Acepte el chaleco antibalas, pero me rehúse llevar el casco puesto tampoco soy una niña para andar siendo protegida de modo tan exagerado y aparecer con semejante casco frente a la multitud seria ridiculizante.
Verónica se adelantó hacia la multitud, unos pocos soldados me rebasaron para reforzar el sector en que los manifestantes están avanzando.
"Tenemos que cambiar a la munición antidisturbios"
El comentario me da un pésimo presentimiento, las aclamaciones de la gente pidiendo que los animanos abandonen la capital resuena con gran fuerza, acelero mis pasos en dirección a los reclamos, llego a la calle Erasmo Escala al mirar hacia la izquierda y derecha puedo ver las tropas ya han formado barricadas en las esquinas de Maturana y Av. Brasil, aunque el ruido solo proviene de Maturana.
Los soldados impiden que las personas de los demás locales salgan a ver que está pasando, escucho los reclamos de algunas personas, podría intervenir para calmar la situación, pero lidiar con la multitud es más importante que con civiles en específico, además el ejército parece tener las cosas bajo control.
El ruido de las personas se detuvo, a la vuelta de la esquina puedo ver que Verónica esta de pie frente a una multitud de personas con pasamontañas en los rostros.
— Hola, Carolina —esa es la voz de mi hermana Rosa— pensé que no te gustaba asistir a esta clase de eventos.
— Alguien tenía que apoyar al papá con esto de gobernar un país —miro a las personas ubicadas detrás de ella, no están armadas, tienen palos de madera y ollas— ¿No crees que esto es demasiado?
— Lo dice la que tiene soldados con armas deambulando por las calles ¿Hasta cuando vas a negar que esto es una invasión?
— Solo estamos trayendo estabilidad al país —aclara Verónica— nos estamos asegurando de que la gente pueda mejorar su calidad de vida —ella mira hacia el resto de la gente— ¡Desde que empezamos a gobernar solo nos hemos concentrado en mejorar su calidad de vida! ¿¡Es tan difícil creer que alguien busca ayudarlos?!
— ¡Esto no es nada más que una ocupación camuflada! ¡Si desearan que nuestro país volviera a la estabilidad, nos dejarían gobernarlo!
La multitud apoya el reclamo de mi hermana, los cánticos de expulsión vuelven a escucharse, al ver los tejados noto que las tropas alistan sus armas.
Me acerco al oído de Verónica para susurrarle— No podemos permitir que esto acabe en un tiroteo.
— Eso es lo último que deseamos que suceda —tras contestarme dirige su atención hacia mi hermana Rosa— ¿Qué tenemos que hacer para que se retiren de este lugar?
— Abandonen Chile, es muy simple.
Verónica asiente lentamente— Entonces esta negociación está en un punto muerto —me extraña que a pesar de eso no se ve incómoda— ¡Digamos que mañana abandonáramos este país!
Rosa levanta su mano para pedir silencio, todos repiten el gesto para indicar silencio.
Una vez la multitud está dispuesta a escuchar, ella continúa— ¡Si los animanos dejáramos de apoyar este país! ¿¡Quienes los gobernarían?! ¿¡Conocen a otro grupo de personas dispuestas a entregar su riqueza para ayudarles?! ¡La mayoría de la gente con dinero los abandono! ¿¡Quien entregara su fortuna para sacar este país a flote?!
Ninguno entre el centenar de personas se atreve a contestar la pregunta, los murmullos en el grupo indican que no se lo habían planteado.
— No necesitamos a alguien en la cabeza —contesta mi hermana Rosa— somos un pueblo y unidos llevaremos este país a la prosperidad.
Verónica se cruza de brazos y sonríe para contener su risa mientras la multitud grita "El pueblo unido, jamás será vencido", Rosa nos mira desafiante mientras detrás de ella los gritos refuerzan su confianza.
— Abandonen este país de una vez —dice mi hermana— no necesitamos de su caridad para vivir bien y no nos cansaremos de recordárselos hasta que se vayan.
Miro a Verónica que mantiene la calma ante las provocaciones, usar las armas para disolver esta revuelta sería sencillo, pero las repercusiones sociales dañarían nuestra imagen como gobierno.
Finalmente respira hondo y exhala resignada— No les podemos negar el derecho a manifestarse, pero mantengan las cosas tranquilas —tras decir eso se da la vuelta para regresar al evento de mi papá.
Mi hermana y yo nos miramos fijamente sin decir palabra alguna, miro hacia los tejados, la mayoría de los animanos voladores abandonan sus puestos para regresar a vigilar los alrededores, los soldados de tierra igualmente se retiran a sus puestos de vigilancia originales, la gente celebra como si acabasen de ganar una batalla, soy la última en regresar.
En la entrada del palacio Concha está Rogelio fumando, cuando me ve hace caer su cigarro al suelo, lo pisa para apagarlo y se me aproxima.
— No escuche ningún disparo, es un alivio saber que las cosas no se salieron de control ¿Estaba tu hermana en la protesta?
No me sorprende que sepa sobre ella— Estaba liderando la marcha —miro el cigarro en el suelo— ¿Tienes uno que me des?
— Permíteme —saca la cajetilla del bolsillo interno de su chaqueta de terno, asoma un cigarro para que lo pueda tomar, lo coloco en mi boca y él se encarga de prenderlo— te acompañaría, pero ya he fumado suficiente.
— No pasa nada —lanzo el humo hacia un lado— es difícil ganarse el favor de la gente.
— Es normal que sean tan desconfiados —se guarda las manos en los bolsillos— ninguno de ustedes cinco son santos de devoción, cada uno tiene al menos un familiar que participo en el gobierno anterior —noto algo de incomodidad en su voz— además, en el fondo no se equivocan sobre los animanos, tarde o temprano este país va a ser dividido por la muralla y quien sabe que será de los humanos entonces.
— No los abandonaremos —aclaro de modo contundente— la muralla es el modo más seguro para que ambos lados vivan en paz, la intolerancia humana no permitirá que podamos vivir en armonía.
Rogelio me mira extrañado, como si hubiese dicho algo que está mal— ¿intolerancia humana? Lo haces sonar como si no fueras parte de nosotros.
— ¿Qué? No, es solo que así son las cosas, los humanos son incapaces de lidiar con aquellos que piensan distinto, ahora imagina cuando se vean diferentes —señalo al interior del palacio— toda la gente mira con miedo a mi papá, si no fuese un político influyente te aseguro que ya le habrían disparado.
— Estás exagerando, lo que dices no es más que una opinión sesgada y pesimista, podemos encontrar la paz, solo debemos crear instancias para conocernos.
— ¿Conocernos? ¿Escuchas sus gritos que piden expulsarnos? La muralla es el mejor camino para vivir en tranquilidad, pronto te darás cuenta.