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Chapter 4 - El curandero del árbol

—"¿De dónde proviene esa voz? ¿Ayuda?"

En el interior de las ruinas Izgra, un grupo de niños ofrecían suplicantes plegarias a un gigantesco cristal en una de las numerosas salas de lo que antaño fue un glorioso castillo.

—"Se lo suplico Su Majestad, ayude a nuestro pueblo." Una pequeña se arrodillaba frente a un cristal de tono azulado, mientras derramaba un sinfín de lágrimas.

—"Déjalo Silvy, el Rey no despertará de su sueño." Uno de los niños que acompañaba a la suplicante niña, intentaba hacerla afrontar la crueldad de su situación. "Encontraremos una forma de sobrevivir, tal y como hemos hecho todo este tiempo."

La pequeña no escuchó las palabras de su amigo, su situación era desesperada, su gente era cazada sin ninguna misericordia, ya que a diferencia de otras razas los Soul Reapers, no podían ser esclavizados.

No estaban vivos, tampoco muertos; el destino de su raza era incierto y su última esperanza estaba en las ruinas de Izgra.

—"Suéltame Sefir. Estoy segura que el Rey nos escucha." La pequeña Silvy quitó la preocupada mano que sostenía su hombro para continuar sus plegarias.

—"Silvy..."

—"Mamá me dijo que cuando el Rey despertara nuestro pueblo podría vivir en paz." Ante la afirmación de Silvy, su amigo empezó a perder la paciencia.

No importaba cuan bonitas y esperanzadoras sonaran las historias de sus padres, él era perfectamente consciente de que sería cazados por todas las razas.

—"¡Afronta la realidad Silvy! Nuestra única opción es vivir en el anonimato ¡Rezarle a un muerto no cambiará eso!"

—"No peleen." Había otro niño observando lo que estaba sucediendo y en un impulso por tranquilizar a sus amigos, intentó calmar la conversación.

—"No interfiera Morth, ella debe afrontar..." Como si respondiera a las palabras de Sefir, el cristal empezó a brillar con más intensidad.

Los tres niños quedaron atónitos ante el suceso. Lo más probable es que en el fondo de sus corazones esperaban que no pasara nada incluso si llegaban a las ruinas donde supuestamente descansaba el Rey Espectro.

—"Dime pequeña ¿Qué te trae a un polvoriento sitio como este?"

Del gigantesco cristal en el centro de la habitación empezó a emerger una voz algo tétrica, pero su tono era gentil.

—"¿S-su Majestad?" La chica parpadeo con incredulidad ante el inesperado suceso.

—"Nunca me gustó ser llamado de esa forma. Me harían muy feliz si ustedes simplemente me llamaran por mi nombre."

—"¿Su nombre?"

—"Ya veo... Supongo que mi nombre se ha perdido entre las arenas del tiempo." La voz en el cristal sonaba algo triste y distante mientras hablaba. "Cuéntenme, ¿qué los trae a un sitio como este pequeños?"

—"Mi madre me hablo de usted; dijo que usted podría salvar a nuestro pueblo."

—"¿Salvar? ¿A qué raza pertenecen pequeños?"

—"Soul Reapers." Si la persona en el interior del cristal pudiera moverse, probablemente sus ojos se hubieran ensanchado ante la inesperada respuesta.

—"Eso es imposible, nuestra raza se extinguió hace mucho tiempo y no fui capaz de hacer nada para evitarlo."

—"Digo la verdad. Nosotros crecimos en las tierras de las bestias, pero cuando llegamos al continente con nuestros padres fuimos cazados por los ángeles y mientras escapábamos de ellos, terminamos en el territorio de los humanos."

—"Las tierras de las bestias dices..." La persona en el cristal no quería resguardar ninguna esperanza en su corazón, pero si lo que la pequeña decía era cierto, él no se podía permitir abandonarlos. "Entiendo, de momento creeré tu historia pequeña. Ahora díganme, ¿qué necesitan de mí?"

—"¿Podría su Majestad crear un hogar para nosotros?" La pequeña se arrodillo frente al cristal y bajo la cabeza al punto en el que su frente hizo contacto con el suelo.

—"¿Un hogar dices? ¿Acaso hay más de ustedes?"

—"Si, su Majestad."

