Simplemente no pude dormir. Pase toda la noche perdido en mis pensamientos. Uno a uno azotaban mi conciencia, los recuerdos de todas las veces que la regué, cada error cometido en esta vida, esta miserable vida.
Inmortalidad; es un término muy complejo. Los humanos, las bestias, los míticos, los marinos, incluso los Reyes, han buscado esa particularidad.
Desde niño siempre fui diferente, incluso para mis semejantes que se ocultaban de los humanos.
Hubo un tiempo, después de los diez años, cuando ya no quedaba ninguno de mis amigos. De aquellos niños huérfanos que me criaron a las orillas de la carretera. En aquellos días, solo vagaba sin rumbo. Pensando que mi final estaría cerca.
No quería usar mis habilidades, mi magia asustaba a los humanos. Incluso si decía que podía curar sus heridas o calentar sus hogares en invierno; solo recibía miradas de reproche, patadas en las costillas o escupitajos en la cara.
Siendo un niño soñaba, soñaba con la muerte, pensaba que solo así volvería a ver a mis amigos que murieron en la enfermedad. Si me preguntas cual fue, será difícil contestar. En aquellos días morir de una gripa era tan común. El cólera, tuberculosis o la viruela eran nuestro pan de cada día.
Yo pensaba que no tardaría mucho antes de alcanzar a mis amigos en el cielo y seguir jugando como siempre. Triste fue mi realidad, cuando caí enfermo de hipotermia y cuando mis ojos perdían el brillo, fue mí magia la que me sano. A partir de ese momento, cada que estaba al borde la muerte, mi exceso de magia me salvaba la vida en contra de mi voluntad.
Al principio me molestaba, no quería vivir en un mundo lleno de guerras, enfermedades, gente mala y soledad.
Conforme pasaron los años crecí y me di cuenta que no importaba cuanto me quejara. Ese mundo estaba corrupto y al borde de su colapso como civilización. Así que decidí solo ser un simple espectador. Nunca tuve nada a que aferrarme. Simplemente camine a donde soplaba el viento.
Vi como las décadas pasaron en un abrir y cerrar de ojos.
Deje de contar en setenta, aunque podrían haber pasado por lo menos ciento cincuenta años. Mi tiempo es irrelevante. Mi cuerpo no envejece, o bueno solo aparecieron canas.
Con tres personas he vivido, un hombre bestia como yo, en aquellos días cuando se desato la guerra por un noble al que mataron y nos tuvimos que separar para que el volviera a su país a pelear.
Unos años después, justo cuando termino la guerra. Conocí a una pareja de marinos, un tritón y una sirena, en la costa de chile. Donde viví con ellos hasta que decidieron emigrar.
Al iniciar una nueva guerra, con tintes más raciales, donde encontré una niña dragón que escapo de un tren con olor a muerte donde exterminaron a su gente en grandes hornos. La cuide un tiempo hasta que una familia de reptiles la acepto en Australia.
Al final siempre me he mantenido solo. Ese es mi destino, solo me mantengo ocupado. Esas personas que conocí probablemente ya están muertas también, han pasado muchos años, No sé si tuvieron familia, o si me llegaron a recordar.
¿Haré hecho algo digno de recordar?
No lo sé.
Cuando veo en horizonte los primeros rayos del sol, pongo manos a la obra. La joven elfa sigue dormida, es mejor ir preparando el desayuno, su aldea esta algo lejos, si fuera yo solo o siguiera inconsciente podría llevarla en brazos a velocidad de trescientos kilómetros por hora. Para que fuera rápido. Aunque no es tiempo de pensar en eso.
Cerca del horno, ya tengo el lagarto abierto en canal y marinando desde anoche, solo debo poner unas papas a hervir para hacer un puré sencillo, unas cuantas hierbas de olor al agua para que agarren sabor.
También tengo unas frutas que encontré en la montaña donde habita la hiedra. Las hare una ensalada y las que sobren un poco de agua natural.
