Me posiciono delante de él— Tenemos que hablar en privado.
Por su molesta expresión, sé que entiende de lo que deseo hablar— No hablaran si no los presionamos.
— Pero la violencia no puede ser la primera opción, tenemos que ser mejores que eso.
El líder de la familia Supplicium mira a los capturados, tanto hombres como mujeres se ven aterrados— Iré a buscar una varilla, tienes cinco minutos para hacerlos hablar.
— Ya lo escucharon —les digo con dureza— si no tengo las respuestas antes de que regrese, les hará hablar con una varilla.
— Déjennos ir —me ruega una mujer— mi hijo está esperando que lo vaya a buscar al colegio.
— ¡Tengo una familia que cuidar! —exclama otro.
Los siete capturados comienzan a suplicarme para que los deje tranquilos, me juran que no intentaran nada más en contra del gobierno, desearía creerles.
— ¡Ustedes escogieron meterse en esto! —señalo a la mujer que debe recoger a su hijo del colegio— ¿Acaso no pensó en que su hijo podría quedar sin madre? —camino hacia el que uso a su familia como razón para ser liberado— Que conveniente acordarte de ellos ahora.
— No se trata de conveniencia —dice otra prisionera— todos nos arriesgamos pensando en ellos, para evitar que monstruos como ustedes se queden con nuestro país.
Aquel comentario me llama la atención— ¿Qué te hace pensar que buscamos eso?
— Es lo que se puede ver, los ricos abandonan el país, sus soldados rondan las ciudades claves de cada región, son lobos en pieles de oveja, se quedaran con nuestro país y nos devoraran.
¿Devorarlos? Me aproximo a ella, puedo notar que trata de ocultar su miedo, doblo mis rodillas para estar a su altura, le tomo su mano, ella da un quejido de terror— Nuestras manos no son diferentes, quizá mi rostro sea el de un animal, pero sigo siendo una persona como tú —llevo su mano a mi rostro— la sola idea de comerme una persona me genera náuseas.
La mano de la mujer tiembla con fuerza, el pánico la está consumiendo así que la dejo tranquila.
— Prometo que cada uno de ustedes saldrá de aquí, pero necesito información ¿Para quién trabajan?
— No sabemos quién es realmente —indica uno de los prisioneros— solo sabemos que le dicen "La cachorra"
— ¿La cachorra? —no tiene evidencias para confirmarlo, pero está seguro que es su hija— ¿Cómo es ella?
— No la conocemos, solo la escuchamos de nuestro patrón.
— Lo que me dicen no me sirve ¿Dónde está ese patrón?
Me indican el extremo derecho, lo único que encuentro al mirar hacia allá es a un hombre con una mirada sin vida, era de esperarse que el vínculo con quien los dirige huyera o muriera.
— Vamos gente se nos acaba el tiempo, denme algo útil o Miguel les hará hablar por la fuerza.
— No sabemos nada más —dice una mujer al quebrarse en llantos— déjennos irnos, prometemos no hablar de esto, guardaremos silencio.
— Su silencio no me sirve —tengo que conseguir algo pronto, siento que mi enfoque está siendo el incorrecto, está claro de que no tienen información— ustedes... todo esto que hacen ¿Tienen un nombre?
— Movimiento Manuel Rodríguez —dice uno de los capturados con orgullo.
M.M.R. pienso para mí— ¿Cómo supieron de este movimiento?
— ¿Cómo no lo saben ustedes? —contesta otra prisionera con aires de superioridad— ese es el problema con ustedes, dicen ser como nosotros, pero no tienen idea que pasa a nuestro alrededor.
Ella tiene toda la razón— Entonces conviértanse en nuestros ojos —sé que esto es una apuesta arriesgada— cuéntennos que necesita la gente y nos encargaremos de brindarlo.
No se ven convencidos y Samuel ya esta de regreso, no necesito mirar mi reloj para saber que no han pasado cinco minutos.
— Aún falta.
— El tiempo es relativo —sacude la varilla causando un zumbido en el aire— ¿A los cuantos golpes podre romperla? —continúa cortando el aire con el objeto.
— No será necesario —Miguel muestra estar algo decepcionado— ellos cooperarán con nosotros como informantes —de preferencia omitiré lo hablado sobre la cachorra— si los dejamos ir, nos podrán llevar hacia sus otros aliados.
— Hablas de volverlos espías —arquea sus cejas para mostrar su poco interés— ¿Necesitamos siete espías? —apunta su varilla a una de las mujeres— nos basta con tenerla a ella, no necesitamos al resto.
Todos se inquietan, se mueven para tratar de liberarse, pero es inútil, más forcejean más se aprieta el nudo.
— Los necesitamos a todos, ellos se cubrirán las espaldas.
Miguel se devuelve a la salida— Tú cargarás la responsabilidad de lo que hagan.
Respiro aliviado al notar que evite un acto de violencia— Quiero que cada uno de ustedes tenga claro esto, si uno de los espías es descubierto, me encargaré de modo personal de filtrar el nombre del resto de ustedes y si uno de ustedes delata a los otros —me doy una pausa para incrementar la tensión— deseara que Miguel lo hubiese matado con esa varilla.
Tras conseguir los datos de la cédula de identidad, cada uno de ellos es liberado bajo el juramento de no hablar sobre lo que paso e informar si algún partidario de M.M.R. se intentaba poner en contacto con ellos.
— Esto es una pésima idea —me advierte con el elemento de tortura aun en mano— puede que dos o tres se mantengan fieles a su palabra, pero siete, era más sencillo decirme que los querías dejar libres.
— ¿Habrías aceptado?
Sonríe de modo malicioso, como si en su mente estuviese maquinando todo lo que iba a pasar en el interrogatorio— Sigues siendo demasiado blando —me apunta la varilla de árbol que torno en su arma— que te quede claro, la negociación con los pueblos originarios esta bajo mi cargo, intenta el más mínimo intento de intervenir y romperé frente a ellos este trozo de madera en tu cuerpo.
Por su expresión no tengo duda alguna de que está hablando en serio, decir que no temo al resultado de esa negociación sería una gran mentira, lo que sea que Miguel ha preparado para ellos, solo ruego que no los lastime o asesine.