—"Entiendo, te ayudaré."

—"¿De verdad?" Los ojos de la pequeña se iluminaron. "¿Qué debo hacer para liberarlo?"

—"Me temo que sin la sangre de un héroe eso no es posible. Sin embargo, puedo cuidarlos usando un espectro."

—"¿Un espectro?"

—"En este lugar descansan un sinnúmero de almas en pena y no sería raro que se haya generado algún espectro que pueda controlar para ayudarlos."

La hermosa tonalidad azulada del cristal se esfumo y fue remplazada por un tono negro azabache bastante siniestro. Luego del interior del cristal emergió un hombre encapuchado, quien acaricio con suavidad la cabeza de la niña que se encontraba arrodillada frente al cristal.

—"Veamos qué puedo hacer para ayudarlos niños. Por cierto, mi nombre es Krom o ese es el nombre que me dieron los humanos."

***

Priscilla cruzaba la elegante puerta que llevaba al comedor, no sin antes dar un profundo suspiro para aliviar su corazón. Hablar con su padre adoptivo siempre era una situación algo incómoda para ella, no solo porque su padre adoptivo la trataba anormalmente bien, también porque ella tenía que mentirle a diario cada vez que le hacía cierta pregunta que no podía responder con completa sinceridad.

Priscilla no era una mentirosa, el problema era que el malentendido que tenía su padre lo hacía en extremo feliz y decirle que su suposición era equivocada le rompía el corazón cada vez que se planteaba decirle la verdad.

Priscilla entró al comedor a paso lento, cuidando la etiqueta mientras se acercaba a la mesa manteniendo sus manos cruzadas descansando elegantemente en la parte frontal de su cadera.

—"¿Descansaste adecuadamente, hija?" El duque Brohm Lombardi, observó la elegante figura de su hija como lo haría un padre orgulloso. Decir que le costaba suprimir el deseo de abrazarla cariñosamente no era una exageración, ya que Priscilla era la respuesta a todas sus plegarias.

—"Sí, padre." Después de hacer una educada reverencia, Priscilla se permitió tomar asiento en el ostentoso comedor.

Uno de los mayordomos a cargo de servir la comida retiró cortésmente uno de los asientos para que Priscilla pudiera sentarse cómodamente. El comedor tenía la forma de un ovalo alargado, estaba hecho de madera barnizada que le daba un toque elegante y un olor bastante particular, los tallados en los soportes de la mesa eran obras de arte simplemente exquisitas.

Dicho comedor contaba con un impresionante total de 26 sillas que eran utilizadas en ocasiones especiales como reuniones o fiestas casuales que tenían lugar en la mansión Lombardi. En la sala del comedor también había un pequeño recibidor para que los sirvientes atendieran a los visitantes, una pequeña tarima para el anfitrión, una serie de hermosas armaduras decorativas, las cortinas rojas de la habitación tenían bordado en hilo de oro el emblema familiar y por último había una hermosa estatua de un grifo que representaba a la realeza en un sitio especial de exhibición a un lado de la sala.

—Luego de esperar que Priscilla tomara asiento, el Duque finalmente se permitió hablar con libertad. "Priscilla, con respecto a la celebración de hoy." El duque entrecruzo sus manos frente a su cuerpo apoyando los codos sobre la mesa antes de continuar. "La celebración se llevará a cabo en el ayuntamiento de la ciudad y varias familias influyentes asistirán."

—"Entiendo, padre." Priscilla odiaba la idea de tener que asistir a tan problemático evento para conmemorar su recuperación, pero no podía decepcionar al hombre que le había dado tanto cariño incondicional. Con eso en mente, se tragó su molestia y esbozó una sonrisa fingida lo mejor que pudo.

—"Sé que estos eventos no te hacen feliz. Sin embargo, debes entender que es algo necesario que la aristocracia te reconozca como mi hija, especialmente ahora que los rumores sobre una lucha por la sucesión de mi título han comenzado a expandirse entre la nobleza." Al ver el rostro de Priscila el cual gritaba "No me interesa", El Duque no pudo evitar exhalar con pesadez mientras se encogía de hombros. "Bueno, pasando a tu petición, la inscripción que solicitaste a la escuela de magia fue aprobada."

