Chapter 18 - Heredero

Al día siguiente es inevitable que se tenga que hacer el anuncio público sobre la defunción de Octavio, nos reunimos en el edificio Blanco Encalada, antes conocido como Ex Arsenal de Guerra.

Samuel se ve aburrido en su asiento— No veo porque tanta duda sobre lo que tendremos que decir, claramente fue un atentado de la gente con que se junta la hija de Eusebio.

— No existe evidencia que respalde eso —aclaro— a primera vista parece que estoy defendiendo a mi hija, pero no se trata de eso, si afirmamos que ellos fueron y nos equivocamos, nos acusaran de difamadores, lo cual podría dañar nuestra reputación.

Verónica también se ve cansada del debate— Entonces dinos Eusebio ¿Quién podría ser el responsable?

Suspiro derrotado— No lo sé.

Leticia apoya ambas manos sobre la mesa, como si estuviese dando el veredicto final— Para mí es claro que fue tu hija con sus compañeritos son los responsables.

Samuel se estira y bosteza— Ya sabes qué decir en la entrevista de prensa Verónica, aunque si lo deseas puedo hablar en tu lugar.

— Gracias por tu buena disposición —dice Verónica con falsa amabilidad— tú preocúpate del programa de beneficios para animanos.

— Sé cuál es mi deber y hablando de eso, tenemos que informar a Roberto Vindicta que debe presentarse a estas reuniones —Samuel se levanta, da la sensación de que da la reunión por terminada— aprovecharé de visitarlo e informarle.

— No apoyo la inclusión de Roberto —interviene Verónica.

Samuel se congela, se nota el fastidio en su rostro— No me hagas volver a sentarme en esa silla, las reglas dicen que el hijo mayor de la familia tomara la responsabilidad.

— Jorge no es la persona adecuada, necesitamos a alguien con sentido común al igual que su padre —un breve segundo de silencio se forma en la sala, todos entendemos que es lo que esta por proponer— Rogelio Vindicta debería tomar su lugar.

— Es demasiado joven, solo tiene 42 años —reclama Leticia— incluso su hermano mayor con 45 años es demasiado joven para formar parte de este grupo.

Verónica no oculta lo ridículo que le parece el argumento— Tengo 43 nos llevamos por un año, incluso —señala a Samuel— él tiene 42 ¿Cómo es que la edad es un problema?

— Ustedes tampoco deberían estar sentados en esta mesa —comenta Leticia con frialdad— deberíamos incrementar la edad de ingreso.

Verónica está indignada— Me parece excelente idea ¿Qué te parece 60 años y una firma de los papás?

— Ten un poco más de respeto —Leticia coloca los codos sobre la mesa— el hecho de que tengamos la misma posición en esta mesa no nos hace iguales, sigo siendo mayor que tú.

— ¿Solo por eso debería respetarte? —Verónica suelta una risa forzada— la edad solo es un número, no refleja nada.

— ¿Respeto? ¿De ti? Ya es un mérito que conozcas la palabra.

— No me provoques —Verónica se levanta de su puesto.

Samuel mira emocionado el enfrentamiento.

— ¡Suficiente! —exclamo para traer la atención de ellas dos— no estamos aquí para discutir sobre la edad, compórtense como adultas civilizadas —el ambiente sigue tenso— tendremos un descanso de cinco minutos para decidir nuestra votación.

Samuel regresa a su puesto y prende el televisor— Yo me quedaré aquí, decídanse pronto, tengo más trabajo por hacer.

El resto abandonamos la sala de reunión, en el pasillo se encuentra un dispensador de agua, tomo uno de los vasos de plumavit y lo lleno ¿Por qué no podemos estar de acuerdo en todo?

— ¿Tú también tienes sed? —Leticia toma un vaso, para servirse agua, prefiero seguir tomando agua para no responder a su comentario— perdona por mi conducta, sé que los adultos como nosotros dos no deberíamos rebajarnos a su conducta —se nota que le amarga el asunto— es solo que lo puedo —mira a los dos lados para asegurarse de que nadie venga— buscan desplazarnos.

— ¿Qué te hace pensar eso?

— Querido esta más que visible —señala la sala en que Samuel se quedó viendo tele— él hace lo que se le da la gana y ella no busca más que desafiar las normas, es claro que no tienen ningún respeto hacia nosotros —ahora se ve más preocupada— Dios me guarde de lo que voy a decir, quizá ellos son cómplices en la muerte de Octavio.

Mis ojos se abren como plato, aquello son acusaciones graves— No tienes evidencia de que sea así, solo lo dices para que te apoye.

— Si tu apoyo significa no tener acusar a tu hija de terrorista, con gusto cambiaré mi voto sobre el anuncio, después de todo, no tenemos evidencia que los vincule al incidente.

Guardo silencio, no estoy seguro sobre que debería responder.

— No necesitas contestar ahora, espero tu apoyo en la reunión —tras decir eso regresa a la habitación.

Miro mi vaso con agua, claramente Samuel apoyará por la unión de Roberto Vindicta al igual que Leticia Metum, solo Verónica Caedes está apoyando a Rogelio Vindicta, aún tengo tiempo para hablar con Verónica, la busco por los alrededores, pero no soy capaz de encontrarla, cuando voy de regreso a la sala nos topamos.

La detengo con urgencia— Tenemos que hablar sobre la votación ¿Por qué no deseas que Roberto forme parte de la mesa?

— Porque es un asesino —me choca que use semejantes palabras— él ayudó con los preparativos de la ruta de la muerte.

Un frío recorrió mi cuerpo— ¿Cómo estás tan segura?

— Porque mi padre también ayudo con esos preparativos —la vergüenza desborda en sus palabras, incluso su tono de voz baja— en sus cartas dejo el nombre de los involucrados, me pidió que los leyera y que expiara su error.

— Esas vidas no volverán.

— Pero puedo castigar a los responsables —dice con determinación— solo que si él ingresa a nuestra mesa será más difícil —posa su mano sobre su brazo— no te pido que votes a mi favor por el tiempo que nos conocemos, sino por la gente que representamos, no le podemos dar poder a un asesino.

Me siento entre la espada y la pared, apoyar a Leticia significa conseguir tiempo para demostrar la inocencia de mi hija, pero colocarme del lado de Verónica es frenar el ascenso al poder de un cómplice de una de las grandes masacres que ha pasado este país.

Nuevamente me encuentro ante estos dos caminos ¿Mi familia o el país?