El conticinio se mantiene; la noche está pronta a llegar a su mitad.
La luna creciente aún cuelga en lo alto del firmamento, blanca, brillante y tímida detrás de nubes tan transparentes que permiten que la luz de luna bañe la tierra. El frío de la madrugada mantiene la mente clara, y la quietud, relajada. Se oye el murmullo del viento al entrar al bosque, el crujiente vaivén de las hojas que pronto caen y los pasos del magnífico venado blanco que se acerca al espectador de tal vista.
Esta silenciosa noche cubierta de estrellas es contemplada por la bella inmortal desde su terraza. La jarra de vino a su lado está por acabarse. Ella tararea. Se sirve lo último que quedaba del dulce licor y lo balancea suavemente en su mano; el líquido brillando bajo la nívea luz.
Largas pestañas tiemblan, las coloradas mejillas se elevan cuando los labios húmedos por la bebida sonríen ante recuerdos de un lejano ayer. Recuerdos de una familia feliz lejos de donde está. Una familia que ya no existe.
Pero la beldad no piensa en estos detalles; parece haberlos dejado de lado intencionalmente. Xiao Baishan sólo se regocija en los felices momentos de su niñez y juventud…
… Cuando ella no era una maestra, sino una alumna más de la secta más grande y poderosa de aquellos tiempos.
A pesar de haber transcurrido alrededor de tres siglos desde ese entonces, aún recuerda perfectamente el día en el que fue aceptada bajo la tutela de uno de los doce grandes maestros de pico. Fue su primera discípula. Recuerda nítidamente la sonrisa de su shifu, su voz, su imagen y porte que siempre intentó imitar porque lo admiraba. Las palmaditas que le daba en la cabeza cuando hacía algo bien y el sabor demasiado dulce de su comida cuando intentaba cocinarle por su cuenta. El movimiento ágil de sus manos al tocar el guqin, su habilidad al recitar poemas, sus gritos cuando fue atravesado por su propia espada.
No.
Xiao Baishan niega con la cabeza intentando alejar esas memorias y bebe un sorbo de su vino. Ahora intenta pensar en sus hermanos y hermanas marciales.
Ah, sí… Ellos eran tan amables y divertidos. Siempre con mucha energía, pero a la vez tranquilos. Típica personalidad de los alumnos de aquel pico formador de artistas y músicos.
Recuerda el día en que los conoció, lo cálidos que eran y cómo ella les enseñó lo que sabía. Sus voces llamándola shijie… Recuerda el revoloteo de sus túnicas verdes al jugar alrededor de shifu como pequeños polluelos; las peleas tontas y el cambio en ellos cuando crecieron y dejaron de ser niños. Sus risas y sonrisas; sus lágrimas y gritos cuando fueron asesinados al frente suyo y su sangre salpicó hasta su cara. La mano no alcanzada. Algunos fueron decapitados, otros-
No.
Bebe un sorbo más.
Ella no murió, es mejor pensar en ella misma.
Piensa ahora en los poemas que le recitaron antes de dormir cuando era pequeña y las elegantes posturas con la espada que aprendió al crecer. Shifu dijo que tenía un don aprendiendo rápido, por ello fue que la ascendió a discípula principal y más adelante a discípula de sucesión personal. Debido a esta última promoción, fue que ahora se llama así: Xiao Baishan, siendo el primer carácter de su nombre el mismo que comparte con sus entonces primos y primas marciales, todos discípulos de sucesión de sus respectivos maestros señores de pico.
La prometedora siguiente generación de lords de pico decían todos.
En su adolescencia tuvo que convivir mucho con ellos, ya que en un futuro se volverían hermanos marciales jurados. Es así que siempre se encontraban en reuniones, entrenaban juntos, visitaban los picos del otro o salían en equipo a misiones. Hubieron lazos más fuertes que otros, pero todos se llevaron bien y se querían; siempre protegiéndose y creciendo unidos. En este selecto grupo de destacados discípulos de cada pico fue donde conoció a quienes se convirtieron en sus mejores amigos y hasta conoció a su primer amor.
Una pregunta de repente cruza su mente: ¿Cuántos de ellos seguirán vivos?
