Para cuando terminé de contarle cómo funciona el sistema de control, lo que sabía del tecolote y todas las cosas que me había revelado el tecolote sobre la omnipotencia; ya era de noche, el día se había ido y era hora de dormir nuevamente, entonces nos dispusimos a ir a nuestras casas. -Teo, si no llego a completar todos esos años en mis sueños, ¿perderé el poder verdad? - cuando preguntó eso mi rostro se congeló por un momento (cosa que no pasó desapercibido por Leo) y entonces respondí -claro, perderás el poder, olvidando todo sobre él y nunca más podrás volver a obtenerlo-
Estaba seguro de que Leo, sabe que estoy mintiendo, pero por alguna razón no me quiso sacar la verdad, cosa que me alegró mucho pero también me dio mucho miedo, qué sucederá si un día descubre la verdad o peor aún si no logra contener el poder y tengo que...
Llegando al punto donde cada uno seguía el camino hasta su casa por separado le dije -según me dijo el tecolote, puedo entrar a tus sueños libremente, te parece que vaya a saludarte cuando me duerma, va a ser más práctico si entrenamos juntos- y con una sonrisa Leo me dijo sin girarse y caminando rumbo a su casa -nos vemos al rato entonces-.
Todo el camino me fui arrepintiendo de no decirle toda la verdad a Leo, pero una parte de mi estaba ansiosa por explorar el mundo de los sueños con mi amigo.
Cuando por fin me dormí, abrí los ojos y estaba en el bosque, al parecer siempre regresaré al punto donde me dormí la noche anterior, es bueno saberlo, es como si fuera un botón de pausa en los casetes rápidamente dije -sistema, quiero ir al sueño de mi amigo Leo- en ese momento se hizo de día y mucho ruido se podía escuchar por todas partes, gente caminando a toda prisa y tal cual dijo mi amigo Leo había gente realmente extraña en la capital.
-Al fin llegas Teo- cuando oí eso me giré y pude sentir como se aventaba a mi cuello con su brazo para abrazarme, haciendo que me tropezara, cayendo ambos al duro y muy caliente suelo, cualquier persona podría tomarnos como que éramos una pareja, pero por suerte nadie giró su cabeza para vernos.
- ¡Leo! ¡ya te dije que no tan duro, siempre eres muy brusco! - le grité mientras lo empujaba, qué mala maña la suya de siempre hacer lo mismo, si no fuera él ya le habría soltado un buen golpe en su cara. -ya, no seas tan chillón, yo también me pegué, mira, incluso me raspé un poco el codo- cuando dijo eso vi su brazo en el que efectivamente podía verse una herida, pero era tan pequeña que ni raspón se podía llamar.
-Eres muy exagerado, eso no es nada- le respondí y ambos nos levantamos bajo el ardiente sol del mediodía- sin embargo, rápidamente me perdí en el paisaje, era tan grande aquí, había mucha gente caminando muy rápido y a muchas direcciones diferentes, una gran cantidad de carros pasaban en la calle no muy lejos de donde estábamos y un gran parque lleno de jardineras con muchos tipos de plantas, flores, esculturas por todos lados y un gran edificio blanco hicieron a mi mente colapsar.