Las sirenas de las ambulancias, como las luces de color rojo y azul de las patrullas, turbaron a Adeline cuando se adentró junto a Gianluca a la mansión.
La familiaridad del ambiente la sumergió en su pasado, recuerdos se alojaban en su memoria en tanto subía lentamente por los escalones de espiral. Cada paso que daba, resultaba ser las pisadas de su yo adolescente. Recordaba aquella noche, habían tantos oficiales instándola a relatar la atroz historia que aconteció en su presencia. Aún escuchaba el desconsolado llanto de su madre, incluso plasmó en su mente, el golpeteo en el pecho y su infausta expresión facial. Todo por escuchar a su hija testificar sobre el brutal homicidio de su padre.
Una sensación trémula invadió sus manos, su garganta se secó y su respiración se volvió inestable. Desorientada, extrajo del frasco, un par de ansiolíticos para verterlos en su boca. Los cuales surtieron efecto, después de haber sido cargada por un preocupado Gianluca hasta el piso de la escena del crimen. Adeline tambaleándose, se bajó de sus brazos, sin permitirle que este la siguiera ayudando.
Los zumbidos molestos que penetraban sus oídos, se habían desvanecido, como la ceguera temporal, que desarrolló por el ataque de ansiedad que frenó con su medicamento.
Escuchaba y veía a diversos médicos, policías y forenses merodeando por el sitio y hablando entre sí. Algo que Adeline invalidó por completo, al entrelazar su mirada con la de Jean Pierre. Esos ojos dorados la observaban desde el otro extremo del lugar. Sintió un fervor deseo por abrazarlo, la necesidad de estar con él irrumpía su ser. A pesar de que ese anhelo era mutuo, ella desvió la mirada, disfrazando sus sentimientos cruzó la puerta, encontrando al matrimonio muerto en un escenario escalofriante.
Al leer las palabras escritas en sangre, frunció el seño para seguidamente apartar la mirada y salir desconcertada del estudio.
¿Qué tenía que ver Jean Pierre en todo esto? ¿Qué sabía él que los demás no? O ¿Por qué el asesino tenía tanto interés en él?. Preguntas sin respuestas inundaban la cabeza de Adeline, haciéndola sentir atrapada en un juego sin escapatoria. Entre más cerca creía estar de la verdad, llegaba otro suceso que la devolvía nuevamente al comienzo.
Pero qué hay de ella?¿Qué ficha era en el tablero? ¿Qué propósito tenía en este juego?...
Mientras despertaba del trance en el que se sumergió, el mayor de los Sonobe, agarró su antebrazo y la arrastró hacia otra habitación alejada completamente de la multitud. Adeline, no tuvo tiempo de reaccionar cuando ya la estaba introduciendo en un aposento que parecía ser propiamente de Jean Paul.
_ Tienes una muy bonita costumbre de estarme metiendo a las habitaciones a rastras. No crees que sería más sencillo si solamente me lo pides?. _ Masajeando su antebrazo, negó con la cabeza.
Al posar sus ojos grisáceos en él, vio a un Jean Paul derrotado. Aquel aspecto pulcro y ordenado, había desaparecido. La versión que Adeline presenciaba en esos momentos, era todo lo contrario de lo que imponía ser el hijo mayor de los Sonobe. También se rompía y le permitió a Adeline, contemplarlo de ese modo. La vulnerabilidad había sido algo que jamás le concedió a los demás, hasta ahora.
Suspirando, avanzó en dirección a él.
_ Lamento lo de tus abuelos Jean Paul, sé que a veces no concordamos en todo, pero me importas y hoy no tuve que desaparecer así de la nada... _ Jean Paul la interrumpió golpeando el escritorio que se encontraba a un extremo del aposento.
_ ¿¡Así de la nada!? Ordené a casi todo el personal que fueran a tu búsqueda. Me tenías muy preocupado, no sabía nada de ti, pudiste ponerte en peligro y yo no estaba allí para protegerte. ¿Sabes lo que sentí en ese momento? Si te llegara a suceder algo, me muero, no podría perdonarme jamás por eso. No te vuelvas a ir nunca más de mi lado, soy el único que podrá cuidar de ti siempre, así que no te vayas de la nada... _ Gritó frustrado, cubriéndose el rostro con las manos.
Adeline quedó en shock, arrugando el entrecejo miró a Jean Paul. Habían dos cadáveres alojados en alguna habitación de este piso y él se preocupaba solo porque ella se escabulló de la mansión con su hermano menor? No lo podía creer, esperaba varias amonestaciones y castigos pero no eso. Nadie se había preocupado tanto por ella como él lo hacía...
Acortando la distancia con varios pasos, Adeline situó su frente en el pecho de él. Un gesto que desubicó tanto a Jean Paul como a ella misma.
El mayor de los Sonobe, accionó en seguida atrayéndola con sus brazos hacia él, intensificando su agarre la pegó completamente a su cuerpo esculpido en músculo.
_ De verdad lo siento... No quería preocuparte... Es solo que a veces me gusta llevarte la contraria porque eres muy mandón. _ El tono de su voz era bastante apacible, algo totalmente inhabitual en ella.
