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Chapter 51 - Lo que ha sucedido 1º

En la actualidad…

El día transcurrió con tranquilidad. La comida entre la familia Dupont estuvo llena de risas y conversaciones ligeras. Liliana, sentada junto a Elizabeth, disfrutaba del ambiente cálido, una sensación que rara vez experimentaba en su día a día.

—No puedo creer que ya te casos —comentó Elizabeth con una sonrisa, observándola con nostalgia—. Aún recuerdo esa jovencita que no se separaba, de sus tíos. Aunque no te interesara lo que hacíamos, ahí estabas, aprendiéndolo igualmente.

Liliana solo se acercó, tomando un sorbo de té. Una leve sonrisa se dibujo en su rostro, reflejos de aquellos recuerdos que, aunque lejanos, aún guardaban un rincón especial en su memoria.

—Sí, es sorprendente cómo el tiempo pasa tan rápido.

Dean, quien había permanecido en silencio hasta ese momento, dejó su copa en la mesa y los observa con atención.

—Liliana, ¿todo está bien? Te noto distraída.

Liliana parpadeó un par de veces antes de esbozar una suave sonrisa.

—Esta semana ha sido muy intensa, pero no es nada de qué preocuparse. Solo necesito un poco de descanso.

Aunque intentaba disimular, Clara notaba que algo más inquietaba a su amiga.

Los acontecimientos de la última semana seguían acechándola. Liliana presentía que todo estaba a punto de salirse de control.

Un silencio incomodo se hizo presente en la mesa, envolviendo el ambiente en una tensión sutil pero palpable.

Alexandre, al notar la incomodidad, decidió intervenir e intentar aliviar el ambiente.

—Bueno… ¿Por qué Jayden no pudo venir?

Liliana levanto la vista, sorprendida por la pregunta. Un rastro de tristeza cruzo fugazmente su rostro antes de que pudiera ocultarlo. Sus dedos jugaron de manera inconsciente con la servilleta sobre su regazo, un intento sutil de calmarse.

—Estos días ha estado ocupado con una demanda bastante problemática —respondió con naturalidad.

Elizabeth frunció el ceño con evidente molestia.

—El trabajo no debería ser una prioridad cuando se trata de conocer a la familia de tu esposa.

—Elizabeth tiene razón —farfullo Dean con tono severo—. A veces hay que darle prioridad a la familia. E trabajo es importante, pero la familia lo, es más.

Clara, que había permanecido en silencio hasta ese momento, observa la escena con atención. Liliana nunca le había mencionado que sería el reemplazo de Jayden.

Sus miradas se cruzaron. Clara la observa con un gesto interrogante, pero Liliana simplemente le dedica una suave sonrisa, como si nada estuviese mal. Sin embargo, a pesar de su aparente tranquilidad, Clara no pudo deshacerse de que algo no andaba bien con su amiga. Y eso le preocupaba.

—Tío, es un caso urgente, por eso no pudo venir —dijo Liliana, intentando de suavizar el ambiente.

—Bueno, si tú lo dices florecilla, no entrare en más detalles —respondió Dean con un suspiro—. Pero estoy decepcionado con ese sujeto… Ni siquiera hizo el esfuerzo de venir a conocernos.

—Hare que venga en otra ocasión.

Clara al ver que la situación, comenzaba a tornarse incómoda para Liliana, decidió cambiar de tema.

—¡Por cierto! —exclamó con entusiasmo—. Recientemente leí un artículo fascinante sobre cómo las diferentes culturas influyen en nuestra alimentación diaria. Por ejemplo, en Estados Unidos es común que los niños no hayan probado aceitunas, algo impensable en algunos países europeos.

Dean, intrigado, levanto una ceja.

—¿De verdad? Es sorprendente como algo cotidiano para nosotros puede ser desconocido en otros lugares.

Elizabeth agregando, agregando:

—Eso me recuerda a cuando viajamos a Asia y descubrimos frutas que nunca habíamos visto. La diversidad gastronómica es realmente fascinante.

Liliana exhalo con suavidad, agradecida por el cambio de tema, y ​​le dedica una sonrisa a Clara.

La conversación en la mesa continua, pero Liliana apenas podía concentrarse en las palabras que se intercambiaban a su alrededor. Su mente estaba atrapada en una maraña de pensamientos y preocupaciones que la aislaban del ambiente.

De repente, sintió una mano calidad sobre la suya. Al levantar la vista se encontró con los ojos de Clara, llenos de preocupación y empatía. Sin decir una palabra, Clara le ofreció una sonrisa tranquilizadora, como si quisiera transmitirle que no estaba sola en medio de sus inquietudes.

Este gesto de apoyo silencioso hizo que Lilian se sintiera un poco más ligera, recordándole la importancia de Clara en su vida.

El ambiente fue animándose, y la conversación tomó un rumbo más ligero, pero Liliana intercambió una mirada con Clara. Sabia que, una vez que estuviera a solas, hablarían más a fondo sobre lo que realmente estaba sucediendo.

El día transcurrió entre risas y charlas triviales. Cuando el cielo comenzó a teñirse de un vibrante tono naranja rojizo, ambos jóvenes empezaron a prepararse para marcharse.

Mientras se despedían, Elizabeth insistió en darles algo de la comida a ambas jóvenes. Tras varios intentos, logré convencerlas y les dio un abrazo a cada una.

—No olvides llamar cuando llegues —le recordó con una sonrisa cálida.

Liliana asintió, dándole una amplia sonrisa a la mujer para tranquilizarla.

Clara, de pie junto a ella, observó el intercambio con una leve sonrisa. Cuando terminaron, ambas se dirigieron hacia el ascensor. Una vez fuera del edificio, la expresión de Clara se tornó más seria.

—Dame las llaves, iremos a mi casa.

Liliana suspiro y siguió a su amiga hasta el coche.

Liliana y Clara se acomodaron en el coche, el silencio llenaba el espacio entre ella mientras el motor cobraba vida. El sol se ocultaba en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos que contrastaban con la tensión palpable en el ambiente.

Mientras Clara conducía, lanzaba miradas furtivas a su amiga, notando la rigidez en su postura y la forma en que sus manos se entrelazaban nerviosamente sobre su regazo. Finalmente decidió romper el silencio.

—Lili, sabes… siempre que te ocurre algo, pone una sonrisa, sutil y una expresión de tranquilidad, cuando realmente no es así. Se que algo te preocupa. Quiero que hables de ello conmigo, Lili.

El cuerpo de Liliana se tensó ante las palabras de Clara. Suspiro y desviando la mirada hacia la ventana, observando como las luces de la ciudad comenzaban a encenderse.

—No es nada, Clara. Solo… que la investigación que estoy realizando me tiene un poco estresada.

Clara frunció el ceño, sin convencerse por la respuesta de su amiga.