Era un lugar casi oscuro, solo iluminado por una extraña luz cálida en medio de todo el lugar, ahí se encontraba Ethel, escuchando las voces calmadas de desconocidos.
—Ethel...
—Ethel...
—Ethel... toca el violín para mi— esa voz llamó su atención, pues claramente era la de un hombre, posiblemente inglés o algo parecido por su forma de hablar.
—Por favor.
—¿Quienes son ustedes?— se atrevió a preguntar tratando de encontrar a los portadores de esas peculiares y calmantes voces que parecían estar a su alrededor.
—Necesito tu ayuda, Ethel— de la nada apareció ese hombre con capucha verdosa y vestimenta elegante antigua.
—Usted... ¿Quien es usted?
—Necesito tu ayuda, Ethel— repitió el hombre encapuchado.
—¿Como puedo ayudarlo?— preguntó Ethel.
—Apresúrate— pidió el hombre ofreciéndole su mano.
—Ethel... ¡Ethel!— le gritó su profesor de danza al notarla mirando al vacío en vez de estar practicando como todos los demás.
—Si ¿Qué pasa señor?— dijo como un reflejo antes de notar el lugar en donde estaba —¿Como llegue acá?— se preguntó en voz baja. Estaba en su academia de ballet, al parecer haciendo estiramientos, mientras que sus compañeros ya estaban ensayando los pasos de la presentación.
—¿Quieres dejar de balbucear, Ethel? Te pasaste casi 10 minutos mirando a la nada, balbuceando cosas. ¿Qué te pasa?
—Ay, no lo sé, creo que no me siento muy bien. Voy a buscar un poco de agua y vuelvo para ponerme al corriente— dijo bajando su pie de la barra con una sonrisa simpática.
—Mejor ve por tu agua y no regreses, Ethel. Tu falta de compromiso a este baile envenena el aire del salón. Mejor vuelve mañana, bueno, si quieres, solo digo— insistió el maestro.
—No, no, no, yo no puedo irme ahora, mi papá me va a regañar. Le prometo que estaré concentrada, por favor— rogó pero fue inútil. El maestro técnicamente la corrió del salón y un hombre la escoltó afuera de la academia de baile.
Ethel, decepcionada, recorrió las calles de Lille esperando no tener que volver a su casa hasta que oscureciera, pues si su padre se enteraba de que la habían vuelto a echar de una clase los gritos no tendrían fin.
Así que en vez de volver a casa, decidió pasar el rato en el parque más cercano, recargarse en el árbol que más sombra daba y sacar por primera vez de su bolso ese hermoso cuaderno de forro rojo con cerradura dorada que tanto llamaba su atención, tomar su pluma morada preferida y ponerse a escribir finalmente en ese diario.
Querido diario.
Mi nombre es Ethel Dugès, tengo 16 años y vivo en un mundo lleno de superhéroes, hablando literalmente. Por ejemplo, en mi ciudad el único héroe que se deja ver y habla con la prensa es "Tremblement", lo sé nombre original.
Los individuos con poderes son muy comunes, y yo daría lo que fuera por ser uno de ellos, bueno, así pensaba mi yo de 11 años que usaba las fundas de las almohadas como capas y fingía volar por toda mi casa.
Ay, pero eso no es importante. Estoy escribiendo en esta cosa porque finalmente algo extraño está pasando en mi vida, y quisiera documentarlo en este cuaderno.
Todo comenzó con la muerte de mi querida Tía Juliette, ella fue quien me dio este diario, pero no solo eso, dentro de este diario estaba una carta escondida para mi, que decía que estuviera atenta, pues algo "mágico" estaba por pasarme y que tenía que responder al llamado. Obviamente al principio creí que se trataba de una broma, ya que a la tía Juliette le encantaba contar ese tipo de historias que tenían que ver con magia y cosas así. Pero la hipótesis de que fuera una broma quedó descartada cuando comencé a tener el mismo sueño cada noche, es un extraño sueño de un hombre británico que me pide ayuda y que toque música para él, lo cual me perturba y me llena de curiosidad, pues ayer descubrí que camino dormida cuando sueño eso, y lo descubrí porque terminé cerca de un extraño bosque a las 7 de la noche cuando me quedé dormida en el tren de camino a casa. Me tomo 3 horas volver a mi casa, y tuve que decirle a mi papá que me quedé practicando hasta tarde para que no me castigara.