—"¡¿De verdad?!" Por primera vez Priscilla mostraba verdadero interés en la conversación, por lo que El Duque no pudo evitar masajear sus cienes con preocupación. Ciertamente, era una bendición que su hija más joven tuviera un alma tan pura. Sin embargo, cuando pensaba en la crueldad del mundo aristocrático no podía hacer más que preocuparse por ella.

—"Ciertamente ese es el caso. Por cierto, ¿has logrado recordar algo de tu pasado?" – Esta era la pregunta que incomodaba a Priscilla. Su padre le preguntaba esto cada día sin falta y ella daba siempre la misma respuesta.

—"No padre, solo tengo unos cuantos recuerdos borrosos como siempre." El pecho le dolía siempre que repetía la misma mentira.

No era que Priscilla no confiara en su padre, el problema era la naturaleza de la respuesta. Para empezar, ella no podía decirle que en sus recuerdos había varias personas siendo destrozadas por un hombre de cabello anaranjado y que ella había llegado a la mansión por accidente, esa respuesta no haría más que destruir la felicidad de un hombre que estaba convencido que ella era un regalo de los cielos para una familia que no podía concebir hijos.

En este caso, tal acción podía ser considerada una mentira piadosa que Priscilla mantenía desesperadamente con la esperanza de no acabar con la felicidad de un hombre al que le había tomado genuino cariño.

—"Entiendo, eso es algo bueno." El rostro de su padre se veía aliviado en el momento que recibía esa respuesta, ese era el motivo por el que ella seguía haciendo tal cosa. "Dejando eso de lado ¿Por qué elegiste la escuela de magia? Que yo recuerde, nunca mostraste tener actitudes para la magia."

—"Siempre tuve interés por esa disciplina." Priscilla evitó que su voz temblara cuando respondió.

—"En lo personal preferiría que te centraras más en labores administrativas y asignaturas relacionadas. Aunque, supongo que ser investigadora mágica tampoco es un mal camino a tomar." El Duque se apoyó en el espaldar de si asiento como para resaltar su punto mientras expresaba su honesta opinión.

—"Intentaré aprender sobre esos temas, padre." Priscilla seguía haciendo una sonrisa forzada, ya que realmente no le gustaba la idea de dedicarse a la política o similares, debido a que ella simplemente no estaba hecha para eso.

—"Eso me tranquiliza." El Duque se levantó de su asiento cuando la comida de Priscilla era servida. "Lamento no poder acompañarte, pero los preparativos de esta noche aún no han terminado y debo hablar con algunas personas."

—"Entiendo. Cuídate mucho, por favor." – Prisilla tomó sus cubiertos y teniendo cuidado de no colocar los codos sobre la mesa observo sus alimentos.

El Duque Lombardi dejó la habitación caminando de manera orgullosa manteniendo la frente en alto. El hombre en cuestión era un hombre de 52 años, con una complexión correspondiente a la de un soldado retirado, la postura de su espalda era elegante, su cabello y ojos tenían un tono azul tanzanita, con un generoso bigote de la misma tonalidad, unas facciones masculinas muy pronunciadas y varias arrugas empezaban a notarse en su rostro.

Luego de esperar que su padre dejara la habitación, Priscilla finalmente se permitió empezar a comer con tranquilidad. Así pasó aproximadamente media hora, hasta que finalmente se levantó y salió de la sala para dirigirse al lugar donde había asistido a rehabilitación a lo largo de casi dos años.

***

La ciudad de Fraxia, era una de las ciudades más grandes del Reino de Calph. Era una cuidad prospera y hermosa, pero como toda gran ciudad también tenía barrios marginales.

Pese a la bonita fachada que tenía el centro de la ciudad, los barrios marginales se veían bastante austeros en comparación, era un sector bastante lúgubre y apartado que incluso los guardias evitaban por temor a las enfermedades.

Esto daba carta libre a varias organizaciones que situaban sus respectivas bases de operaciones en dichas áreas. Hace algún tiempo, entre los habitantes de los barrios marginales había empezado a circular un famoso rumor.

El rumor contaba que, si dejaban una nota en el árbol más alto a las afueras de la ciudad, un extraño curandero se acercaría a sus hogares y los ayudaría con el problema que tuvieran. Por supuesto, lo más recurrente era ignorar completamente tan disparatada historia. Sin embargo, había gente lo suficientemente desesperada como para recurrir a tan poco confiable método.

