Esta es otra noche en la que pongo en duda si estoy vivo, ¿cómo no dudar si tu avidez ya no es la misma?, tus abrazos son fríos, puedo notar como tu voz se quiebra tras cada "te quiero"; aun así, percibo la ternura con que me hablas. Llegué a reparar mi ausencia en tu mirada, alcance a observar tu alma oculta tras esa sutil sonrisa.
No mentiré, el ansioso traspié que ocurre al estar a centímetros de tus labios es suficiente para desequilibrar todo mi mundo. No sé suficiente sobre la vida para comprender hasta donde llega el poder del deseo, pero conozco la mentira y lo desalentador de aferrarse a ella.
Hace mucho desconozco la realidad, hace tiempo te observaba deambulante por mi vida, audaz, con esa alegría contagiosa, con esa pureza que ignorabas, me sentía realmente vivo; sin embargo, moríamos poco a poco de soledad.
Maldigo el egoísmo tras la felicidad, lo maldigo porque no logré entrever el descenso de aquella alegría al decir mi nombre. No pensé que podríamos hacernos tanto daño; pese a eso, existía algo de requiebro cuando intentabas esconder tus debilidades. Quizá fuese la inocencia de haber estado en esa nube tanto tiempo; mientras yo, esperaba debajo. Fue tan rápido que no conseguí atraparte, ahora estás perdida en tu inocencia, y yo en tu mirada perdida. Fueron otros brazos los que te sostuvieron... vaya, no tenía idea, amor, que podríamos hacernos tanto daño.