Por otro lado, la situación del joven Song no era muy diferente: durante su ausencia, sus shijies y shixiongs también se sintieron deprimidos. ¡Extrañaban tanto a su pequeño shidi que sienten que morirán en cualquier momento!
La vida en un templo es escueta y demasiado tranquila; una donde la mayor parte de sus días pasan entre rezos y meditaciones, estudios y cultivo. A veces practicaban algún arte o jugaban con sus espadas, mas no era suficiente. Necesitaban su motivación de vuelta ya, y esa es la presencia del menor de todos los alumnos del inmortal Song Baihua: Song Yewan.
¡Ah! ¡Quieren inmediatamente a su xiao shidi de rostro inexpresivo de vuelta a su lado!
La llegada del menor a sus vidas hizo que estas mejoraran notablemente, puesto a que él se convirtió en su razón de superarse todos los días. Desde atreverse a aprender increíbles hechizos exageradamente complicados, hasta intentar cocinar maravillosos e intrincados platos a la perfección... ¡Todo fue por él! Para poder ser capaces de ir a mostrarle con total seguridad todas las nuevas cosas que aprendieron, y así lograr ver aquellos grandes ojos dejar su sosiego de lado para brillar con pura admiración o deleite.
Incluso... ¿quién sabe? Tal vez conseguir de su maestro una felicitación por su avance junto a un adorable jalón en la manga por parte de su precioso shidi, quien les pide luciendo un poco tímido si pueden ayudarlo a aprender lo mostrado.
Ahh~ Un pequeño dulce por el que se esmeran mucho conseguir desde que el menor de los Song llegó a la secta.
Mientras esperan sentados en los bancos que indican la entrada al bosque de retiro de su secta, recuerdan melancólicos aquel día hace más de diez años. En ese tiempo el mayor de ellos cumplía dieciocho, mientras que el menor esperaba en dos meses cumplir los once. Su shizun había descendido de la montaña hace unos días y ellos se divirtieron durante aquellos con competencias de caligrafía y pintando los paisajes de un invierno pronto a acabar.
Los jóvenes no eran escandalosos, por lo que en todo el lugar lo único que se escuchaba eran sus melifluos cantares junto a los serenos sonidos de la naturaleza alrededor. Los suaves arrullos del follaje mecido por el viento y el trinar de pequeñas aves a los lejos fueron su inspiración para comenzar aquella quinta mañana con una competencia de poemas a la belleza.
Luego de acordar las reglas del juego, el primer participante dio un paso al frente envuelto por su gruesa capa y su aura de joven erudito. Se acomodó sobre una roca y, tomando una pipa de su manga, comenzó a tocar suavemente sus cuerdas. Su voz ondeó agradablemente como introducción a la canción. Seguidamente, elevó su vista hacia el cielo despejado buscando las palabras correctas para iniciar el verso y...
De repente, una espada atravesó el firmamento a su vista. La espada iba más lenta de lo acostumbrado, por lo que logró ver quién era su conductor: ¡era shizun!
Atraídos por la sorpresa en la mirada de su shixiong, los demás buscaron la razón de esta, encontrando así con el descenso de su maestro hacia el camino que conducía a donde estaban. A paso rápido, lo alcanzaron. Estaban preocupados ¿no se supone que regresaría dentro de dos días más? ¿Ha habido algún problema?
Como un montón de inquietos polluelos rodearon a su shizun, quien traía en brazos un pequeño bulto negro aferrado a su pecho. Este estaba inmóvil. Muy inmóvil. Tan quieto que ni siquiera parecía estar vivo. Ello despertó la curiosidad de todos, quienes no tardaron en preguntar qué era eso.
Como respuesta, obtuvieron un pequeño temblor nervioso de lo que sea que estaba debajo de la gruesa manta de piel negra.
¿Una nueva mascota? ¿Otro zorro espiritual? ¡Ahora estaban más curiosos! Mas no agregaron palabra alguna; sólo se quedaron viéndolo sacar su diminuta mano del interior —oh, no era un animal— para abrazar más el cuello de quien lo cargaba.
Recuerdan claramente la gentil risa de su shifu y el cómo acarició la cabeza de lo que estaba abrigando entre sus brazos; diciéndole palabras suaves, lo persuadió para que se mostrara con los demás. El bulto, dudoso, sólo asomó sus grandes ojos para ver a sus nuevos hermanos.
Los discípulos mayores desde antes ya sospechaban que era un nuevo niño lo que trajo su maestro, pero estaban un poco confundidos acerca de este porque, a pesar de estar envuelto en un abrigo muy grueso, aún lucía muy pequeño.