Bueno, sin tomar en cuenta los sueños extraños y el sonambulismo repentino, me considero una adolescente normal que solo quiere encontrar su lugar en el mundo, aunque es más difícil de lo que pensé.
"Ring-ring"
El sonido de su celular la desconcentró y la obligó a contestar.
—¿Hola?
—Ay, amiga, que bueno que contestas, tengo algo urgente que decirte— era Ivette, la mejor amiga de Ethel desde los 13 años.
—¿Qué pasó ahora? ¿Tu gato volvió a saltar por la ventana? Porque ya te dije que eso es normal, no se esta suicidando.
—Ah, pero no los digas así, me haces sentir como tonta, ademas sabes que nunca había tenido un gato, no sabía si eso era normal. Y no, eso no es lo que quería decir ¿Recuerdas a Markian de la escuela? Ay, como no te vas a acordar si te mueres cada vez que lo ves.
—Ivie, por favor, concéntrate.
—Ah, si, claro. Pues... Marcelo me dijo que cree que es un súper, que lo vio en su entrenamiento de tenis con los ojos brillando y que encontró en su maleta una tarjeta de presentación muy rara con el nombre de la esa agente que busca el gobierno.
—¿Esa es la cosa importante que querías decirme? Son puros cuentos de Marcelo.
—¿Y qué tal si es verdad? ¿Tendríamos que avisar a las autoridades que Markian conoce a una fugitiva?
—¿Qué ridiculeces estás diciendo? No— aseguró Ethel —claro que no, no sabemos si es verdad.
—Ok, ya entendí. Oye ¿Por qué me contestaste? ¿No deberías estar en tu academia de danza?
—Me echaron de nuevo— dijo sacando un suspiro.
—Diablos— exclamó Ivette —¿Ahora qué pasó?
—Nada importante. ¿Oye, crees que pueda dormir hoy en tu casa? No quiero ir a la mía y enfrentar a mi papá.
—¿Por qué no vas a casa de tu mamá?
—No, está de viaje y regresa mañana— explicó guardando sus cosas de nuevo en su bolso, preparándose para irse del parque.
—Uy, bueno, entonces deja le pregunto a mi mamá. Si quieres vente de una vez y ya cuando llegues le digo— sugirió Ivette.
Mientras tanto.
En una elegante mansión en medio de Rumania.
—Puedo volar... al cielo, sin saber qué pa-sará Ah...
Entiendo que esto en mi interior en algún momento saldrá... ah.
—¡Diaval! ¿Qué estás haciendo?— entró la madre con los nervios de punta, extremadamente estresada.
—Practico con mi guitarra. ¿Qué tiene?— se quejó el muchacho dejando su guitarra a un lado —Es mi descanso.
—¿Descanso? ¿Cuál descanso? No, ya deja eso. Tu padre lleva 10 minutos esperándote en el auto.
—¿Para que?
—Vas a acompañarlo a una reunión de negocios, así que arréglate la camisa, ponte el saco y baja. Oh y regresa esa guitarra al sótano, no quiero volver a verla arriba— ordenó su madre saliendo del cuarto.
El muchacho sacó un suspiro y guardo la vieja guitarra en el estuche, dispuesto a arreglarse hasta que le llegó un mensaje en su celular de su única amiga.
"Hola ¿Que estás haciendo? ¿No prefieres dejar tu aburrida tarea y venir conmigo un rato?"
Diaval, dudando un poco contestó el tentador mensaje.
"No lo sé, mi padre se enojará".
"Ay, como si eso te importara. Vamos".
"... ¿A donde vamos?".
Al escribir el mensaje, el joven Diaval sonrió, cerró la puerta de su cuarto con seguro, tomó una hoja de papel y escribió una breve nota para luego salir ágilmente por su ventana con una sonrisa en su rostro.