Durante la ausencia del menor de los discípulos de la inmortal Xiao Baishan —Xiao Qingchen—, los mayores lo extrañaron profundamente. Shixiongs y shijies iban a diario a la entrada de las cuevas espirituales para esperar su regreso y jugar de nuevo con él. Y claro, con ellos, siempre llevaban unos cuantos pasteles de arroz o té recién hecho para recibir a su pequeño shidi adecuadamente.
"Ahh... Tanto tiempo cultivándose sin descanso ni comida ¿Estará bien A–Qing? Es tan joven y aún está en desarrollo ¡No crecerá si sigue así!". Estos eran los cotidianos pensamientos de unos preocupados hermanos mayores.
Pobres ignorantes. Si supieran que su adorado shidi pasó este par de meses disfrutando de los deliciosos manjares que las distintas ciudades y reinos que visitó ofrecieron, y de la buena cocina de su compañero de viaje, quien, a veces, preparaba variados dulces especial y únicamente para él... Tal vez si lo supieran, por hacerlos preocupar innecesariamente, lo hubieran golpeado. Sólo un poco. Y muy suavemente para no lastimarlo.
Si es posible con algo no tan duro.
—¡Auuch! ¡Shijie! —gimoteó dramáticamente Xiao Qingchen cuando sintió el golpecito en su frente.
—Shh. A–Qing fue muy malo al no decirnos su paradero real—dice con suave voz la mayor de todas las discípulas: Xiao Meiyu, una fina dama alta vestida con túnicas claras y largas. Entre sus brazos, un pequeño conejo blanco descansa.
Ella estaba tranquilamente patrullando el perímetro del terreno, cuando encontró a su pequeño shidi muy saludable y entrando furtivamente a la secta a través del pasaje secreto. Lo interceptó y ahora están así.
—Has preocupado a nuestros hermanos; piensan que estás cultivándote a puerta cerrada en las cuevas espirituales. Ahora están allá: esperando tu regreso, muy preocupados por tu salud.
La mayor toma de nuevo la diminuta pata del conejo y vuelve a golpear a su shidi en el mismo lugar. Por ser la discípula más antigua, su deber es "disciplinar" a su menor. Xiao Qingchen hace un mohín sin saber qué decir; no sabe si su maestra le tendrá permitido hablar de su escapada con sus hermanos.
Xiao Meiyu sonríe sutilmente al verlo así—: Shifu lo sabe, ¿no?
Xiao Qingchen la observa con sorpresa. Meiyu responde señalando su propia cabeza. Hace referencia al sombrero de bambú que lleva él, el cual, sabe que es de su shifu. O, bueno... lo era.
Ello explicado, ambos comienzan a caminar en dirección al estudio de su maestra, con Meiyu–shijie intentando convencer a Qingchen de contarle sobre el exterior y la razón por la que estaba allá.
—¡Pero! ¡¿Por qué estás aquí?!
Una voz grave, pero agradable de repente interrumpe la paz. Esta pertenece a un joven alto y hermoso que se aproxima rápidamente a donde está el par. Luce sorprendido de ver a su shidi, no en las cuevas espirituales de donde él sí venía de esperarlo, sino conversando con su shijie a unos pocos metros—. ¿En qué momento saliste? ¡Oh, no! ¡Dejé a Li–shimei allá!
—¡Ahhh, Wang–shixiong, lo siento! ¡Recién he llegado! ¡No me golpees!
A grandes pasos, el mayor finalmente anula la distancia entre ellos y abraza a su shidi.
—¡Niño tonto! ¿Quién te golpearía?
Xiao Wangyi es incluso más alto que Xiao Meiyu y levanta del suelo a un sonriente Xiao Qingchen, quien devuelve el abrazo. Sus túnicas a la altura de las rodillas y pantalones oscuros indican que iba a entrenar con la espada, mas se cruzó antes con ellos.
—Mhm... ¿Tú?
—No bromees.
Después de unos segundos jugando, Xiao Wangyi devuelve al suelo a su pequeño hermano. Xiao Qingchen ahora puede ver mejor la apariencia de su shixiong: porte recta y aura de príncipe; finas facciones con cejas demasiado rectas que le hacían parecer molesto. Un poco similar a shijie, mas todos los de esta familia, a pesar de no compartir sangre, se parecen ligeramente.
La discreta risa de Xiao Meiyu se oye tintinear detrás de su pequeña mano de porcelana.
—¿Qué crees que haces? Ya no tienes seis años —ríe Wangyi al ver lo que hace Qingchen.
—Shixiong me cargó hasta los doce años, ahora sólo tengo quince —responde con ligero tono de adorable demanda mientras continúa con los brazos alzados hacia su hermano mayor—. ¿Es que ya no me querrán igual porque crecí?
Xiao Qingchen sabe jugar muy bien sus cartas de pequeño niño cuando deseaba. Si quería ser abrazado, sería abrazado. Si quería ser alzado, sería alzado. Nadie podía decirle que no.
