Su cuello se giró levemente con el simple golpe que le dio la chica, aún que no fuese la gran cosa la liberó mientras el solo permanecía en completo silencio.
— Ellos no tienen nada que ver con mis decisiones.— frunciendo el ceño.— jinete, yo solo sigo a mi corazón, y sí, mi padre tal vez nos impuso una condena pero... eso no influye en los sentimientos que tengo hacia las personas que se encuentran a mi alrededor, porque algo en mí dice que Ethan es la luz que le falta a mi corazón para seguir adelante por este sendero oscuro llamado vida.
Con la mirada clavada en la nada y sin escuchar lo antes dicho por la joven, dirigió aquellas bellas amatista hacia Amanda, y sonriendo levemente le tendió su fría mano cubierta por un guante blanco.
— Yo también puedo ser quien te guíe por la oscuridad.— dijo para luego solo dar un paso hacia la joven.— Amanda, seamos felices como antes. Te prometo protegerte y amarte por siempre, solo toma mi mano.
La poca paciencia que le quedaba se esfumó demasiado rápido, quería ser amable pero ni siquiera contar hasta cien le sería suficiente para calmarla, así que solo optó por hacer lo que menos le convenía en esos momentos para acabar con todo ese teatro que estaba construyendo el de cabellos blancos.
— ¿Alguien como tú?.— llevó su mano hacia sus labios para ocultar la leve sonrisa que se formó al ver el rostro del jinete.— por favor, no me hagas reír.— dio un paso hacia atrás.— Jinete del sueño eterno, usted solo es oscuridad pura y yo necesito a Ethan la llama de la vida, él es mi razón de sonreír y tu... solo me traes lágrimas de amargura y tristeza.
Las palabras que salían de los labios de la elemental de aire lastimaba a William como si se tratasen de dagas filosas que buscaban acabar con la poca humanidad que le quedaba, ese amor que le profesaba poco a poco comenzó a desvanecerse tal y como su corazón que comenzó a encogerse.
— Astrid....— dio un paso hacia ella.— toma mi mano. Construyamos el futuro que tanto anhelamos, solo tú y yo con un pequeño infante entre nuestros brazos. Pero para eso derrotaremos el reinado de tu padre primero.— le sonrió.— ¿qué dices?
— Estoy casada. Puede que Ethan y yo solo seamos compañeros sin sentimientos tan fuertes por en medio de nuestro matrimonio, pero...— lo miró a los ojos y con molestia volvió a golpear la mano del jinete para alejarlo.— tengo bien claro que no lo voy a traicionar a él ni a mi padre.
El quería mantenerse firme y seguir tratando de conseguir nuevamente el corazón de su amada, pero esa mirada desbordante de fiereza le avisaba que la chica que antes amó ya no estaba con él. Sus esperanzas de tenerla a su lado en ese mundo prometido por su padre estaban cayendo, tanto así que solo le quedaba una última opción.
— Bien, entonces... lucharemos. No tendré piedad.— habló con seriedad.
— No tengo problema alguno.— respondió con un semblante neutro.— no quería luchar pero... me percaté de que tienen significados muy retorcidos sobre el amor.
— ¡Acabaré contigo!.— la amenazó mientras comenzó a caminar hacia ella, ignorando lo antes dicho por la chica.
—Atrevete...— respondió a la vez que sacaba del tubo de la bota una daga.— que por mis compañeros, guardianes, mis hermanos y mi padre... yo cumpliré.
La sangre del joven heló al ver el arma punzante, simplemente le traían malos recuerdos. Su temor volvió y sin pensarlo sacó a la de cabellos cafés del estado de inconsciencia mientras que él solo se despertó y con rapidez se levantó de la cama para alejarse de Amanda.
— Cuando termine su reinado de luz... espero verte arrastrarte a mis pies, suplicando que te ayude.— frunció el ceño.— pero cuando eso suceda, yo te negaré la ayuda.
Lentamente se levantó de la cama para quedar sentada y sin temor le respondió;— Tengo el suficiente orgullo para no ir detrás de alguien como tú. Me das lástima, el amor no es como lo pintas.— le sonrió.— está bien amar a alguien desde hace mucho, pero... el tiempo y las condiciones son las que cambian a la persona, nadie es igual después de unos cuantos años, o como en tu caso... siglos.
No sabía porqué frente a ella poco a poco comenzó a mostrarse vulnerable, tanto que se comenzó a dar vergüenza de si mismo. Quería verse firme pero su simple presencia le afectaba, así que solo le dio la espalda y salió de la habitación.
— Ahg, solo me queda ir por Kohei.— suspiró.— solo espero que no haya caído ante sus recuerdos.
