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Chapter 17 - Brujo del bosque II

 

¿Desde hace cuánto no sentía tanta ira? Honestamente no lo sé. Mi cuerpo actuó por impulso, en mis manos yacía la cabeza de un "trasgo" Parece un humano muy feo, su color verde me enferma, y sus dientes sobresalientes le dan un aspecto salvaje.

Sus orejas largas llenas de verrugas lo hacen verse como un sapo, no soy mucho de discriminar a otros seres, yo mismo soy un monstruo en mi forma semi completa, pero este trasgo es asqueroso.

Varios me atacan al mismo tiempo usando garrotes y lanzas, pero los esquivo sin dificultad, sus movimientos son predecibles, siguen un patrón de ataque común. Cualquiera que lleve años peleando podría darse cuenta fácilmente. La ventaja que ellos creen tener es que cada golpe es brutal, y es cierto, están al nivel de Kara cuando refuerza su cuerpo con magia.

Básicamente cada uno de estos guerreros es una máquina de matar para los seres ordinarios, en mi caso bueno, aun son simples novatos, pase muchas décadas peleando y buscando sobrevivir hasta que alcance un nivel muy por encima de ellos, en resumen, son simples moscas que arremeten con ferocidad, pero sin técnica.

A mi paso por la aldea en ruinas, veo cadáveres de algunos elfos que en su momento me llegaron a saludar con miedo, restos de los cuerpos a medio masticar de lo que alguna vez fueron niños, en el suelo se encontraban aplastadas las pieles y frutas que les intercambiaba a los elfos.

Algunos trasgos violaban y mutilaban a los aldeanos sin importar su género o edad, estaban tan concentrados que jamás notaron mi presencia irradiando sed de sangre, hasta que fue muy tarde. Solo dejé que mi odio se hiciera cargo, en automático desmembré a cada trasgo sin piedad, sus gritos de agonía atraían más y más de esas criaturas verdes, mientras mi cordura se iba de vacaciones, deje que este mundo vea de lo que es capaz un hombre al que le arrebatas su paz.

Yo solo quería una vida tranquila, nunca pedí otra cosa, odio el poder, odio la violencia innecesaria, odio estar odiando algo.

Pero esta aldea era un punto de paz, había de alguna forma estar en calma, había conseguido un respeto que nunca había sentido en mi vida, incluso Kira me empezaba a ver como su igual. Por primera vez en mi vida me sentía a gusto con otros habitantes, podía ser yo sin que nadie me atacara.

¡!!!!Maldita sea!!!!

¡!!!!¡Dios, si me estas escuchando te ruego tengas piedad de mí!!!!

Hoy, solo por hoy, dejare ver un lado mío desagradable. Ni siquiera en las peores guerras en la tierra, se había visto tanta depravación a otro ser vivo, el grado de sufrimiento que le voy a infligir a los trasgos es algo digno de un infierno en vida.

En las praderas, Kara llevaba a los sobrevivientes a las orillas del bosque, antes de partir, su maestro le compartió energía mágica, hasta que su cuerpo brillo sin necesidad de usar el reforzamiento. Ella era la segunda más fuerte en este campo de batalla, sin embargo, su trabajo consistía en evacuar a los sobrevivientes.

Originalmente la aldea consistía en poco más de doscientos aldeanos, pero con ella solo había cincuenta que pudieron mantenerse con vida. A lo lejos algunos escapaban de las llamas.

Sus cuerpos maltrechos habían sido sanados por el Gran Maestro, corrían semidesnudos y con las manchas de sangre, donde hubo heridas solo hace unos instantes. Kara abría un camino de escape mientras derribaba a los lagartos de la pradera y a los trasgos que perseguían a los aldeanos, estaba en desventaja, pero decidió no rendirse. Su maestro estaba peleando con todo un ejército al otro lado de la aldea, podía ver gigantescas llamas blancas que se levantaban hasta el cielo. Los rugidos de una bestia monumental lograban hacer retumbar el suelo.

Los bellos en la nuca se le erizaban al entender que ese era el verdadero poder de su maestro, su pecho dolía al entender que jamás podría ser igual a él. La diferencia de niveles era abismal.