Quince minutos después, un grupo de diecisiete discípulos estaba congregado frente a la puerta de la oficina de su shifu. Xiao Qingchen se encontraba en medio de ellos, sentado entre los brazos de Wangyi y sonriendo en cuanto bebía de una tacita el té que le dio Meiyu. Los otros shixiongs le acariciaban la cabeza y las otras shijies le pellizcaban las redondas mejillas lechosas. Todos le hablaban cariñosamente, mas no lo hostigaban demasiado.
Qué bueno es ser el menor de la casa.
Este trato de ahora es el que desde siempre recibió. El día que fue traído a la secta tan sólo era un niño de cuatro años, mientras que los demás discípulos de la inmortal rondaban entre los ocho y dieciséis años. En ese momento se encontraba bastante desaliñado y su carita estaba manchada con mucho polvo, por lo que no atrajo mucho la atención de los demás. Sin embargo, luego de asearlo y vestirlo con suaves túnicas nuevas, ellos vieron que era un pequeño niño muy, pero muy lindo.
De claros ojos grandes y mejillas sonrosadas, largos cabellos ondeados color de la tinta y piel tan blanca como la nieve, ¡el primer pensamiento que albergaron sobre él fue de que era un hermoso muñeco de porcelana!
¡Y debían tratarlo como tal!
Ayudaba mucho el hecho de que era aún un infante y su carácter dulce y agradable conquistaba los corazones. Fue por tal consentido, cuidado y criado por el resto de alumnos, quienes al inicio encontraron en él a un pequeño muñeco con el cual jugar a vestir y alimentar. Puedo incluso mencionar que esto no sólo se limitaba a los alumnos, sino que también alcanzó a la maestra de todos.
Pasaron los años y A–Qing creció.
Entonces, ellos comprendieron que él no era un muñeco. Xiao Qingchen era una persona y lo tenían que tratar como tal. No obstante, el cambio en realidad no fue tan radical: como ya no temían que se rompiera, sus shixiongs le permitieron aprender a pelear y jugar con la espada, y sus shijies a usar el cuchillo y a preparar medicina con fuego.
Ah, y ya le dejaron bañarse y vestirse solo.
Xiao Qingchen siguió creciendo, mas su personalidad ya estaba formada. Es comprensible por este tipo de crianza el porqué sus maneras son tan delicadas y la razón de su actitud de "jugaré contigo si me mimas un poco y eres bueno". Además, su secta no era rígida con los modales a los mayores y las actitudes de todos eran más libres, entonces poco les importaba ese carácter no conveniente para el mundo mortal. Ello fue algo duro para Song Yewan en su momento.
—Qingchen.
El rostro de quien fue llamado brilló delatando su emoción. Todos giraron sus cabezas hacia donde provenía la suave, pero imponente voz de su respetable maestra.
Una figura esbelta y recta cual bambú se encontraba en medio del camino del jardín a su oficina. Sus túnicas de erudito inclinado al arte y la belleza ondeaban por la suave brisa junto a sus largos cabellos blancos atados casualmente por una cinta delgada del mismo color. Ella es una preciosa mujer joven, de piel blanca cual jade y más hermosa que las flores a su alrededor; su sola presencia y porte exigía respeto, mas su mirada amable y sonrisa suave ocultaban un poco eso y más llamaban al cariño.
Ella es Xiao Baishan. La inmortal anacoreta que gobierna esta montaña.
—Shifu —saludan solemnemente todos al unísono ahuecando sus manos y realizando una adecuada reverencia.
—¡Shifu! —saluda alegremente Xiao Qingchen saltando de los brazos de Wangyi al suelo y corriendo hacia la bella mujer—. ¡Este discípulo le presenta sus respetos! ¡Este discípulo la ha extrañado!
Antes de llegar donde ella, se detiene y hace la reverencia correspondiente; luego continúa y la abraza cual adorable koala. La inmortal sonríe y acaricia los cabellos de su pequeño alumno.
—Qingchen se ve saludable. Eso es bueno. —Le da un par de palmaditas en su espalda para que muestre su rostro, el cual acaricia al apenas verlo—. Luces diferente; tienes mucho que contar, supongo.
—¡Hm! Pero... ¿shifu no me llamó por una situación urgente? Tal vez debería ayudar con eso primero...
Ella negó con la cabeza.
—Podemos ver ello luego. Fue un largo camino hasta aquí; debes de estar agotado. Primero, entra y prepara un poco de té relajante para ambos.
Obedeciendo inmediatamente con una sonrisa, Xiao Qingchen se retira y entra a la oficina de su maestra. Ella lo sigue a paso lento mirando a sus demás "hijos". Acaricia a un par de ellos en la cabeza antes de decir:
—Vayan con los demás y den aviso: dentro de tres horas los quiero a todos aquí. Qingchen ha regresado del mundo mortal y de seguro tiene algo que compartir con ustedes.
Tras estas palabras, cerró las puertas de su despacho.
—¡Woaaah! ¡No puedo creer que se haya dedicado tanto!