Ya que la traje hasta acá al menos debo darle un buen trato. Esta vez no es tanto por lujuria o un comportamiento inmaduro, lo hago de manera sincera. Siento que ella ha sufrido mucho, ayer que le induje sueños tranquilos, pude sentir un gran vacío.
Por un momento se sintió igual a mí. La empatía no suele ser lo mío, sin embargo, hubo una ligera conexión. Como mencione, no sería la primera vez que pasa. En donde puedo sentirme a gusto con otro ser vivo.
Cuando me asome a la puerta, ahí estaba ella. Me observa con ojos inquietos y una expresión cabizbaja. Sentí una punzada de culpa en el corazón. Bueno no es algo que se pueda evitar.
Si me pongo en sus zapatos.
"Un tipo que no conozco me trajo a su casa después de quedar inconsciente, cuando intente pelear por que me acoso. Ahora no sé dónde estoy ni que me harán."
Suena horrible, ahora me siento como basura. Como un maldito enfermo. Tal vez si lo soy, pero solo hasta ahora que caí tan bajo puedo notarlo. Por ahora solo puedo alimentarla y llevarla a su casa. Es mejor no negociar con su aldea, podrían hacerme su enemigo usando esta situación de excusa. Aunque podría aniquilarlos usando solo una llama blanca de mis dedos, nunca me ha gustado regar sangre inocente y menos si el error es mío.
--Nunca te pregunte tu nombre -intento romper el silencio incomodo mientras cocino.
Ella me voltea a ver directamente a los ojos, puedo ver su preocupación, haber sido derrotada le hizo perder su orgullo como guerrera.
--Kara… Ese es el nombre que me pusieron mis padres. -respiró hondo y bajo la mirada- Para todos los demás solo soy una guerrera del extinto clan Kiru.
--Ese es un bonito nombre, el mío es Jack, o eso creo. Así me decían de niño, aunque son pocas personas me han llamado así, normalmente dejo que me llamen como les guste, tu puedes hacer lo mismo.
Después de eso el silencio reino el lugar de nuevo. El ruido del agua hirviendo era lo único que se escuchaba.
Poco a poco su expresión se fue transformando mientras me veía cocinar; el olor a la carne asada y el puré de papa despertó su apetito. Era como una niña en dulcería, podía ver que saboreaba la comida y no le quitaba la vista de encima.
Me recordó a cuando era niño y hacia lo mismo frente a los puestos de comida. La diferencia es que ella puede comer todo lo que quiera una vez que termine.
Preparé una mesa y serví en el centro todo lo que preparé puse dos platos de madera y un vaso para cada uno. Al hacerlo ella me veía de nuevo, con preocupación.
--Adelante puedes disfrutar de todo, lo hice especialmente para ti.
Estaba incrédula. Las manos temblorosas no le permitían tomar nada. Aun desconfiaba en mí, pero su hambre era mucha. Es lo más normal, por como vi su aldea, todos sufrían de hambre, no al grado de muerte por desnutrición, pero si lo suficiente para tener un mal estándar de vida.
Al meter el primer en su boca el primer trozo de carne, su miedo se esfumo. Solo se concentró en la comida y ni siquiera me volteó a ver, los modales en la mesa dejaron de importar. En realidad, yo tampoco tengo modales en la mesa, creo que está bien. Al fin de cuentas solo estamos los dos y tenemos hambre.
De la misma manera comí como la bestia que soy y ella me siguió, a veces me veía de reojo y podía ver sentir una sonrisa acompañada de una lagrima de alegría. Ya veo, anoche solo comió un poco de carne asada que tenía para preparar al momento.
Hoy tuve más tiempo y cociné un pequeño bufet para los dos. Por la forma en que disfruta de manera salvaje la comida, es probable que no haya probado algo delicioso en mucho tiempo.
Por hoy empezamos bien el día, barriga llena, corazón contento. Con esto será más sencillo disculparme y llevarla a su casa.