Y definitivamente lo era.
¡Su nuevo shidi era alguien tan joven! ¡Era tan sólo un infante! Todos ellos fueron recogidos generalmente entre sus ocho y diez años; sin embargo, ese niño... ¡no podía tener más de cuatro años en ese momento!
Su mirada brillante y dorada como el oro más reluciente los recorría atentamente uno por uno; poco a poco iba descubriendo su cara para intentar ver a los no tan altos desde donde se encontraba. Su rostro lucía limpio, sin rastro de haber sido un descuidado niño de las calles como alguna vez lo fueron los demás a su edad. Eso fue extraño.
Ah, y él era tan adorable: su expresión indiferente, fría y seria no lo hacía encajar bien en tales palabras, pero ello acompañado por sus mejillas rosas por el calor del abrigo, cambiaban por completo la imagen, mostrándolo como alguien serenamente tímido. Y eso era adorable.
Nieve comenzó a caer en ese momento, y esta era tan blanca como la piel del lindo niño. Tan negro como el ébano, su lacio cabello mal cortado hasta el hombro enmarcaba su pequeño rostro; lo más probable es que él lo haya hecho por su cuenta.
Aun así ¡era tan encantador! Todos los discípulos quedaron cautivados por su nuevo hermanito. Tan pequeño y bonito; callado y tímido… Aunque no lo demostraban en su exterior, por dentro estaban impacientes: los mayores querían vestirlo ya con las túnicas de la secta y darle de comer entre juegos, mientras que los menores querían intentar cargarlo para divertirlo y hacerle aprender sus nombres.
Su shifu rio conociendo los sentimientos no expresados y se los entregó instruyéndoles de cuidarlo adecuadamente mientras él cocinaba algo caliente para todos.
Conversando sobre ello en la actualidad, ellos ríen.
Su xiao shidi de niño era tan pegajoso… No olvidan la pequeña pataleta silenciosa que hizo cuando shifu quería pasarlo a los brazos de su alumna más antigua.
El infante no hablaba, mas demostraba con acciones lo que quería o no: apenas sintió que el mayor lo iba alejando de su cuerpo, su expresión cambió a una ligeramente alarmada. Frunció el ceño tiernamente y se asió con todas sus fuerzas a los brazos del inmortal que no pudo evitar reír a carcajadas, incluso cuando el pequeño mordió su roja túnica para aferrarse mejor.
Ah, ahí estaba. Sí era, después de todo, un niño de la calle. Su buena apariencia les hizo creer que era algún joven maestro perdido.
Los esfuerzos del pequeño Song Yewan de cuatro años por mantenerse al lado de shifu enternecieron a sus ahora compañeros, quienes tuvieron que decirle, entre caricias a su cabecita, palabras calmantes para que confiara en ir con ellos. El menor sólo les miraba y luego a quien le cargaba. Finalmente, entendió que no lo estaban abandonando de nuevo y permitió que se lo llevasen.
—No olviden el mejor momento de ese día,—pide con su característica voz serena la mayor del grupo: Song Meiling. Vestida con túnicas negras bordadas con hilos plateados, la hermosa joven deja de acariciar el suave pelaje del zorro blanco en su regazo para llevar su delicada mano a su pecho y suspirar. No puede evitar sonreír al recordar—: Ah~ Mi corazón se siente bañado en miel cuando pienso en sus primeras palabras.
El resto también sonríe y algunos incluso ríen discretamente.
—¿Hm? Pensé que shijie no estaría tan feliz —dice uno de los discípulos menores: un adorable chico risueño de moño alto—. Después de todo, en ese entonces, shijie se esmeró tanto para que lo primero que didi dijera fuera su nombre…
Otro muchacho idéntico a él, pero peinado con una coleta, continuó sus palabras—: Mei-jie fue la primera en todo: en cargarlo, en darle de comer el primer bocado, en peinarlo... ¡sólo faltaba ser la primera en ser llamada!
—Sin embargo, el primero a quien llamó fue a shifu —finaliza el menor de los trillizos mientras se ata sonriente el cabello en una trenza baja.
Todos suspiran enternecidos al recordar.
Después de tomar un baño por su cuenta (desilusionando a los que deseaban ayudarle), de ser vestido con las características túnicas oscuras del templo y de ser peinado pulcramente recogiendo la mitad de su cabello en un moño alto, el nuevo xiao didi esperaba pacientemente en el comedor rodeado por los demás, quienes intentaban hacerle hablar preguntándole sobre su vida antes de ser traído por shifu. Ellos no eran ruidosos ni hablaban en voz alta; eran, más bien, muy ordenados al hablar por turnos y muy pacientes al no molestarse por no conseguir respuestas del niño además de sus silenciosos asentimientos o negaciones.