Al estar libre solo salió de la habitación para comenzar a correr por los pasillos de aquel templo de mármol.
Por otro lado, desde su trono se encontraba el ser de oscuridad, quien solo observaba por un espejo de mano a la joven correr por el pasillo. Verla llena de preocupación era satisfactorio, tanto que anhelaba que llegase el día del regreso de aquel creador de la luz para restregarle en la cara que sus elementales eran solo unas simples y defectuosas marionetas.
— Tantos problemas les están causando a mis hijos.— mirando el espejo.— llegué a creer que no serían un gran problema tanto que no acabé con ustedes cuando nacieron como en las otras veces.
El de barba blanca solo se levantó de su asiento para después comenzar a caminar por la habitación, pensando en como acabar con ellos, bueno eso fue hasta que comenzó a recordar el pasado de sus jinetes.
— ¡Jajajaja!. Ya se que haré, haré que mis hijos les muestren su pasado... ya que estas reencarnaciones son muy débiles.
El mayor con tan solo chasquear sus dedos llamó a sus jinetes para darles la orden definitiva, pero al único que le encomendaron una misión diferente fue a Muerte ya que su plan no había funcionado.
— Padre, yo me encargo del elemento de agua.— habló la joven de orbes grises.— él me lastimó demasiado anteriormente, se merece lo peor.
— Cuento contigo, Plaga, hija mía.
— Pero padre, quedan pocas horas de la noche.— habló Hambruna.— ¿cree qué podemos cumplir con su misión?.
— Recuerden que el tiempo es más lento fuera de este hermoso mundo.— respondió el mayor.
— Tiene razón, y por eso estoy motivado a dar un gran espectáculo.— dijo Pobreza.— esa tonta elemental de tierra me debe muchas, y por eso voy a arrebatarle el cristal.
— Lo bueno es que la tienen fácil tu y Plaga, Muerte y yo tenemos que hacer que fuego y Aire activen sus cristales.
— Hambruna... tengo un plan para eso.— habló Muerte.
La azabache solo sonrió y sin preguntar el plan de su "hermano", lo tomó del brazo para sacarlo de la habitación para hablar con el en el pasillo.
— ¿Y bien?. ¿Cuál es el plan?.— le preguntó mientras se cruzó de brazos.
— Pobreza dijo que la elemental de Aire había dicho que ella y fuego eran uno solo.— con una expresión neutral solo la miró a los ojos.— así que tenemos que ponerlos en una situación de alto riesgo para ambos, algo que los haga usar sus cristales.
— Entonces, para eso debemos usar a nuestros sirvientes.— sonrío.— si los atrapan estarán en problemas y eso los hará entrar en desesperación.
Posando una mano en su mentón.— Pero solo tenemos que llamar a 5 de nuestros sirvientes, porque si los usamos a todos.... puede que pierdan la vida en la batalla contra los 100 que se sumarán en total.— desvío la mirada.— y eso no nos conviene.
— Tsk. Odio cuando tienes razón.— dijo mientras le daba la espalda.
— Por el momento tenemos que llamar a nuestros sirvientes para mandarlos a buscar a esos asquerosos seres de luz.— frunció el ceño.
— ¿Qué?.— lo miró divertida.— te rendiste demasiado rápido. ¿Acaso no te sigue amando como te lo prometió?.
— Ella tiene ligeros sentimientos hacia tu estúpido sirviente número uno.— apretó los puños.— además... el amor no puede traspasar el tiempo y las reencarnaciones de ellos, olvidan sus pasados. No son como nosotros.
— jajaja, gracias por la información. Si ese inútil tiene algo con Aire... juro que yo misma acabaré con ella por meterse con mi pertenencia.
— Suerte con eso.— mencionó mientras comenzaba a caminar hacia los jardines del templo.— si le haces algo él, reaccionará contra ti.
La de vestido morado solo comenzó a maldecir en voz baja, mientras que el contrario solo llamó a sus sirvientes para que fuesen detrás de la elemental.
Hambruna se encontraba molesta de tan solo pensar en lo que había dicho Muerte, pero aún así debía actuar en su contra para atraerlo a la oscuridad y contaminar el elemento.
— ¡Mis súbditos!. Solo quiero que cinco de ustedes vayan por fuego, pero antes...— de tan solo pensar en aquello sonrió con malicia para luego terminar de dictar su orden.— quiero que lo presionen para que use su cristal y que lo lastimen de gravedad, quiero escucharlo rogar por piedad mientras se arrastra hacia mí, su amada reina.
Dicho aquello, aparecieron los cinco sujetos de complexión alta y fornidos que eran cubiertos solo un pantalón negro y botas toscas de igual color que su única prenda.