Algo dentro de ella gritaba con horror, incluso siendo la guerrera más fuerte podría pasar una vida y nunca estar a su nivel. Ella deseaba un gran poder, para proteger lo que sus padres habían protegido. Cuando los últimos sobrevivientes se reunieron a las afueras del bosque Kara uso el fortalecimiento mezclado con la magia excedente y su cuerpo se hizo musculo y abultado, sentía que se rompería su piel si se movía, pero no había tiempo de dudas. Frente a ella 20 tragos fuertemente armados la estaban atacando, si la derribaban su esfuerzo de ayudarlos y el de su maestro, seria completamente inútil.

 A una velocidad sobrenatural, pasa a un costado de ellos; sus movimientos son lentos en comparación, puede verlos como se desplazan tan despacio que parece un chiste. Una sonrisa malévola se dibuja sobre su rostro. No pudo evitar la tragedia, pero puede cobrar una venganza, sus amigos fueron brutalmente masacrados en un instante, ellos vivían en la pobreza, con carencias, y aun así llevaron una vida simple, sin dañar a otros.

"Los elfos Turquesa, vivimos lejos de la guerra, de los conflictos, somos nómadas, agricultores, artesanos, guerreros. Gente que eligió una vida sencilla. Traer la guerra a nuestras praderas es un pecado que se debe pagar con sangre cuando llegue el momento. Y es para eso que nuestro clan vive. Protegemos lo que amamos, amamos lo que protegemos. Nacimos para pelear cuando todos tienen miedo, esa es nuestra función en la vida."

Aquellas palabras, fueron las ultimas que escucho de sus padres cuando, era niña. Cuando todos huían de la guerra, sus padres se quedaron atrás para que todos los elfos sobrevivieran. Ella era la hija de los Últimos Héroes Elficos. Incluso entre todos los clanes de elfos, ellos eran los más fuertes de la historia, aquellos que podían rivalizar contra un Rey. Como en toda historia trágica, dieron sus vidas luchando contra el Rey Trasgo, para que la Tribu de los Elfos Turquesa pudieran escapar.

Kara creció escuchando las historias de sus padres, de cómo se volvieron leyenda. Nada de eso le hacía llenar su ausencia, amaba a sus padres con un cariño infinito, el problema era que no había logrado entender, la razón por la cual dieron sus vidas.

Seguía sus enseñanzas con diligencia, entrenaba diario, recitaba sus credos como guerrero, trabajaba duro todos los días.

Durante mucho tiempo los culpo en silencio por dejarla sola.

--¡Tu puedes Kara!

Un niño gritaba desde la entrada del bosque. Su rostro lleno de sangre seca, daba la impresión de que fue brutalmente golpeado por los trasgos, pero fue sanado por la magia de su maestro.

No solo él, todos los que lograron escapara hasta la entrada del bosque, la miraban con un rostro esperanzado.

--¡Acaba con ellos! 

Grito una chica de su edad mientras sostenía a un bebe en brazos.

Todo pasaba en cámara lenta para ella, pero veía en sus rostros la fe que le tenían.

Mamá, Papá, perdón por haber sido una hija tan mala durante tanto tiempo. Nunca pensé que el peso en sus hombros fuera tan grande. Déjenme aligerar un poco su carga, protegeré a la gente turquesa, somos pocos, pero valientes.

Los pensamientos en su cabeza le dieron el impulso necesario.

Su cuchillo se deslizo sobre el cuello de todos sus atacantes, ni siquiera supieron en que momento sus cabezas fueron separadas de sus cuerpos, un segundo grupo de trasgos fue testigo de aquella masacre instantánea. En donde una elfa de cabello verde y cuerpo musculo bufaba con las manos bañadas en sangre. La sonrisa en su rostro era brutalmente aterradora.

Aquella sonrisa que alguna vez fue encantadora. Hoy era una sonrisa diabólica que sembró el terror en los trasgos, que huían desconcertados.

En las praderas había una Heroína Elfa desquiciada. Y en el frente de batalla un gigantesco monstruo de cuatro patas, cubierto de pelo plateado, con el hocico ensangrentado y los ojos morados inyectados en sangre.

Las llamas blancas lo rodeaban y a cada paso un mar de muerte se expandía.

Aquella vista no fue lo que prometió el Rey Trasgo. Se sentían engañados, sus números disminuían a cada segundo. Los sobrevivientes huían despavoridos mientras grababan en sus retinas el horror de la bestia Plateada y La Elfa Turquesa. 

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