Lo cierto era que estaban en situaciones tan complicadas que no perdían nada si solo dejaban una nota a los pies de un árbol. Eso era lo que había llevado a un desesperado joven de no más de 13 años a dejar una nota en el árbol para salvar la vida de su abuelo.

El chico no podía permitirse pagar un médico, tampoco los medicamentos que su abuelo pudiera necesitar, por lo que terminó recurriendo a tan disparatada historia. Si el rumor era cierto, un extraño hombre encapuchado se acercaría a su casa y pediría una pequeña compensación; a cambio de ese pequeño pago, el encapuchado lo ayudaría con su problema.

El joven esperó dos días con impaciencia, pero nadie llegó a tocar su puerta. Con sus expectativas por los suelos salió en busca de un trabajo esporádico para ganar unas monedas de plata para poder llevar comida a su mesa por algunos días.

En el atardecer del segundo día, una figura encapuchada ciertamente apareció y tomó la nota que descansaba bajo una roca en la base del ��rbol. El encapuchado leyó cuidadosamente la nota, por la escritura y el contenido era evidente que el remitente tenía problemas para escribir correctamente.

Luego de releer el contenido en un par de ocasiones, el encapuchado quemó la nota asegurándose de guardar las cenizas y se dirigió a la ciudad. La ropa del encapuchado estaba extremadamente sucia, el lodo era visible en su túnica de piel marrón, la túnica que cubría su rostro y cuerpo tenía un aspecto andrajoso, al punto que no sería extraño confundir al hombre con un pordiosero.

El encapuchado recorría los barrios bajos camino a la casa del remitente, lo único que llevaba con él era una pequeña bolsa cuyo contenido era desconocido. Para cuando llegó a los barrios bajos la noche ya había caído y los candelabros de ciudad iluminaban el cielo nocturno sin reserva.

Nada detenía su avance y la noche parecía tranquila, hasta que una voz detuvo su camino.

—"¡Oye tú! ¡El vagabundo de ahí!" Un hombre lo llamó, por lo que volteo en su dirección y saludo al hombre.

—"¿Qué se le ofrece, Mi Señor?" Respondió el encapuchado. El hombre que lo llamaba no se molestó en notar la cordialidad con la que respondía en encapuchado.

—"¿Quieres algo de comida? Mi compañero está completamente empachado y sería una pena desperdiciar los alimentos que compramos"

—"Si ese es el caso, estaré encantado de aceptar su amabilidad." Respondió el encapuchado.

El hombre frente a él, era un hombre algo demacrado, varias cicatrices eran visibles en su rostro, su cabello era rubio y aparentaba tener 30 o 35 años.

—"En ese caso sígueme, mi compañero esta al fondo del callejón. Ayúdame a sacarlo y a cambio podrás quedarte con los alimentos sobrantes."

—"Agradezco su oferta, Mi Señor." El encapuchado siguió al hombre al interior del callejón.

El callejón estaba entre dos edificaciones de tres pisos que resaltaban mucho en los barrios marginales, las paredes del lugar estaban húmedas y la suciedad era claramente visible. Solo una cosa era evidente, nadie comería en un lugar como ese a menos que no tuviera otra opción.

—"Llegamos." Afirmó el hombre luego de detener sus pasos.

—"Disculpe mi ignorancia, pero no veo a nadie aquí." – Lo que decía el encapuchado era correcto, el callejón estaba completamente vacío. No había rastros de comida o del compañero que decía tener el hombre frente a él.

—"Oh, que descortés de mi parte. Permíteme presentarte a mi amigo." En respuesta, de uno de los tejados cayó una bestia de aspecto antropomorfo, con rasgos parecidos a los de un licántropo. "Espero no me guardes rencor. Alimentar a mis bestias de caza es muy costoso, por lo que me veo forzado a alimentarlas con incautos que nadie extrañará." – Antes de que el encapuchado pudiese emitir algún sonido, la bestia de dos metros tomó su cabeza y lo estampo contra uno de los muros del callejón. "Disfrutaré escuchar tus gritos mientras mi bestia devora tu carne." El hombre parecía complacido mientras esperaba el macabro espectáculo que pronto ocurriría. "¡Jajaja!". Reía con auténtica felicidad mientras observaba la cabeza del indefenso vagabundo ser sujetada por la descomunal mano de su bestia.

