Años después de su primer encuentro, cuando Jatty ya era oficialmente el escudero real de Arne, esta se estaba preparando para heredar el trono en los próximos 2 años. Quién sería su rey consorte era una pregunta que mantenía despiertos por la noche a los consejeros.
Oltremare era uno de los cinco reinos del Cuarto Continente. De hecho, era el cuarto más grande y el tercero más rico debido a que ser casi todo península le ortogaba el manejo del 60% del comercio marítimo. Era solo cuestión de lógica el llevarse bien con Oltremare. Otros reinos, por supuesto, también querrían unir fuerzas para ganar poder y no hay nada que unifique más que una boda, una boda de la realeza. Fue por ese tiempo que Caudata y Jatty se encontraron por primera vez.
—¿Una fiesta para solteros de la realeza?—preguntó sorprendido.
—Ajá, los del consejo están de los nervios porque creen que me quiero casar contigo—le respondió Arne mientras se quitaba su armadura de entrenamiento.
—Bueno, no me importaría tener la vida de un rey consorte...
—Y, ¿te importaría tener que acostarte conmigo hasta asegurar un heredero al trono como mínimo?
Una imagen rebotó en la cabeza de Jatty. Una gota de sudor le bajó por la frente.
—¡No!—gritó.
—Lo que yo pensaba.
Arne se soltó el pelo y este, sudoroso, le llegaba hasta la cintura. Desde muy pequeña, las decisiones sobre su cabello las tomaban el consejo y los estilistas que le decían que una bella princesa debía tener un bello pelo largo. Quería ser querida por Oltremare, así que obedecía todas y cada una de sus peticiones; aunque, eso no era comparable con querer controlar también su vida amorosa. Reunir en palacio a los futuros monarcas del continente para ver con quién se casaba era demasiado. Nadie le había preguntado sobre su opinión al respecto. Además, Arne tenía solo dieciocho años y no sabía si quiera si se quería casar.
—Jatty, vamos a enseñar a esos vejestorios quien es la futura reina.
La querían convertir en una versión más femenina de sí misma porque su altura y cuerpo no se parecían a las de su madre, la reina Clarine, quien era pequeña y delgada como una muñeca. Sin embargo, parecían olvidar que esa misma Clarine, a pesar de su belleza canónica, era la mejor guerrera de Oltremare, cuya sed por venganza la había llevado a ascender al trono después de matar a su hermano con sus propias manos. Además, le hacía gracia eructar alto y claro en los banquetes reales.
Incluso llegaron a olvidar que su padre, el príncipe Arson, era el más femenino de los tres, tanto en apariencia como en modales, y de todas formas era conocido por sostener competencias de eructos con su esposa en público; Arson adoraba a Clarine y todo lo que lla hacía sin importan cuan asqueroso fuera.
La gente de Oltremare hacía tiempo que sabía como era la familia real y no esperaban que la futura reina fuese delicada y pura, pero Arne todavía no lo sabía. Por primera vez, hizo algo por ella misma guiándose por sus propios deseos.
Cuando llegó la hora de presentar a los herederos de los cinco reinos, Arne se había rapado la cabeza como un cadete. El vestido pomposo que ocultaba su figura fue dejado en el armario para ponerse otro que era ceñido a sus músculos y que dejaba asomar sus piernas fibrosas. Arne nunca se había avergonzado de su cuerpo, aunque siempre había sido más grande y de características más masculinas incluso antes de empezar sus entrenamientos; jamás se había avergonzado de ello. Lo exaltaba y ese día su confianza era desbordante. También lo era el enfado del consejo.
Al verla bajar las escaleras, con toda la fiesta esperando su entrada, Jatty sintió orgullo de su amiga; su fuerza emocional estaba alcanzando a su fuerza física.
—¿Esa es la "belleza de Oltremare"?—escupió burlona una voz detrás del escudero—. Ahora entiendo la preocupación por su matrimonio...
Se giró para encarar al culpable de los ladridos; su obligación era erradicar cualquer amenaza y la estupidez de aquel sujeto era peligrosa. En realidad, el más peligroso de la sala era Jatty, que estaba dispuesto a atacar a la realeza de otro reino sin importarle las consecuencias.
Viendo la escena, la reina Clarine acudió al lado de Jatty para calmarlo.
—Jatty, ¡qué guapo! ¿Ya conoces al príncipe Caudata de Alcora?
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—Un placer, alteza—saludó educadamente.
<<¡Bastardo!>> pensó no tan educadame.
—Ajá—contestó desinteresado ya que estaba muy concentrado en revisar de arriba a abajo al escudero. Sonrió satisfecho con lo que veía.
<<¿De qué se ríe este?>>
Clarine apretó el brazo del joven en forma de advertencia y se inclinó para susurrarle:
—No puedes pegar a un príncipe...No dentro de palacio, al menos—guiñándole un ojo, le sonrió—. Bueno, os dejo a la juventud para que os conozcáis mejor—y tras recibir una reverencia de ambos, la reina se alejó.
Se miraban el uno al otro en completo silencio y de banda sonora Arson y Clarine anunciaban su concurso de eructos. Jatty sentía que si apartaba la vista, perdería. Así que, incluso cuando Caudata solo se limitaba a beber de su copa, los ojos del escudero medían cada acción rigurosamente.
—Tú y yo. Despúes de la fiesta. En la fuente de piedra del jardín norte—la amenaza de Jatty llegó a Caudata y este asintió—. Bien.
Tal vez, el de Oltremare debería haber dado un poco más de contexto al de Alcora, pues cuando el primero creía que se batirían en duelo, el otro estaba convencido de que aquella noche se lo pasaría muy bien. Muy, muy bien con el chico de pelo largo.
—¿Preparado?—preguntó uno aflojándose la corbata.
—Sí, vamos a ellos— respondió el otro desabrochándose unos botones de la camisa.
—Te voy a enseñar a comportarte.
Caudata sonrió travieso.
—¿Te gusta el juego duro?
La noche estrellada era testigo del enorme malentendido de los muchachados. El príncipe se acercó primero y, cuando Jatty creía que sacaría su arma, el atractivo joven jugueteó con un mechón de cabello de su confundido rival.
El shock lo dejó en blanco hasta que notó su aliento en su cuello.
—¡¿Qué haces?!
—¿Besarte el cuello?
—¡¿Por qué haces eso?! ¡Usa tu espada!
—¿Sin preliminares? ¿Así a pelo?
El malentendido nunca fue aclarado; Jatty se fue del jardín pensando que Caudata no lo tomaba en serio, y este se fue de Oltremare pensando que tal vez el escudero era tímido.
—¿Eres su prometido?—ambos escuderos preguntaron.
—¡Ja,ja! ¡Sí!...¿No te lo había dicho, Lope?
—No lo hiciste, no.
—Pues...¡lo soy! Así que, ¿vamos a buscar a mi futura esposa?
Caudata se adelantó en su caballo y Lope lo siguió al poco después. Jatty se movia detrás de ellos, arrastrando los pies como si llevara pesos en los tobillos.
—Sube—le tendió la mano el príncipe, que lo había visto decaído tras la noticia.
No iba a aceptar, pero no le quedaba otra opción; a ese paso no llegaría hasta Arne, necesitaba un caballo, aunque supusiera compartirlo con ese.
Se subió sin aceptar la mano y con la voz tomada por el frío de la madrugada y las secuelas del incendio dijo:
—Lo hago por Arne.
—Por supuesto.
—¡Moved el culo!
—¡Sí, señora!