todo servido sobre estas mesas con brillantes cubiertos de lo que parece ser plata.Otros tres recintos están repletos de armaduras relucientes casi cómo si que estuvieran acabadas de forjar.Y el último sitio es el más llamativo de todos, donde se observan grandes montones de madera fuera de éste, con una cortina azul algo desteñida que impide ver hacia el interior de donde salen evidentes sonidos de un martillo golpeando el metal.
En cuanto llegamos al sitio muchos se acercan a mí y a los que me ayudaron a derrotar al gigante muy alegres y felicitándonos por nuestro desempeño.
—¡Son grandiosos amigos!— Grita uno con mucha admiración.
—Si no fuera porque ustedes estaban con nosotros y le derrotaron no creo que estuviéramos todavía de una pieza— Comenta un chico más menos de mi edad mientras le da una palmada en el hombro al hombre vestido de militar.
—Sabíamos que tú tenías algo especial desde que nos pediste atacar juntos al pie del gigante- Expresan con entusiasmo los que formaron equipo con la chica que también me salvó.
—Jeje... ¡Sí, hombre! No todos los días se conoce a una chica así—Dice muy alegre su compañero.
Luego otra persona se une a la conversación con mucha curiosidad. —¿Y cómo fue que pudieron descubrir su habilidad? ¿Si ese que hablaba no nos dió ninguna pista de cómo hacerlo?
La chica de pelo corto y negro, ojos verdes, una piel algo bronceada, cara fina y un cuerpo delgado de más o menos mi edad, que viste ropa deportiva con una blusa blanca mostrando los brazos y un short largo elastizado a la rodilla, habla con frialdad. —Solo hice lo que cualquiera capaz de pensar razonablemente haría. Deduje que era necesario trabajar en equipo para poder hacerle daño a esa cosa y se los pedí a ustedes que eran los que tenía cerca- Suspira alzando la mirada. —Y lo otro de cómo descubrí mi habilidad, pues no sé, solo lo hice y ya —Se encoge de hombros.
El hombre vestido de militar se pone la mano en su barbilla. —Mmmm, creo que a mi fue por la incontrolable necesidad de querer ayudar al chico—Responde luego de haber meditado unos segundos. —Ciertamente que no quería verle morir sin poder hacer nada— Al terminar observa preocupado mi brazo roto.
Entonces es cuando yo respondo con algo de la ira que todavía no se me ha pasado. —El temor a morir de nuevo sin no haber hecho nada con lo que me haya sentido satisfecho en la vida, eso hizo que mi cuerpo se llenara del poder de mi espada, y me hiciera escapar de aquel ataque que sin esta habilidad que conseguí no hubiera sido posible.
Entonces uno de ellos que está escuchando desde lejos, arrimado a una pared con los brazos cruzados, de cabello corto teñido de verde y rapado a los lados, viste como un pandillero con camisa de mangas cortas y desabotonada mostrando así los tatuajes de calaveras envueltas en alambres de púas con un físico algo notable además de usar pantalones cortos de mezclilla, tira un bufido con un tono de la más descarada envidia. —Patrañas. Solo habéis tenido mucha suerte. Descubrir nuestra habilidad es algo que haremos todos en algún momento, sino es que nos matan antes por supuesto— Luego se retira dándonos la espalda, caminando con mucha arrogancia.
Los demás se sienten disgustados ante la forma con aires de superioridad en que les habló la chica y se marchan junto al pandillero.
—Tienes razón chico, ellos no tienen nada en especial, cómo dices solo tuvieron suerte- Apoya uno de sus seguidores.
—¡Vámonos Fred! No tenemos que lidiar con estos engreídos- Le dice a su compañero.
—Ese chico me parece que puede convertirse en un problema- Habla el hombre vestido de militar mientras mira con desprecio al chico de cabello teñido. —Y tú jovencita deberías tener un poco más de prudencia con tus palabras sino quieres tener problemas en algún momento. Recuerda que en este juego hay que trabajar en equipo cómo pudiste comprobar en esa prueba de antes; yo digo sino quieres que nadie te ayude cuando estés en problemas—Puntualiza con seriedad.