Las risas del expectante hombre resonaban en el callejón hasta que la mano del vagabundo sujeto de vuelta la cabeza de su bestia. El agarre fue tal que la bestia se vio forzada a posar una rodilla en tierra.

Si se observaba más de cerca, los huesos del brazo que sujetaba la cabeza de su bestia eran visibles, macabras púas de metal sobresalían de los nudillos de ese brazo y unas afiladas garras decoraban la terminación de los dedos del encapuchado.

—"¿Qué haces? ¡Acaba con ese vagabundo!" Exigió el incrédulo hombre.

Lo que resonó en el callejón en respuesta a su pedido fue un desagradable crujido de huesos triturados y carne siendo desgarrada. El hombre observaba atónito como un par de espeluznantes alas esqueléticas emergían de la espalda del encapuchado incrustándose en el pecho de su bestia.

Lo siguiente que vio fue el cuerpo de su bestia dividirse de manera vertical, mientras su cuerpo producía desagradables sonidos de carne siendo desgarrada por la fuerza y de sus costillas crujir mientras eran divididas. El encapuchado estaba usando sus espeluznantes alas para dividir el cuerpo de su bestia como quien abre una alacena usando dos palancas. Realmente no hubo nada tan elegante como un corte limpio, en su lugar literalmente despedazaron el cuerpo de su criatura usando la simplicidad de la fuerza bruta.

Poco después las dos mitades de la bestia cayeron pesadamente al suelo del callejón, su cuerpo fue dividido de una macabra manera, las dos mitades del rostro de la bestia aún mantenía la expresión de dolor y miedo que tuvo mientras su cuerpo era separado por la fuerza, un nada perfecto corte vertical dividía el cuerpo de la bestia desde la base de la cabeza hasta la cadera.

La caída de la bestia finalmente reveló la figura del encapuchado, era un joven pelirrojo con unos brillantes ojos de color azul eléctrico con un halo plateado decorando la parte exterior de su iris, sus facciones eran perfectas por donde se mirase, casi como si un habilidoso artesano hubiese esculpido su rostro durante años, su filosa mirada intimidaba al hombre frente al joven y sus espeluznantes alas esqueléticas similares a cuchillas decoraban su espalda.

—"Ya que amablemente me invitó a comer, aceptaré su generosa oferta." Afirmó el joven con una cálida sonrisa en su rostro.

—"Espera. No tengo comida en este momento, pero puedo..." Las negociaciones del hombre fueron negadas al instante.

—"Oh, no te preocupe, mi alimento no es lo que tienes en mente." El joven sujetó el rostro del hombre tal y como la bestia hizo anteriormente con él. "Espero no me guardes rencor, pero es costoso alimentarme, por lo que no tengo más opción que alimentarme de un incauto que nadie extrañará."

—"¡No! ¡Espera! ¡No hagas esto! ¡Te daré lo que me pidas!" El hombre rogó por su vida sin éxito, mientras el joven empezaba a alimentarse de lo que solo hasta ese momento entendió que era su posición más preciada.

El pobre hombre, empezó a experimentar una de las muertes más horribles que un ser vivo puede tener. Su cuerpo empezó a secarse lentamente mientras su alma literalmente era arrancada de su cuerpo.

Para ilustrar la sensación, cada parte del alma que dejaba su cuerpo producía la sensación de pérdida por arrancamiento. Básicamente lo primero que sintió el desafortunado hombre fue la sensación de ser destazado cuando la parte del alma que representaba su piel era devorada, luego la sensación de ser descuartizado cuando sus extremidades espirituales eran absorbida por el espeluznante joven, acto seguido la muerte por ahogamiento cuando llego el turno de sus pulmones, la horrible sensación que provoca la separación del alma puede ser comparada con pocas cosas.

Para empezar, en su forma espiritual no podía perder la conciencia, ni sentir el gentil alivio de la locura, solo era una terrible sucesión de experimentar horribles torturas una tras otra, hasta que su alma era completamente devorada y su cuerpo se convirtiera en polvo.

Luego de acabar con la molestia, el encapuchado simplemente salió tranquilamente del callejón y se dirigió hacia su destino.