Durante "eso" tuvieron que separarse e ir a donde se les indicaba, tan ajetreados que ni tuvieron tiempo de comunicarse por medio de cartas o talismanes. Más adelante, el resultado no fue favorable y la secta se desintegró, la montaña arrancada de raíz por un despreciable demonio; los que mantuvieron sus vidas huyeron lejos y no se supo más de ellos incluso cuando años más tarde llegó un salvador trayendo la ansiada paz.
De sus hermanos nada escuchó. No se sabe si hubo quien murió o quien logró sobrevivir como ella. La gente tenía mejores negocios que atender por lo que ni siquiera oyó rumores.
En tal tiempo, a su lado hubo alguien, sí, quien la buscó y encontró, y ellos también buscaron juntos a los demás y encontraron a un par.
Uno estaba al borde de la muerte. Entre lágrimas y una sonrisa falleció su xiaoshidi; su corazón consumido por el veneno de un demonio.
Devastados, luego de ello, los tres jóvenes restantes decidieron irse por su cuenta.
Xiao Baishan terminó su vino. Ni una gota cae por más que incline ansiosamente la taza de porcelana.
La esquina de sus ojos está roja, pero es casi imperceptible debido al rubor sobre sus mejillas. Sus ojos son dos cristales brillantes y temblorosos. En silencio intenta tranquilizar su corazón tomando respiraciones pausadas.
«Ya es muy tarde», piensa. Se levanta de su sitio no sin antes dejar a un lado su taza y acariciar gentilmente las astas y hocico del venado albino que se restregaba con cariño contra su hombro.
—Gracias, pero ahora tienes una familia durmiendo sin ti. ¿Dejarás que continúen así?
Su voz es suave, una brisa amable. El ciervo entiende, inclina su cabeza en despedida y se retira a la vez que la inmortal entra a su casa.
Su consciencia está algo nublada por el alcohol y los agrios recuerdos que la invaden sin consentimiento —pero a la vez, sin mucha oposición—. Sus pies descalzos la conducen ciegamente frente a su gran espejo de bronce pulido. Ella se acomoda frente a su tocador y contempla su reflejo sin emoción.
Suspira.
La pesada capa verde que lleva se desliza por sus hombros y cae sobre su brazo. La contempla en total silencio: su color ya no es brillante y la tela luce desgastada a pesar de todas las dedicaciones por su mantenimiento. Los dedicados bordados con hilos de oro delatan la proveniencia del dueño, mas, es seguro que si cualquiera nacido en este siglo los viera, no lo sabrían en absoluto.
Otro aliento triste escapa de sus labios.
Luego de ser acariciada un par de veces, la capa es dejada sobre un mueble cuidadosamente. La bella dama trenza su largo cabello y al terminar, se deshace de su túnica exterior. No para de preguntarse: ¿Por qué esta noche está llena de estrellas y recuerdos? Amargos recuerdos de aquellos tiempos tan difíciles y tristes... Como respuesta, el sueño premonitorio de hace una semana viene a su mente.
Esa vívida pesadilla. Sus sentidos fueron engañados.
El calor del fuego cerca de su rostro se sintió tan real junto al olor a sangre que desprendían las ciudades y pueblos por los que pasaba. Unos gritos lejanos y algunas súplicas llegaron a sus oídos, pero el origen de estos le eran inciertos. Los cadáveres estaban por doquier; en la desesperación del momento buscó entre esos algún rostro conocido.
La enredadera llena de espinas presiona el trauma sobre su corazón y la hace temblar un poco.
No tardó mucho en darse cuenta que sólo estaba dentro de un sueño y menos tiempo necesitó para ver las señales de que era en realidad una premonición. En ese preciso momento de iluminación, recordó a su discípulo más joven, aquel que se aventuraba por el mundo mortal mientras ella dormía.
De repente, las voces de sus demás discípulos sonaron junto a ella llamando sin preocupaciones a su xiaoshidi. Al girar los vio a ellos en la entrada de su montaña, llamando cariñosos y divertidos al menor, que se mantenía inmóvil observándolos mientras les sonreía juguetonamente desde el otro lado de la barrera. En ese momento, Xiao Baishan olvidó el escenario anterior y se acercó desde atrás al grupo a paso sereno.