La chica responde con algo de disgusto —Lo voy a pensar, pero para que sepas a mí normalmente no me gusta contar con la ayuda de los demás para resolver mis problemas, eso tenlo siempre claro en tu mente— Apoya sus palabras con su dedo índice golpeando su cabeza. —Tú no eres mi padre ni nada parecido para que me estés dando sermones- Murmura entredientes.
El militar sonríe al ver la actitud un poco infantil de la chica. —Jeje, aunque parezca ser bastante mayor por fuera, en su interior todavía es una niña. De seguro ha sufrido muchas decepciones en el pasado cómo para que se comporte así- Me dice en voz baja. -No te preocupes ya irá siendo más agradable con el tiempo- Sonrío ante su comentario olvidándome. -Pero bueno, no nos preocupemos por ese imbécil ni por cosas vanas ahora- Continúa hablando. -Ya que se puede decir que somos un equipo, ¿porqué no empezamos por presentarnos? Yo soy Alfred, en mi vida pasada era un teniente de la policía y morí en una operación de combate en la guarida de un grupo de traficantes ilegales de armas. Todo fue muy rápido, acordonamos el lugar, les pedimos que se entregaran pero cómo era de esperar, respondieron con fuego y pues parece que tenían un francotirador apostado en alguna parte y sin tan siquiera darme cuenta mientras recargaba mi fusil tras la cobertura de mi auto de policía, estaba muerto, solo pude sentir cómo todo de repente se apagó- A medida que habla me transmite su experiencia con sus gestos más que expresivos. -Y después estaba tendido boca abajo sobre el suelo de una habitación, con las paredes y suelo de color rojo igual que todo este lugar- Concluye señalando todo alrededor.
Medito un par de segundos sobre mi poca emotiva vida y dejo salir un suspiro de decepción. —Pues yo me llamo Irán y...— Miro al suelo con pesar. —Era un chico normal que no había podido entrar a la Universidad y estaba viviendo de holgazán en mi casa en un completo aislamiento del mundo exterior, sin salir a ninguna parte, esperando al año siguiente para volver a intentar mi ingreso a la Universidad- Me atrevo a verlo a los ojos. -Todo así hasta que mi último día fui al mercado a comprar y mientras cruzaba el paso peatonal un camión de carga que se saltó la luz roja me atropelló.
—Bueno chico morir en un accidente creo que es algo muy común entre los que están aquí; mira aquel de allá me contó justo antes de empezar la primera prueba, que a él le aplastó una viga de acero cuando la estaban elevando en una obra en construcción en la que trabajaba; y otro pobre que no consiguió superar la prueba— Pronuncia con una expresión de pésame —Se rompió la cabeza al lanzarse a un lago poco profundo— Después dirige su atención a la chica que observa con atención hacia los alrededores. —¿Y tú princesita no piensas contarnos nada?- Dice mientras se pone las manos en la cintura.
—Pues no— Responde con recelo.
Alfred rueda los ojos, respira profundo e intenta de nuevo —Vamos, no seas tan descortés. Al menos dinos tu nombre para saber cómo llamarte.
Murmura algo irritada. —Por Dios que molesto es este tío—Se rinde y responde de mala gana. —Elizabeth, ¿satisfecho?- Enarca una ceja cruzándose de brazos.
—Bien, por ahora sí lo estoy, ve y haz lo que quieras. Nos vemos luego.— Ahora se dirige a mí. —Mmmm deberíamos buscar donde te pueden tratar ese brazo por aquí, vamos a ver...
Antes de proseguir es interrumpido por una mujer muy hermosa, con rostro de porcelana, ojos azules como el mar y cabello rubio muy claro que oculta dentro de la túnica que viste blanca como la nieve, bordada con formas de flores en dorado. —No es necesario que vayan a ninguna parte, de eso me encargaré yo- Dice con seriedad con una voz agraciada.