Al ser ellos así de tranquilos, el pequeño Yewan se sintió cómodo con sus nuevos hermanos y comenzó a apegarse a ellos o a jugar con sus manos en silencio mientras los escuchaba.
Notando que lentamente tomaba confianza, decidieron dejar de presionarlo e ir más lento con él. Entonces, los mayores enmudecieron también, imaginando que de esta forma le sería más confortable para el menor y lo ayudaría a adaptarse mejor al nuevo entorno.
Resultaron estar en lo correcto.
Song Yewan se sintió más libre de ir con quien quisiera, por lo que caminó entre los mayores inspeccionando curioso de pies a cabeza a cada uno y tocando lo que más le llamaba la atención de la persona elegida: a algunas shijies les acariciaba el cabello asombrado por lo suave que era y algunos shixiongs sus brazos al entretenerse cuando lo alzaban si se sujetaba.
Cuando terminó de reconocer a todos, lo vieron aún buscando a alguien más. El niño caminaba de aquí para allá, inspeccionando el lugar como si supiera quién era el que faltaba; por mientras, sus mayores lo seguían con la mirada.
Pasó un minuto.
De observación en observación, los discípulos se percataron de una pequeña tristeza floreciendo en él junto a un desánimo; no era muy notorio a simple vista, mas ellos aprendieron que deben fijarse muy bien en los pequeños cambios en la expresión de sus ojos para reconocer su sentir.
Le preguntaron muchas veces a quién buscaba, pero él no respondía. Sólo fruncía un poco sus labios como si no estuviera seguro de decirlo. Finalmente, encontró a la shijie más antigua y corrió a ella. Song Meiling estaba sentada también observando, cuando de pronto encontró a su pequeño niño tirándole suavemente de su manga mientras recostaba su mentón y manito en su regazo.
Fue muy rápido. Su corazón se aceleró al pensar que a quién buscaba era a ella.
—"Aquí estoy", le dijiste.
El pequeño Yewan la miró al rostro con esos grandes ojos de oro y abrió la boca luego de pensarlo mucho… Él habló lentamente:
—Papá... ¿Dónde está papá?
Ataque directo al corazón.
Desde ese entonces todos se dirigen a su maestro en innumerables ocasiones como "padre", y él, al divertirle y enternecerle ello, los comenzó a llamar "hijos".
—¿Hoy día tampoco? —Con esta pregunta, anuncia su llegada al lugar el mayor de los shixiongs: Song Weiyu. Trae con él un delicado juego de té hecho de jade blanco sobre una bandeja de madera con relieve de flores. De la tetera sale aún cálido vapor, el cual se esparce sobre el elegante rostro del joven. Él es muy alto y hermoso, viste negras túnicas con hilos de plata, similares a las de la alumna más antigua debido a que comparten lugar en poder luego del maestro—. Shidis, shimeis, por favor, beban un poco y vayan a descansar. Han pasado muchas horas aquí, no pueden dejar su entrenamiento de lado.
Los desanimados menores bajan la cabeza por la orden; aún desean esperar un poco más, ya que mantienen su fe en que este día su xiao didi regresará de su cultivación a puerta cerrada. Observan el bosque a su lado y luego sus manos: algunos habían traído como desayuno pasteles de arroz preparado por ellos mismos, otros una jarra de agua por si tiene sed o quiera lavarse el rostro, y cierta shijie un grueso abrigo para envolverlo y protegerlo del frío.
Song Meiling, quien era la que trajo lo último, recuerda su primera vez en cultivo aislado y lo agotada que se sintió al terminar… tanto que se quedó dormida en medio del bosque en su camino de regreso. Su shifu la había ido a buscar y fue quien la recogió y llevó a enfermería para su lenta recuperación. Aquella vez se había sobre exigido sin darse cuenta y sufrió por ello; teme que le haya sucedido lo mismo a su querido didi. En caso de ser necesario —o no— está decidida a cargarlo en brazos como cuando él era pequeño y le pedía con la mirada que lo acune. Así ahora él se niegue, da igual. ¡Lo extrañó mucho! ¡Quiere cargar a su pequeño hermanito sí o sí!
