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Chapter 3 - Compañeros de viaje

Aquella noche no hubo cacería nocturna.

La curiosidad por saber más del otro ganó sobre ellos e hizo que una corta presentación se convirtiera en una conversación tan larga que duró hasta que el astro rey regresó a los cielos.

Song Yewan es por naturaleza poco sociable y parco incluso con sus más cercanos shixiongs; no obstante, la desenvoltura de Xiao Qingchen al hablar y su ánimo energético, lo llevó extrañamente a sentirse menos retraído y también a aventurarse a hablar sobre sí mismo, dejando de lado su nata costumbre de sólo escuchar. El joven Xiao notó este detalle comparando su disponibilidad inicial con la final, mas no entendió el porqué ello lo hacía sentir feliz.

¡Es tan extraño! Recién se están conociendo ¡pero es tan cómodo estar con él!

Hablaron durante horas y horas, de todo un poco, deteniéndose a veces sólo para reír. Hablaron de sus pasados, de qué los llevó a este presente y qué esperaban del futuro. Constantemente se sorprendían con tantas similitudes entre sí: compartían sueños, maneras de ver el mundo e ideales. Ambos eran huérfanos, tenían una familia no relacionada con la sangre y maestros, al parecer, de la misma generación. Eran los menores de la casa, conscientes de ser los consentidos por ello y realmente les gustaba. Aman el arte, la belleza y lo marcial; la justicia, lo bueno y lo ético.

Ah, y su fruta favorita es la naranja. Uno decía por ser dulce y el otro por ser ácida.

Al lado de este nuevo amigo, se sentían de alguna manera completos. Como si hubieran sabido sobre este encuentro desde su nacimiento; como si desde siempre lo hubieran ansiado o buscado... estaban ahora complacidos.

Con este sentimiento cosquilleando en sus corazones y cansados de trasnochar, apagaron la fogata que los calentaba y se protegieron bajo los árboles de la fría nieve. Mientras la veían caer, ambos terminaron durmiendo profundamente uno al lado del otro.

Sí. Durmieron tan descuidadamente.

Por alguna razón, no sentían que deberían de mantenerse alertas; al contrario, sintieron que aquel chico era el único en el que podrían confiar plenamente de ahora en adelante.

Durante los siguientes cinco días, se dedicaron a cuidar del pequeño panda y a disfrutar de la nueva compañía. Poco a nada les importó romper su rutina de ir al siguiente pueblo al segundo amanecer, y simplemente lo arrojaron al fondo de su mente para poder relajarse y sólo ser lo que eran.

Niños.

Pasando las mañanas entre entrenamientos e intercambios de técnicas; las tardes disfrutando de pasear y hacer un poco de turismo por los rededores cercanos; y las noches llenas de ilusiones compartidas en voz alta y estrellas brillantes. De esta manera su relación se volvió más estrecha y la confianza creció.

Ya ni iban a cacerías nocturnas o salían del bosque. Las pocas veces que lo hacían eran en su mayoría juntos y para vender los peces que atrapaban al jugar en el angosto río que atravesaba la zona oeste del bosque. Del dinero que conseguían de ello, compraban la comida del día y la medicina necesaria para sanar adecuadamente al pequeño oso. A veces sólo se lo gastaban en pequeños gustos. Tales como ese hermoso pincel caligráfico o esa delicada borla de espada que compraron sólo para ver la sonrisa del otro al momento de dárselo como regalo.

Transcurrida una semana, el bebé panda ya se encontraba completamente sano.

La lesión no fue tan grave, por lo que no tardó mucho en curarse; ambos sabían de esto, pero aún así se negaban a decirlo en voz alta. Pensaban que al anunciarlo, estos divertidos momentos juntos terminarían y sería hora de partir tomando cada uno un rumbo distinto.

¡Realmente disfrutaban de la compañía de este nuevo amigo! A pesar de ser tan distintos en personalidades, eran a la vez tan similares ¡Sentían que nunca más iban a encontrar a alguien más como él!

Y así, callaron un par de días más, intentando buscar alguna situación o excusa para atreverse a pedir al otro el seguir el viaje juntos.

Cierta noche, se animaron a ir de cacería nocturna, no sin antes dejar a su pequeño en un lugar seguro.

No tardó mucho en mostrarse alguna terrible criatura y, sin necesidad de palabras de por medio, ambos lucharon increíblemente. Se protegieron entre sí, turnándose los ataques y defensas con una sincronización que rozaba la perfección.

Ni ellos mismos esperaban este resultado.

De por sí, cada uno por separado era fuerte, habilidoso y más que capaz; sin embargo, juntos, simplemente eran de otro mundo.

Peleaban limpia y elegantemente. Tan rápidos que no sería exagerado compararlos con la fría ráfaga de viento de invierno; tan suaves que, al verlos, recordarías la silenciosa caída de un copo de nieve sobre el paisaje detrás de tu ventana.