_ Por cuestiones de seguridad y como castigo, dormirás en mi aposento la noche de hoy. En la mañana asistirás al campus y después pasaré por ti para ir al Royal Empiere. _ Demandó con entonación dulce, esperando un reclamo por parte de esta. El cual se sorprendió cuando ella en respuesta asintió repetidamente. Aquello lo hizo sonreír y frotar su mentón contra la cabeza de la joven. _ Nada de citas con chicos, ni cruzar palabras con ellos y nada de Gianluca. En estos momentos un par de oficiales le están insertando una arropea en su tobillo, por lo que si este se acerca siquiera a un par de metros de ti, será enviado directamente a la cárcel. _ Diciendo esto ultimo con voz serena, Adeline reaccionó empujándolo con brusquedad.
_ ¿¡Es en serio!? ¿¡Pusiste una demanda en contra de tu hermano!? ¿¡Qué demonios te sucede Jean Paul!? ¿¡Acaso perdiste la cabeza!?. _ Exacerbada, colocó la mano en su frente.
_ Por un acto de rebeldía, mi hermano te puso en riesgo esta noche, así que no permitiré que se acerque más a ti y tú tampoco te acercarás a él. Espero y te haya quedado en claro esto, porque yo no amenazo Srta. Strange, simplemente lo hago. Por eso, Gianluca irá a prisión, si ambos deciden desobedecerme. _ Advirtió, apoyando su cuerpo al frente del escritorio.
_ Esto lo hago por él, no por ti. _ Dándose la vuelta, agregó. _ Y vete olvidando de ese castigo, porque de mí no obtendrás nada. _ Suspicaz, siguió su caminado hasta dejar a un Jean Paul furioso solo en su habitación.
Al salir, Adeline observó a cuatro oficiales encima de Gianluca, intentando de introducirle el grillete en el tobillo. Pero, el menor de los Sonobe, se negaba rotundamente a ser doblegado por la voluntad caprichosa de su hermano mayor. Por lo que utilizaba la fuerza bruta en contra de esos pobres policías que solo se dignaban a seguir órdenes de Jean Paul.
Aquellos ojos de esmeralda capturaron la figura de Adeline en el pasillo.
_ No te preocupes mi amor, buscaré cualquier forma de estar a tu lado. Nadie podrá separarnos, ni muchos menos estos idiotas de acá. _ La dramatización en su voz y sus exagerados gestos, la hicieron reír.
_ Te estaré esperando galán. _ Imitando su entonación y sus expresiones, se marchó hacia su aposento. Dejando a un Gianluca más enamorado de lo que ya estaba.
Al cruzar por la puerta de su habitación, reparó en la presencia de Jean Pierre. Este se encontraba escudriñando el estante de libros, rozando sus dedos en los lomos de cada escrito recolectado por él.
_Te tardaste bastante. ¿Acaso mis hermanos te quitaron mucho tiempo?. _ Deteniéndose, se giró hacia ella.
Adeline un tanto asombrada por su presencia, se sonrojó.
_ Pues tú me lo estás quitando ahora. _ Carraspeando, desvió la mirada de aquellos ojos dorados que la intimidaban cada vez que la veía.
_ No me importó la muerte de mis abuelos y realmente a ninguno de nosotros le afectó. No eran más que unos simples viejos que escondían su verdadera esencia con engañosas apariencias. Fueron unos desgraciados y me alegra que estén muertos. _ Asintiendo, ladeó una sonrisa.
_ Pues que bueno, pero aún no entiendo que tiene que ver eso con que estés aquí en mi recámara. _ Desconcertada, levantó las manos para que este le diera una explicación más amplia al respecto.
_ Me estoy desahogando contigo. Esto es completamente inhabitual en mí, pero tú haces que quiera contarte todo. _ Sus ojos de oro se posaron en ella, mientras introducía sus manos en su gabán azulado. _ También quiero expresar que me dan ganas de asesinar a mis hermanos cuando están contigo o a cualquier hombre que se acerque a ti y me siento muy celoso y resentido contigo por irte con él, en vez de quedarte conmigo. _ Su tono cohibido y su rostro sonrojado, causaron ternura en Adeline. Si Jean Pierre quería verse intimidante, pues, obtuvo el efecto contario.
_ Jean Pierre, no puedes andar por ahí diciendo que te dan ganas de asesinar a personas. Suena como si hubieras matado a tus abuelos y además no todos se lo toman bien, así que no seas tan explícito. ¿De acuerdo?. _ Esperando la afirmación que él le concedió asintiendo, prosiguió. _ ¿Algo más que tengas que confesarme?.
_ Quiero dormir contigo hoy. _ Con mirada suplicante, ladeó la cabeza.
Frunciendo el ceño sorprendida, abrió la boca sin poder decir nada.
Después de un incómodo silencio suspiró.
_ No me vendría mal un poco de calor extra. _ Avanzando en dirección a él, tomó su mano y lo condujo hasta la cama. _ Me pondré un camisón, así que acuéstate y ya llego. _ Jean Pierre asintió feliz y la observó entrando al vestíbulo.
El segundo hijo de los Sonobe, nunca se interesó por mujeres, ni del modo en que sus hermanos solían pasar tiempo con ellas. Él creía en la indicada y quería reservarse hasta que ella llegara, se había tardado mucho pero llegó y en unos pocos minutos estaría durmiendo a su lado. Este era el tipo de amor que Jean Pierre había añorado desde muy crío. Esta era la vida que él quería, pasar lo que quedaba de sus días con aquella mujer de ojos gélidos y cabello rubio que lo enloquecía por completo.
Adeline salió con un vestido de seda color gris adherido a la figura.
Ambos se miraron y sonrieron.
Ella se posó a su lado y después de pláticas nocturnas y risas, permitió ser cobijada por los brazos de él, cayendo de ese modo en un profundo sueño...