Esta hermana mayor marcial, en plena ensoñación, da un vistazo casualmente a un lado y encuentra a su shixiong acercándose al asiento a su lado. Él le devuelve la mirada y ambos leen los pensamientos del otro en silencio. Song Weiyu le sonríe retador y se acomoda discretamente su capa gruesa de piel mientras distrae sus ojos con la manta de Song Meiling.
Oh, ahora entiende. Él está aquí con el mismo propósito que esta shijie.
Ambos se sonríen, se sientan juntos y no se pierden de vista. Discuten ferozmente con los ojos aunque exteriormente lucen tan calmados y amables como siempre. Los shidis y shimeis al verlos, sólo suspiran al pensar en que estos encantadores hermanos mayores suyos son tan cercanos que se extrañaron durante estas pocas horas lejos, por lo que ahora no pueden evitar quedarse contemplando tanto tiempo al contrario.
El grupo de menores admiran esto y los observan sonrientes mientras toman el dulce té traído.
No pasado mucho tiempo, uno de los jóvenes trillizos, Song Erxing, el de moño alto, se siente aburrido y se distrae persiguiendo con la mirada un par de preciosas mariposas blanca y negra que revolotean alrededor de un pequeño brote de bambú a lo lejos.
«Ah, el invierno está acabando...»
Tal escena es apreciada bajo ojos artistas y lo llenan de inspiración. ¡Cuánto desea inmortalizarla con tinta en este momento! Llevado por el vigorizante sentimiento, decide retirarse inmediatamente para ir al pabellón de artes y comenzar su nueva obra; escapa sin problemas del distraído grupo gracias a su sigilo y aprovecha este para acercarse más a la pareja de mariposas que aún se mantienen en el lugar.
«Parecen estar enamoradas», piensa al verlas tan unidas y cómodas con la otra.
ErXing sonríe aún más y se enternece; con un pensamiento tan romántico rondando en su mente, encuentra la bella escena aún más hermosa ¡e incluso se le ocurre un poema sobre esta!
En definitiva, debe de escribirlo sobre el abanico donde también pintará las mariposas.
Más entusiasmado por la idea, se acuclilla a una distancia prudente para apreciar el diseño de sus alas adecuadamente y grabarlas bien en su memoria antes de que sea tarde. Estando absorto en ello, sólo lo devuelve al mundo real una sombra que se escabulle cerca de donde estaba.
—...
Sin más demora, se aproxima a donde vio la silueta desaparecer y agudiza sus sentidos al máximo. Esconde su presencia limpiamente: no se oyen sus pasos, ni su respiración, incluso con gran habilidad vuelve lentos sus latidos.
De esta forma es como logra ver al supuesto invasor unos pasos más adelante. Ríe para sus adentros.
«Ah, didi ¿Por qué te escondes?»
Song Yewan estaba ahí aunque en ningún momento el hechizo de reclusión del bosque se levantó. El joven adolescente está observando al grupo en la entrada y sonríe un poco apenado; mas, no tarda en volver a su expresión seria y aburrida por defecto. Sigue por un camino que lleva hacia los edificios principales, precavido en no provocar ruido alguno.
Tiembla un poco por el viento helado que aún tortura en las mañanas de este invierno. Se lamenta internamente de no haberle regalado alguna capa gruesa a Qingchen antes, de esa manera, al menos tendría con qué abrigarse ahora. Hace un día Song Yewan descubrió que accidentalmente con su amigo confundieron un par de bolsas qiankun y se llevaron la del otro. ¡Y justamente la que perdió fue la de sus túnicas exteriores y abrigos! ¡Actualmente no tiene con qué protegerse del frío!
Mas eso deja de ser su principal preocupación cuando de pronto siente calor:
—Didi —murmura alguien cerca de él un segundo antes de sentir cómo esta persona lo abraza desde atrás y, alejándolo medio metro del suelo, lo obliga a volver más allá de donde antes estaba.
¡Directo al grupo de shixiongs y shijies!
Intenta escapar, pero es inútil.
—Ahh... Tanto tiempo cultivándose en ayuno allá… ¿Estará bien nuestro hermanito? Es tan joven y aún está en desarrollo... Sé que ya es muy alto para su edad, pero ¡no seguirá creciendo si sigue así!
—No, no, no. Está bien como está. Si fuera aún más alto, ya no podría cargarlo de esta manera.
Todos giraron al escuchar a ErXing hablar no desde donde lo habían notado la última vez, mas lo primero que encontraron todos fue a...
—¡¿Didi?!
Song Yewan, al ver frustrado su plan de ir directamente con su maestro, hace un pequeño mohín y sus mejillas se tiñen de rosa por la vergüenza.