—¡Él es así! ¿Cierto que es lindo? Sólo dije una vez que me gustan los dulces y él se tomó la molestia de prepararme muchos al día siguiente ¡Y es tan tímido~! Cuando desperté, él no estaba: los había dejado encima de la mesa al lado de nuestra cama junto a una nota ¡No lo vi hasta la tarde! Incluso después de tantas horas, aún lucía algo apenado, ¡jajajaja!
Los hermosos ojos claros de Xiao Qingchen formaron dos medias lunas cuando sonrió ampliamente ante el recuerdo. Apoyó su pequeño rostro sobre su mano y, sin querer, dejó escapar un suspiro; su mirada era lejana y alegre, ensimismado en sus pensamientos.
Es la octava vez que suspira de esa forma. Sus compañeros comienzan a desconcertarse un poco y su maestra a sospechar.
Era ya de noche. Después de manejar el asunto de seguridad de la secta, todos estaban reunidos ahora en un amplio jardín, sentados sobre manteles llenos de la aromática cena que compartirían. Una brillante luna llena iluminaba el lugar desde lo alto del cielo. A lo lejos, por la belleza del escenario y de los cultivadores en este, uno pensaría que observa, no a personas, sino a deidades.
—¿Saben? Una vez me enfermé. —Xiao Qingchen vuelve a hablar, un poco más calmado y luciendo nostálgico. Entre sus manos, un cuenco de sopa caliente es movido suavemente en círculos—. Allá el invierno es más frío y peligroso, y lo noté muy tarde. En la noche, después de jugar con Yewan en la nieve, comencé a estornudar sin control y mis ojos me escocieron mucho. Temblaba muy fuerte por más que me abrigaba con muchas frazadas y mi cabeza parecía incendiarse. Nunca me había sentido tan mal.
Lleva una cuchara llena del líquido caliente a su boca y lo bebe. Un sonido de satisfacción escapa de sus labios y luego ríe—: Creo que debí haberle hecho caso cuando me dijo que me pusiera un abrigo más.
El resto sonríe. Saben que, desde que comenzó su adolescencia, se volvió un poco terco con varios asuntos, entre ellos, abrigarse adecuadamente o peinarse por su cuenta. Este hermano se ha convertido en un pequeño malcriado... En sus corazones, se disculpan con el compañero de viaje de Qingchen.
—En ese momento sólo quería regresar y estar en mi cama tomando la deliciosa sopa de da shijie, pero no podía ni moverme porque mi cuerpo no me respondía. Quería llorar, pero no tenía lágrimas. Wu, wu.
En conjunto, fruncieron los labios. Xiao Qingchen aprovechó para robarse una pieza de pollo de Xiao Wangyi, el cual no se lo negó. ¡Su hermanito ya había pasado por mucho! No tenía corazón para negarle algo ahora. Todos se sentían mal al pensar que no estuvieron ahí para él...
No obstante... parece que alguien más sí. Antes de continuar, las mejillas del menor tomaron color sutilmente, su expresión revelaba que su corazón se siente cálido; algunos piensan que es por la sopa que está bebiendo, la cual aún bota vapor, pero están equivocados.
—De pronto, sentí algo frío y húmedo sobre mi frente y cómo alguien acomodaba las frazadas sobre mí. También acomodó mi cabello y secó el sudor de mi rostro. Me ayudó luego a sentarme, y me dio de beber ¡Cuánta sed tenía en ese momento! —exclama moviendo su cuchara junto al tono de su voz—. Luego, me dormí. No sé cuánto tiempo lo estuve, pero varias veces desperté durante unos segundos y noté que Yewan seguía a mi lado. Jajaja, en realidad, estaba durmiendo en su abrazo. Seguíamos en la misma posición de cuando me dio agua; supongo que no quería despertarme si se iba. Tan amable...
Otro suspiro más.
Esto es tan extraño ¿Por qué habla con sus ojos perdidos en las estrellas y brillando como estas? ¿Qué hay de esa gran sonrisa soñadora? ¿Quién es esa persona que dejó tal huella en la memoria y corazón de Qingchen? ¿No es acaso solo un simple muchacho del mundo mortal que conoció por casualidad?
—... y me ayudó a tomar lo sopa que él mismo me preparó —Xiao Chen terminó de comer y ahora bebía té de durazno. Al igual que con el plato de sopa, la taza también la balanceaba en círculos distraídamente—. Hasta que me recuperé, Yewan me atendió en todo y me ayudó a mejorar rápido preparándome medicina y cortándome fruta fresca... ¡Ah, se sentía tan bien! ¡Fui tratado como un príncipe, jajaja! ¡Es tan buen amigo!
—¡A–Qing no debió abusar de su amabilidad! —Regaña una shijie con dulzura—. Aquí te hubiéramos atendido mejor y no le hubieras causado tantas molestias a tu amigo ¿Por qué no regresaste?
El menor la observó con sus grandes ojos y, seguidamente, negó suavemente con la cabeza. Una sonrisa suave aún estaba en sus labios, pero las puntas interiores de sus cejas estaban inclinadas hacia arriba:
—No quería despedirme de A–Zhen aún...