El mundo exterior es increíble.
Los paisajes son tan hermosos y diversos que no dudaron en detenerse para inmortalizarlos sobre papel. Montañas y ríos recorrieron y atravesaron, miles de personas conocieron y ayudaron. Disfrutaron de la variada gastronomía y de los pintorescos festivales donde jugaron y se divirtieron.
En todos lados, la gente, asombrada, seguía siempre con la mirada a aquel "par inusual". El de blanco hablaba sin parar y lucía como alguien que no conocía la tristeza, puesto a que siempre su bonito rostro estaba decorado de una amable y brillante sonrisa. En cambio, el de negro era bastante serio, su voz siendo para varios un misterio; él demostraba ser también amable, pero el frío bailando en sus lindos ojos lo hacían ver bastante apático.
¡Siendo así, no comprendían cómo es que congeniaban tan bien! Por lo visto, a veces, sólo un intercambio de miradas —y tal vez una sonrisa— era requerido para entender el pensamiento del otro.
Muchas ciudades y pueblos visitaron, y distintas historias les fueron contadas: leyendas de héroes derrotando bestias o enfrentándose a demonios, el origen de algunas desgracias arrojadas o de las gracias celestiales concedidas.
Los jóvenes Xiao y Song estaban extasiados por todo. En cada nuevo lugar que arribaban, había algo nuevo que conocer... o derrotar. Porque no todo era felicidad y buenos días soleados. Si la belleza existía, la fealdad también.
Conocieron nuevas maldades, y se enfrentaron a demonios y criaturas que sólo pensaron que existían en sus libros de texto. Las personas no eran del todo buenas: habían algunas que escondían muy bien su lado ruin, y otras más descaradas que no se molestaban siquiera en ocultarlo.
Pero aquellos eran tan pocos... No las suficientes como para destruir su pura visión del mundo.
Y así, por la ingenuidad de su juventud, prefirieron creer que todos merecían el beneficio de la duda hasta que se llegue a algo muy concreto ¡Ah! ¡Qué será de ellos en el futuro!
Entre diversión y un par de penas, pasaron sin notarse dos meses.
Cierta mañana todo debió terminar.
Fue un domingo antes del mediodía. El ambiente era perezoso tanto en las calles como en la habitación donde se encontraban. Recién despertaban, se encontraban aún somnolientos, reacios a alejarse de la almohada y menos de la cama. Estaban realmente exhaustos: durante tres días seguidos habían luchado contra una gran bestia demoníaca tan poderosa que no consiguieron exorcizarla, sólo debilitarla lo suficiente para someterla dentro de una olla espiritual.
Agotados, anoche no tenían energías para pensar en alguna solución, por lo que decidieron discutir al día siguiente el plan para exterminar a la criatura. Pero en esos momentos... ¡sólo necesitaban dormir y curarse urgentemente! ¡Ni siquiera se sintieron lo suficientemente bien como para primero tomar un baño o comer!
Y así fue como terminaron durmiendo en el cuarto de la primera posada decente que encontraron. Por higiene, sólo se asearon con un paño el cuerpo entero antes de acostarse juntos a dormir.
Sí, en la misma habitación. Sí, usaron la misma cama.
Después de tanto tiempo y de tantas aventuras vividas ¿de qué hay que avergonzarse o verle mal? Han comido con los mismos utensilios del mismo plato y se han bañado juntos en los ríos y manantiales; conocen al otro como la palma de su mano y sólo se tenían entre ellos para todo. Este par se trataba ya con tanta intimidad que su relación pasó a ser más profunda que la de una simple amistad... aunque ellos no se dieran cuenta por completo. Consideran al otro su mejor amigo de toda la vida, por lo que anoche, no le vieron problema el dormir juntos como siempre para ahorrar unas cuantas monedas.
De todos modos, era invierno; está bien mantener el calor... ¿no?
En realidad, no lo pensaron mucho en ese momento.
Por fortuna.
De lo contrario, se hubieran percatado de las extrañas miradas que les dirigían el resto de huéspedes al verlos irse al mismo dormitorio tomados de la mano.
Regresando a la mañana del domingo: después de susurrarse los buenos días y de conversar un rato sin moverse de sus cercanas posiciones, estos amigos al fin decidieron que era momento de levantarse. El menor, Song Yewan, fue el primero en hacerlo. Salió de la cama estirando su cuerpo y ató sencillamente sus cabellos en una coleta; vistió sus túnicas exteriores antes de ir con el posadero para pedirle que llene la tina de madera del cuarto y pagarle por dos desayunos. Arreglado ello, fue a lavarse el rostro.
Después de esta rutina mañanera, ya se sentía más despierto y así regresó al cuarto: de buen humor y junto a una jofaina llena de agua clara y un pañuelo blanco para su compañero.
Al llegar, todo estaba listo. El hospedero se estaba retirando, la bañera estaba llena, el desayuno listo sobre la mesa y, detrás del biombo, Xiao Qingchen dormitaba sobre la cama sentado.
…
Bueno, no todo estaba listo.
