- ¡Polluelo tonto! la única forma de terminar con esto es que yo te mate, ¿eso quieres? - el tecolote furioso amenazó a Teo que se encontraba arrodillado llorando su desdicha. - ¡Por favor, haré lo que sea, solo termina con esto, quiero regresar, quiero volver a trabajar, seguir divirtiéndome con mi amigo Leo hasta que seamos viejos, casarme, tener hijos... no quiero morir-
Pero las suplicas de Teo no hicieron más que empeorar su situación -di una palabra más y te cortaré la cabeza y la lengua para que sufras por diez años antes de que te deje despertar-. Teo se calló, un silencio sepulcral se hizo en el bosque en el que se encontraban, no podía escucharse ni el viento, es como si este también tuviera miedo de molestar al tecolote.
-Así está mejor, según recuerdo no tenías miedo a morir ayer, ¿qué cambió hoy? habla, y habla rápido, ya perdí mucho tiempo escuchando tu lloriqueo- al escuchar la pregunta que el tecolote le hizo, Teo sintió como si fuera la cereza del pastel, la flecha que al fin perforó su corazón, en este mundo solo le habían importado tres personas, su abuelo, que murió cuando apenas tenía nueve años, su madre que tenía menos de un mes de que pasó a la otra vida y su amigo... Leo, su único amigo que tenía. Incluso su padre no era importante en su vida, para él solo era el maldito que provocó la prematura muerte de su madre.
-Te pregunté algo, ¿no piensas responder? - le gritó el tecolote perdiendo la poca paciencia que le quedaba. Con una voz que ni él podía escuchar respondió - mi... amigo Leo... él... lo sabe- y entonces aún con más urgencia le suplicó al tecolote -pero no me había dicho que no podía contarle a nadie sobre lo que pasó, por favor, él es inocente, cree que todo lo que dije era una broma, por favor, señor tecolote, él...- en ese momento sintió un dolor muy fuerte haciéndolo gritar.
Aquella sensación proveniente de su hombro derecho, hizo que automáticamente intentara levantar la mano izquierda para tocar su hombro por el dolor, entonces notó como su hombro izquierdo también comenzó a doler lo que lo hizo soltar nuevamente un grito, cuando giró su vista pudo notar que no había ni rastro de ninguno de sus brazos, sólo había sangre y un dolor imposible de aguantar y empeorando a cada segundo, era tan fuerte el dolor que hacía querer gritar hasta quedarse sin voz y fue entonces que escucho el grito del tecolote.
-Creí haberte dicho que dejaras de llorar, ¿es qué no lo puedes entender? - le dijo el tecolote con una cara de molestia, pero con una muy sutil sonrisa en su rostro, había muchas cosas que hacían latir su corazón de la emoción y el ver el dolor ajeno era algo que siempre lo calmaba. El tecolote tenía el pasatiempo de ir por el mundo viendo a la gente sufrir las más trágicas y doloras muertes, era un tipo de fetiche para él escuchar sus gritos, leer sus mentes en sus últimos momentos, escuchando como se lamentaban... como sufrían.