Definitivamente eran el uno para el otro y ellos lo sabían.

Esta cacería nocturna fue el pequeño y necesario empujón para que decidieran dar el paso que tanto evitaban tomar.

El sol pronto se elevaría, la niebla nocturna se dispersaba lentamente. Ambos dieron por terminada esta cacería e irían de vuelta al claro luego de terminar de exorcizar esta última bestia derrotada.

La magia que ondulaba por sus finos dedos hacia el cadáver de la sanguinaria criatura brillaba; las espadas estaban descansando ya en su vaina. Xiao Qingchen y Song Yewan no dejaban de pensar sobre el tema ya mencionado.

«Es un buen momento», pensaron a la vez.

Tomando un poco de valor, el cultivador más alto logró tomar la palabra primero.

—Qing-xiong. —Llamó intentando no tartamudear por los nervios. Por fuera aún lucía sereno—. Lo he pensado desde hace unos días y creo que ya... es tiempo de decirlo.

Xiao Chen, curioso, lo observa en silencio.

—Zhu'er ya está sano. No es necesario seguir quedándonos.

Concordó bajando la mirada al muerto a sus pies. El joven Song continuó.

—Nos hemos conocido en medio de un viaje que comenzamos solos. Ha pasado más de una semana, por lo que creo que… es hora de seguir.

El de túnicas claras se giró inmediatamente para verlo. En su propia expresión, algo cercano al miedo afloró ¿Yewan quiere irse ya? ¿Solo? Parece muy decidido…

—Yewan...

Por un momento, Xiao Qingchen pensó que él también sentía lo mismo respecto a esta amistad...

Sus bonitas cejas temblaron un poco, su mirada se veía algo triste y no sabía si podía seguir escuchándolo.

—Entonces, yo… —El joven Song no llegó a ver la penosa expresión, debido a que evitó desde el comienzo mirar al otro por vergüenza—. Me preguntaba, si Qing-xiong quisiera...

—¡Aaah! ¡Yewan! —interrumpe energéticamente sin poder esperar más. Cierra los ojos por la expectativa de una negación que no quiere ver salir de su boca, pero que inevitablemente piensa que escuchará cuando le pida que...—: ¡Por favor, después de esto sé mi compañero!

Ambos se quedaron en silencio. Uno a la espera de una respuesta, otro intentando procesar el pedido. La hermosa cara aún infantil de un estupefacto Song Zhen se encendía lentamente por el remolino de pensamientos internos.

Compañero, compañero, compañero.

¿Es lo que cree que es? ¡No tiene palabras!

En el lado opuesto, Xiao Qingchen, extrañándole el silencio contrario, repitió sus propias palabras mentalmente y notó a tiempo su petición incompleta.

Su pequeño y suave rostro de jade también se coloreó de un tenue rojo.

—¡Y-yo en realidad quería decir que–! ¡Ahhh! —Inmediatamente cubrió con sus manos su cara. Encogiéndose torpemente en su sitio, murmuró—: Quería preguntarte si... fuera posible que tú y yo... fuéramos compañeros de viaje de ahora en adelante.

Qué tímidos. Ambos tan lindos.

En verdad la adolescencia es una buena etapa para el amor si ambos corazones son tan puros como el de ellos.

Song Yewan escuchó con atención a Xiao Qingchen y entendió. Rápidamente se recompuso antes de responder:

—Yo, ejem. —Aprovechó de ocultar sus arreboladas mejillas detrás de su mangas al fingir tos—.. Yo también le iba a preguntar… lo mismo…

Dando los pocos pasos que lo separaba de su amigo, se arrodilló a su lado para darle un par de suaves palmaditas en la cabeza.

—Si a Qing–xiong le parece bien, claro.

Xiao Qingchen al fin dejó de esconder su rostro.

Sus miradas se conectaron; en este lugar solitario, sus ojos reflejaban únicamente al otro y brillaban.

—Es un sí. —Acepto.

Y así, por fin se despidieron de aquel pequeño panda y del gran bosque de bambú que los acogió. Uno al lado del otro, caminaron por el mismo sendero hacia su próximo destino.

Una figura blanca y otra negra, de sonrisa gentil y mirada glacial, de aura suave y de aura distante… Ellos sorprendían a quién los viera, no sólo por la gran belleza del par que hacía llorar a las flores e iluminaban las noches, sino también por la imagen que daban.

Eran el sol y la luna; el brillante día con sus blancas nubes y la oscura noche de nívea luna llena y estrellas; la brisa fresca de primavera y la helada de invierno.

Ellos son Song Yewan y Xiao Qingchen, un par de almas destinadas que sólo querían pasar sus días en felicidad.