Song Yewan se acercó en silencio y se acuclilló delante de él, acomodando lo que traía a un lado en el suelo. Observó detenidamente a su soñoliento amigo: su largo y ondulado cabello se encontraba bastante desordenado al igual que su túnica, la cual resbalaba por su suave hombro amenazando con revelar este y parte de su pecho. Su expresión era serena y hasta un poco agotada; sus mejillas estaban rosáceas. Snrió al ver esta imagen. Le resultaba graciosa y adorable, y más cuando la compara con la fiera que mostró el mayor el día anterior, cuando peleó contra la bestia.
Acomodándole las ropas, le llamó con suave y profunda voz:
—Hey... Qingchen.
No respondió.
—Xiao Chen...
Nada.
Viendo que no respondería fácilmente, decidió probar con algo nuevo, sin tener mucha esperanza en que él lo llegue a oír. Bajo su cabeza y susurró:
—A-Chen...
—¿Mhm?
Sorprendido y algo avergonzado, al levantar la mirada se encontró con los celestes ojos del contrario y una pequeña sonrisa en sus labios. No sabía qué decir.
—… La tina está lista.
—Dilo de nuevo~
Huyó de encarar al otro concentrándose en levantarse de su sitio, tomando la jofaina y el pañuelo entre sus manos de nuevo.
—Ve a bañarte.
—Vuelve a decirlo —pidió Xiao Qingchen haciendo un pequeño puchero y jalando de la manga de Song Yewan ¿Realmente es el mayor?—. Te escuché, no huyas.
—Ve a bañarte —repite obedientemente.
—¡No eso! Jajajaja.
Viéndolo tan cohibido, entendió que no debía de seguir insistiendo (si quería escuchar lo que quería pronto). Entonces, sólo rió un poco más sin soltarlo aún.
—Iré, iré ¿Ya lo hiciste tú?
—No...
—¿Entonces entro primero? Qué considerado es mi didi, como agradecimiento te cepillaré el cabello y peinaré.
—¿No lo haces ya siempre?
—Sí, pero esta vez será con gratitud.
Muy sutilmente, Song Yewan sonrió divertido. Xiao Qingchen notó su sonrisa muy fácilmente y la correspondió antes de levantarse para desperezarse. A pesar de ello, no le fue fácil alejar el sueño y volvió a acostarse.
—…
—No digas nada... En verdad, sólo quiero dormir —gimoteó—. Sólo por hoy... ¿no podemos tomarnos el día libre? ¿Sí~?
Song Yewan es débil a las peticiones de su mayor, por lo que asintió en respuesta. Xiao Qingchen lo vio, bostezó un 'yey' y celebró en voz baja.
—Siéntate, descansarás luego de asearte.
—Mhm... Estoy tan cansado, ¿me ayudarí-?
Antes de terminar, Song Yewan ya había tomado entre sus manos su pequeño rostro. Xiao Qingchen calló por la sorpresa y hasta se sonrojó un poco.
—¿Song Zhen?
—Cierra los ojos.
—¿Para qu...? —Estaba extrañado, pero, al notar la suave mirada del contrario, instintivamente se detuvo y obedeció—. De acuerdo...
Lo siguiente que sintió fue algo húmedo sobre su mejilla. Y luego ello se deslizó a la otra.
Xiao Qingchen sonrió: —Gracias, didi.
—Mhm.
Song Yewan estaba lavando su rostro con cuidado. Ello le enterneció en demasía ¿Qué nación salvó en su vida pasada para conocer en esta a tan buen mejor amigo? Se siente tan afortunado~
Los dioses se rieron desde los cielos de sus inocentes pensamientos. Por mientras, en la tierra, él sólo se dejó acicalar sonriente y en silencio.
Ambos pensaron que podrían estar así todo el día, pero... la cara es pequeña y pronto se terminó.
Song Yewan dejó la tela en el recipiente y sacó una bolsa qiankun de su túnica: de ella recogió un par de túnicas de baño y un talismán. Le entrega una de las batas a su compañero y la otra la deja sobre la cama; se retira con talismán en mano a donde está la tina.
—Calentaré de nuevo el agua, A-Chen... —avisó antes de esconderse detrás del biombo. Qué tímido.
El rostro de A-Chen volvió a colorearse.
—¡Yewan! —llamó antes de que consiguiera escapar. Viéndolo tan condescendiente con él esta mañana, realmente se vio tentado a probar más de ello. Lo vio detenerse para escucharlo—. Ah, yo… no tengo tanta energía hoy, entonces… ¿Podrías ayudarme a-?
Se vio interrumpido por la aparición de una mariposa de papel ante sus ojos ¡¿De dónde salió?! Por instinto, al verla la atrapó con una mano. La escritura sobre sus alas le era familiar, ¿podría ser...?
La voz suave de su maestra llegó hasta sus oídos. Se oía algo ansiosa.
—Yewan... —Cuando devolvió su mirada al otro, notó que este también tenía un talismán de comunicación camuflado entre sus manos. Su expresión era seria; concentrado en el mensaje que escuchaba sólo él.
La voz de su maestro era firme en su mandato, mas aún se notaba un poco la preocupación escondida entre sus palabras.
La orden de sus shifus era clara: debían de regresar inmediatamente a la secta.