Ya era medio día. Todos los empleados comenzaron a salir de sus respectivas oficinas dirigiéndose al mismo destino, la cafetería.
Tras la reunión, Jean Paul condujo a Adeline hacia la salida.
_ Quiero que trabajes aquí. _ Sus ojos avellana la contemplaron suplicantes. _ Así que por eso aceptarás la pasantía en administración que te concederé. _ Sentenció, aflojando su corbata.
_ Supongo que todavía no podré deshacerme de ti. _ Rodando sus ojos, ella sonrió. _ Será grandioso trabajar aquí, tendré que acostumbrarme a ti pero por lo demás creo que estaré bien.
Una auténtica sonrisa se asomó en el rostro de él. Su apariencia impecable de hace un rato, había cambiado por completo. Las faldas de su camisa blanca se encontraban por fuera, otorgándole un semblante despreocupado.
_ No podré llevarte a casa, debo solucionar algunos asuntos de trabajo, así que Adler te llevará. _ Explicó, abriéndole la puerta de la limusina. _ Nos volveremos a ver Srta. Strange. _ Advirtió, admirando aquellos encantadores ojos de tormenta.
_ Que así sea Sr. Sonobe. _ Dirigiéndole una última mirada, se adentró al coche.
El mayor de los Sonobe presenció como el vehículo se ponía en marcha, alejándose cada vez más de él, hasta convertirse en un difuminado punto a la distancia.
....
La limusina se aparcó enfrente del penthouse, del cual Adeline descendió, concediendo las gracias al conductor.
Al entrar por las puertas de vidrio, la recibió el Sr. Moriarty. Quien se hallaba de pie apoyado con su bastón. El gesto de reproche se acentuó en cada facción arrugada de su rostro, provocando que sus ojos negros se achicaran.
Solo con verlo Adeline dedujo que le esperaba un gran sermón por parte de este.
Soltando un sonoro suspiro se encaminó en dirección a él.
_ Me debes una explicación jovencita _ Señaló con su bastón hacia ella, en modo acusatorio.
Vacilando en si respondía la pregunta o no, el Sr. Moriarty la interrumpió cuando solo se dispuso a abrir la boca.
_ Por poco y le causas un infarto a este pobre viejo. _ Su grave entonación evidenció el reprendimiento en su voz.
_ Como lo siento, mi móvil se quedó sin pila y no pude avisarte que... _ Interrumpiéndose pensó en alguna excusa que pudiera calmarlo. _ Me iba a quedar a dormir en casa de una amiga. _ Mintió.
Moriarty aún si poder creerle asintió.
_ Hablaremos de esto en otra ocasión. Debes ir a prepararte de inmediato,
por la noche asistiremos a una obra benéfica de una de las familias más adineradas de Europa y tú personalmente fuiste solicitada. _ Acomodando su corbatín, sonrió con complacencia. _ Los estilistas te esperan así que andando. _ Ofreció su antebrazo para que ella lo tomara.
Adeline a regañadientes entrelazó su brazo con el de él.
El Sr. Moriarty la dirigió hacia el vestíbulo, en donde un conjunto de estilistas aguardaban a la espera de ella causando que al entrar, de inmediato fuera posicionada en un asiento para su respectivo arreglo.
Sus ojos grisáceos se encontraron con su reflejo en el espejo para después observar como su imagen se distorsionaba, hasta convertirse en su yo adolescente.
Recuerdos sombríos que no le permitían liberarse de su pasado, aún regresaban para condenarla nuevamente. Suprimir todo aquello, le comenzaba a pasar factura y ella lo sabía.
Su memoria todavía conservaba la sensación de la lluvia al caer en su rostro, limpiando este de cualquier residuo de sangre impregnada que aún faltaba por removerse. El modo desorientado en el que había llegado a las lineas del tren, como los brazos de Moriarty la socorrieron al verla en ese estado. Todo se volvía a repetir una y otra vez en su mente.
Sacudiendo su cabeza, despertó de aquel oscuro abismo en el que no podía permitir sumergirse, no de nuevo.
El trabajo en equipo por parte de los estilistas, había proporcionado a que estos pudieran concluir más rápido de lo previsto y por supuesto concederle un look original a Adeline.
Su perfecto maquillaje potenciaba aún más sus facciones finas y estilizadas, provocando que estas sobresalieran sin ningún tipo de imperfección. Su largo cabello rubio, caía a ambos costados de sus caderas en forma de ondas. El color azul oscuro de su vestido, contrastaba con el gris de sus ojos. Otorgándole de ese modo un aura enigmática.
Su afán por asistir a ese dichoso evento era casi nulo pero, ¿qué más podía hacer?. Se lo debía al Sr. Moriarty, después de todo lo que a hecho por ella, esto era lo mínimo que podía hacer por él.
Mirándose una vez más al espejo giró sobre sus talones, marchándose tras la puerta.
Su mano derecha se desplazaba con delicadeza por el barandal de los escalones, mientras que la izquierda sostenía su prolongado vestido de encaje.
Al llegar al último escalón, Moriarty la recibió, elogiándola por su maravilloso atuendo. Quien luego la condujo hacia una limusina negra aparcada en la acera, en donde Blake, el chófer, aguardaba.
Ambos se adentraron al coche, por tanto, Blake puso en marcha el vehículo, dirigiéndose hacia el destinatario exigido por el Sr. Moriarty.
...
Adeline había quedado completamente atónita ante la vista contemplada, aquellas formidables rejas que le resultaban familiares se asomaron en su campo de visión. Las cuales cedieron el paso al vehículo, pudiendo de ese modo admirar con sus ojos grisáceos la mansión Sonobe.
Blake estacionó la limusina en uno de los espacios desocupados al frente para luego, descender del coche y así abrirle la puerta a Adeline.
Al pisar con sus tacones el pavimento recordó la primera vez que Gianluca la había traído ahí y por alguna extraña razón una sonrisa hizo aparición en su rostro.
Un tanto nerviosa avanzó en dirección a la entrada. En dónde un hombre corpulento la recibió, tomando con sus manos su abrigo de piel colocado en sus hombros.
Los dos hermanos Sonobe presenciaron la escena. Gianluca y Jean Pierre se encontraban a unos cuantos metros de la entrada asechándola con la mirada.
Era evidente que el deseo los había consumido por completo, provocando que ambos se vieran tentados a sumergirse en aquella esbelta figura.
El menor de los Sonobe humedeció sus labios con la vista clavada en esa peligrosa tentación que tanto deseaba, mientras que el segundo hermano, se dispuso a coger una copa de un camarero que pasaba a su lado para después bebérsela de un solo trago. Jean Pierre la contempló por última vez para luego girarse y caminar con paso acelerado en dirección a la mansión ...