Ella sólo se preguntaba si su pequeño Qingchen estaba regresando o partiendo.
"¡A-Qing, A-Qing!" Les oyó llamar. "¡Shidi!"
Ella misma estuvo a punto de decir su nombre, cuando de pronto las voces ya no eran las de sus alumnos. En un abrir y cerrar de ojos, ella dejó de ser la más alta y una espalda conocida le cubrió la vista. Asustada de reconocer las voces, apartó de su camino al joven en su delante justo cuando él gritaba sollozante:
"¡Xiaoshidi!"
En este paisaje onírico, la inmortal cayó al suelo con la mirada perdida y las mejillas húmedas, luciendo la apariencia exacta que tuvo a sus veintitrés años...
Su A-Qing no estaba ahí. Su xiaoshidi sí. Y él moría de nuevo entre lágrimas y una sonrisa.
Tan hermosa y brillante como la que ahora porta Qingchen.
El mensaje fue claro.
En el preciso momento que entendió, ella despertó, e inmediatamente envió su voz a través de una mariposa. Hoy regresó su pequeño alumno.
Recomponiendose un poco, camina hacia la gran cama que se esconde tras unos hermosos velos. Se siente mejor al pensar que tiene a toda su nueva familia a su lado bajo su cuidado; se jura a sí misma esta vez no fallar.
Desplaza a un lado los translúcidos velos y se sorprende al notar algo que no debería estar ahí: dentro hay algo ocupando su sitio bajo las sábanas; la silueta formada por las sombras y la luz de luna le delata.
Reconoce la respiración tras oírla un par de veces y ríe bajo acercándose para dar un par de palmaditas al niño travieso. Él también ríe y rueda a un lado para dejar un generoso espacio para que la maestra pueda también acomodarse. Ella lo hace, pero no deja de observar aquel bulto que había dejado de escabullirse en su cama hace cinco años, pero ahora regresó.
«Pequeño hijo, ¿te estoy engriendo demasiado?», no puede evitar preguntarse a sí misma.
—Qingchen.
Llama una vez y él atiende inmediatamente asomando su cabecita de cabellera negra de entre las sábanas color nieve. Sus grandes ojos claros observan el rostro de su maestra y sus labios forman una sonrisa; sin embargo, incluso con este gesto, luce un poco incómodo. Interiormente él no sabe explicar su razón de estar ahí escondido; no sabe si mentir, decir la verdad o sólo callar.
—Ah, shifu... buenas noches. —Saluda como si no esperara encontrarla a mitad de la noche en su propio cuarto—. Yo… le traje una flor del exterior. ¿No es bonita? ¡Sólo florece de noche! ¡Mire!
Torpemente intenta buscar su bolsita qiankun de entre su manga izquierda, mas no encuentra la que exactamente quería. Oh, no, ¡confundió aquella con esta otra llena de dulces del mundo mortal! Ahora se siente avergonzado.
Su maestra se ríe de su error y señala un pastel con forma de loto entre todos los demás.
—Realmente es bonita, pero ¿no hubiera sido mejor mostrarla en el desayuno de más tarde? No creo que se vuelva capullo de nuevo hasta ese entonces.
Qingchen devuelve el bolsito a su lugar y se encoge en sí; esconde su rostro bajo las sábanas y se acerca más a ella. La inmortal lo consuela acariciando sus cabellos.
—A-Qing ha crecido tanto, pero aún es un niño por dentro, ¿no? Es tarde, no obstante, estás aquí. ¿En algo más te puede ayudar esta maestra?
Silencio. El menor duda en contestar.
—Shifu... —llama.
—Esta maestra está escuchándote.
Luego de unos segundos meditando su respuesta, Xiao Qingchen toma valor y declara algo apenado:
—Ah... Sólo es que… —Sonríe abochornado por lo que va a decir—. Shifu... creo que ya no puedo dormir solo, jajaja.
Su mirada baja lentamente.
—Antes… A-Zhen siempre estaba a mi lado, pero ahora...